Principal |
EE.UU. :: 28/04/2020

El poder global estadounidense: una evaluación al periodo de Trump

James Petras - La Haine
Los creyentes en el dominio perdurable del poder global de los EEUU imaginaron un siglo de dominación imperial. No obstante, se trató de una visión miope en realidad

El poder global estadounidense durante el periodo de gobierno de Donald Trump refleja las continuidades y los cambios que se están desplegando de manera rápida y profunda en todo el mundo y que están afectando la posición de Washington.

Evaluar la dinámica del poder global estadounidense es un problema complejo que requiere examinar múltiples dimensiones. Una manera de proceder a ello es:

1) Conceptualizar los principios que dictan la construcción del imperio, específicamente las bases de poder y los cambios dinámicos en las relaciones y estructuras que dan forma a la posición presente y futura de los EEUU.

2) Identificar las esferas de influencia y poder, junto con su crecimiento y declive.

3) Examinar las regiones en conflicto y disputa.

4) Ubicar las rivalidades principales y secundarias.

5) Delimitar tanto las relaciones estables como las cambiantes entre los centros de poder existentes y en ascenso.

6) Localizar las dinámicas internas que configuran la fuerza relativa de los distintos centros de poder global que compiten.

7) Ubicar la inestabilidad que provocan los regímenes y Estados que buscan mantener y expandir su poder global.

La conceptualización del poder global

El poder global estadounidense se fundamenta en diversos hechos importantes como son: el triunfo de los EEUU en la Segunda Guerra Mundial, así como su subsecuente desarrollo económico y su dominio militar alrededor de los cinco continentes.

Los EEUU avanzaron en su dominio global a través de una serie de alianzas: en Europa por vía de la OTAN; en Asia a través de su relación hegemónica con Japón, Corea del Sur, Filipinas y Taiwán; en Oceanía por medio de su relación con Australia y Nueva Zelanda; en América Latina por la vía de los regímenes satélite;* en África a través de gobernantes neocoloniales impuestos posteriormente de la independencia de los países.

El poder global de los EEUU se construyó a base de cercar a la URSS y a China, minando sus economías y derrotando a sus aliados militares por medio de guerras regionales.

En la posguerra, la superioridad militar y económica a nivel mundial produjeron aliados subordinados y establecieron a los EEUU como la potencia global, pero también crearon las bases para cambios graduales en las relaciones de dominación.

El poder global estadounidense fue formidable, pero estuvo también sujeto a los cambios económicos y militares ocurridos a través del tiempo y el espacio.

Las esferas de poder de los EEUU: entonces y ahora

El poder global estadounidense explotó las oportunidades, pero también sufrió derrotas desde un principio, particularmente en Corea, Indochina y Cuba. Las esferas de poder de los EEUU estaban claramente en orden en Europa Occidental y América Latina, pero fueron impugnadas en Europa del Este y Asia.

El avance más significativo de este poder tuvo lugar con la caída y desintegración de la URSS y sus Estados satélite en Europa del Este, así como la transición de China e Indochina al capitalismo durante los años ochenta.

Los ideólogos de los EEUU declararon el advenimiento de un imperio unipolar, libre de restricciones y desafíos a su poder global y regional. Los EEUU se dirigieron entonces a conquistar a sus adversarios periféricos. Washington destruyó a Yugoslavia y después a Irak –los fragmentó en diminutos Estados–. Wall Street incitó a una multitud de corporaciones multinacionales a invadir China e Indochina, las cuales cosecharon miles de millones en ganancias explotando fuerza de trabajo barata.

Los creyentes en el dominio perdurable del poder global de los EEUU, imaginaron un siglo de dominación imperial. No obstante, se trató de una visión miope en realidad, pues sólo duró un periodo de tiempo breve.

El fin de la unipolaridad: nuevas rivalidades y centros de poder global y regional. Un panorama general

El poder global de los EEUU condujo a que Washington cometiera “errores por extralimitarse” en varias áreas cruciales. Se emprendieron una serie de guerras costosas y prolongadas, específicamente en Irak y Afganistán, la cuales tuvieron tres consecuencias negativas. En primer lugar, la destrucción tanto de las fuerzas armadas de Irak como de su economía condujo al ascenso del Estado Islámico que tomó el control de casi todo el país. En segundo lugar, la ocupación de Afganistán provocó la emergencia de los talibanes y una guerra de veinte años que todavía continúa y ha costado cientos de miles de millones de dólares y varios miles de soldados estadounidenses heridos y muertos. Por último, como resultado de esto la percepción de la mayoría de los estadounidenses se tornó negativa en relación a las guerras y a la construcción del imperio.

