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Medio Oriente :: 26/09/2025

Palestina y el cáliz envenenado del reconocimiento

Ilan Pappé
Como activistas, somos muy conscientes del peligro de desviarnos, aunque sea por un segundo, de la misión de detener el genocidio. El reconocimiento no va a detener el genocidio

¿Por qué varios estados imperialistas, con Francia a la cabeza, han reconocido finalmente al estado palestino? ¿Qué impacto tiene el reconocimiento en la lucha del pueblo palestino por su liberación definitiva? ¿Es posible la «solución de dos estados»? La visión de Ilan Pappé, historiador israelí y activista de la causa palestina exiliado en Gran Bretaña y profesor de la Universidad de Exeter.

En el pasado, era bastante escéptico sobre el reconocimiento de Palestina, ya que parecía que quienes participaban en la conversación se referían únicamente a partes de Cisjordania y la Franja de Gaza como el Estado de Palestina, y a un gobierno autónomo por parte de un organismo corrupto como la Autoridad Palestina, sin soberanía propiamente dicha: una Palestina bantustánica. Dicho reconocimiento podría haber dado la impresión errónea de que el supuesto conflicto en Palestina se había resuelto con éxito.

Muchos de los jefes de gobierno y sus cancillerías que hablan hoy sobre el reconocimiento aún se refieren a este tipo de Palestina. Entonces, ¿deberíamos apoyar más esta medida ahora mismo? Sugiero que el problema se aborde con más matices en este momento histórico particular, cuando el genocidio continúa y se agrava.

No es de extrañar que esta declaración no generara esperanza, inspiración ni satisfacción en nadie en Gaza. Solo en Ramalá y entre ciertos sectores del movimiento de solidaridad occidental se celebró como un gran logro.

Los gobiernos que reconocieron a Palestina la asocian directamente con la obsoleta y muerta solución de dos Estados, una fórmula impracticable, inmoral y basada en la injusticia desde el momento en que fue concebida como "solución".

Y, sin embargo, existen dinámicas potenciales y más positivas que podrían desencadenarse a partir de este reconocimiento global actual de Palestina. Si bien no deberíamos considerarlo un «momento histórico» ni un «punto de inflexión», sí tiene el potencial de ayudar a los palestinos a avanzar hacia un futuro diferente.

Tiene un significado simbólico como contraataque a la actual estrategia israelí de eliminar a Palestina como pueblo, como nación, como país y como historia. Cualquier referencia, incluso simbólica, a Palestina como entidad existente en este momento es una bendición. A un nivel muy insatisfactorio, pero mínimamente necesario, impide que Palestina desaparezca del diálogo global y regional.

En segundo lugar, forma parte de una reacción global insuficiente, aunque algo más alentadora, desde arriba, contra el genocidio continuado. No se trata de sanciones --que son mucho más importantes que el espectáculo que presenciamos en la ONU-- ni de una medida que ponga fin al comercio militar occidental con Israel, lo cual habría sido mucho más eficaz en este momento contra el genocidio que reconocer a Palestina. Sin embargo, transmite cierta disposición de los gobiernos occidentales a confrontar no solo a Israel, sino también a EEUU, sobre el futuro de Palestina.

El propio reconocimiento generó, quizás inadvertidamente, dos consecuencias importantes. En primer lugar, los territorios ocupados constituyen ahora el Estado ocupado de Palestina: todo el Estado de Palestina. Esto ni siquiera es comparable a la ocupación parcial rusa de dos provincias de Ucrania; se trata de la ocupación total de un Estado. Al menos a primera vista, sería mucho más difícil de ignorar desde una perspectiva jurídica internacional.

En segundo lugar, está muy claro cuál será la reacción del régimen israelí: imponer oficialmente la ley israelí primero en partes de Cisjordania, luego en la región en su conjunto y quizás más tarde en la Franja de Gaza.

Nuestros políticos actuales, sobre todo en el Norte Global, no podrán afirmar que hicieron todo lo posible al reconocer a Palestina si esta está ocupada en su totalidad por Israel y totalmente anexada. Incluso para estos políticos, de los que se espera tan poco, tal inacción expondrá un nuevo punto crítico de cobardía moral y pondrá el último clavo en el ataúd del derecho internacional.

Como activistas, somos muy conscientes del peligro de desviarnos, aunque sea por un segundo, de la misión de detener el genocidio. El reconocimiento no va a detener el genocidio, por lo que lo que estamos haciendo y lo que planeamos hacer para salvar a Gaza no se verá afectado por los discursos y declaraciones en la ONU en septiembre de 2025. Nuestra manifestación en Londres este octubre --que esperamos que convoque al millón de personas-- es igual de importante, o incluso más. La huelga general italiana en apoyo a la flotilla Sumud es igual de importante, o incluso más.

Pero también nos recuerda que debemos estar alerta y ser muy desconfiados cuando Francia y sus aliados hablan del «día después». Hay una sensación de déjà vu que remite al histrionismo que acompañó la firma de los Acuerdos de Oslo hace precisamente 32 años. Esto podría convertirse peligrosamente en otra farsa de paz que sustituya una forma de colonialismo por otra, más aceptable para Occidente.

Todo esto quedó claro en el discurso del presidente francés, Emmanuel Macron. La primera parte de su discurso reiteró el compromiso de Francia con Israel y su aversión a Hamás (el partido más votado en las últimas elecciones en toda Palestina). La segunda parte advirtió a los palestinos que solo la Autoridad Palestina los representaría y que el Estado palestino sería desmilitarizado. No mencionó el genocidio ni las sanciones contra Israel, lo cual no sorprende.

Macron es un político derechista, egocéntrico y sin coraje moral, pero es consciente de que el 70% de su pueblo está descontento con su política hacia Palestina. Afirmar que un bantustán de la Autoridad Palestina es lo que la gente desea --ya sea en Francia, Palestina o en cualquier otro lugar-- demuestra una vez más el desapego de tantos políticos europeos a la realidad.

Así que no es aquí donde reside la importancia del reconocimiento. Es un arma de doble filo. En mi opinión, la mejor estrategia para nosotros en el movimiento de solidaridad es argumentar e insistir --mediante el activismo y la investigación-- en que Palestina es el país que se extiende desde el río hasta el mar, y que los palestinos son todos los que viven en la Palestina histórica y los expulsados de ella. Son ellos quienes decidirán el futuro de su patria.

Y más importante que cualquier otra cosa, debemos insistir en que mientras el sionismo domine ideológicamente la realidad de la Palestina histórica, no habrá autodeterminación, libertad ni liberación palestina.

The Palestine Chronicle / finlandiaestacion.com

 

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