En unos comicios atípico, desdoblado por primera vez desde 1983, la gente le dio el triunfo al peronismo (47% contra 33%). Una victoria que no obtenía desde 2005 en territorio bonaerense.
Fue una catástrofe para el gobierno. Y una victoria peronista sin duda facilitada por los indicios de bancarrota del oficialismo y por corrientes que vinieron desde abajo, no de la cúpula opositora.
Escribimos que La Libertad Avanza (LLA) les dio el triunfo a sus adversarios porque en gran parte el gobierno se derrotó a sí mismo. Imbuido de su pretensión mesiánica, creyó durante su primer año y medio de gestión que era invulnerable. Comenzó a paralizarse cuando se hizo evidente desde hace algunas semanas que los golpes le entraban, que podía sufrir la adversidad como cualquier otra gestión.
Llegado el momento en que los audios famosos [donde se confirma que la hermana de Milei recibe el 3% de los gastos en salud del Estado] lo echaron de cabeza en un escándalo de corrupción, la atonía fue total durante unos días de silencio casi absoluto. Para luego entrar en la lógica del disparate, incluida la delirante denuncia de un complot internacional en el que habrían participado rusos y venezolanos empeñados en que los “kucas” [kirchneristas] alcanzaran el triunfo frente al “mejor gobierno de la historia”.
La economía y sobre todo lo social
Mientras la soberbia permanente perdía vuelo el poder ejecutivo iba perdiendo el control de la economía junto con el de la calle.
Sobre lo primero ya se ha hablado y escrito hasta el cansancio. Desde el “todo marcha de acuerdo al plan” que se pretendía a prueba de balas, el poder ejecutivo pasó a correr de atrás frente ante las consecuencias del parate cada vez mayor en el consumo y en muchas ramas de la producción.
Los “inversores” comenzaron a evidenciar su desconfianza comprando dólares cuando el gobierno quería que vendieran. Los tenedores de bonos aflojaron la mano con la que sostienen a la actual gestión y el riesgo país pegó una suba considerable que acompañó a la de la divisa estadounidense. Mientras que eran cada vez más los economistas de la ortodoxia que repudiaban las incoherencias de la política económica y los manotazos de ahogado.
No hay que olvidar que son todas manifestaciones en torno a una gestión económica muy endeudada y sin dólares. Dato estructural que lo ha llevado a tener enfrentamientos parciales hasta con las entidades bancarias y grupos inversores. En los papeles, sus aliados de fierro.
El ministro de economía, Luis Caputo, y el gurú de la escuela austríaca en la presidencia no atinaron a nada eficaz. Todo empezaba a marchar en total desacuerdo con el plan. No faltaron las voces poderosas que exhortaban a “recalibrar” la política económica cualquiera fuese el resultado de estas elecciones. El que finalmente fue peor que el que indicaban las predicciones más pesimistas para la suerte del oficialismo.
Nada de lo anterior termina de entenderse si no se le da su debida dimensión a la protesta social en crecimiento. Dispersa, muchas veces sin el acompañamiento masivo necesario, las voces se alzaron cada vez con más fuerza desde el espacio público. En el país donde un núcleo de madres se le plantaron a la peor de las dictaduras ahora las voces se elevaron apoyadas en bastones o albergadas por sillas de ruedas.
Los jubilados y discapacitados marcaron el camino de las protestas callejeras. Respondieron y responden a la agresión despiadada contra sus necesidades más elementales. Por esa misma senda fueron los trabajadores del hospital Garrahan, que sensibilizaron a buena parte de la sociedad en torno a la defensa de la salud pública. En las fábricas que cierran o amenazan hacerlo se sucedieron las manifestaciones y las huelgas, incluidas varias en territorio bonaerense.
Esos sonoros reclamos tuvieron todo que ver con que el congreso empezara a aprobar leyes que iban de frente contra los deseos del gobierno. Comenzaron por las que pretenden al menos mitigar los padecimientos de jubilados, discapacitados y niñes enfermes. Le agregaron el financiamiento universitario, que fue motivo de manifestaciones masivas desde mucho antes.
Para cualquiera que no esté hipnotizado por la política de pasillos y despachos es más que evidente que el poder legislativo fue al compás de las voces de la calle, aun utilizándolas en muchos casos como pretexto, para dar una oportuna voltereta desde el sostenido respaldo al gobierno que apoyaban hasta ayer. Jugaron su papel el ahorcamiento fiscal de las cúpulas provinciales y la postergación en las nóminas electorales de buena parte de quienes eran cuasioficialistas hasta hace minutos. Pero no se entiende el conjunto si no se sopesa el impacto de los reclamos sociales sobre el ánimo de los señores “representantes del pueblo”.
Los ganadores, el ganador
Puede afirmarse que, hasta cierto punto, el peronismo con el gobernador Axel Kicillof a la cabeza se encontró con un triunfo más que contundente. Sí, más que obtenerlo por méritos propios, se lo dejaron servido el descontento social y los desatinos del oficialismo. La campaña de Fuerza Patria [nombre con el que compitieron] se centró en las consignas del tipo “hay que frenar a Milei”.
Vaya si lo han conseguido, por lo menos en términos electorales. Incluso con su líder presa, azotados por las diferencias internas irresueltas. Hasta algunos se permitieron atacar a la gestión provincial en medio de la temporada electoral.
Insistimos, debería abrirse paso una conclusión irrebatible. Una que los grandes medios y los políticos del sistema se encargarán de ocultar o minimizar. Han sido los pobres; los vulnerables, los avasallados de una sociedad que para nada está dormida quienes pavimentaron con su salida a las calles el camino hacia este desastre electoral de los portadores del ideario reaccionario.
Desde hoy mismo es probable que se asista a una potencia mayor de todos los reclamos, sin esperar a una nueva derrota gubernamental en octubre [elecciones a diputados y senadores nacionales]. Ya a nadie le pasará inadvertido que el experimento de La Libertad Avanza está acorralado.
El oscuro encanto del presidente y sus seguidores está roto. La luminosa magia del pueblo argentino tiene el camino abierto una vez más. Articulación, unidad, masividad pueden no ser sólo fervorosa esperanza sino realización inmediata.
Por el lado de la izquierda, la votación del Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U, trotskista) merecerá sin duda análisis pormenorizados mucho más ricos del que podemos hacer acá.
Una constatación es que la izquierda sigue con dificultades para superar un espacio electoral en torno al 5% de los sufragios emitidos.
huelladelsur.ar