Cuando Vladimir Putin sustituyó a Borís Yeltsin en la presidencia de Rusia, terminó el saqueo y el dominio de los EEUU sobre este país, así como también llegó a su fin el Estado vasallo de Yeltsin. Rusia reconstruyó su industria, ciencia, tecnología y poder militar. Asimismo, la población rusa recuperó su nivel de vida.

Con la independencia de Rusia y el armamento militar avanzado que desarrolló este país, los EEUU perdieron su poder militar unipolar. A pesar de esto, Washington financió un golpe de Estado con el que se anexó virtualmente dos tercios de Ucrania. Asimismo, los EEUU incorporaron a los “pequeños estados” ex yugoslavos a la OTAN. Ante esto, Rusia contestó anexándose Crimea y obteniendo un pequeño estado adyacente a Georgia.

Por su parte, China convirtió la invasión económica de las multinacionales estadounidenses en experiencias de aprendizaje para construir tanto su economía nacional como plataformas de exportación que contribuyeran a ello. Esto condujo a China a convertirse en un competidor y rival económico de los EEUU.

Como resultado del llamado Consenso de Washington, la construcción del poder global estadounidense sufrió derrotas importantes en América Latina. Las políticas neoliberales impuestas privatizaron y expoliaron las economías de la región, empobrecieron a los trabajadores y a las clases medias, así como también provocaron una serie de revueltas populares, el ascenso de movimientos sociales radicales y la llegada de gobiernos de centro-izquierda.

El imperio estadounidense perdió esferas de influencia en algunas regiones como China, Rusia, América Latina y Medio Oriente. Sin embargo, mantuvo su influencia entre las élites de las regiones en disputa. Incluso, emprendió nuevas guerras imperialistas en territorios contendidos. Sobre todo, llaman la atención los ataques realizados por los EEUU a regímenes independientes como Libia, Siria, Venezuela, Somalia y Sudán a través de grupos armados locales. *

La transición de un mundo unipolar a uno multipolar y la emergencia gradual de rivales en las distintas regiones condujeron a los estrategas globales de los EEUU a repensar su táctica. Las políticas agresivas del régimen de Trump establecieron el escenario para una división política al interior del propio régimen y entre los aliados.

Convergencias y divergencias en la construcción del impero entre Obama y Trump

Para la segunda década del siglo XXI, emergieron diversos y nuevos alineamientos de poderes globales. China se convirtió en el principal competidor económico para la potencia mundial y, a nivel regional, Rusia fue el mayor reto para la supremacía militar estadounidense. Los EEUU remplazaron al antiguo imperio colonial europeo en África. La esfera de influencia de Washington se extendió especialmente en el Norte de África y en la región subsahariana: Kenia, Libia, Somalia y Etiopia. Trump ganó influencia en el Oriente medio, especialmente en Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Jordania.

Israel mantuvo su papel peculiar, y convirtió a los EEUU en su esfera de influencia.

Sin embargo, la disputa por la esfera de poder en Líbano, Siria, Irán, Iraq y Argelia llevó a los EEUU a enfrentarse con rivales de la región.

En el Sur de Asia, los EEUU enfrentaron una competencia por las esferas de influencia de China, India, Afganistán y Pakistán.

En América Latina, los cambios bruscos y abruptos en las esferas de poder fueron la norma. Entre 2000 y 2015 ocurrió un declive en la influencia estadounidense en la región, la cual han recuperado desde este último año a la fecha.

Los alineamientos del poder imperial bajo la presidencia de Trump

El presidente Trump enfrentó retos políticos y económicos complejos a nivel global, regional y local.

Trump continuó y profundizó muchas de las políticas emprendidas por Barack Obama y Hilary Clinton respecto a otros países y regiones. Sin embargo, también radicalizó y/o revocó políticas de sus predecesores. Asimismo, combinó la adulación y la agresión al mismo tiempo.

En ningún momento Trump reconoció los límites del poder global estadounidense. Al igual que los tres presidentes previos, mantuvo la creencia en poder volver a imponer el periodo transitorio de un imperio global unipolar.

Respecto a Rusia, un competidor global, Trump adoptó una política de “retroceso”.* Impuso sanciones económicas con la estratégica “esperanza” de empobrecer a Rusia a través de degradar sus sectores financiero e industrial, con lo cual Trump podría forzar un cambio de régimen que pudiera convertir a Moscú en un Estado vasallo.

Al inicio de su campaña presidencial, Trump coqueteó con la idea de negociar un acuerdo con el presidente Putin. No obstante, las designaciones ultra beligerantes de Trump y la oposición interna pronto lo hicieron virar a una estrategia extremadamente militarizada, por lo que rechazó acuerdos militares –incluyendo los nucleares– en favor de una escalada militar.

