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EE.UU. :: 21/11/2025

Zohran Mamdani y la esperanza socialista de la juventud estadounidense

Arantxa Tirado
Hay que celebrar la victoria de Mamdani como un pequeño gran paso que puede ser preludio de un nuevo mundo que, inevitablemente, deberá superar el capitalismo para garantizar la vida humana

Un joven, nacido en Uganda, hijo de padres indios, islámico y socialista, ha ganado las elecciones a la alcaldía de Nueva York. Su nombre es Zohran Mamdani y su campaña electoral, así como su victoria, centran los debates de asesores en comunicación política y de una izquierda ávida de referentes. En muchas partes del mundo se preguntan por el éxito de Zohran Mamdani en el mismo país que aupó a Trump a la presidencia, por segunda vez, en noviembre de 2024. Un año después, Mamdani emerge como un liderazgo simbólico, en las antípodas de Trump y el trumpismo, desde la misma ciudad en la que Trump dio sus primeros pasos como empresario.

Muchas fuerzas de izquierda se aferran hoy al fenómeno Mamdani, como una luz de esperanza que demuestra que la historia no ha llegado a su fin. En un contexto de auge de la ultraderecha a escala global, su irrupción rompe relatos fatalistas y esquemas preestablecidos. Demuestra que todavía hay partido y que se debe disputar. La gran pregunta es cómo, con qué armas y con qué discurso ideológico. ¿Cuál ha sido el secreto de su éxito? ¿Cómo ha logrado ganar haciendo y diciendo lo que otros creen que hacen y dicen en otras partes del mundo, sin igual resultado?

Se debate sobre si Mamdani ha arrasado por una estrategia inteligente en el uso de las redes sociales; por su imagen fresca, su carisma y su simpatía; por sus propuestas concretas para solucionar temas que angustian a la mayoría de neoyorquinos como el precio de la vivienda o el costo de la vida; por sus guiños a las diferentes comunidades de trabajadores migrantes que integran la capital financiera de EEUU; por su capacidad para movilizar al electorado; por la labor de los 90.000 voluntarios en los barrios; por su defensa de Gaza; por su ideología socialista; por lo decrépito del establishment que tenía enfrente o por todo lo anterior.

Por supuesto, Mamdani, miembro del grupo Democratic Socialists of America (DSA), ha podido ganar la alcaldía de Nueva York por el Partido Demócrata gracias al respaldo de unos ciudadanos cansados de vivir en una ciudad que los expulsa. Estas condiciones materiales son las que han permitido que su discurso de congelar alquileres, guarderías y transporte público gratuito haya podido calar entre un electorado de por sí progresista. Pero ha tenido la capacidad de convencer de la posibilidad de implementar estas soluciones dando esperanza frente a unos portavoces mediáticos que no se han cansado de destacar la inviabilidad de sus propuestas por ser "socialistas". Y en este detalle radica lo más destacable de la victoria de Zohran Mamdani.

Mamdani: demasiado socialista o poco socialista, según se mire

Mientras algunas fuerzas políticas de la izquierda mundial se preguntan qué pueden hacer para replicar la fórmula Mamdani en sus contextos políticos, otras voces se aprestan a puntualizar que Mamdani no es el Che Guevara sino un candidato financiado por grandes fortunas -como no puede ser de otra manera en el sistema electoral estadounidense, por otra parte-, un producto más del sistema que acabará traicionando, más pronto que tarde, las esperanzas de cambio social y decepcionando a los sectores más radicales, como sucedió con la figura de Alexandria Ocasio-Cortez.

Enfrente de una izquierda plural que nunca se pone de acuerdo en nada, tenemos a una derecha que sabe detectar perfectamente a sus enemigos. Trump, el New York Post o la Liga Antidifamación del lobby sionista, que incluso ha abierto una línea para denunciar las "acciones antisemitas" en Nueva York y supervisar la respuesta del próximo alcalde, se encuentran entre quienes ven un peligro en que Mamdani y sus ideas gobiernen Nueva York. Por dimensionar qué implica que un autoproclamado socialista que no está dispuesto a pedir perdón por ello sea alcalde de una de las principales ciudades de EEUU, recordemos que el presidente Trump ha designado a todo pensamiento que entre dentro de la categoría "antifa" como miembro de una organización terrorista y parte de los enemigos internos a combatir.

Si el anti-sionismo de Mamdani y de su partido ha estado en el punto de mira para la derecha durante la campaña, su posicionamiento respecto a dos experiencias de transformación social que se usan como arma arrojadiza en contra de cualquier proyecto alternativo, Cuba y Venezuela, ha sido visto con recelo por cierta izquierda. A nadie debería sorprender a estas alturas que un candidato de izquierdas, del país que sea, se pronuncie en contra de Cuba y Venezuela cuando se postula para ganar unas elecciones Abjurar de ambos procesos revolucionarios ante las preguntas de los periodistas es el peaje que debe pagar la izquierda, cualquiera sea su familia ideológica, para no ser molestado por el establishment.

La candidatura de Mamdani pareció apostar por el cálculo electoral, optando por no asustar a un electorado que ha sido bombardeado durante años con una versión negativa y unilateral de la realidad cubana y venezolana, en lugar de impugnar el marco de análisis. Desconocemos si Mamdani, igual que antes Ocasio-Cortez, lo hizo por convicción o si aplicó la estrategia de los líderes de Podemos en sus inicios o del mismo Hugo Chávez cuando, en una entrevista como candidato presidencial en 1998, respondió afirmativamente a la pregunta de si Cuba era una dictadura (aclaró que del proletariado), una respuesta que cualquiera que hubiera seguido la trayectoria de Chávez al salir de la cárcel, y su visita a La Habana en 1994, podía entender como instrumental.

