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Argentina :: 02/12/2025

Desde abajo en tiempos difíciles

Daniel Campione
Tras las elecciones del 26 de octubre debe abrirse un período de reflexión y producir propuestas de acción eficaces. El régimen de extrema derecha busca ampliar y profundizar su ofensiva

Es hora de respuestas que no se limiten a contener el ataque sino que se proyecten a la recuperación de la iniciativa popular.

Al fondo del patio trasero

La actual situación del país requiere como primera mirada una ubicación en el plano internacional. Se vive un momento de ofensiva de EEUU en América Latina. La que sigue la lógica de la disputa por la hegemonía con China y de las prioridades de EEUU en torno a privilegiar la protección de su mercado interno y la apertura de los mercados de la región a sus exportaciones de bienes y servicios y a las inversiones de esa procedencia.

En esa situación el gobierno argentino ha elegido la política de alineamiento completo con el gigante norteamericano, en detrimento de los vínculos con otras partes del mundo. No hay voto en los organismos internacionales en el que no se reproduzca la decisión norteamericana. No hay medida de política económica que no dé un trato favorable a los intereses norteamericanos.

El común posicionamiento en la extrema derecha facilita todo el proceso, la admiración ilimitada por la potencia del norte por parte de los gobernantes argentinos hace aparecer a sus ojos como incuestionable la identificación con los intereses y propósitos imperiales.

El episodio reciente de salvataje financiero por parte del Tesoro estadounidense profundiza la relación subordinada. Desde el norte se cierne una virtual intervención de la política económica argentina y una penetración en todos los ámbitos de la vida nacional, que puede colocar al país al borde de la disgregación.

Vale como un ejemplo la supeditación total en materia de defensa, seguridad y migraciones, en las que se copian sin ambages las acciones y procedimientos llevados adelante por el gobierno de Trump.

Un refuerzo trascendental en el mismo sentido es el acuerdo en curso, en el que todas son ventajas para EEUU y obligaciones asumidas por Argentina. Sin duda hay un componente de reciprocidad frente al vital auxilio que prestó el Tesoro a la hora de disputar con éxito las elecciones de medio término.

Los "libertarios" en su hora triunfal

Hoy el gobierno presidido por Javier Milei se percibe legitimado por la victoria electoral para el avance en las reformas que le reclaman los grandes empresarios locales, los potenciales inversores externos y los organismos internacionales.

Frente al desconcierto y la desarticulación de otras fuerzas políticas, exhibe con éxito la cooptación de voluntades en el congreso y de los gobernadores provinciales. Allí no hay propuestas alternativas ni oposiciones firmes. A lo sumo la voluntad de imprimir cierta "moderación" en parte de los planteos del gobierno y de obtener ventajas a cambio del respaldo que se brinde.

El dogma del equilibrio fiscal y el ajuste permanente ha penetrado como nunca antes. Está instalado cierto sentido común de que no habría ninguna alternativa que no produzca más temprano que tarde un desastre generalizado. La "motosierra" sería una respuesta apta para alejar la amenaza del caos "populista".

El miedo a una catástrofe incidió en el resultado electoral favorable para el gobierno, apalancado en una baja de la inflación. También tuvo su parte la falta de atractivo de la mayoría de las otras propuestas electorales. Y cierta idea de "orden" que La Libertad Avanza encarna mejor que otros partidos, a fuerza de discurso reaccionario, punitivismo y restricciones contra las y los inmigrantes.

La 'reforma' laboral encabeza la nómina en la habilitación de una reforzada ofensiva del capital sobre el trabajo. Abaratamiento de los despidos; incremento de facultades de los empleadores, debilitamiento de los convenios colectivos de trabajo, reducción de "costos" derivados de los derechos de los trabajadores, cortapisas a las huelgas, entre otros, son puntos principales de la verdadera contrarreforma que se pretende emprender.

Los cambios en el proceso de trabajo forman parte de un proyecto de reestructuración y disciplinamiento de la sociedad argentina. Cuentan a su favor con la creciente heterogeneidad y fragmentación de trabajadores y pobres.

Pesan en la dirección de los cambios desde arriba la caída del trabajo formal y el alza de modalidades laborales que incluyen aislamiento en el proceso de trabajo y la dilución de la situación de asalariado.

Los empleos creados en el capitalismo de plataformas, el trabajo remoto desde la casa, el desempeño temporario y mal pago en el comercio y los servicios, van en línea con la configuración de sectores de trabajadores ajenos a cualquier tradición de acción colectiva, no encuadrados en sindicatos y otras organizaciones.

Se encuentran así propensos a desarrollar una perspectiva individualista, que sólo confía, a pesar de los fracasos, en el esfuerzo personal como vía de mejora de la situación o de posibilitar la mera supervivencia.

Las actuales formas de vida y de trabajo asimismo pueden contribuir a la desafección hacia la política, el abstencionismo electoral, el rechazo en conjunto de todos los partidos e ideologías.

Alimentan también esas actitudes los reiterados fracasos de la institucionalidad política a la hora de generar mejoras en las condiciones de vida y de trabajo y la ampliación de la disposición de bienes sociales básicos como la salud, la educación, la infraestructura, la vivienda.

