En una movida que dice mucho acerca de la irracionalidad e improvisación que prevalecen en estos días en la Casa Blanca, Trump ordenó bombardear tres instalaciones subterráneas donde supuestamente Irán estaba a punto de producir su bomba atómica. Esta deplorable decisión confirma la tesis de Jeffrey Sachs que sostiene que la política exterior de EEUU hacia Medio Oriente no la hace la Casa Blanca sino Tel Aviv. EEUU es el matón descerebrado y brutal que hace lo que el régimen de Israel le ordena, aunque -como comentan los principales analistas del establishment de política exterior de EEUU-, esa movida vaya en detrimento de los intereses a largo plazo de la declinante superpotencia.
Son varias las hipótesis que podrían formularse para comprender esta nefasta conducta.
Una: la extraordinaria gravitación del 'lobby' sionista dentro de EEUU, en las más diversas áreas de la economía, la sociedad y la cultura de ese país, desde Wall Street en la costa este hasta Hollywood en la costa oeste.
Dos, la articulación entre el complejo militar industrial, que siempre necesita guerras para vender sus productos, y la dirigencia política estadounidense. Sin guerras no hay ganancias, y los políticos estadounidenses no pueden financiar sus costosísimas campañas políticas sin las donaciones de las multimillonarias oligarquías empresariales.
Tres, una decisión que Trump tuvo que tomar a pesar suyo a pedido de su amigo Netanyahu para abrir una vía diplomática porque la famosa Cúpula de Hierro de Israel no era tan inexpugnable como decía la propaganda oficial y los misiles lanzados por Irán estaban produciendo inesperados estragos en varias ciudades de Israel como Tel Aviv, el puerto de Haifa y otras más.
Podría conjeturarse que los sabuesos del Mossad conocen al dedillo la historia secreta de Trump y que como lo dijera Elon Musk, hay filmaciones sobre la participación del millonario neoyorquino en las picantes fiestitas que organizaba el multimillonario Jeffrey Epstein con un grupo selecto de adolescentes, todo lo cual lo torna muy vulnerable a los chantajes. Nótese que Epstein fue acusado de pedofilia y comisión de delitos sexuales varias ocasiones. Condenado, lo enviaron a la cárcel en Julio del 2019, con tan mala suerte que un mes después, el 10 de agosto, se informó que se había suicidado ahorcándose en su celda del hipervigilado Centro Correccional Metropolitano en Manhattan. Hasta el día de hoy los forenses alegan que no pueden certificar la causa de su muerte porque parece que lo ayudaron a suicidarse.
Esta suma de circunstancias deja a Trump como una fácil víctima de un chantaje, y dado que tanto él como “Bibi” Netanyahu son dos gangsters para los cuales la extorsión es moneda corriente, es probable que éste le haya solicitado al inquilino de la Casa Blanca un favor “que no podía rechazar”: destruir las instalaciones nucleares subterráneas de Irán, y éste accedió. Aunque no lo logró.
Puede haber otras hipótesis, pero el daño ya está hecho. Lo que ningún observador serio se atreve a decir es el alcance que realmente tuvieron estos ataques. ¿Se sabe a ciencia cierta que realmente llegaron hasta el fondo de las cavernas donde los científicos y técnicos trabajan en la elaboración del arsenal nuclear iraní y lo hicieron estallar? En tal caso, ¿el daño fue total o parcial? Aún más: ¿las famosas bombas antibúnker dieron en el blanco o si lo hicieron no llegaron a perforar una montaña de puro granito?
En todo caso, el sólo ataque abre un período de enorme incertidumbre en la política internacional. En la edición digital del 22 de junio del 'Foreign Affairs' uno de los mayores expertos en temas de Medio Oriente de EEUU, Ilan Goldenberg, se pregunta qué viene después de los bombardeos, y su respuesta es que -sin descartar una imprevista capitulación de Teherán- lo más probable será que “EEUU sea vea involucrado más profundamente en la guerra con consecuencias profundamente negativas.” Goldenberg cita las varias formas de respuesta a las que podría acudir Irán y le resta credibilidad a la hipótesis que la incursión de ayer podría producir un “cambio de régimen” y el derrumbe de la república islámica en Irán. Lo más probable será el endurecimiento de su gobierno y la aceleración en la carrera hacia la paridad nuclear con Israel, porque ahora el gobierno iraní hará lo mismo que Israel y no aceptará las periódicas inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica.
Otro analista internacional estadounidense, Andrew Miller, publica en la edición anterior a la del día del bombardeo, que el historial de las intervenciones recientes de Washington en Medio Oriente es “un caso de estudio de catástrofes en materia de política exterior”. Irak es el ejemplo más extremo, pero los fracasos sufridos en Afganistán, Libia, Yemen y Somalia también deben inscribirse en la historia de los grandes fiascos de Washington. Pese a ello sobrevive en la Casa Blanca y su entorno la absurda creencia de que un bombardeo aéreo puede conseguir una victoria estratégica y no tan sólo táctica. Aquélla requiere la presencia de tropas en el terreno y que controlen el territorio agredido, cosa que muy difícilmente podría garantizar EEUU en este momento, y mucho menos Israel.
Según Miller, prevalece en Washington una creencia ingenua de que una victoria táctica en el terreno militar se traducirá linealmente en una derrota política y que el gobierno que suceda al derrocado será mejor, o más amigable con Washington, que su predecesor. Tanto Netanyahu como Trump han dicho que la eliminación del ayatola Alí Jamenei pondría súbito fin a la guerra y allanaría el camino para un acuerdo diplomático, lo cual es un error de mayúsculas proporciones.
Para concluir, con sus ataques tanto Israel como EEUU ratifican su condición de “estados canallas”, violatorios de la legalidad internacional y de la Carta de la ONU, lo cual los convierte en agentes moralmente descalificados y desprestigiados en su pretensión de ser los heraldos de la lucha contra el “terrorismo internacional” o del difunto “orden mundial basado en reglas.”
Segundo, la agresión “preventiva” de Tel Aviv contra Irán, que no tiene las armas nucleares que sí tiene Israel, y el bombardeo estadounidense, acelerarán la carrera armamentista de muchos países del Sur Global. Como anota con razón Vijay Prashad, Irán fue atacado “no porque disponía sino porque carecía de armamento nuclear”, como sí tiene Corea del Norte y nadie se atreve a atacarla.
Tercero, lo más elemental: ¿cómo sostener desde una teoría de la justicia y el derecho internacionales que un país, Israel, pueda tener armas de destrucción masiva y sus vecinos no? ¿Qué clase de orden mundial puede construirse sobre tamaña asimetría que consagra la brutalidad de la ley del más fuerte?
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