Principal |
Asia :: 26/06/2020

Cachemira, escenario de un nuevo enfrentamiento multilateral

Txente Rekondo
Delhi pretendía reducir el "problema" de Cachemira a un asunto interno, negando que era una disputa bilateral, pero se ha encontrado con un problema multilateral

Cachemira planea nuevamente sobre la reciente crisis entre China e India. Las fronteras de la región son el fruto de una herencia poscolonial envenenada, y han dado forma a las llamadas Línea de Control, LOC (frontera entre India y Pakistán) y la Línea de Control Actual LAC (frontera entre India y China). En esos más de 3.800 kilómetros de fronteras, los estados modernos no han encontrado un terreno común para delimitar oficialmente las mismas, y han alimentado una relación llena de intereses y estrategias antagónicas y de disputas territoriales.

La reformulación de estados en el poscolonialismo trajo consigo el reparto de Cachemira entre India, China y Pakistán. Durante la guerra fría los actores estatales, para mantener la división, jugaron sus bazas y sus agendas, mientras que el movimiento de liberación de Cachemira hacía lo propio. La desaparición del espacio soviético, la reformulación del nuevo orden mundial y la aparición del factor islamista traerán consigo una reformulación de las alianzas y agendas interestatales.

En ese marco, a finales del siglo pasado, sobre Cachemira se priorizará la alternativa armada de movimientos jihadistas, desplazando el papel hegemónico de las fuerzas laicas y dando paso a la llamada “primavera cachemir”. Ya en el siglo XXI, dos cambios claves afectarán nuevamente el escenario local. Por un lado, la llegada al poder en la India del Bharatiya Janata Party (BJP), que buscará definir el conflicto como “un asunto interno”, sustentado en su ideología hindutva [nacionalista hindú] y demonizando a la población musulmana. Y por otro lado, incrementando la represión sobre la población local y el pulso con Pakistán.

El colofón será la derogación del artículo 370, el 5 de agosto de 2019, por el que se disuelve el estatus especial de Jammu y Cachemira y se divide en dos nuevas partes separadas, como Territorios de la Unión.

Este movimiento de India no ha sido del agrado de Pakistán ni de China, y algunos analistas lo sitúan en el origen de las nuevas confrontaciones armadas en la frontera de la LAC.

El auge del BJP y su ideología, sus acercamientos estratégicos a EEUU y su manipulación de la historia reciente han pesado a la hora de planificar la estrategia de India. La guerra entre Delhi y Beijing de 1962 dejó abiertas heridas que han sido utilizadas para manipular a la opinión pública india.

La humillación de aquella derrota se presenta como fruto de una agresión china, a pesar de que la mayoría de autores señalan que el movimiento expansivo de India, rompiendo el statu quo del momento, obligó a China a responder militarmente.

Además, la alianza con EEUU, reforzada por el viaje de Trump previo a la crisis del Covid -19, o por el apoyo militar que Washington otorgó a Delhi durante la crisis de 2017, habrán sido factores de desagrado tanto para China como para Pakistán.

El propósito de China tras estos enfrentamientos y movimiento militares no es militar o táctico, sino más bien estratégico. Probablemente tras esta presión y escalada militar ya nada será igual sobre el terreno, como ocurrió en el pasado.

Beijing ha anunciado a través de diferentes canales que busca hacer regresar a Delhi al consenso de Wuhan (2017) y revocar el nuevo estatus de Ladakh, e indirectamente el del nuevo estado de Jammu y Cachemira. Tras la crisis de Doklam, ambos estados se comprometieron “a la cooperación y a no ser rivales entre sí”. Por eso, la alianza indo-estadounidense es interpretada por China como un incumplimiento de ese acuerdo.

Probablemente, en este nuevo escenario, Pakistán esté frotándose las manos. Desde su perspectiva de que una situación de “suma cero” es positiva para su país, Islamabad ve la presión militar china sobra India como un paso para debilitar al país vecino, un objetico central en su política exterior durante décadas.

Al mismo tiempo, devuelve la atención mediática a la región, desbaratando las pretensiones indias de que fuese considerado como un asunto de política interna, y desvía la atención sobre unas investigaciones que ligarían la actividad paquistaní a movimientos armados jihadistas.

Estados Unidos también permanece atento a la situación. Sus deseos de profundizar en la relación estratégica con India se enmarcan en los objetivos por contrarrestar el auge e influencia de China, así como torpedear los proyectos chinos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la “nueva ruta de la seda”.

Rusia por su parte, ha manifestado su preocupación por la utilización interesada que hace EEUU de su alianza con India, y no ha dejado de transmitir su preocupación por el devenir de los acontecimientos.

De momento las consecuencias para la estrategia de India pueden ser desastrosas. Si Delhi pretendía reducir el “problema” de Cachemira a un asunto interno, superando de facto la percepción de que era una disputa bilateral, en realidad se ha dado de bruces con un problema multilateral.

A las disputas territoriales con Nepal, las protestas y violencia en Cachemira, las tensiones históricas con Pakistán en torno a la LOC, se le unen ahora los enfrentamientos con China, y la amenaza de una pinza entre chinos y pakistaníes.

China sigue manteniendo un complejo equilibrio, a mitad de camino entre el frente militar y el diplomático. Tras esta nueva crisis, Beijing incrementará una gestión más firme sobre la indefinida frontera, aumentará el peso militar en la misma y nuevamente dará una sensación de victoria.

Pakistán también seguirá buscando sus objetivos. Estratégicamente profundizando la relación con China a través del proyecto del corredor económico; a nivel político, dificultando el control indio en el valle; militarmente, forzando al ejército indio a que abandone el glaciar Siachen; y como objetivo diplomático, llamar la atención internacional ante la posibilidad de una guerra entre potencias nucleares.

Desde las maniobras colonialistas que en el pasado diseñaron las fronteras y políticas locales, pasando por las agendas de los nuevos estados que han surgido posteriormente, la mayor parte de los actores han intentado eliminar cualquier contenido, sobre Cachemira y la región, que no fuera territorial, tomando “a los pueblos que viven allí y sus demandas como una parte accidental del paisaje”.

Y el problema sigue presente, sin resolver, y sin avances significativos en las últimas décadas para atender las demandas de los pueblos del valle. Unos pueblos que continúan condenados a una incertidumbre política, a un abandono económico y a una asimilación cultural.

La Haine

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dD9h