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Estado español :: 11/08/2025

¿Qué le ocurre a la izquierda con el islam?

Javier Guijarro
La (centro)izquierda, al abrazar el liberalismo y la multiculturalidad, ha renunciado al laicismo combativo y a la defensa inquebrantable de la igualdad entre hombres y mujeres

En los últimos años, la izquierda española se encuentra atrapada en una contradicción ideológica que la ha llevado a un estado de parálisis cuando se trata de abordar el islam y sus implicaciones en la sociedad. Este fenómeno no es casual, sino el resultado de una serie de dinámicas propias de la sociedad posmoderna capitalista, que han transformado profundamente el carácter y los principios de la izquierda tradicional.

Uno de los principales problemas es el miedo a ser acusada de islamofobia o racismo. Este temor, profundamente arraigado, ha generado una izquierda acomplejada que evita cualquier crítica o debate serio sobre el islam y su impacto en la sociedad. En lugar de fomentar un análisis crítico, la izquierda sistémica ha abrazado una narrativa de multiculturalidad que, si bien se presenta como progresista, termina debilitando los valores de cohesión social, integración y defensa de la cultura autóctona.

Esta postura no solo renuncia a la promoción de una integración efectiva de las comunidades inmigrantes, sino que también ignora las tensiones que surgen cuando prácticas culturales o religiosas chocan con los principios de igualdad y laicismo que históricamente han definido a la izquierda.

La raíz de este problema está en la adopción acrítica del liberalismo por parte de la izquierda. Bajo el paraguas del liberalismo, se ha promovido la ruptura de los elementos colectivos que generaban cohesión social: la familia, la cultura, los sindicatos y los partidos de clase. Al renunciar a su proyecto transformador y abrazar el pack ideológico hegemónico, la izquierda ha perdido su esencia. Antes, se caracterizaba por un laicismo combativo y una defensa inquebrantable de la igualdad entre hombres y mujeres. Hoy, sin embargo, tolera prácticas como el uso del velo o ciertas costumbres que, en muchos casos, atentan contra la dignidad y la emancipación de la mujer, todo en nombre de una supuesta diversidad multicultural.

Esta 'trampa de la diversidad' ha dinamitado el ideal de progreso que la izquierda solía encarnar. En lugar de avanzar hacia una sociedad más igualitaria y cohesionada, se fomenta una masa desideologizada, moldeable y vulnerable a la propaganda posmoderna. La izquierda, al rehuir el conflicto y evitar posicionarse sobre temas tabú como la inmigración o el islam, se ha convertido en una fuerza reactiva que solo responde a las iniciativas de la derecha, sin proponer un proyecto propio.

Cualquier voz crítica que surja, ya sea desde dentro o fuera de sus filas, es rápidamente catalogada como 'discurso de odio' o asociada a la extrema derecha, lo que ha eliminado cualquier posibilidad de debate honesto. Esta izquierda cobarde y acomodada ha renunciado a su capacidad de liderazgo ideológico. Al no confrontar las contradicciones del multiculturalismo liberal, no solo ha perdido su identidad, sino que está abonando el terreno para el ascenso de la derecha radical.

Mientras la izquierda sistémica sigue atrapada en sus complejos, la derecha aprovecha el vacío para capitalizar el descontento social, presentándose como la única fuerza dispuesta a abordar los problemas que la izquierda ignora.

Es hora de que la izquierda recupere su valentía y su compromiso con los valores de progreso, igualdad y laicismo. Solo a través de un debate abierto, sin miedo a las etiquetas, podrá reconstruir una base ideológica sólida y volver a conectar con la clase trabajadora y con una sociedad que, cada vez más, se siente abandonada por quienes deberían representarla. De lo contrario, el avance de la derecha radical no será una sorpresa, sino la consecuencia lógica de una izquierda que ha olvidado quién es.

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