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Mundo :: 28/11/2012

Perú: El síndrome de Sendero Luminoso y el Movadef

Luis Arce Borja
La satanización del Movadef se relaciona con las pretensiones de Ollanta Humala de borrar la memoria histórica. "Ley del negacionismo" concebida por los militares

El gobierno peruano, “la izquierda legal” y todos los partidos oficiales han organizando un “frente común” contra el Movimiento por la Amnistía y Derecho Fundamentales (Movadef). Esta campaña señala que este grupo es una amenaza y que actúa como infiltrado en el sistema “democrático”. Lo acusan de apologista del terrorismo, de seguir las consignas de Abimael Guzmán y que todas sus contorsiones electoralistas son solo para encubrir sus planes de volver a la lucha armada.

Al inicio la mutación de Sendero Luminoso en un Movadef pacifista y electoral no causó mucho revuelo en el gallinero político peruano. Al contrario, los grupos de poder y sus partidos se sintieron satisfechos que sus antiguos implacables enemigos, ahora arrastrándose a sus pies se insertaban en el sistema que habían amenazado destruir. La cosa se puso seria cuando el Movadef logró recolectar 300 mil firmas para ser reconocidos como organización oficial por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Esto no fue perdonado y el JNE, junto con no aceptar la legalización, acusó falsamente al Movadef de haber falsificado las firmas. Las 300 mil firmas como cifra absoluta puede resultar bastante, pero es relativo si se toma en cuenta que Perú tiene más de 19 millones de votantes.

El pánico en las filas del oficialismo fue que tras ese paquete de firmas había jóvenes y adultos. Que en lugar de sentir terror de la historia de la lucha armada que se desarrolló entre 1980 y el 2000 veían con simpatías el pasado guerrillero de Sendero Luminoso y del Movadef. Con este grupo se repite la historia de guerrilleros o falsos marxistas-leninistas que sacan ganancias electorales gracias a la campaña y satanización que les hace el mismo gobierno. De esta manera capituladores, traficantes y hasta traidores aprovechan la aureola de antiguos luchadores sociales para entronizarse en el sistema parlamentario y después acabar como la quinta columna de los grupos de poder.

Si las 300 mil firmas fueron el detonador para el griterío contra el Movadef, no es el problema fundamental. Este problema hay que analizarlo en el marco de la decadencia del sistema político peruano. Hay que tomar en cuenta que los gobernantes de este país, los actuales y los anteriores, son extremadamente mediocres. Su visión del mundo, si es que tienen alguna, proviene de ideas envejecidas y reaccionarias que la misma burguesía europea dejó de lado hace más de medio siglo. Son anticomunistas primarios y están sometidos a las fuerzas militares, que constituyen el verdadero poder en este país.

La orientación teórica que reciben los militares peruanos no sirve ni siquiera para hacer la diferencia entre izquierda y derecha o entre el marxismo y cualquier invento como el “pensamiento Gonzalo”. Por eso se verá que es corriente en Perú calificar a Javier Diez Canseco o Alberto Moreno de Patria Roja como si se tratara de “comunistas”, cuando en realidad ellos hacen parte de la contrarrevolución en Perú. Mientras que en otros países latinoamericanos los ex guerrilleros se han reciclado con “éxito” en el parlamento, en los negocios, en la corrupción, y hasta en el gobierno, en Perú no se acepta a los ex partidarios de la lucha armada, no importa que éstos hayan capitulado y arrepentido.

La razón más importante para la satanización del Movadef se relaciona con las pretensiones del gobierno del militar Ollanta Humala de borrar la memoria histórica del Perú. Este proyecto ha sido concebido por los militares y se llama “Ley del negacionismo”. Con esta “ley” se intenta reescribir la historia social y política que abarca el periodo de 1980 hasta el año 2000. Esto significa, transgredir la realidad y bajo esta forma presentar lucha armada que dirigió Sendero Luminoso (SL) no como una guerra de clases, sino mas bien como una acción terrorista y demencial que se desarrolló al margen del pueblo y los trabajadores.

Se intenta ocultar que la lucha armada de 1980-2000, al margen de sus desviaciones ideológicas (causa fundamental para la capitulación y derrota), casi se trae abajo al Estado y creo pánico en el seno de las fuerzas armadas y policiales. Esta lucha de carácter popular puso en evidencia la extrema fragilidad del Estado y sobre todo mostró que las masas pobres organizadas y armadas son fuerzas incontenibles. Superiores a cualquier ejército de los grupos de poder. Lo principal que quiere hacer olvidar el gobierno es que esta guerra de clases contó con la simpatía y apoyo de miles de campesinos, estudiantes, trabajadores y pobladores. Una guerra como la que se desenvolvió en Perú, no se sostiene 20 años sin el concurso y participación de los pobres. La lucha armada no se extiende a todo el país sin bases de apoyo revolucionarias. El pánico del gobierno es la resonancia de la guerra popular y que ella sirva de precedente histórico en las luchas que emprenderán las futuras generaciones del país.

