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Pensamiento :: 04/02/2013

El año de los tiros

Maité Campillo
Que llena de saliva la boca del parásito a la vez que le ensalza el látigo. Que ofrenda de permisos vende-patrias les autodefinen a su vez como “patriotas”

En Huelva ondeaba la bandera británica, y, “La Compañía gobernaba España”. Este consorcio de empresas británicas era el mayor del mundo.

1888, el año de los tiros. . . y las puñaladas

Al norte de la Península Ibérica, en el año de los tiros, caían millones de copos blancos y en Huelva, al sur peninsular, los británicos acribillan a balazos a los obreros de las minas de Riotinto. Va cuajando la nieve al norte de la cordillera cantábrica, se expande coronando los Picos de Europa, quedan colapsados, y el manto de hielo va cubriendo las casas en Asturias, León, y Cantabria. Mientras la sangre de los mineros al sur, siembra calles y plazas. Bajo las órdenes del colono británico (igual de miserable y ruin que el colono español en las minas, de las que llegó a poner como nombre América Latina) se generalizan unas condiciones de vida más que lastimosas miserables con salarios de subsistencia increiblemente humillante. En su interior, perforó la entraña de la tierra, día y noche incesantemente la lenta combustión del mineral amenazaba con la muerte, arrojando a la atmósfera dióxido de azufre. En ese infierno, vivían y trabajaban cientos de mujeres hambrientas y niños. El sistema de calcinación del mineral se hacía al aire libre, la amenaza británica se cumplía, las teleras, eran letales. Amenazaban la densas nubes del humo venenoso contaminando sus vidas a borbotones la irrespirable atmósfera. . .

Enfermaba personas, destruía y asolaba el majestuoso y prospero paisaje, humilla cosechas, mata al ganado, riéndose hasta del propio cacique rural, parásito, que por igual quedaba afectado. Había que correr huyendo hacia la sierra. “La manta británica”, amenazaba con devorar todo menos al amo y sus intereses. Estrangulaba al unísono según asomaba, bloqueaba las gargantas paralizando el corazón, segaba la vida retorciendo la entraña del mar y la tierra dentro de los cuerpos mineros y campesinos. La retuerce hasta la asfixia y obligaba salir ligero como el viento a los seres, conscientes de la guadaña del imperio inglés de la muerte, a lo alto de las sierras cercanas buscando refugio mientras abajo, el valle poblado de barracones se cubría de negro miedo, de negro esperpento, de negro noche con colmillos de una bestia humana con forma de nube espesa, feroz, despiadada, hasta el más terrorífico escalofrío. Al otro extremo de la geografía. . .

Sobre el silencio cómplice de la noche se prolongaban los días blancos. Nevó durante semanas sobre valles y altas montañas alcanzando alturas de 2, 4, y 6 metros. La nieve dominaba sobre el conjunto de la naturaleza y demás seres del entorno. Se apoderaba de los poblados con crudeza inconsciente cayendo sobre ellos, como cuchillo hiriente su hoja fría, helando el aliento impregnado de vida. Mientras tanto, Huelva, la fronteriza con Portugal. La que divide río y mar. La protagonista que unió miseria y quebranto moría lentamente. Una guerra declarada al hambre sumó la lucha contra la contaminación ambiental que se ceba de forma alarmante en los niños, morían por decenas.

Los días de “manta británica” eran un infierno patente

La impotencia y la desesperación palpitaba al compás, les hacía correr a las escondidas como errantes de sus propias tierras. Sierra arriba sin mirar atrás hambrientos y sin aliento, sin consuelo, como sangre y cebolla. Veían el terror sobre los ojos de sus hijos y el vientre de las mujeres. La axfísia se transformaba en doble castigo a soportar. El amo colono era vilmente criminal en su instinto de avaricia, descontaba del salario los días de “manta” que él mismo imponía a la población aborigen. Copos de nieve y sangre de punta a punta se ceñían sobre los nadie. Copos y más copos, unos sobre los otros iban cayendo helando las calles, atravesando hogares, acercando al pobre lobo desolado, hambriento, a puntos cercanos a los poblados. Entre tanto “el lobo feroz británico”, en Huelva, seguía expandiendo a su antojo veneno mortífero sobre la población. Los efectos nocivos de las teleras abarcaban alrededor de unos 777 kilómetros cuadrados entorno a las minas, afectando unas

11. 000 propiedades.

El sábado 4 de febrero de 1888

La gente desesperada toma las calles como protesta, demandaban el fin de la calcinación al aire libre prohibida en Inglaterra 24 años antes. Percibir el salario completo los días de “manta”. Reducción de 12 a 9 horas de faena. Supresión del pago de una peseta para asistencia médica. Y, suspensión de las dos pesetas con 50 céntimos -descontados del jornal- si extraviaban sus libretas. Se cuenta que se dieron cita miles de personas. Que las calles rebosaban de entusiasmo en favor de una vida digna. Haciendo públicas las demandas, en un ambiente festivo, con bandas de música y pancartas reivindicativas en contra de la muerte por contaminación criminal y a favor de la vida:

¡¡Abajo los humos!!

¡¡Viva la agricultura!!

