Toda una generación europea de políticos, militares, expertos y periodistas, que en su gran mayoría desconocen la historia y han interiorizado una concepción maniquea profundamente estúpida de las relaciones internacionales, la está haciendo posible.
El 17 de julio el jefe de las tropas de EEUU en Europa, General Christopher Donahue, dijo en Wiesbaden que la OTAN tiene un plan detallado para atacar y tomar la región rusa de Kaliningrado “en un plazo de tiempo sin precedentes, más rápido de lo que nunca fuimos capaces”. Kaliningrado es un punto militarmente vulnerable de Rusia, encajonado entre Polonia y Lituania, territorialmente desconectado del resto de la Federación Rusa. Por eso Moscú tiene allí muchos soldados, 75 barcos de guerra, aviación supersónica de combate y misiles nucleares tácticos Iskander M.
Como Rusia ataca sistemáticamente la industria militar ucraniana, Kiev está deslocalizando a países de la OTAN algunas fábricas. La empresa ucraniana Fire Point abrirá en diciembre una fábrica de combustible para misiles en Dinamarca. Alemania también va a producir armas para Ucrania. Es la primera vez que países de la OTAN albergan industrias de un país en guerra, o producen armas en su suelo por cuenta de otros. Todos dicen que los misiles que se van a fabricar y/o suministrar a Ucrania en (y desde) Europa pueden y deben alcanzar la retaguardia profunda rusa, ciudades como Moscú y San Peterburgo. Lo dice el canciller alemán, su ministro de defensa, los principales políticos europeos, la encargada de exteriores de la UE y los generales alemanes que ponen fecha al conflicto militar abierto de Europa con Rusia para los próximos cuatro o cinco años.
Para comprender lo que significa es necesario “traducir” todo eso y reposicionarlo en el mapa con los actores invertidos.
Supongamos que uno de los principales jefes militares rusos o chinos explica en una conferencia que hay planes para atacar territorio de EEUU desde bases en México o Canadá. Que esos países, además, están fabricando o transfiriendo misiles y otras armas para golpear la “retaguardia” de EEUU muy lejos de las fronteras y que así lo anuncian sus principales jefes políticos y militares que hasta ponen fecha al asunto.
Imaginemos que EEUU invade militarmente a alguno de sus vecinos latinoamericanos (en realidad no hace falta mucha imaginación) y que Rusia o China apoyan al invadido con 115.000 millones de dólares y otros aliados de Moscú o Pekín ponen 21.300 millones (lo que Alemania lleva pagado a Ucrania) y 7500 millones, respectivamente (caso de Francia). Imaginemos que Moscú y Pekín brindan toda su inteligencia satelital, comunicacional y de operaciones especiales al país invadido y que con ella se atacan instalaciones militares y energéticas de EEUU en su territorio, incluidos radares y bases de aviones que forman parte del complejo “estratégico” (la disuasión, vigilancia y prevención de una guerra nuclear) norteamericano.
La intervención incluye bombas y sabotajes contra petroleros norteamericanos, atentados personales mortales con bomba o tiroteos contra periodistas y políticos estadounidenses, entre ellos también opositores del país invadido que apoyan la invasión y residen en EEUU. Realizado tal ejercicio hay que preguntarse ¿cual sería la reacción y el estado de ánimo de los políticos y militares norteamericanos ante tal panorama?
La respuesta es que todos los indicadores señalarían hacia una ampliación de la guerra, con ataques inmediatos del ejército de EEUU, primero contra las potencias aliadas de Rusia y China implicadas en tal panorama y más tarde, dependiendo del resultado y de las reacciones, una guerra entre las grandes potencias. Esa es, exactamente, la situación en la que nos encontramos.
Los “estrategas” rusos tienen eso en la cabeza. Una mala ruptura con Europa. Quienes toman las decisiones en Moscú, y el Presidente Putin en concreto, han sido hasta ahora mucho más moderados que sus estrategas. Pero las advertencias se suceden Europa no puede seguir ignorando las advertencias rusas. Es obvio que Rusia no dejará sin respuesta ataques con misiles alemanes o producidos en Dinamarca contra sus ciudades. Respuesta no en Ucrania, sino contra los países de origen de tal capacidad. La ampliación / transformación de la guerra de Ucrania está servida y bien anunciada.
Los políticos que defienden la línea de la OTAN en la Unión Europea, es decir la Presidenta de la Comisión, Von der Leyen, la responsable de exteriores, Kallas y los actuales dirigentes de Alemania, Francia e Inglaterra, están poniendo en peligro la seguridad de Europa, provocando a Rusia y pidiéndole que les ataque. Se trata de toda una generación europea de políticos, militares, expertos y periodistas, que en su gran mayoría desconocen la historia y han interiorizado una concepción maniquea profundamente estúpida de las relaciones internacionales que les hace perder por completo de vista la realidad. Peligrosa ineptitud europea.
