La crisis de las instituciones burguesas tradicionales y el desinterés por la política o, lisa y llanamente, el rechazo a “la política” por parte de las clases subalternas y oprimidas (y también de otras clases y fracciones de clase) pueden verse como efectos y síntomas de la acumulación de resentimiento pasivo y generalizado, como la expresión de un repudio espontáneo a la objetividad social y política impuesta por las clases dominantes y el capital e instituida por el Estado. Una objetividad enajenante que cosifica la política y la reduce a un fenómeno ideológico.