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:: 07/04/2012

El Brigadista Internacional que cantaba "Bésame mucho"

Semanario Alternativas
El 31 de marzo de este año falleció en Paris, a los 96 años, Lise London, última sobreviviente en Francia, de las Brigadas Internacionales.

Miles de hombres y mujeres de todo el mundo ofrecieron su juventud, su valor, y hasta sus vidas para enfrentarse a Franco, en la Guerra Civil Española. Hicieron de la libertad y de la solidaridad casi un apostolado y su ejemplo ha traspasado las generaciones, los idiomas y los conflictos bélicos, desde entonces.

La muerte de la señora London, me hizo acordar que hace siete años, en Amberes, conocí a un miembro de las Brigadas Internacionales: polaco de nacimiento, a los veinte años de edad, su consciencia política lo condujo a España a defender las ideas libertarias de los republicanos. Sin una cuota de amargura o de derrota, me decía que, si volviera a nacer, haría lo mismo. Con una voz dulce, de abuelo tierno, me explicaba emocionado: nunca hay que claudicar frente al opresor, ellos no vencerán, han ganado batallas, pero la victoria será del pueblo.

A los 85 años, luego de un accidente de tráfico, llegó al hospital donde yo trabajaba. Tuvieron que amputarle la pierna derecha. Su recuperación fue prodigiosa porque él quería vivir; no pretendía quedarse postrado en una cama, esperando a morir. Si la muerte no me llevó en España o durante la Segunda Guerra Mundial, no creo que se interese ahora por un viejo como yo. No pienso darle ese gusto, me comentaba sonriendo.

Cada mañana, mientras le hacía las curaciones, sus ojos azules brillaban apasionados cuando intercambiábamos ideas políticas y de actualidad. Estaba al tanto de lo que sucedía en Bélgica y en el resto del mundo. Me preguntaba con interés, cómo había vivido yo la dictadura de Pinochet y cómo era la vida en Chile después de eso. A su vez, le interrogaba sobre sus compañeros, sobre sus experiencias en el frente y en los años de la dominación nazi. Los recuerdos -en cámara lenta- iban hilvanando frases, anécdotas y presagios. El hambre y el frío son buenos aliados de la soledad, por eso hay que combatirlos con unidad, con inteligencia. Escucharlo hablar me hacía ser partícipe de una gesta heroica…, me volvía responsable de ese preciado legado que es la reconstrucción de la Memoria.

Un día gris, de estos típicos cielos belgas, lo encontré mirando por la ventana los tejados de la ciudad y, al saludarlo, intuí que venía de un lejano viaje. Con una sonrisa pícara hizo un comentario sobre mi peinado y agregó: yo tenía mucho pelo, así como usted, pero ahora me cuido la cabeza, y luego se rió como un niño travieso. Bajo su boina, raída por el uso y por el tiempo, se escondía su escuálida y encanecida cabellera. No obstante, su cabeza conservaba intactos todos los detalles de una existencia de lucha y de sacrificios.

También, con algo de orgullo, me demostraba lo fuerte que sentía sus brazos aún, porque como no quería depender de nadie y menos molestar, se las ingeniaba para desplazarse de la cama a la silla de ruedas, con mucha agilidad. Entre tanto, le insistía que tuviese cuidado, que nosotras estábamos ahí para ayudarlo. Sin embargo, él prefería conservar su independencia.

Al regresar de su terapia de rehabilitación, antes de almorzar, siempre me cantaba “Bésame, bésame mucho…”, y se disculpaba con cierta coquetería, por no poder bailar conmigo ese hermoso bolero.

No tengo dudas. Sigue vivo. Seguramente continúa pendiente de las noticias y entrega su saber, su coraje y su historia a quienes hoy lo acompañan.

Rossana Cárcamo
5 de abril de 2012
Bélgica

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Lise London, la última brigadista internacional

Escrito por Jesús Rodríguez

La revolucionaria y luchadora española contra el fascismo del siglo XX muere a los 96 años en París
Antes de despedirme de Lise London a finales del pasado mes de noviembre en la bucólica clínica para víctimas del nazismo a las afueras de París, donde se encontraba internada ya muy enferma a sus 96 años, tras pasar toda una tarde con ella, le pregunté si había valido la pena toda su lucha.