El Estado ineficaz es percibido como parte del problema y no de la solución. Facilita la penetración de las ideas privatizadoras, desreguladoras, de supresión o achicamiento de organismos públicos. Y de despido masivo de trabajadoras y trabajadores estatales.

El aval electoral no sólo lo utiliza el gobierno en materia de política económica y social. Además lo toma como respaldo de una agenda ultraconservadora, la "batalla cultural" librada contra cualquier perspectiva progresiva.

Una dimensión destacada en ese sentido es la reivindicación de las fuerzas armadas y el desmontaje de las políticas de derechos humanos. El nombramiento en el ministerio de defensa de un general hijo de un genocida al que nunca criticó es un paso trascendente en esa dirección.

¿Hay una perspectiva de cambio?

A la hora de evaluar la perspectiva en el corto y aún en el mediano plazo, aparece la necesidad del aporte de imaginación y espíritu innovador por parte de quienes pretenden luchar contra la actual orientación gubernamental.

Las transformaciones han sido muchas y no cabe reiterar programas y retórica propios de épocas pasadas. Los trabajadores industriales no tienen ya el peso de hace cincuenta años. El trabajo informal crece, la pobreza se mantiene en niveles muy altos. Las posibilidades de ascenso social se vuelven distantes e inestables.

El universo de los trabajadores necesita un nuevo acercamiento y análisis de sus problemas y potencialidades. Ello incluye el abordaje de las contradicciones más flagrantes, como la pervivencia de un sindicalismo corporativo y burocratizado, que mantiene sus espacios de poder aunque sea cada vez menos representativo.

El conjunto de los desempleados y precarizados requiere nuevas formas de trabajo social, político y cultural en su seno, menos dependientes del Estado, más centradas en la autoorganización y la democracia en la toma de decisiones.

No hay pensamiento crítico ni acción transformadora viables en Argentina si no es ofreciendo otro horizonte a los millones de personas afectadas de una u otra manera por una crisis que implica a todo el sistema.

Es un imperativo la salida a la esfera pública con la idea de que hay salida y existe un futuro deseable. Lo que equivale a la posibilidad de una democracia auténtica, de una acción comunitaria que supere el aislamiento y la búsqueda de salvaciones individuales.

Es imprescindible la formulación por la positiva, sin limitarse a la crítica de lo existente. La postura defensiva, del tipo "hay que frenar a Milei" no alcanza. Sólo interpela a los convencidos. Hay que salir a la disputa de quienes se abstienen de votar o lo hacen por La Libertad Avanza sin mayores expectativas, como una preservación frente a supuestos males mayores.

Es preciso animarse al debate con reivindicaciones que vayan en diametral oposición a los términos en que se dan hoy las discusiones. Proponer una reforma laboral que disminuya las horas de trabajo en lugar de aumentarlas, que incremente las posibilidades del trabajador de decidir sobre su período de vacaciones en lugar de restringirlas. Y así de seguido.

Antes de que salga a la liza la reforma tributaria urge confrontarla con propuestas de mayores impuestos para los ricos y disminución de gravámenes para quienes tienen menores ingresos y condiciones de vida más modestas. Debe acompañarlo la proposición de medidas para garantizar que los recursos se aboquen a la satisfacción de las necesidades más apremiantes.

Otros campos propositivos son el abaratamiento de la vivienda, la ampliación del acceso a la salud, una recuperación de calidad de la educación pública y gratuita. Frente a la tendencia a mercantilizarlo todo, el propósito de des-mercantilizar en parte los bienes básicos: Alimentos, medicamentos, vestimenta, transporte público.

No es hora de "moderación" y exceso de prudencia. El enfrentamiento con la sólida ofensiva del gran capital requiere audacia. No puede se hacer desde la "pequeña política" que tiende a la administración de lo existente. Se necesita la "gran política", al servicio de la transformación radical de una realidad indeseable.

Una exigencia relevante es la de la unidad de las luchas, hasta hoy signadas por la dispersión. Los feminismos; la defensa del ambiente, los derechos de los pueblos originarios, la protección de los inmigrantes, forman parte de un todo que tiene un epicentro irrenunciable en la mejora de las condiciones de vida, la conciencia y la organización de trabajadores y pobres.

Se necesita expandir la percepción de que no hay luchas exitosas sin enfrentar el poder del capital. No alcanza con emprenderla contra los "malos políticos", las mafias, los dirigentes sindicales burocratizados. Son todos emergentes del gran poder económico que los respalda de un modo u otro y al que sirven a conciencia.

Frente al despotismo de los de arriba, con su poder destructivo, hay que colocar la fuerza articulada de los de abajo. La que reemplace el desaliento y el escepticismo que se trata de imponer por la voluntad firme no sólo de resistencia sino de pasar a la contraofensiva.

Se necesitan nuevas fuerzas políticas y novedosas organizaciones sociales y culturales que apunten a una "nueva Argentina" orientada a la mayor igualdad y al imperio de la justicia. Dispuestas a una lucha que no es de días o de meses. Que no tendrá soluciones unívocas y rápidas.

Quien quiera cambiar a fondo la realidad tiene que construir desde abajo espíritu de comunidad y voluntad de trabajo en común. No hay tiempos de espera ni espacio para especulaciones mezquinas. Ahora es cuando.

huelladelsur.ar

 

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