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Brasil :: 09/07/2020

Bolsonaro con coronavirus: una incertidumbre más para Brasil

Emir Sader
El presidente del régimen brasileño, que hasta negó la existencia del coronavirus, anunció que se encuentra infectado y ahora toma cloroquina

Un fármaco que no fue aprobado para el tratamiento.

El examen de coronavirus que se realizó Jair Bolsonaro en el hospital de las Fuerzas Armadas de Brasil dio positivo. No sorprende. Sus antecedentes sobre la pandemia vienen de lejos. Cuando viajó a EEUU, en marzo, y estuvo con Donald Trump, la mayoría de las personas que lo acompañaron en el viaje tuvieron el virus. Hasta Trump y su vicepresidente se hicieron tests, con temor de que se hubieran agarrado la enfermedad por estar en contacto con la delegación brasileña.

A partir de aquel momento, se decía que el piso del Palacio del Planalto, donde está la oficina de Bolsonaro, se había vuelto un foco de propagación del virus.

Desde entonces, las versiones que Bolsonaro ha dado han sido muy misteriosas y contradictorias. Dijo que se había hecho tres exámenes, que ninguno había dado positivo. Pero se negaba a mostrarlos públicamente. Hasta que el periódico O Estado de Sao Paulo logró, a través de la Justicia, que Bolsonaro estuviera obligado a presentar públicamente los tests. El mandatario alegó que su salud era un tema de su privacidad. Pero el Poder Judicial determinó que la salud del presidente es un tema público.

Cuando tuvo que mostrarlos, presentó exámenes en nombre de otras personas, como si tuviera que hacerlo para proteger su privacidad. En algunos momentos, cuando salía a saludar sus seguidores -muy pocos- cada mañana, al llegar al Palacio del Planalto, dijo que a lo mejor ya había tenido coronavirus, por lo cual salía sin mascarilla, sin mantener distancia con las personas.

Hasta que, esta semana, Bolsonaro dijo que había amanecido con 38 grados de fiebre. Aun así, se reunió con ministros y otros asesores, después de haber estado con el embajador de EEUU por el 4 de julio. Hasta que, a la hora del almuerzo del lunes, Bolsonaro se dirigió al hospital de las Fuerzas Armadas y se informó que el resultado del examen fue programado para el mediodía del día siguiente.

El martes, finalmente, Bolsonaro afirmó, con mascarilla, frente al Palacio del Planalto, que su examen había dado positivo. Dijo que estaba tomando cloroquina, que ya se sentía mejor. Reiteró su argumento de que la gran mayoría de la población se va a contagiar el virus, para intentar disminuir la importancia de que él también, un militante anti-cuarentena, se haya enfermado.

Volvió a salir del Palacio poco tiempo después, esta vez, sin mascarilla, diciendo que tiene síntomas livianos, sin presentar públicamente el test, que va a tomar precauciones: solo haría reuniones virtuales, pero que no dejaría la presidencia. Hay que ver cómo evoluciona su situación, dado que, por la edad que tiene, 65 años, está en el grupo de riesgo.

Como no ha presentado el nuevo examen, y por los antecedentes misteriosos que tiene, nadie tiene seguridad de su situación real, menos todavía de cómo va a evolucionar y si, como él siempre ha reiterado, la cloroquina es su medicamento para enfrentar el virus.

Este episodio se da al cabo de dos semanas de casi silencio absoluto de Bolsonaro, como postura política defensiva. Ha dejado las amenazas a la Justicia, a los medios, al Congreso, a la izquierda, probablemente porque se siente amenazado por los procesos en contra de sus tres hijos más grandes y de él mismo. Menos todavía, ha reiterado las amenazas de golpe, alegando que los militares lo acompañarían en ese intento de ruptura abierta de la democracia.

A la vez, la oposición no logra un consenso amplio alrededor del impeachment de Bolsonaro. Ni el PSDB ni el mismo Fernando Henrique Cardoso se suman a esa posición, además de otros políticos de la oposición. Así, se alejan las posibilidades tanto del golpe como del impeachment.

El gobierno se mantiene por la inercia, así como por la inexistencia de otro líder de la derecha. Las encuestas dan a Bolsonaro el apoyo de un núcleo duro del 12 por ciento y de apoyo con reticencias de otro grupo, que hace que disponga de alrededor del 25 por ciento de respaldo, con un rechazo del 70 por ciento.

Habrá que ver cómo evoluciona el virus de Bolsonaro, en medio de un clima de desconfianza sobre su estado real de salud, así como de las otras incertidumbres políticas. Entre ellas, qué pasará con las declaraciones del principal agente de los negociados de Bolsonaro y de sus hijos, Fabricio Queiroz, preso desde hace dos semanas.

Como si no faltaran incertidumbres en Brasil, se suma ahora el virus. El examen de Bolsonaro finalmente dio positivo, en medio de un conjunto de hechos negativos, que caracterizan a su gobierno.

