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Venezuela :: 15/12/2017

¿Existen circunstancias favorables para la reelección de Maduro en las presidenciales 2018?

Gokai Moreno
Se trata de un juego político abierto que no admite hoy un pronóstico determinista, sino solo un reconocimiento de sus obvias ventajas

La pregunta por el “chance” u “oportunidad” para la reelección del Presidente Maduro ya comienza a rodar en la cabeza de los simpatizantes del PSUV y está en las calles del país, más aun luego de los resultados electorales municipales que le dan al principal partido de la coalición gubernamental, el PSUV, una victoria en al menos 300 alcaldías.

Sin embargo, en medio de un ambiente triunfalista Luis Vicente León ha planteado la siguiente tesis luego de tales resultados: “Nicolás Maduro tiene una aceptación minoritaria y en un proceso electoral competitivo no resultaría ganador”.

¿Cómo es posible que luego de tres victorias electorales consecutivas en un mismo año: ANC, Regionales y Municipales se afirme que Maduro no ganaría la reelección en comicios presidenciales?

El 29 de noviembre, el Vicepresidente Tareck El Aissami oficializó lo que ya tiene cierto tiempo rodando como rumor:

“Una gran victoria, ya nos estamos preparando, tenemos ya 18 gobernaciones, vamos a tener ya la gran mayoría de las alcaldías, tenemos ya la Asamblea Nacional Constituyente y vamos a tener, Dios mediante, pueblo mediante, la reelección de nuestro hermano Nicolás Maduro como presidente de la República.”

“Es una gran contraofensiva ante el golpismo, ante la violencia terrorista y güarimbera, ante la guerra económica, ante la persecución financiera, ante las sanciones de Trump, el 2018 vamos a una gran victoria revolucionaria”.

Las declaraciones del Vicepresidente dan algunas pistas de los elementos que considera más favorables para incrementar el chance de Maduro de cara a la reelección.

En condiciones de amenaza de los EE.UU y de “persecución financiera” internacional, la respuesta de la mayoría del pueblo será la defensa de un símbolo político que encarne “la soberanía y la autodeterminación nacional”.

Allí se estaría apelando directamente, de manera afectiva y discursiva, a la Independencia Nacional, no solo derivada del legado de Chávez y el Plan de la Patria, sino a la larga historia para asegurar la existencia misma de la comunidad política como “comunidad nacional”.

No debemos olvidar que la contradicción Nación/Imperialismo constituye una invariante del programa nacional revolucionario en todo el continente.

El nacionalismo defensivo latinoamericano surgió de la necesidad de consolidar la integración nacional y la construcción del Estado moderno a partir de la movilización popular, con el objetivo de crear una conciencia histórica común entre los latinoamericanos, como método de defensa contra las potencias coloniales e imperialistas que han amenazado la soberanía de la región. La apelación a la Nación y al Nacionalismo ha sido, por tanto, una constante de la cultura política latinoamericana.

En segundo lugar, en condiciones de “guerra económica” (quizás uno de los argumentos y relatos, que pudiera estar experimentado un ciclo de desgaste sobre la crisis) es cada vez necesario establecer una clara equivalencia entre la crisis económica y las personificaciones concretas de los agentes económicos que orquestan una de las más largas “huelga de inversiones” por motivaciones políticas que experimenta el país.

La especulación cambiaria, el desabastecimiento, las alzas de precios han estado golpeando con dureza el bolsillo de las familias populares venezolanas y de sectores medios, cuyas expectativas y gratificaciones de ascenso social vía “consumo de masas” se vieron incentivados por el ciclo de auge petrolero, las políticas crediticias, de bienestar material y redistributivas del período Chávez.

El gran desafío de Maduro es la defensa de tales conquistas sociales en el nuevo imaginario de mejora de las condiciones materiales de vida creado por Chávez, justamente cuando no cuenta con una coyuntura de precios favorables en el principal recurso de exportación: el petróleo, y cuando es en la práctica insostenible mantener en alto volúmenes de importaciones para el consumo productivo o reproductivo interno.

