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Medio Oriente :: 27/08/2020

Pinceladas sobre la crisis libanesa

Txente Rekondo
Los medios dicen que “el pueblo ha derrocado a dos gobiernos en pocos meses”. Nada más lejos de la realidad, las clases dominantes están cambiando el gabinete

La terrible explosión ocurrida en el puerto de Beirut ha vuelto a traer al Líbano a la primera línea informativa en Occidente. Y junto a ello se han vuelto a reproducir los clichés y las visiones distorsionadas de la realidad libanesa.

El puerto de Beirut de nuevo protagonista de la historia. La explosión de hace unos días se ha cobrado la vida de decenas de personas. Y entre los fallecidos, Nazir Najarian, “Nazo”, secretario general de las Falanges Libanesas, en su día comandante de las milicias falangistas, y autor del saqueo del puerto en 1975-76 y de la matanza de cientos de obreros y porteadores del puerto, en su mayoría musulmanes, en lo que se conoció como el “sábado negro”.

Algunos titulares estos días nos recuerdan que “el pueblo ha derrocado a dos gobiernos en pocos meses”. Nada más lejos de la realidad, las clases dominantes están cambiando los protagonistas del gabinete. Por eso, la convocatoria de elecciones, sin alterar el sistema za´im que rige la política y la sociedad actual en Líbano, el clientelismo zuama, difícilmente traerá un cambio.

Algunas fuentes locales señalan que lo que está aconteciendo estos días es un nuevo intento por parte de las figuras que sustentan el sistema, y que cuentan con el apoyo de Occidente, los países del Golfo e Israel, para acabar con a la alianza entre Hizbullah y el movimiento Tayyan de Aoun.

La mayor parte de las noticias de los medios occidentales centran sus análisis en torno a Hizbullah y el papel de este movimiento en Líbano. No dudan en mostrar una realidad distorsionada, como cuando presentan las imágenes de las protestas con horcas y figuras de dirigentes de Hizbullah, para reforzar sus falsas teorías de que “por un lado está el pueblo libanés y por toro el 2% que apoya a Hizbullah”.

Todo ello reforzado por declaraciones de manifestantes, también presentados como una realidad monolítica y homogénea, y ocultando la presencia de otras figuras políticas libanesas también “ahorcadas”. Como dice un analista local, “¿cuándo fue la última vez que un corresponsal occidental en Beirut habló con un trabajador o agricultor nativo que no hable inglés?”

La memoria de pez hace que buena parte de los “informadores” presenten la realidad del país como si fuera el fruto de los acontecimientos surgidos tras la última guerra civil, obviando, ocultando o ignorando que buena parte de las raíces del conflicto actual se sumergen en las maniobras de las antiguas potencias coloniales y sus sucesores. El clientelismo y el sectarismo fueron utilizados e incentivados en su día por el estado francés para controlar la zona y apoyar a sus aliados locales (la minoría cristiana).

Por eso, no sorprende que el paseíllo de Macron (el mismo que tiene tantos frentes domésticos abiertos) impresione positivamente a determinados corresponsales occidentales, que prefieren olvidar el papel de París patrocinando y habilitando a la corrupta clase dominante.

Como tampoco llama la atención el doble rasero de otros medios aliados de Occidente y con intereses en el país. La prensa del Golfo resalta la “delicada situación de los niños en Beirut, traumatizados tras la explosión”, mientras oculta, al igual que sus aliados occidentales, la masacre contra el pueblo yemení impulsada por los mandatarios saudíes. O como otros, que ocultan las declaraciones de un político israelí celebrando la explosión en el puerto beirutí. Como dice un periodista libanés, “si un niño árabe se ríe de la noticia de una explosión en Israel, todos los medios occidentales se unirían para condenar la crueldad e insensibilidad del niño, y pedir que lo ejecuten en una horca”.

La élite política y cleptócrata del Líbano no difiere mucho de las que existen en otros lugares de la región, como Egipto o las dictaduras del Golfo, pero para algunos actores extranjeros, reforma y cambio supone instalar a nuevos dirigentes que sirvan y se alineen con sus intereses.

Hasta ahora, los intentos de reformar el sistema o cambiarlo se han encontrado con la férrea oposición de los aliados locales de Occidente. En 1975, la alianza de izquierdas, Movimiento Nacional Libanés, propuso la representación proporcional, y fue rechazada por los líderes sectarios. Más recientemente, algunas fuerzas progresistas e Hizbullah pidieron un sistema de representación proporcional, al que se opusieron Hariri y sus aliados.

Hizbullah sabe que los cálculos aritméticos van parejos a la complejidad del país. Por eso, hace tiempo que es consciente de la imposibilidad de materializar en su totalidad su programa, y busca alianzas con otros sectores políticos y religiosos.

Las cuotas de representación actuales no se corresponden con la realidad demográfica. Pero cualquier intento de actualizar el censo de 1932 se encuentra con la firme oposición de algunos sectores de la minoría cristiana y de sus aliados internacionales en Washington, Riad, Tel Aviv, París o Bruselas.

La corrupción y la intervención extranjera van de la mano en Líbano. El mandato francés, la intervención de EEUU en 1958, la presencia palestina en los años setenta, las intervenciones extranjeras en la guerra civil, la invasión y ocupación del sur del país por Israel hasta el año 2000, los posteriores ataques del vecino sionista o los más recientes de las fuerzas jihadistas del estado Islámico o Al Qaeda, son un ejemplo de la imposibilidad de la población local para decidir libremente su futuro.

Y mientras tanto, algunos medios siguen distorsionando la realidad libanesa. ¡Que la realidad no te estropee la noticia!

La Haine

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dF74