
SIRIA UN AÑO DESPUÉS DE ASSAD: EL TERRORISMO DE LA CIA
Hace un año, el presidente Assad cayó y Abu Mohamed al-Jolani (o Jawlani, alias del terrorista Ahmed Husseín al-Charaa), el actual dictador de Siria, ascendió al poder. Así recuerda Kevork Almassian, escribiendo para el Instituto Ron Paul, que el cambio de régimen que comenzó en 2011. Una nota que explica por qué el exterrorista fue recibido con los brazos abiertos por Washington y Occidente: «Comencemos con la cronología», escribe, «porque eso por sí solo sugiere que fue una operación de inteligencia desde el principio».
Abu Mohammed al-Jolani estuvo en una prisión de la CIA en Irak --Camp Bucca-- junto con otro conocido líder de Daesh: Abu Bakr al-Baghdadi. Ambos fueron liberados a principios de 2011. «Por una extraña coincidencia», fue precisamente entonces cuando comenzó la guerra por un cambio de régimen en Siria. En cuestión de semanas, al-Baghdadi se convirtió en el líder de lo que luego sería ISIS en Irak, y al-Jolani cruzó la frontera hacia Siria para fundar Jabhat al-Nusra, oficialmente la rama de Al-Qaeda en el país.
Al-Jolani y su red son identificados como terroristas, e incluso hasta hace pocas semanas había una recompensa de diez millones de dólares por su cabeza, pero «durante más de una década, mientras EEUU arrasaba ciudades enteras en Irak y Siria para combatir el "terrorismo", por alguna extraña razón nunca encontró el momento ni las coordenadas para atacar seriamente a al-Jolani ni a su estructura de mando». Esto se debe a que al-Jolani luchaba «contra un gobierno que Washington había decidido que debía desaparecer: el estado sirio laico y democrático de Bashar al-Asad».
Así, a medida que al-Jolani y su red comenzaban a arrasar Siria, también lo hacía la «Operación Sicómoro»: un programa encubierto multimillonario de la CIA que proporcionaba armas, dinero y entrenamiento a los llamados «rebeldes» sirios. Se les presentó a la opinión pública occidental como la «oposición moderada». Sobre el terreno, los políticos de oposición eran una especie en peligro de extinción. Lo que realmente existía eran facciones fundamentalistas salafistas-yihadistas, con Al-Nusra a la cabeza.
El Ejército Libre Sirio (ELS) era la máscara, el logo en los documentos, la marca que se podía vender al Congreso y a la CNN. La verdadera fuerza sobre el terreno eran las bandas de al-Jolani y los demás grupos takfiríes, que luchaban con determinación, conquistaban territorio e imponían su poder masacrando civiles. Las armas fueron a parar a los supuestos moderados, y estos, como por arte de magia, las entregaron a Al Qaeda. En Washington, todos fingieron sorpresa, pero nadie detuvo el flujo.
Con el paso de los años, la máscara se desvaneció. Los funcionarios estadounidenses comenzaron a hablar de al-Jolani como algo más que un simple antiguo enemigo. James Jeffrey, exenviado de Washington a Siria, lo calificó abiertamente de «un activo» para la estrategia estadounidense [...]. Robert Ford, exembajador de EEUU en Siria, admitió públicamente que colaboró personalmente con al-Jolani para «sacarlo del mundo del terrorismo» y convertirlo en político.
Recientemente, el exdirector de la CIA, David Petraeus, incluso se reunió con al-Jolani y le dijo: «Tu éxito es nuestro éxito». En un programa de televisión reciente, Kiriakou describió la situación de al-Jolani sin rodeos: «El 'nuevo presidente' de Siria es un exmiembro de Al Qaeda y cofundador de ISIS; ese mismo hombre es recibido en la Casa Blanca; altos funcionarios estadounidenses se reúnen con él [...]; Trump levanta repentinamente las sanciones a Siria mientras al-Jolani consolida su poder, obligando a los sirios, desesperados y exhaustos, a bailar en las calles. Lo único lógico es que al-Jolani sea un agente de la CIA», concluye Kiriakou.
"Creo que al-Jolani fue reclutado en Camp Bucca. De lo contrario, la cronología carecería de sentido. Uno no sale de una prisión dirigida por EEUU y, tras unas semanas, mágicamente tiene las redes, el dinero, las armas y la capacidad logística para fundar Al-Qaeda en Siria, justo cuando Washington y sus aliados necesitan un ariete contra Damasco." Y contra Teherán, cabe agregar.
Pero ¿por qué EEUU y sus aliados apoyaron a semejante hombre? La respuesta reside en lo que Siria era y en lo que se ha convertido. Antes de esta guerra, Siria, a pesar de todas sus limitaciones, era un estado integrado, con buenas escuelas y hospitales, uno de los índices de pobreza más bajos de Oriente Medio y elecciones hasta donde se sabe democráticas. La gente se identificaba primero como sirios y luego como armenios, drusos, cristianos, alauitas, sunitas, chiitas, kurdos, etc.
El problema era que su política exterior estaba alineada con Irán y Hezbolá, apoyaba a los palestinos y mantenía una postura disuasoria hacia Israel. Y planeaba construir un oleoducto que llevara el petróleo iraní directamente al Mediterráneo. Para Washington y Tel Aviv, todo esto era inaceptable.
De ahí el cambio de régimen: «El objetivo no era la 'democracia'; esa palabra era solo el envoltorio. El verdadero objetivo era derrocar a un gobierno aliado con Irán y reemplazarlo con un caos fragmentado: una autoridad central débil en Damasco, rodeada de cantones y enclaves sectarios dominados por señores de la guerra, todos dependientes de patrocinadores extranjeros. Al-Jolani es perfecto para este papel». Igual que en Libia.
Y ahora, «un hombre con una larga historia en Al Qaeda gobierna Siria, una pesadilla para las minorías: cristianos, drusos, alauitas, chiítas, muchos kurdos y otras comunidades más pequeñas se niegan a aceptar el gobierno de Al Qaeda. Así que se retiran, con sus milicias, a sus propios cantones, sus propios mini-estados de facto, exactamente en línea con las viejas doctrinas estratégicas israelíes como el Plan Yinon, que abogaba abiertamente por la fragmentación de los estados vecinos de Israel según líneas sectarias».
Washington se beneficia del petróleo y el gas sirios, así como de la reconstrucción: un acuerdo de 300.000 millones de dólares. Además, alrededor de al-Jolani se encuentra una constelación de veteranos de inteligencia occidentales y ONG dedicadas a la 'resolución de conflictos' que actúan como intermediarios. Los círculos del MI6 británico, liderados por figuras como Jonathan Powell, exjefe de gabinete de Tony Blair, desempeñan un papel central en la gestión de este proceso. Powell dirige una organización llamada InterMediate, especializada en el 'diálogo con grupos armados'. Tras el lenguaje humanitario se esconde una ingeniosa ingeniería política.
Se dice que una de las agentes de InterMediate, Clare Haigh, tiene una oficina en el palacio presidencial sirio y asesora a al-Jolani sobre cómo hablar, vestirse, tratar a los periodistas y presentarse como un yihadista reformado convertido en estadista. Y luego está Qatar. Ahmed Zaidan, quien fuera el periodista favorito de Osama bin Laden, fotografiado tomando té con él y transmitiendo sus grabaciones en Al Jazeera, es ahora su asesor personal.
Esta es la situación tras el exitoso cambio de régimen, acompañado de manipulación mediática y censura masiva. Quien sufre las consecuencias es el exhausto pueblo sirio.
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