El interés de sepultar la historia de la guerra popular no solo es del gobierno y los militares. La izquierda oficial tiene también sus propias razones. Fue la guerra popular de Sendero Luminoso lo que puso en evidencia que los grupos y partidos de la izquierda (oficial) llamados marxistas-leninistas y revolucionarios eran simplemente traficantes políticos que se infiltraban en el seno de las masas para impedir cualquier manifestación y rebelión contra el Estado y el sistema. La lucha guerrillera dejó en claro que lo que se llama izquierda en Perú, era solamente una combinación de lideres ambiciosos y arribistas que usaban a las masas para lograr dádivas del gobierno de turno y del imperialismo. Fue por ello que esta “izquierda” desde 1980 se puso en primera fila para colaborar y participar en los planes contrainsurgentes del ejército y de los gobiernos de turno.

Rehacer la historia de la lucha social significa cambiar el rol de los personajes. Los criminales devienen héroes, las victimas se convierten en victimarios, y los guerrilleros se trasforman en terroristas y demenciales enemigos de la democracia y la libertad. Trasformar significa que solo debe quedar en el recuerdo del pueblo, el temor y la pesadilla de la lucha armada. De esta forma, una rebelión que se sostuvo dos décadas en plenos combates con militares, policías y paramilitares, que de no haber mediado la capitulación, pudo lograr su cometido histórico, se convierte en algo horroroso que hay que masacrar en el recuerdo.

El temor y pánico a la historia no es nuevo en Perú. Antes de Ollanta Humala fue utilizado por los colonialistas españoles durante la rebelión indígena tupacamarista. El 18 de mayo de 1781 Tupac Amaru, ya capturado fue amarrado a cuatro caballos que tiraron de él hasta descuartizarlo. Toda su familia, incluida su esposa e hijos fueron asesinados brutalmente. Después de su ejecución todos los virreinatos de América Latina prohibieron y declararon fuera de la ley el nombre de Tupac Amaru. Se pagaba con la vida si alguien osaba mencionarlo. Si alguien podía referirse a la rebelión indígena, solo debía hacerlo para decir que Tupac Amaru y los campesinos que lo sostuvieron fueron asesinos y criminales. Así pretendieron los españoles detener el curso de la historia y el fin de la dominación española. El resultado fue la derrota del colonialismo en América. Esperamos que así ocurra ahora en Perú.

El Movadef no es ninguna amenaza para el sistema político peruanos, ni tampoco es un infiltrado en lo que se llama “democracia” peruana. Su actuación política es consciente y esta relacionada a la capitulación de Sendero Luminoso. Por ello sus planteamientos reformistas sirven a los grupos de poder y a los partidos corrompidos del Perú. Avala la corrupción política y concilia hasta con Keiko Fujimori cuando en su exigencia de amnistía general incluye al criminal Alberto Fujimori. En las últimas elecciones presidenciales apoyó la candidatura electoral del militar Ollanta Humala y con ello facilitó la entronización de un régimen reaccionario y pro imperialista. En el campo sindical se ha unido a “Patria Roja”, uno de los grupos mas nefastos de la “izquierda” legal de este país, y bastante responsable de la crisis sindical en Perú. Ningún grupo que pretenda iniciar o reiniciar la lucha armada, como señala la propaganda del gobierno, se incrusta en el aparato electoral corrompido. Ningún grupo político que pretenda cambios revolucionarios le miente a las masas con falsas promesas electorales y los conduce como carneros a votar por candidatos de los grupos de poder.

Cuando un partido político capitula y traiciona la lucha armada, como es el caso de Sendero Luminoso, matriz del Movadef, lo hace convencido de su giro hacia la derecha y de su renuncia a la lucha armada. Por ello los voceros del Movadef han expresado su arrepentimiento de la guerra popular, señalando que “esa guerra nunca debió ocurrir”. “Hoy no corresponde lucha armada sino lucha política”, dice el Movadef. Alfredo Crespo vocero de este grupo ha dicho que este movimiento ha sido “creado para participar en elecciones. Nosotros queremos participar y tener representantes en los gobiernos regionales, municipales, en elecciones generales. Para eso hemos nacido……”. Dentro de ello, dice Crespo, queremos una “reconciliación y una amnistía general para civiles, militares y policías...” (1).


Nota: (1). Alfredo Crespo, subsecretario de Movadef, abogado de Abimael Guzmán, Entrevista de la 'Revista Quehacer', Lima Perú.

La Haine

 

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