De acuerdo al análisis de los expertos en el mercado petrolero nos enfrentamos a un periodo prolongado en el que los precios muy difícilmente alcanzarán el promedio de $88 por barril, considerado como el “precio justo” por las autoridades gubernamentales del país.

El año 2012 fue el último año de crecimiento económico y de inflación moderada, lo cual contrasta con el desempeño económico a partir del primer trimestre del año 2014, en el cual se apalancó primero la tendencia al decrecimiento, luego la recesión y actualmente una depresión económica, a la par de un fenómeno de aceleración inflacionaria y presión del “mercado paralelo de divisas” que acompasa el actual cuadro de hiperinflación.

De modo, que no estamos ante una coyuntural disminución del ritmo de crecimiento (desaceleración). El decrecimiento continuo se ha transformado en una tendencia sostenida de caída del PIB por varios trimestres consecutivos.

Durante el tercer trimestre del año 2014, la economía venezolana entró oficialmente en recesión al caer el Producto Interior Bruto (PIB) un 2,3%, descenso que se suma al 4,8% del primer trimestre. En el segundo trimestre se reportó una caída de 4.9%.

La primera recesión en Venezuela de la crisis termina en el tercer trimestre de 2015. Luego, en el tercer trimestre de 2016, el país volvió a caer en recesión. Relacionado con tal desempeño, la caída del salario mínimo real a partir del año 2014 también ha sido documentada y graficada para una comprensión sencilla del problema:

De modo que una recesión conlleva una disminución del consumo, la inversión y la producción, creándose un “círculo vicioso acumulativo” que el Gobierno ha intentado romper con la iniciativa de los motores productivos, aunque sin mucho éxito a corto plazo.

Vale destacar, que cuando la recesión está acompañada de una pronunciada inflación se configura una estanflación (estancamiento económico más inflación), y que en un escenario donde se haga intensa y prolongada en el tiempo, cede su espacio al fenómeno de la depresión: una profunda caída de la actividad económica ante una fuerte disminución del PIB y una contracción de la demanda.

Ante el contexto conceptual descrito, surge una interrogante: ¿cuál sería el resultado que obtendría el país si es evaluado revisando estas variables?

Pues dejemos que los números se expresen: el país acumula once (11) trimestres consecutivos de contracción, es decir casi tres (3) años de una continua caída del PIB (2013-2016); luego de haber alcanzado un máximo histórico de crecimiento del 17,9% en 2004 y de un 5,5% en 2012. En el año 2013 el crecimiento fue de 1,6%, para luego iniciar un indetenible crecimiento negativo en el 2014 de un -3,9%, de -7,1% en 2015 y de un -13,8% en 2016. Si a esto agregamos la progresiva devaluación de la moneda, y los cada vez más apremiantes pagos de endeudamiento e intereses, el desempeño económico constituye “un pasivo” para otorgar altas posibilidades de re-elección del Presidente Maduro.

Hemos colocado entonces sobre la mesa de debate dos factores: uno favorable (la defensa de la Independencia nacional ante la amenaza de los EEUU) y uno desfavorable (el cuadro económico) para comprender que tales posibilidades dependen de la ponderación de una serie de factores interdependientes que se articulan, agregan y anulan entre sí en un balance de compensaciones y saldos favorables o desfavorables:

1) El desempeño político interno; 2) El desempeño económico; 3) El desempeño gestionando demandas y resolución de problemas sociales; 4) El desempeño en la arena de la geopolítica internacional y finalmente; 5) El desempeño en el campo de la opinión pública nacional e internacional.

Lo que los analistas convencionales de oposición no terminan por reconocer es que una crisis económica aguda no determinará mecánicamente la probabilidad de re-elección de Maduro, aunque gravitara con alguna ponderación en tal chance.

