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Cuba :: 14/08/2020

Chispas de la remembranza

Elsa Claro
Fidel Castro, revolucionario marxista cubano, nació el 13 de agosto de 1926. Aquí recordamos su relación con el Che y Vietnam

Muchas veces uno atraviesa por momentos excepcionales y no tiene exacta dimensión de lo vivido. Pero lo extraordinario existe. Lo irrepetible también.

Fue en abril de 1965 en las sabanas camagüeyanas. Fidel se encontraba cortando caña junto con el consejo de ministros, en la primera Semana de la Victoria, posteriormente conocida como Jornada de Girón, conmemorativa del memorable triunfo sobre los invasores mercenarios en Bahía de Cochinos.

El grupo de enviados especiales de la prensa nacional arribaba cada día desde la ciudad capital a las improvisadas instalaciones agrícolas tratando de captar detalles para el reporte de cada jornada. En una oportunidad se dio acceso a los corresponsales extranjeros al campamento. Nosotros también participamos. Ellos estaban especialmente interesados en un contacto con el Comandante en Jefe.

Él no dejó su trabajo durante el tiempo en que le estuvieron interrogando. Parecía que con cada golpe de mocha no solo troceaba los tallos de la gramínea, sino la acritud inquisitiva de las preguntas que le estaban haciendo. En aquel momento circulaban los más odiosos disparates con respecto a la relación entre el Che y Fidel.

Afirmaban las patrañas circulando que hubo entre esos dos grandes hombres una reyerta por diferencia de enfoque y tendencias, de la cual habría resultado muerto el argentino a manos del cubano. Algunos sustentaban las mal intencionadas hipótesis en la ausencia de actividades públicas del legendario combatiente, quien por aquella etapa, colaboraba en el adiestramiento de los guerrilleros congoleños.

Eso lo sabríamos mucho después, pero al momento descrito estimulaba una acusada curiosidad de los informadores y sus redacciones para conocer lo sucedido. Corroborar la falsedad propagada con exagerado formato fue la misión cardinal de aquellos periodistas.

¿Dónde está Ernesto Guevara? Fue la primera interrogante, después reiterada de varias maneras. Fidel, mirando sobre su hombro y sin perder el rítmico gesto para derribar los tallos por delante, fue muy enfático al responder:

“Lo único que puedo decir del comandante Guevara es que siempre estará donde sea más útil para la Revolución y que las relaciones entre él y yo son óptimas. Como en la época en que nos conocimos. Y mejor aún, podría decir. Creo que su gira por África fue muy provechosa. También fue a China con una delegación. Es multivalente. De extraordinaria inteligencia. Uno de los líderes más completos que he conocido”.

Patricio Lumumba, primer ministro de la República Democrática del Congo había sido inmolado en 1961 con participación de la CIA. En sus valoraciones, el Che diría que el crimen estuvo movido por intereses rastreros pues en el país africano, “(…) los monopolios norteamericanos se han instalado, y la batalla para la posesión de Congo se ha desatado, ¿Por qué? Porque hay cobre y minerales radiactivos en su suelo, porque Congo tiene excepcionales materiales que son de uso estratégico”.

Seis meses después de que Fidel confirmara los estrechos vínculos de hermandad y pensamiento compartidos con el Che, fue presentado el primer Comité Central del Partido Comunista. Ese 3 de Octubre de 1965, nuestro Fidel, conmovido y firme, dio lectura a la carta de despedida del Che, donde el propio Guerrillero Heroico renuncia a la ciudadanía cubana para no comprometer el proceso del cual participara, había determinado combatir al imperialismo en otras tierras del mundo.

La referencia a la admiración y respeto, la camaradería con el jefe de la Revolución quedaron patentizadas en ese breve y conmovedor documento que de muchas formas retrata la verticalidad de quien se despedía y pese a tantos esfuerzos viciosos, es la figura más inspiradora décadas después de su perversa eliminación física en Bolivia, país sometido en esa tiempo, por la dictadura militar del general René Barrientos. De ahí lo expuesto por el Che: “Estoy aquí simplemente porque creo que la única manera de liberar a América de los dictadores es venciéndolos. Haré todo lo posible para hacerlos caer, cuanto antes mejor”.

Cuando aquella tarde en Camagüey se marcharon los corresponsales de la conferencia de prensa improvisada en pleno cañaveral, Fidel nos dijo a los profesionales cubanos que nos quedáramos otro rato. Continuó su trabajo y no lo concluiría hasta tanto el obstinado sol de primera no comenzara a retirarse.

Conversó con nosotros de muchos temas, incluso de la creación de la carrera de periodismo con rango universitario pues para entonces solo existía un técnico medio. Su bosquejo de asuntos internacionales, tan agudo siempre, con aquella luz larga que demostró tantas y tantas veces, transitó hacia otro tema del momento, la guerra en Vietnam.

No había ocurrido aun la famosa Ofensiva del Tet, que obligó a la retirada de las tropas usurpadoras estadounidenses. Aquel conflicto provocó la muerte de entre 3 y 7 millones de personas, y una descomunal destrucción. En esta etapa del diálogo, desde mis atrevidos 21 años le dije: Comandante usted seguro sabe que hay muchos jóvenes cubanos preparados y deseosos de ayudar a los vietnamitas.

El me miró durante unos segundos y después dijo que sí, él lo sabía, pero los y las aguerridas combatientes vietnamitas deseaban librar por sí mismos la lucha. Quedaba contribuir en su favor a través de otros recursos y así se hizo. Su solidaridad y convicción sobre esa gran cruzada en el sudeste asiático, la expresó Fidel cuando dijo “Por Vietnam estamos dispuestos a dar nuestra propia sangre”.

Cubadebate

 

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