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Cuba :: 18/10/2011

Las remesas a Cuba

Jesús Arboleya Cervera
Las remesas se han convertido no solo en una fuente de dinero fresco para el país, sino en parte del fondo de inversiones para los pequeños negocios en la Isla

El tema de las remesas constituye uno de los aspectos más polémicos de las relaciones de Cuba con la emigración. Para la extrema derecha cubanoamericana es una forma de “perpetuar la existencia del régimen”, como si ello dependiera de las remesas y los cubanos estuviesen a la espera de que “lloviera café”, al decir de Juan Luis Guerra.

Pero, incluso, muchos de aquellos que favorecen su autorización, las conciben como un factor desestabilizador de la sociedad cubana y aspiran a aprovechar sus efectos negativos con tal fin. Debido a esto, algunos en Cuba la asumen como un hecho peligroso, dado que bajo su sombrilla se brinda apoyo económico a elementos contrarrevolucionarios, además “vergonzoso”, que tiende a generar diferencias que no se originan como resultado del trabajo y, por tanto, negativas en su esencia.

Vale entonces que tratemos de abordar este fenómeno, desprovistos de los apasionamientos que hasta ahora han caracterizado su análisis, y así considerar ventajas y desventajas con la mayor objetividad posible.

Aunque resulta difícil medirla con exactitud, ya que ingresan al país tanto por canales oficiales como por vías informales, se calcula que las remesas de los emigrados a Cuba alcanzan unos 1 400 millones de dólares anuales, de los cuales el 68 % proviene de Estados Unidos, y aunque algunos consideran que ello representa la mitad del ingreso de los receptores, tal afirmación parece exagerada, en tanto desconoce los beneficios gratuitos o subsidiados que recibe toda la población.

Vale aclarar que estos aportes son inferiores a la media de lo que envían a sus familiares otros inmigrantes latinoamericanos, así como que la proporción de lo que ingresa a Cuba procedente de Estados Unidos ha descendido del 80 % que tenía en 2005, a pesar de las flexibilizaciones aprobadas por el gobierno de Obama al respecto. En ello puede haber influido la recesión económica, pero también el hecho de que las remesas que se trasladan a Cuba solo están destinadas a satisfacer ciertos niveles de consumo, no siendo necesarias para garantizar aspectos vitales como la vivienda, la salud y la educación, como ocurre en otros países latinoamericanos, lo que tiende a disminuir las exigencias de su cuantía y, por tanto, su importancia relativa.

Ello también se comprueba cuando las analizamos en términos absolutos. Las remesas de los inmigrantes latinos en Estados Unidos se cuadruplicaron en la década de 1990, llegando a alcanzar 66 500 millones en 2006, transformándose en una de las principales fuentes de financiamiento externo para la región. México, Brasil y Colombia concentran más del 60% de las remesas percibidas por los países del área y un 20% es captado por Guatemala, El Salvador y República Dominicana. En países como Haití, Nicaragua y Honduras representan el 24%, el 11% y el 10% del PIB, respectivamente, y en economías más grandes como las de El Salvador y República Dominicana, el 14% y el 10%.

Según la CEPAL, aunque la repercusión de estas remesas poco atenúa los indicadores de pobreza de toda la población, resulta vital para la subsistencia de los hogares que las reciben. No obstante, algunos consideran que, a la larga, sus efectos son nocivos para estas sociedades, en tanto tienden a alimentar un sector parasitario que constituye un freno al desarrollo de la economía y consolida la dependencia, sin embargo, tales consecuencias parecen ser más achacables a causas estructurales de esos países, que a las remesas por sí mismas.

A pesar de que por las causas antes apuntadas resulta difícil calcular su impacto real en Cuba, a lo que se suma la ausencia de investigaciones, al menos públicas, y la reticencia gubernamental de ofrecer cifras oficiales, quizá para no alentar acciones de Estados Unidos en su contra o por el prejuicio de que con ello se valida una comparación desfavorable de la realidad cubana respecto a la emigración, resulta evidente que las remesas se han convertido no solo en una fuente importante de dinero fresco para el país, sino en parte del fondo de inversiones para los pequeños negocios que se desarrollan en la Isla.

Un sondeo realizado bajo el auspicio de Diálogo Inter Americano con 300 receptores de remesas en Cuba, publicado por la revista Palabra Nueva de la arquidiócesis de La Habana, indica que el 57 % de estas personas utiliza o piensa utilizar ese dinero para el desarrollo de pequeños negocios. También es cierto que otra parte se convierte en capital ocioso, provocando el incremento de la inflación, con la consiguiente desvalorización de los salarios, afectando el incentivo del trabajo para aquellos receptores que deciden vivir de esta renta.

De cualquier manera, es un hecho que, mediante las remesas, los emigrados tienden a integrarse de diversas maneras a la economía cubana, articulándose de forma inevitable con los esfuerzos socializadores que la caracterizan, dando forma a una conexión que implica la creación de intereses personales, ya sea por su relación con el bienestar de familiares y amigos o por su participación directa en las empresas que éstos están creando en el país, y esta tendencia es otra consecuencia del impacto que han tenido los “nuevos emigrados” en la comunidad cubanoamericana.

Estudios realizados en Estados Unidos en 2007, muestran que el 58 % de la comunidad cubanoamericana mandaba dinero a sus familiares en Cuba. Pero la proporción varía según la fecha de arribo a ese país, por lo que mientras un 75 % de los emigraron después de 1985 enviaban remesas, solo lo hacía el 31 % de los que lo hicieron antes de 1964 y apenas el 45 % de los que emigraron entre esa fecha y 1975, aunque llama la atención que un 47 % de los nacidos en Estados Unidos también enviaba remesas al país, lo que indica que es una actitud que mantiene una fuerte presencia en los descendientes.

Desde el punto de vista humano, el envío de remesas constituye un gesto de solidaridad que debe ser apreciado y ojalá llegue a adquirir connotaciones patrióticas que trasciendan el ámbito familiar o los negocios, ya que para nada se trata de una limosna, como afirma el discurso de la extrema derecha, sino que, con más justicia que nadie, el pueblo cubano está en el legítimo derecho de recibir, al menos parte, de lo que ha invertido en la formación de estas personas y en tal sentido debe estar orientada la política cubana al respecto.

Podemos entonces concluir que, sin desconocer los inconvenientes que acarrea, el envío de remesas dan forma a un proceso de integración económica entre Cuba y su emigración, cuyas consecuencias políticas tienden a atenuar diferencias, más que agudizarlas; avanzando en la normalización de las relaciones, incluso en el predominio de la concordia sobre la confrontación, por mucho esfuerzo que hagan los congresistas cubanoamericanos por impedirlo.

Progreso Semanal

 

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