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Bolivia :: 10/10/2012

Estados Unidos y el asesinato del Che

Adys Cupull y Froilán González
A las once de la noche del 8 de octubre de 1967, el presidente boliviano recibió un mensaje desde Washington, donde indicaron que el Che debía ser eliminado

Han pasado cuarenta y cinco años del asesinato del comandante Ernesto Che Guevara, del peruano Juan Pablo Chang-Navarro Lébano, el Chino, el boliviano Simeón Cuba Sanabria, Willy, la muerte a causa de graves heridas en el combate de la Quebrada del Yuro del cubano Alberto Fernández Montes de Oca, Pacho o Pachungo, y del traslado de los cadáveres de los cubanos René Martínez Tamayo, Arturo, Orlando Pantoja Tamayo, Antonio u Olo, y del boliviano Aniceto Reynaga Gordillo, Aniceto, pero informaciones obtenidas por su hermano Modesto aclaran que fue herido en la Quebrada del Yuro y asesinado en La Higuera el día 9 de octubre.

Cometido el crimen y ante la repulsa mundial, el gobierno de Estados Unidos y la CIA, su aparato de manipulación y sus incondicionales servidores han tratado de hacerles creer a la opinión pública que fue una decisión de los militares bolivianos y que ellos nada tuvieron que ver con el crimen.

Las investigaciones históricas demuestran que el 8 de octubre de 1967 en la ciudad de La Paz, aproximadamente a las seis de la tarde, se efectuó una reunión entre los generales René Barrientos, Alfredo Ovando y Juan José Torres, con el propósito de analizar los mensajes recibidos desde La Higuera y Vallegrande; ellos no sabían qué hacer y no se tomó ninguna decisión. Solo se evaluaron los acontecimientos y las informaciones obtenidas hasta ese momento y solicitaron que las mismas se ampliaran, así como conocer nuevos detalles de lo que estaba pasando.

Barrientos se dirigió a la residencia del embajador norteamericano y desde allí se comunicaron con Washington. A las nueve de la noche fue interrumpido para entregarle un mensaje desde Vallegrande, donde le solicitaron instrucciones de cómo proceder con los prisioneros, pero él no tenía aún decidido qué hacer y la respuesta fue que debían mantenerlos vivos hasta esperar nuevas instrucciones.

Aproximadamente a las once de la noche, el presidente boliviano, a través de Douglas Henderson, embajador norteamericano en Bolivia, recibió un mensaje desde Washington, donde indicaron que el Che debía ser eliminado.

La decisión de asesinar al Che estaba tomada en Washington desde 1960. Después del fracaso de la invasión por Playa Girón, asumió la jefatura de la CIA Richard Helms, quien continuó el Proyecto Cuba, que contemplaba el asesinato de Fidel, Raúl y el Che, y la imposición, mediante la fuerza militar, de un gobierno en La Habana afín con los intereses de Estados Unidos. Ellos aseguraban, sistemáticamente, que la Revolución Cubana sería derrotada en cuestión de meses. Dentro de sus planes se propusieron eliminar a sus principales líderes.

En 1962 se creó en Washington un grupo especial ampliado, integrado por George Mc Bundy, asesor presidencial sobre Seguridad Nacional; Alexis Johnson, por el Departamento de Estado; Roswell Gillpatrick, por el Pentágono; John Mc Cone, por la CIA, y Lyman Lemnitzer, por el Estado Mayor Conjunto. Todos tenían la misión de dar cumplimiento al Proyecto Cuba.

El 19 de enero de 1962 se reunieron en las oficinas del Secretario de Justicia norteamericano, donde se les informó que el asunto de Cuba tenía la primera prioridad para el gobierno de Estados Unidos y debía resolverse sin economizar tiempo, dinero, esfuerzo ni recursos humanos.

En el encuentro también se aprobaron varias acciones encaminadas a destruir la Revolución Cubana y, en especial, la eliminación física de sus dirigentes.

Por ello, cuando se recibió en la capital norteamericana la información de que el comandante Ernesto Che Guevara se encontraba prisionero y herido en la escuelita de La Higuera, no fue necesario discutirlo. La CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono y el Presidente norteamericano tenían tomada la decisión desde mucho antes.

La decisión de eliminar a Fidel Castro, Raúl Castro, Ernesto Guevara y otros dirigentes de la Revolución Cubana fue adoptada durante el mandato del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower, y se mantuvo en los planes de la CIA durante las administraciones de John F. Kennedy (1961 a 1963) y su sucesor Lyndon B. Johnson (1963 a 1969). La participación de la CIA en planes y asesinatos políticos de dirigentes extranjeros fue reconocida en la investigación congresional encabezada por el senador Frank Church en 1975.

Ninguna persona sensata puede creer que si el gobierno de los Estados Unidos, la embajada norteamericana en La Paz o la CIA querían al Che vivo para interrogarlo, llevarlo a una base militar en Panamá o lo que estimaran conveniente, como sostienen desde 1997, alguien en Bolivia se hubiera atrevido a matarlo.

Pensar que fue una decisión enteramente boliviana es desconocer la realidad del país andino en aquellos años y el papel de la CIA y de la embajada de Estados Unidos en los países de América Latina. Es como decir que la Operación Cóndor es una ficción y que Estados Unidos no tiene nada que ver con los crímenes, secuestros, desaparecidos y torturados en esa etapa de la historia de América Latina. Sería como afirmar dentro de 20 años que la invasión, los crímenes y torturas en Afganistán, Iraq, Libia, Palestina o en la ilegal Base Naval de Guantánamo es un invento de los revolucionarios y fue decisión de los militares locales, sin que Washington tuviera participación. Es como sostener que las cárceles secretas de la CIA o los vuelos con prisioneros utilizando aeropuertos europeos es una falsedad.

El Che y los asesinados en La Higuera no fueron una excepción en la ola de represión, crímenes y desaparecidos que se vivieron en esos años y constituye un deber ético señalar a los culpables, cómplices, encubridores, manipuladores, tergiversadores y justificadores. (...)

Museo Ernesto Che Guevara. Extractado por La Haine

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dL3X