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Europa :: 21/06/2025

El riesgo de la política europea en el Báltico

Anatol Lieven
La UE está jugando con fuego con los petroleros rusos, con consecuencias potencialmente catastróficas. A partir del 1 de julio, incluso Suecia dispuesta a jugar a la ruleta rusa

Las últimas medidas de la Unión Europea (como parte de su décimo-séptimo paquete de sanciones contra Rusia declarado en mayo) para atacar mucho más intensamente a la llamada «flota en la sombra» rusa de petroleros y otros buques, ilustran el peligro de que, mientras continúe la guerra de Ucrania, también lo hará el riesgo de que se produzca un incidente que lleve a la OTAN y a la UE a un enfrentamiento militar directo con Rusia.

Las sanciones de la UE implican prohibiciones de acceso a los puertos, aguas nacionales y zonas económicas marítimas de los Estados de la UE. Los buques que entren en esas aguas corren el riesgo de ser incautados y confiscados. No parece que se consultara a Washington sobre esta decisión, a pesar de los riesgos evidentes para EEUU.

Como parte de esta estrategia, el 15 de mayo una patrullera estoniana intentó detener e inspeccionar un petrolero en el Golfo de Finlandia. Rusia envió un caza que sobrevoló el buque ruso (que supuestamente había invadido brevemente aguas estonianas), y los estonianos se echaron atrás... esta vez. En enero, la marina alemana apresó en el Báltico un petrolero de bandera panameña, el Eventin, después de que sus motores fallaran y se adentrara en aguas territoriales alemanas.

Ahora Suecia ha anunciado que a partir del 1 de julio su armada detendrá, inspeccionará y potencialmente incautará todos los buques sospechosos que transiten por su zona económica exclusiva, y está desplegando la fuerza aérea sueca para respaldar esta amenaza. Dado que las zonas económicas marítimas combinadas de Suecia y los tres Estados bálticos abarcan todo el centro del mar Báltico, esto equivale a una amenaza virtual de cortar todo el comercio ruso que sale de Rusia a través del Báltico, lo que supondría un golpe económico muy serio para Moscú.

También amenazaría con cortar el acceso marítimo a Rusia del exclave ruso de Kaliningrado, rodeado por Polonia.

Este es el tipo de acción que tradicionalmente ha llevado a la guerra. La suposición sueca parece ser que la armada y la fuerza aérea rusas en el Báltico son ahora tan débiles -y están tan rodeadas por territorio de la OTAN- que no hay nada que Moscú pueda hacer al respecto. Sin embargo, es muy poco probable que los suecos den este paso a menos que también crean que, en caso de enfrentamiento, Washington saldrá en defensa de Suecia -a pesar de que las decisiones de la UE y de Suecia se tomaron sin la aprobación de EEUU y no están estrictamente cubiertas por el compromiso del Artículo 5 de la OTAN.

Y a pesar de todo el lenguaje histérico acerca de que Rusia está «en guerra» con los países de la OTAN, estas medidas de la UE y Suecia también se basan en la suposición de que Rusia no perderá los estribos y no reaccionará con la fuerza militar. Sin embargo, los responsables políticos europeos podrían reflexionar sobre varias cosas: por ejemplo: ¿Qué haría EEUU si barcos con carga estadounidense fueran interceptados por buques de guerra extranjeros? Sabemos perfectamente que EEUU haría volar por los aires a los buques de guerra en cuestión y declararía que lo había hecho en defensa de la sagrada norma de la libre navegación, que la UE también suscribe.

Los líderes de la UE, y los almirantes, también deberían pasar algún tiempo en las redes sociales rusas, y leer los incesantes ataques a la administración Putin por parte de los partidarios de la línea dura, que argumentan precisamente que Moscú ha sido demasiado blando y comedido en su respuesta a las provocaciones occidentales, y que esta moderación ha animado a Occidente a una escalada cada vez mayor. Estos partidarios de la línea dura (especialmente dentro de las fuerzas de seguridad) son, con mucho, la mayor amenaza política interna a la que se enfrenta Putin.

Es importante señalar a este respecto que las medidas para dañar la «flota en la sombra» de Rusia no se han limitado a las sanciones. En los últimos meses se han producido una serie de ataques a este tipo de buques en el Mediterráneo con minas lapa y otros artefactos explosivos, hechos que han sido ignorados o desviados por los medios occidentales.

En diciembre de 2024, el carguero ruso Ursa Major se hundió frente a las costas de Libia tras una explosión en la que murieron dos tripulantes. El titular de Reuters que informaba de estos ataques era bastante característico: «Tres petroleros dañados por explosiones en el Mediterráneo en el último mes, causas desconocidas, según fuentes». Desconocidas, ¿en serio? ¿Quiénes creemos que fueron los probables autores? ¿Fuerzas especiales laosianas? ¿Marcianos? ¿Y qué están haciendo los gobiernos europeos para investigar estas causas?

Si los rusos hunden, en legítima defensa, un buque de guerra sueco o estoniano, Trump se enfrentará a una decisión terriblemente difícil sobre cómo responder a una crisis que no es de su propia elección: intervenir y arriesgarse a una guerra directa con Rusia, o mantenerse al margen y garantizar una profunda crisis con Europa. Por tanto, Trump haría bien y estaría en su pleno derecho de declarar públicamente que no respalda ni ayudará a imponer esta decisión.

Washington también necesita -por fin- prestar atención a lo que piensa el resto del mundo sobre todo esto. La abrumadora mayoría de los senadores que proponen imponer aranceles del 500% a cualquier país que compre energía rusa no se han dado cuenta, al parecer, de que uno de los dos países más importantes de esta categoría es la India, considerada ahora universalmente en Washington como un socio vital de EEUU en Asia. Y ahora los aliados europeos de EEUU cuentan con el apoyo de EEUU para apoderarse de los barcos que suministran esa energía a la India.

Trump también haría bien en advertir a los países europeos de que si esta estrategia conduce a enfrentamientos marítimos con Rusia, tendrán que asumir ellos mismos las consecuencias. Especialmente teniendo en cuenta el nuevo riesgo de guerra con Irán, lo último que Washington necesita ahora es un nuevo brote de tensión con Moscú que requiera importantes despliegues militares estadounidenses en Europa. Y lo último que necesita la economía mundial son medidas que puedan provocar un aumento aún mayor de los precios mundiales de la energía.

Los gobiernos y las instituciones europeas parecen haber perdido la capacidad de analizar las posibles consecuencias de sus acciones. Así que -no es la primera vez- EEUU tendrá que pensar por ellos.

rafaelpoch.com

 

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