En todo caso, sin pretender establecer paralelismos ideológicos entre proyectos y figuras tan disímiles, lo cierto es que las declaraciones de Mamdani no representan la postura oficial de su partido que, a través de su Comité Internacional, se ha posicionado a lo largo de los años contra los ataques de EEUU a Venezuela o Cuba. De hecho, como Mamdani se ha encargado de puntualizar en más de una entrevista, su candidatura defendía lo que aparecía en la web de su plataforma política, estableciendo una división entre el partido al que pertenece y la candidatura demócrata que representaba.

El socialismo se abre paso entre la juventud estadounidense

Sobrevivir a las tensiones dentro del Partido Demócrata no será el único desafío de un candidato outsider dentro de una estructura que ha hecho todo lo posible por expulsar, cuando no domesticar, a liderazgos de izquierdas como el de Bernie Sanders. Ello a pesar de que Sanders representó en las primarias de 2016 a una corriente creciente entre los votantes demócratas que ya no ve el capitalismo de manera positiva y que este año, por primera vez, ha superado a quienes lo consideran como un sistema favorable.

Mamdani y Sanders pueden canalizar el respaldo del 66% de los demócratas que, según las encuestas de Gallup, ven al socialismo de manera positiva. Un dato que se confirma en otras encuestas que muestran cómo la juventud estadounidense tiene una visión positiva del socialismo en un 62% e, incluso, del comunismo en un 34%, cifras superiores al 43% y 14% de la población en general. No es de extrañar que Mamdani, que ha ganado con el 50,4% de los votos, haya recibido el 62% de apoyo entre los menores de 30 años.

Obtener estos datos en un país cuya población ha sido la principal víctima de las campañas anticomunistas durante décadas, como estandarte del mundo libre en la Guerra Fría, con persecución macartista a toda disidencia política y donde la palabra socialismo se asocia a su acepción más radical y original, alejada del secuestro socialdemócrata del término que existe en Europa, es meritorio. Puede que los estadounidenses tengan distintas ideas de lo que es el socialismo, como los mismos miembros de esta ideología política, dividida en infinidad de corrientes y pasto de escisiones, en distintas latitudes.

Lo que parece evidente es que quienes hoy en EEUU demuestran simpatías por el socialismo no tienen prejuicios con el término, sino todo lo contrario, a pesar de la abrumadora propaganda capitalista. Y que estos prejuicios no calan entre los más jóvenes. Un EEUU socialista puede parecer utópico pero el respaldo a las ideas socialistas, en paralelo al creciente apoyo a que sea el Estado quien se encargue de resolver los problemas sociales en un contexto mundial donde se quiere presentar como hegemónico el individualismo liberal o reaccionario entre la juventud, es una preocupación para los think tanks liberales y la derecha estadounidense.

La victoria de Mamdani como preludio de transformaciones más profundas

Como siempre, el reto para cualquier izquierda es gobernar en el marco de acción que el capitalismo le permite. Lidiar con el poder real desde posiciones de gestión institucional es un desafío para la izquierda transformadora, que se encuentra con pocos márgenes de maniobra para desmontar arraigadas dinámicas de funcionamiento, redes invisibles de presión política por parte del capital y estructuras de negocio solidificadas que someten a los políticos de turno a las imposiciones de quienes siempre han mandado sin pasar por las urnas.

Hay que ser conscientes de estas constricciones para dimensionar todo aquello que se va logrando en esta desigual batalla entre las fuerzas del capital y las del trabajo. No para creer que llegar a las instituciones es la solución o la aspiración final de una izquierda transformadora, todo lo contrario, sino como el inicio de la construcción de otro horizonte de posibilidad para acometer cambios más profundos que superen la institucionalidad existente.

Por tanto, sería un error analizar lo que ha pasado en Nueva York sólo mirando a la figura de Mamdani o evaluar su éxito observando su futuro papel como representante político. Más allá de lo que Mamdani podrá hacer como alcalde en la capital del capitalismo, conviene no olvidar qué ha permitido que un miembro del DSA llegue hasta allí.

Mamdani no es sólo Mamdani, es la expresión de un paulatino giro de las bases demócratas hacia posturas más a la izquierda, bases que llevan años haciendo un pulso al establishment del partido. Es asimismo la encarnación de toda una serie de esperanzas de la juventud estadounidense en que la política institucional pueda guiarse por otros principios, apostando por propuestas de solución de los problemas concretos sin miedo a ir a contracorriente del discurso capitalista imperante, ni a la demonización de las ideas socialistas.

Que finalmente se logre traspasar los límites de lo que el poder real considera posible no dependerá sólo de él. Pero el primer paso se ha dado: romper la barrera mental que impide a mucha gente reconocer la validez, utilidad y legitimidad de las ideas socialistas. Unas ideas que no se conforman con gestionar el sistema existente, sino que apuestan por transformarlo. Es evidente que, si el sistema internacional no puede transformarse en lógica revolucionaria, ni siquiera desde el gobierno en un solo país, tampoco se podrá transformar el capitalismo desde la alcaldía de una ciudad, por muy Nueva York que sea.

No obstante, lo que pasa en EEUU tiene un impacto global, como demuestra la presidencia de Trump. Por eso, hay que celebrar la victoria de Mamdani como un pequeño gran paso que puede ser preludio de un nuevo mundo que, inevitablemente, deberá superar el capitalismo para garantizar la vida humana. Para llegar a ese escenario, la transformación profunda de la sociedad y la política en EEUU es imprescindible.

lamarea.com

 

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