Como ha advertido con su dilatada trayectoria como político y analista de la realidad nacional, José Vicente Rangel: “La guerra económica no es la única culpable de la crisis”, enfatizando la dificultad que presentan los venezolanos para adquirir bienes ante lo que calificó como una inflación desbordada:

“Ratifico mis críticas y pensamientos personales como periodista. Vivimos en un país donde el costo de los artículos básicos se pierde de vista minuto a minuto; la guerra económica, inducida por el imperio, Europa y los sectores radicales de oposición tienen gran responsabilidad en la situación. Eso para mí no tiene discusión. Pero me parece absurdo decir que son los únicos culpables cuando hay malas políticas económicas del gobierno”.

¿Hasta qué punto lo que califica Rangel como “malas políticas económicas” pudiera incidir negativamente en un resultado electoral de cara a comicios presidenciales?

También Rangel afirmó (como fue lo que sucedió) que “el Gobierno tiene mayores posibilidades de alzarse con la mayoría de los municipios del país”: “Todo indica que el resultado favorecerá al chavismo, debido a la quiebra y falta de organización de la MUD”.

De modo que hay que analizar en profundidad que tampoco un relativo éxito en el terreno político electoral previo a las elecciones Presidenciales determinará mecánicamente una victoria.

La prospectiva política debe trabajar múltiples variables, escenarios y sus series históricas, con sus propios cálculos cualitativos y de magnitudes, para comprender precisamente cómo los eventos, situaciones y circunstancias van abriendo y cerrando oportunidades en la propia dinámica del tiempo histórico.

El mantenimiento y creación de nuevas misiones sociales constituyen otro de los factores positivos que ha venido aumentando las posibilidades de reelección del Presidente Maduro, sobremanera con una serie de anuncios sobre bonos navideños asociados al Carnet de la Patria pero su viabilidad depende de que su financiamiento no se convierta –si se convierte–, en una política previa a las elecciones presidenciales en una variable de propagación de la crisis fiscal, con sus efectos negativos en el desempeño económico.

Siendo un hecho que se ha mantenido la inversión en Misiones Sociales lo que, a primera vista, es correcto, se ha ido provocando un desequilibrio peligroso que ha disminuido las asignaciones de dólares para Ingreso Fiscal Petrolero.

Por esta razón, los ingresos con los que se elabora el Presupuesto Nacional en Bolívares recae cada vez con más peso sobre los impuestos indirectos y la emisión monetaria provocando una carga extraordinaria sobre el pueblo trabajador, por la vía del consumo o por la vía del alza de precios.

No olvidemos que la posible reelección de Maduro se dará en una cada vez más aguda disputa por la renta petrolera, sobre todo cuando los precios del barril de petróleo no parecen que vayan a recuperarse en un nivel superior a los 60 $.

¿Cómo apalancar entonces un contexto favorable de salida de la crisis económica, sin necesidad de caer en la trampa del “financiamiento externo” ni de “comprometer el patrimonio nacional”, los cuales afectarían el clima favorable de reelección de la candidatura de Maduro?

Por otra parte, en las últimas semanas ha surgido una voz disidente con su propio peso histórico específico: Rafael Ramírez, que ha activado dos temas asociados al contexto de una posible reelección de Maduro: a) el tema de la corrupción, y no sólo en el caso de PDVSA sino en cuatro casos adicionales emblemáticos: Odebrecht, Importación de Alimentos, CADIVI-CENCOEX, Andorra ; b) el tema de posibles competidores a Maduro con aspiraciones presidenciales, como el ex ministro Rodríguez Torres o el propio Ramírez.

No hay que olvidar que a finales de septiembre de 2016, el dirigente del PSUV Francisco Ameliach llegó a declarar: “la MUD insta a sus seguidores a votar para que Diosdado Cabello sea Presidente”.

En aquel contexto Ameliach planteó que de llevarse a cabo un referendo revocatorio en 2017, el artículo 233 de la Constitución establece que el Vicepresidente de la República deberá culminar el periodo presidencial. En este caso, la MUD estuvo promoviendo a Diosdado Cabello o de cualquier otro que designe Nicolás Maduro.