El sufrimiento, la tortura y la cárcel que le provocaron su batalla contra el fascismo durante la Guerra Civil española junto a las Brigadas Internacionales, en la resistencia contra Hitler en Francia, en los campos de exterminio nazis y en la oposición al estalinismo; parir a sus hijos en la cárcel, ser deportada, condenada a muerte y apartada durante años de su marido por el régimen estalinista checo. Se incorporó de golpe de su cama hospitalaria, se echó la mano en el corazón, me miró con esos ojos de eterna adolescente y le brotaron de muy dentro sus ancestros aragoneses en un español con acento francés: "¡Por supuesto que valió la pena; combatimos por la libertad de Europa! ¡Valió la pena!"
Lise London, fallecida el 31 de marzo, era la última brigadista internacional; la última mujer entre los 35.000 voluntarios de todo el mundo que llegaron a España en el otoño de 1936 para luchar durante más de dos años contra Franco en los frentes de Madrid, Jarama, Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro. Artur London, intelectual comunista, veterano de las Brigadas, esposo, camarada de partido y padre de los tres hijos de Lise, daría la clave de aquella gesta heroica: "En Madrid, el checo iba a luchar por Praga; el francés, por París; el austriaco, por Viena; el alemán por liberar su país de Hitler y el italiano por expulsar a Mussolini de su país". Un tercio de aquellos románticos que se enfrentaron a Franco cuando todo parecía perdido para la República e hicieron inmortal el grito de "¡No pasarán!", reposa en España en tumbas sin nombre. Muchos iniciaron malheridos la retirada de la derrota a finales de 1938 y murieron en campos de concentración franceses. Los que sobrevivieron, entre ellos Lise y Artur, formaron una estrecha comunidad de sangre que nunca nadie logró romper y que junto a los republicanos españoles exiliados siguieron enfrentándose a Hitler hasta el final de la contienda; fueron los primeros en liberar París con las armas en la mano.
Lise era hija de españoles, nació como Elisa Ricol en un pueblo minero francés. Los Ricol representaban el prototipo del proletariado de comienzos del siglo XX: pobres, analfabetos, desertores del campesinado y emigrantes. El viejo Ricol era un picador que arrastraba la silicosis y militaba en sindicatos comunistas. Lise nació en 1916. De niña vendía helados por las calles. A los 15 años ingresó en las Juventudes Comunistas. Era una revolucionaria profesional. Una fuerza de la naturaleza; una mujer valiente que conoció y trató a Stalin, Tito, Pasionaria y Ho Chi Minh. En Moscú, donde había sido fichada por la Internacional, se enamoró de Artur London, un joven comunista de 19 años; alto, guapo, elegante y tuberculoso; un intelectual checo de origen judío que contraponía al ímpetu descarnado de Lise un carácter calmado y reflexivo. Juntos recorrerían medio siglo convulso de la historia de Europa, del Albacete de la Guerra Civil al París ocupado; de los campos nazis a la Praga que se batía por la libertad en los cincuenta. Nunca se rindieron.
Santiago Carrillo y Lise London se conocieron durante aquellos días terribles de finales de 1936 con el Ejército de Franco a un tiro de piedra de Madrid. Era el bautismo de fuego de la joven revolucionaria, embarazada de su primer hijo, que perdería. En aquel Madrid de pesadilla se iba a enfrentar sin pestañear a los tableteos de las ametralladoras y los bombardeos sobre la población civil en la Ciudad Universitaria; sería testigo de los miles de mujeres y niños refugiados en las estaciones de metro y sentiría las balas silbando sobre su cabeza en la Universitaria; cuando se despidió de Carrillo, este le regaló un Quijote encuadernado en cuero que Lise ha conservado hasta el final de su vida. Su amistad ha resistido 75 años. Hoy Carrillo está un poco más solo y un poco más triste. Y la historia un poco más huérfana.
Fuente: http://www.unidadcivicaporlarepublica.es

 

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