“En la mayoría de los círculos políticos y mediáticos de Washington, Bruselas, París y Londres, los argumentos que hacen referencia a la historia se han vuelto inútiles. Sus interlocutores simplemente no entienden de qué se está hablando y carecen tanto de los conocimientos básicos como de la vitalidad intelectual para intentar comprenderlo. Las personas que no saben que la relación entre Rusia y Ucrania (a veces muy conflictiva, a veces muy consensuada) se ha prolongado durante más de 400 años, por ejemplo, probablemente no se dan cuenta de que, al comprometer a sus países a convertir Ucrania en una barrera militar contra Rusia, están asumiendo un compromiso no solo para las generaciones futuras, sino para los siglos venideros”, dice el analista británico Anatol Lieven.
Uno de los malentendidos es el no aceptar la realidad y los intereses de Rusia, el mayor y mas poblado país del continente al que (sin menospreciar los motivos endógenos, que los hay) han empujado durante tres décadas a retomar su rodado militarismo ideológico y económico, que Moscú abandonó durante su malograda transformación tras su gran reforma "democratizante" y el fin de la URSS.
Europa transfirió a EEUU todas las decisiones estratégicas en materia de seguridad y política exterior continental. Y el problema era que Washington consideraba que Rusia ya no era una gran potencia, mientras que los rusos sí que se consideraban una gran potencia y no tenían, ni tienen, la menor intención de renunciar a su soberanía y autonomía mundial (ni a su armamento nuclear).
Llegados aquí, el lector puede pensar, “pero bueno ¿no es Rusia la que ha lanzado estos días drones sobre Polonia (al menos uno era en realidad un misil fallado, lanzado por un F-16 polaco) y Rumanía, perturbado acaso los aeropuertos de Oslo y Copenhague, y violado el espacio aéreo de Estonia? Pues sí, en caso de ser cierto, probablemente se trata de advertencias a la llamada “coalición de voluntarios” que proclaman su intención de intervenir militarmente en Ucrania y de tanteos a su posición militar que evidencian su gran vulnerabilidad por ausencia de sistemas de defensa antiaérea y antimisiles, lo que les invita a una reflexión sobre las consecuencias de sus actos.
En realidad, teniendo en cuenta su contexto, todas esas “provocaciones” han sido muy inocentes. Los drones de Polonia no iban armados y contemplada en un contexto general, la presunta violación del espacio aéreo estoniano ha sido una minucia. Estonia intenta ampliar su zona económica exclusiva aérea y marítima en el Báltico, algo que Rusia no reconoce y los doce minutos de violación alegados palidecen al lado de las más de 200 violaciones turcas del espacio aéreo griego registradas en 2022 alrededor de la isla de Samos. Turquía y Grecia son miembros de la OTAN, pero esos incidentes nunca dieron pie a grandes titulares mediáticos, ni a encendidas declaraciones y convocatorias del Consejo de Seguridad de la ONU y del Consejo de la OTAN, como ha sido el caso de Estonia, coincidiendo, precisamente, con el anuncio del Pentágono de reducir la ayuda de EEUU en el Báltico…
El problema es que la retórica agresiva forma parte de la misma naturaleza de una espiral bélica. “Cualquier violación militar de la frontera será respondida con medios militares, incluyendo el derribo de aviones de combate rusos”, ha dicho el político de la CDU alemana Jürgen Hardt. «Se les ha advertido: si otro misil o avión entra en nuestro espacio aéreo sin permiso, ya sea deliberadamente o por error, y es derribado, no vengan aquí a quejarse», dijo el miércoles el ministro de exteriores polaco Radoslav Sikorski en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU. Una vez comenzados los disparos, que pueden empezar de forma fortuita y no deseada por nadie, la presión es siempre hacia una mayor destrucción. Estamos claramente rondando eso.
Conforme maduran las condiciones para una ampliación territorial del conflicto militar en Ucrania o del esperado segundo ataque israelí contra Irán, aumenta alegremente la aceptación mediática y política del escenario de una gran guerra con posible utilización de armas nucleares tácticas. La propia doctrina nuclear rusa ha sido significativamente reformada en ese sentido. La doctrina del gobierno británico aprobada este año en la National Security Strategy advierte de que “por primera vez en muchos años tenemos que prepararnos activamente para la posibilidad de que nuestro territorio sea objeto de una amenaza directa en un potencial escenario de guerra”.
La crónica europea ya está llena de ese tipo de preparativos y anuncios, el gasto del 5% en “defensa”, el fin de los estatutos de neutralidad (Austria, Suiza), la búsqueda de recursos nucleares (Polonia) o el inicio del debate al respecto en Alemania… Pero el fenómeno trasciende a Europa. Desde la aprobación de su “Ley de Paz y Seguridad” de 2015, la noción de “autodefensa”, que marcó en Japón la interpretación de la constitución de posguerra, ha pasado a mejor vida. Ahora se justifica el uso de la fuerza militar no solo en el caso de un ataque contra Japón sino en cualquier eventualidad de “crisis existencial”, un concepto amplio y ambiguo que incluye, por ejemplo, el cierre del estrecho de Ormuz, vía de suministro energético del país, e incluso ciberataques.
Hasta la más prudente y siempre moderada China ha tenido que mostrar músculo con una inusitada muestra de sus armas de última generación en el reciente desfile del aniversario de la victoria celebrado en Pekín. Todo apunta hacia la ampliación del conflicto y de las tensiones militares. Y no solo en Europa.
rafaelpoch.com