En cuanto a China, Trump enfrentó a un competidor tecnológicamente dinámico y avanzado. El polémico presidente recurrió a una “guerra comercial” que fue más allá del “comercio” para incluir una guerra en contra de la estructura económica de Beijing y sus relaciones sociales. El régimen de Trump impuso sanciones y amenazó con boicotear por completo las exportaciones chinas.

Trump y su equipo económico demandaron a China privatizar y desnacionalizar toda su industria respaldada por el Estado. Demandaron el poder de decidir unilateralmente cuando ocurrían violaciones a las reglas de los EEUU y tener la capacidad de reintroducir sanciones sin consulta alguna. Trump demandó que todos los acuerdos tecnológicos, los sectores económicos y las innovaciones de China estuvieran sujetos y abiertos a los intereses comerciales estadounidenses. En otras palabras, Trump demandaba el fin de la soberanía china y el retorno a la base estructural de su poder global. Los EEUU no tenían un mero interés “comercial” –deseaban regresar a su dominio imperial sobre una China colonizada–.

El régimen de Trump rechazó negociaciones, así como el reconocimiento de una relación de poder compartida: consideraba a sus rivales globales como satélites potenciales.

De manera inevitable, el régimen de Trump no alcanzaría ningún acuerdo perdurable sobre los asuntos bajo negociones. China tiene una estrategia exitosa de poder global construida sobre la política de desarrollo de la Franja y la Ruta (IFR, Iniciativa de la Franja y la Ruta) de 6 billones de dólares para todo el mundo, la cual articula a 60 países y numerosas regiones. Uniendo el sector financiero con las industrias, que son financiadas por bancos de desarrollo, la IFR está construyendo puertos marítimos y sistemas ferroviarios y aéreos.

En cambio, los bancos estadounidenses explotan a la industria, especulan y operan dentro de circuitos financieros cerrados. Asimismo, los EEUU gastan billones de dólares en guerras, golpes de Estado, sanciones y otras actividades parasitarias que no guardan relación alguna con la competitividad económica.

Los “aliados” del régimen de Trump en el Oriente Medio, especialmente Arabia Saudita e Israel, son aliados parasitarios que compran protección y provocan guerras costosas.

Por su parte, Europa se queja del incremento de China en las exportaciones industriales y pasa por alto las importaciones de bienes de consumo. Incluso, la Unión Europea planea resistirse a las sanciones de Trump que lleven a un callejón sin salida de estancamiento.

Conclusiones

El periodo más reciente en que el poder global de los EEUU llegó a su punto más alto, la década de 1989-1999, ya contenía las semillas de su declive y de los recursos hoy utilizados de guerras comerciales, sanciones y amenazas nucleares.

La estructura del poder global estadounidense se ha transformado a través de las pasadas siete décadas. La construcción del imperio global comenzó cuando los EEUU tomaron el control de la reconstrucción de las economías de Europa Occidental y ocurrió el desplazamiento de Inglaterra, Francia, Portugal y Bélgica de los territorios de Asia y África.

El imperio se extendió y penetró en América del Sur por la vía de las corporaciones multinacionales. Sin embargo, la construcción imperial estadounidense no fue un proceso lineal, esto lo atestiguan sus confrontaciones fallidas con los movimientos de liberación nacional en Corea, Indochina, África del Sur (Congo, Angola, etc.), y el Caribe (Cuba). Asimismo, para inicios de los sesenta los EEUU habían desplazado a sus rivales europeos y los habían incorporado exitosamente como aliados subordinados.

Los principales competidores de Washington por esferas de poder fueron la China comunista y la URSS con sus aliados, entre los que se encontraban estados satélites y movimientos revolucionarios en distintas partes del mundo.

Los éxitos obtenidos por los constructores del imperio estadounidense condujeron a la transformación de sus rivales comunistas y nacionalistas en competidores capitalistas emergentes. En pocas palabras, el ejercicio de la dominación de los EEUU llevó a la propia construcción de rivales capitalistas, especialmente China y Rusia.

Posteriormente, a raíz de las derrotas militares estadounidenses y las guerras prolongadas, poderes regionales proliferaron en el Oriente Medio, el Norte y Sur de África y América Latina. Bloques regionales compitieron con satélites de los EEUU por poder.

La diversificación de los centros de poder condujo a nuevas y costosas guerras. Washington perdió el control exclusivo de los mercados, recursos y alianzas. En este sentido, la competencia redujo las esferas de poder estadounidenses.

Frente a estas restricciones de su poder global, el régimen de Trump previó una estrategia para recobrar el dominio de su país –ignorando la capacidad limitada, así como la estructura política, económica y de relaciones de clase de los EEUU–.

China absorbió la tecnología estadounidense y continuó creando nuevos avances sin seguir cada etapa previa.

