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Argentina :: 12/04/2020

La vía chilena de la pandemia

Pedro Santander y Gonzalo Ravanal
Se la enfrenta con una gestión neoliberal-autoritaria, expresada en un nuevo Estado de Excepción para la protección de la propiedad privada y la clase política-empresarial

Hay dos hechos objetivos que en estos extraños tiempos de pandemia han ocurrido en Chile. El primero es que, justo cuando se levantaba la segunda ola de movilización social en contra de Sebastián Piñera y del neoliberalismo, llegó a nuestro país el virus. Efectivamente, después de una disminución durante el verano (enero-febrero), la intensa movilización popular que comenzó con el estallido del 18 de octubre se estaba reactivando con igual o mayor fuerza. El 8 de marzo movilizó a más de 3 millones de mujeres en Chile con aguerridas expresiones contra la violencia patriarcal y contra todo lo que el Gobierno representa.

Tres días después, los estudiantes secundarios protagonizaron masivas tomas de liceos a nivel nacional contra Piñera y el modelo educacional neoliberal; luego venía la vuelta a clases de los universitarios (16 de marzo) con su propia cuota de energía combativa; seguían las movilizaciones ya programadas por el agua (100% privatizada en Chile) y las pensiones (ídem); cerraba marzo con la conmemoración del Día del Joven Combatiente (29 de marzo), un día tradicionalmente combativo. Un marzo rebelde, popular y candente es lo que asomaba. Pero el 18 de marzo el Gobierno decretó Estado de Excepción Constitucional, y por segunda vez en pocos meses, nos enfrentamos a un país con militares en las calles y toque de queda, el cual perdura hasta hoy.

El segundo es que el Gobierno ha optado por enfrentar económicamente esta crisis apostando por el fortalecimiento de la banca. El 8 de abril Piñera dio a conocer una excepcional apertura de billetera del Banco Central, consistente en líneas de crédito con garantía estatal por 19 mil millones de dólares para que la banca realice préstamos tranquilamente, pues contará con el aval del Estado de un 85%. Así las cosas, la banca recibirá una tremenda liquidez en las mejores condiciones que uno pudiera imaginarse: a una tasa de 0,5 de interés (que técnicamente es una tasa cero), con garantía estatal y sin obligatoriedad de traspasar esa tasa a los préstamos que hará a las pequeñas y medianas empresas que acudirán a pedirles dinero. Es decir, la salida a la crisis actual que muchas Pymes harán será suscribiendo nuevas deudas con la banca a “tasas preferenciales” que no están normadas y que quedan a criterio de los bancos fijarlas. Una situación ideal para las entidades financieras.

Nunca deja de sorprender cómo el capital idea mecanismos para seguir saqueando al Estado, y Piñera mandó la señal de que no dejará de cumplir a cabalidad con la doctrina neoliberal dejando en claro que los grandes empresarios, articulados en la poderosa Confederación de Producción y Comercio (CPC), cuentan con una gobernanza que les permite aprovecharse del Estado y que, aún en medio de una crisis social y sanitaria, no dejarań de percibir la riqueza que los y las trabajadoras les generamos.

En ese marco se aprobó rápidamente una “Ley de Teletrabajo y Protección del Empleo” que no considera y deja fuera de su ámbito de acción a más de 4 millones de trabajadoras/es que no cuentan con contratos laborales formales, quedando ellos en situación de vulnerabilidad sanitaria y laboral. También se ordenó una cuarentena sanitaria de carácter claramente clasista: de las 32 comunas que componen Santiago, sólo en 5 de ellas se ha decretado un confinamiento obligatorio, justamente en las más ricas de la capital (y del país); es decir, sólo en “las casitas del barrio alto” -como cantaba Víctor Jara- hay encierro obligatorio. En el resto de las comunas, que son las que habita la clase trabajadora, opera el sálvese quien pueda.

En ese sentido, en Chile a la pandemia se la enfrenta con una gestión neoliberal-autoritaria; esto último se expresa en un nuevo Estado de Excepción que, bajo sus distintas variantes, se está convirtiendo en una fórmula para la protección de la propiedad privada y la clase política-empresarial. Esta vez el enemigo interno ya no es un “enemigo poderoso…que representa el mal”, como dijo Piñera tras la Rebelión de Octubre, sino un virus, que, de todos modos, puede ser útil para salvaguardar -bajo la lógica del control de daños- al Chile neoliberal cuyos cimientos comenzaron a crujir en octubre.

La gestión sanitaria, por su parte, se ha caracterizado por un secretismo que tensiona fuertemente las relaciones entre La Moneda y el Colegio Médico, los gremios de la salud y los alcaldes. Todos los actores insisten en la necesidad de ser más y mejor informados por el Gobierno acerca de las cifras y estadísticas de la pandemia a nivel local y nacional. Tenemos, después de Brasil, la tasa más alta de contagiados de América Latina, y las preguntas se repiten: ¿se podría haber realizado un cierre fronterizo realmente efectivo? ¿Se podría haber realizado confinamiento selectivo desde la detección de trazabilidad y radios de contacto? ¿Se podrían haber realizado cuarentenas en centros de salud especializados y vigilados? ¿O había que infectar el cuerpo social y descolectivizar al pueblo para generar una recesión en su movilización, que iba en imparable ascenso?

Frente a todo ello, hoy hay un pueblo indignado por el alza especulativo e incontrolado de mascarillas, del alcohol gel y otros productos de primera necesidad, por la pérdida histórica que han registrado las Administradoras de Fondos de Pensiones (más de $20 mil millones de dólares) que colocan nuestro dinero en las bolsas del mundo, y por la subida del costo de los planes médicos anunciada por las compañías de salud (Isapres).

Pero nada se compara con la indignación y rabia transversal que provocó Piñera el 3 de abril en millones de chilenos y chilenas cuando, en medio del confinamiento, se dio el gusto de romper la regla que él mismo dicta para el resto del país, y escoltado por un camión militar y sus guardaespaldas, se trasladó a Plaza Dignidad, el epicentro de la protesta social desde octubre, posando sonriente para una foto. Tal fue el enojo que provocó este grotesco gesto que, horas más tarde, pidió disculpas a través de su cuenta de Twitter.

El conflicto de clase en Chile está desatado, imposible de ocultar, no hay medios ni marketing o relaciones públicas que sirvan para velarlo. Esto es salud o barbarie, y cuando salgamos de ésta, los de abajo iremos por los de arriba.

www.celag.org

 

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