No fue casual que días después Elias Jaua declarara desde Ecuador que no descartaba que el presidente Nicolás Maduro, se postulara para la reelección en las elecciones del año 2018.

En entrevista con ANDES, Jaua aseguró:

“Nicolás Maduro es el líder aceptado por la dirigencia nacional, estadales, locales, regionales de los partidos aliados de esta etapa de la revolución bolivariana.”

Consultado si se plantearía una reelección, Jaua, quien asistió al III Encuentro Latinoamericano Progresista, respondió que “sí, sin duda alguna es la apuesta que nosotros tenemos”.

Jaua fustigó en aquel momento la tesis sobre la existencia de una supuesta crisis humanitaria, asegurando que era un pretexto para justificar el intervencionismo.

En este contexto, dijo que la tesis de que Venezuela es un país inviable o de que el socialismo venezolano fracasó “se estrella contra la realidad”.

Mientras, la oposición dispersa y menguada decidió no participar en los comicios municipales del 10D, apoyándose fundamentalmente en exigir sanciones y bloqueos económicos, con el pretexto de que hay una “dictadura” y que “no hay elecciones”.

La candidatura de Maduro se ha anunciado de nuevo a dos días del inicio del diálogo entre el gobierno y la oposición en República Dominicana para buscar salidas a la crisis política y económica.

Las elecciones deben celebrarse en diciembre de 2018, aunque líderes opositores y analistas no descartan un adelanto.

De modo que si revisamos finalmente los más recientes resultados de la Encuesta Venebarometro, se observa que la primera opción con 28,6% sería la de Nicolas Maduro, bajo un escenario de múltiples candidaturas de oposición.

Sin embargo, llama la atención que la suma de candidaturas de oposición recoge un 46,3% de potenciales apoyos bajo un esquema de unidad perfecta, lo cual implicaría la necesidad para una reelección de Maduro de contar con un voto duro de al menos 35 % del caudal de participación electoral, en un escenario además de baja abstención (20-25%).

Si bien Maduro contaría según este estudio con un 84 % de apoyo entre el “oficialismo”, su aceptación en los que se declaran como no alineados es de solo 0,4 %, con una diferencia de 14 % entre los propios partidarios del oficialismo.

La gran fortaleza política con la que cuenta la reelección de Maduro es la tendencia al crecimiento de la auto-definición política del chavismo, en el contexto de una crisis interna de los partidos de oposición:

De modo que desde el punto de vista de la estructura de la maquinaria política, conjuntamente con contar con la cobertura de la Asamblea Nacional Constituyente para configurar el cuadro de condiciones institucionales y electorales, Maduro cuenta con ventajas políticas para la carrera hacia la reelección Presidencial.

En materia de partidos políticos, la ventaja del PSUV re-aparece como un dato duro de la realidad, tal como fue constatado en las más recientes elecciones municipales y en los datos de los estudios de opinión:

De modo que al PSUV le conviene un escenario en el que los partidos de oposición se encuentren debilitados y divididos, a la vez que una masa potencial de apoyo interiormente confundida y desmoralizada que la lleve en consecuencia a gravitar en el campo de la abstención.

El problema es que en política la aritmética electoral no coincide con el álgebra de las coyunturas políticas, donde se combinan variables de diferente naturaleza y distinto impacto. Ni siquiera una exhaustiva matriz de impacto cruzado podría agotar los imponderables y contingencias que pudieran desatarse en el año 2018, dadas las turbulencias internacionales y las dificultades de la gobernabilidad económica en el país.

De modo, que por ahora lo prudente es señalar que Maduro viene construyendo algunas de las condiciones favorables para su reelección, pero que se trata de un juego político abierto que no admite hoy un pronóstico determinista, sino un reconocimiento de sus obvias ventajas en el tablero político nacional.

Sin embargo, en contra del viento triunfalista, no hay que confundir el árbol con el bosque. La “situación de conjunto” (el bosque) merece un tratamiento, evaluación y seguimiento riguroso. En política, como decía José Martí, lo único verdadero es lo que no se ve.

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