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Jair Bolsonaro tiene "la gripecita"

Eric Nepomuceno

Hay una fuerte dosis de ironía de la vida en la imagen del ultraderechista Jair Bolsonaro admitiendo que está infectado por covid-19 .

Luego de mantener desde las primeras noticias sobre el nuevo coronavirus una actitud francamente despreciativa frente a lo que ocurría y a la misma existencia de la pandemia y su gravedad, ahora la enfermedad que insistió en clasificar como “gripecita” le tocó a él.

La misma “gripecita” que hasta ayer había provocado al menos 67 mil muertos en mi país, frente a la inercia asesina de su gobierno inmoral y a la insistencia con que el mismo Bolsonaro se negaba a abandonar sus provocaciones típicas de un desequilibrado, incitando el pueblo a “volver a la normalidad”.

Pues ahora le tocó a él, y no se sabe a cuántos más por su intermedio. El domingo tuvo fiebre de 38 grados, fuertes dolores musculares e indisposición generalizada. Hizo el test el lunes, y el martes se conoció el resultado: positivo.

En una actitud típica de su conducta , Bolsonaro optó por dirigirse personalmente a los periodistas para informar de su contagio, en lugar de hacerlo por videoconferencia. Y, para sorpresa de nadie, al final se sacó la mascarilla protectora. A estas alturas, ya resulta casi imposible establecer cuál el límite entre la irresponsabilidad y la imbecilidad en Bolsonaro.

Días antes de sentir los primeros síntomas, había dedicado buena parte de su tiempo presidencial suspendiendo determinaciones del uso obligatorio de la mascarilla protectora. Vetó los tramos que establecían la medida para templos, iglesias y… prisiones . Saber que frente al cuadro catastrófico que el país enfrenta a raíz de la inercia absoluta del gobierno el presidente pierde tiempo en semejantes estupideces, refleja de manera ineludible a qué punto su gobierno, más allá de cualquier otra consideración, es irremediablemente ridículo. Y, por eso, irremediablemente criminal.

Acorde a la Organización Mundial de Salud (OMS), entidad en la cual Bolsonaro, a ejemplo de su ídolo Donald Trump, dice no confiar, alguien infectado por el covid-19 puede contagiar a otras personas hasta siete días antes de presentar los primeros síntomas.

En los seis días anteriores antes del domingo, Bolsonaro se reunió con, entre otros, el vice-presidente Hamilton Mourão, dieciséis de sus ministros, los presidentes de la Cámara y del Senado, además del embajador de EEUU, Todd Chapman, a quien fue saludar el sábado 4 de julio, fiesta nacional del país de Trump. Y, claro, sus hijos rabiosos.

Todos (excepto los hijos) ya se sometieron al testeo. Chapman dijo que el suyo resultó negativo. De los ministros de Bolsonaro, cinco también tuvieron resultado negativo, y los demás todavía no divulgaron los suyos.

Sí, sí, hay una cierta ironía en que el ultraderechista desequilibrado admita haber sido infectado. Hasta la mera víspera de haber empezado a sentir los primeros síntomas, él no hizo más que arriesgarse y, de paso, arriesgar a los demás, despreciando la medicina, la ciencia y la lógica.

Insistió ostensiblemente en desfilar sin mascarilla, provocando aglomeraciones, acercándose y abrazando seguidores, mientras criticaba con vehemencia gobernadores y alcaldes que adoptaron medidas restrictivas de circulación y comercio. Participó, hasta hace pocas semanas, de manifestaciones callejeras que pedían, entre otras medidas, intervención militar.

Esa actitud de negar evidencias empezó en enero, cuando surgieron las primeras noticias sobre el nuevo coronavirus. En aquel entonces, Bolsonaro hizo referencia a “ese tal virus” para mostrar su preocupación por el cambio (el 27 de aquel mes, un dólar se cotizaba a 4 reales; ayer, a 5,38).

En marzo, optó por elevar el tono. Dijo entender que el poder destructor del coronavirus estaba “súper dimensionado”, y aprovechó para advertir que mucho de lo que la prensa decía sobre la pandemia estaba cargado de “fantasía”. Aseguró que “otras gripes mataron mucho más”, y pidió que la población no se dejase tomar por “esa neurosis”.

Al terminar aquel mes Bolsonaro parecía obcecado en criticar los que se dejaban asustar por la "gripecita". Reforzó la furia contra las medidas restrictivas, incluyendo entre sus blancos a los integrantes del Supremo Tribunal Federal, que determinaron que gobernadores y alcaldes tenían autonomía para decidir qué hacer.

Empezó abril anunciando que pediría a pastores evangélicos un día de ayuno y oración para dar combate ‘a ese mal lo más pronto posible’. Cuando abril llegaba a su fin, hubo un día –el 27– en que se alcanzó la marca de 4.543 muertos. La reacción de Bolsonaro fue: “¿Y qué?”. La secuencia no tiene fin. Ahora, la “gripecita” le tocó a él.

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Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dD3z