Rusia se recuperó tanto de sus pérdidas como de sus sanciones y logró obtener relaciones comerciales alternativas para combatir los nuevos desafíos del imperio global estadounidense. Ante ello, el régimen de Trump emprendió una “guerra comercial permanente” sin aliados estables. Más aún, Trump falló en socavar la red de infraestructuras globales de China; así como Europa demandó y obtuvo autonomía para establecer acuerdos comerciales con China, Irán y Rusia.

Trump ha presionado a numerosos poderes regionales que han ignorado sus amenazas.

Los EEUU aún mantienen un poder global; sin embargo, a diferencia del pasado, carecen la base industrial para “hacer una América fuerte” (make strong America).* La industria está subordinada a las finanzas, así como las innovaciones tecnológicas tampoco están ligadas con la mano de obra calificada para incrementar la productividad.

Trump depende de las sanciones, aunque éstas han fallado en socavar las influencias regionales. Las sanciones pueden reducir temporalmente el acceso a los mercados estadounidenses, pero se ha observado que nuevos socios comerciales toman su lugar.

Trump ha ganado regímenes satélites en América Latina, empero las ganancias son precarias y sujetas a ser anuladas.

Bajo el régimen de Trump, las grandes empresas y bancos han incrementado sus precios en la bolsa de valores e, incluso, ha aumentado la tasa de crecimiento del PIB; sin embargo, el presidente Trump enfrenta una severa inestabilidad política interna y elevados niveles de incertidumbre entre las ramas de gobierno. Por privilegiar la lealtad sobre la competencia, los nombramientos de Trump han conducido a la creciente influencia de los funcionarios del gabinete, quienes buscan ejercer de manera unilateral el poder que los EEUU ya no tienen.

Elliot Abrams puede masacrar de manera impune a un cuarto de millón de centroamericanos, pero ha fracasado en imponer el poder estadounidense sobre Venezuela y Cuba. (Mike) Pompeo puede amenazar a Corea del Norte, Irán y China, pero estos países refuerzan sus alianzas con rivales y competidores de los EEUU. (John) Bolton puede promover los intereses de Israel, pero sus conversaciones tienen lugar en una cabina telefónica –carecen de resonancia entre cualquiera de las principales potencias–.

Por su parte, Trump ha ganado una elección presidencial, ha obtenido concesiones de algunos países, pero ha enajenado aliados regionales y diplomáticos. Afirma que está haciendo fuerte a los EEUU, pero ha socavado acuerdos comerciales multilaterales que son estratégicos y lucrativos.

El poder global estadounidense no ha prosperado con las tácticas intimidatorias. Los pronósticos sobre un solo poder han fracasado –requieren reconocer las limitaciones económicas reales y las pérdidas causadas por las guerras en las regiones–.

----

El artículo origina se encuentra en: https://petras.lahaine.org/us-global-power-the-trump-period/, 5-1-2019. Traducción de Gabino Javier Ángeles Calderón para La Haine.

Notas

* N. del T. En otros textos traducidos de James Petras, se ha utilizado el término de “régimen cliente” para la noción de client regime con el sentido de un régimen que está bajo la tutela de algún Estado imperialista. Sin embargo, el significado de cliente en español no cubre la noción de dependencia o ejercicio de una influencia sobre, que sí posee en inglés. Por tal motivo, se ha optado aquí por utilizar el término “régimen satélite”.

* N. del T. Aquí se tradujo el término armed proxies como “grupos armados locales”. Estos consisten en grupos que son formados y/o financiados o apoyados por un Estado extranjero dentro de otro Estado o región en disputa. Generalmente estos grupos están conformados por gente nativa, pero funcionan como agentes o representantes (proxies) de los intereses del Estado extranjero.

* N. del T. El término de policy rollback se tradujo aquí como “política de retroceso”. Esta noción se refiere a la estrategia seguida por diversos presidentes de los EEUU (Reagan, Obama y Trump) que consiste en el intento de hacer retroceder la influencia o poder de sus contendientes políticos y económicos en el mundo a través de diversas acciones –militares, económicas, políticas, etc.–. La traducción realizada por Beatriz Morales y Loles Oliván del artículo de James Petras “La estrategia de retroceso de Obama. Honduras, Irán, Pakistán, Afganistán (y el efecto boomerang)” es muy esclarecedora al respecto. Cfr. https://www.lahaine.org/mundo.php/la-estrategia-de-retroceso-de-obama-hond

* N. T. Las frases como Make strong America o Make America Great Again han sido algunos lemas o eslóganes publicitarios utilizados por Donald Trump, los cuáles han tenido cierta eficacia entre los estadounidenses que lo apoyan. Ambas apuntan a la ilusión de devolver la grandeza o la fortaleza a los EEUU de Norteamérica. Algunas de sus traducciones serían: Hagamos fuerte a América o Hagamos grande a América de nuevo.

La Haine

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dA7n