Una voz histórica resumió así los hechos:

“Cuando con más alegría y confianza se hallaban los manifestantes apiñados, en número superior a 12.000, en las estrechas calles adyacentes y plaza, mandaron retirar la caballería del sitio que ocupaba y acto seguido una descarga cerrada, inmensa, cuyos proyectiles barrieron aquella masa humana, puso en fuga desordenada a la multitud, que dejó en el suelo muchos cadáveres y heridos y se atropelló por las calles, lanzando gritos de pavor y de violenta ira. ¿Quién dio la orden de fuego? Hasta ahora no se sabe. ¿Fue el gobernador? ¿Fue el jefe militar? La soldadesca inconsciente, la máquina estúpida que obedece y mata, el soldado que dirige la boca del fusil al pueblo de donde salió y a donde volverá, gozaba con la vista de la pólvora y la sangre. Con el testimonio de centenares de personas que presenciaron el hecho, podemos afirmar que los manifestantes no profirieron ni un grito subversivo, no salió de ellos una provocación ni un acto que molestase a la tropa ni a las autoridades.”

Corría el año de los tiros asentando puñaladas de gracia.

Sangre, sangre, sangre!, fue la respuesta; riada de sangre sobre Huelva protagonizada, dirigida, planificada. El imperialismo británico con sus mercenarios, no regateó represión, para acabar con la revuelta. El gobernador civil llegó a la ciudad con un regimiento, de esos mercenarios, llamados soldados. Mientras la trilogía cultural, rural paisajista, Cántabro-Astur-Leonesa entre los Picos de Europa, es cegada por la gran nevada del año de los ochos. La nevada, la gran nevada. La nevada más nevada de los siglos por su incesante persistencia. Expandió sus alas en su memoria geográfica. Las alas del ave de los pastos y de los bueyes, cubrió los verdes valles, blanqueó su musgo. Eran las alas liberadoras de otra impresionante cordillera, de no menos entrañables y majestuosas montañosas, ubicadas en el Pirineo de Euskal Herria.

A casi un millar de kilómetros de él, se desangra a mineros y campesinos. Su sangre se convierte en protagonista generosa brotando a raudales como mártires pollos para el gran banquete del amo (presenta en sociedad la nueva heredera), con el último disparo de gracia. Asentando su dominio, pretende secar en cada puñalada del sable sus miradas para siempre. Y los copos de hielo del norte se ensalzan humillando al ganado salvaje sobre los campos, que junto a las estrellas temblaron, bajo el poder absoluto dominante de la naturaleza que cuaja su sangre en una muerte lenta y desesperadamente hambrienta. Cubre tapiando sus guaridas, incomunica sus valles, toma forma de cristal de nieve. Sobre las montañas el frío obliga a gritar a la desolada cordillera, en los poblados el hielo agranda su boca ensanchando su garganta. A algo más de novecientos kilómetros. . .

Lo que en el norte es blanco, allí es rojo ardiente, humeante. Los colonos, empresarios británicos, se apoderan de la mitad de la provincia de Huelva, concentrando su poder y su odio hacia la clase obrera que llegaba de punta a punta, dentro de una Península Ibérica, arrodillada a los grandes imperios. Su incapacidad política, su falta de visión cebada en impotencia y descomposición vendió a la bestia humana extranjera (montada sobre elegantes jinetes decorados de decenas de finos y distinguidos perros de caza que arrasaban los campos) “la patria de la madre hispana”. Curtían su parasitismo avaro entre “préstamos” en los salones de la decadencia feudal, cuyo único amor a la “patria de los suyos” (como ‘poder’ mercenario del británico, ayer, hoy, euro-gringo), fue el despotismo en el que sumió a los pueblos. Que ya en común, si tenían algo, el analfabetismo y la miseria.

“La Compañía”

Llamada así por el pueblo, es el consorcio empresarial “Rio Tinto Company Limited”. . . Copos, relámpagos, y truenos van borrando la sonrisa de la buena suerte, apoderándose de los seres vivientes que conforma una de las vistas panorámica ecológicas y cordilleras más hermosas. Toda la nieve del mundo sobre el norte de un mapa diseñado por puritos intereses expansionistas, del nacionalismo llamado español de Isabel la católica. Guerras de ladronicio imperial inmoral y avasallador arropa injusticias basadas en la apología de la esclavitud con leyes mercenarias, borrando la verdad histórica, a través de los infestos diarios de prensa y libros de historia.

Litros de sangre derramada bajo el poder británico en Huelva.

Durante el año de los tres ochos, no solo cayó la gran nevada, que paralizó el aliento de animales y seres. Al sur corrieron litros de sangre, mientras tres cuartas partes de la población, de norte a sur y de este a oeste era analfabeta, y, más de esas tres cuartas partes hundidos en la miseria. Estos datos, y más que pueden ampliar, dan la medida del alcance de “La España imperial” del año de los ochos.

El temporal en el norte peninsular recrudecía cada vez más

Reuniendo billones de copos y posteriores heladas, arrastrando tras ellas la buena suerte anhelada, la esperanza soñada. Borró calles, panorama a la vista empañando el aliento en el hambre y la miseria implacable, como una espada lanzada por un poder incapaz de la mínima disponibilidad ni orgullo. Por el contrario, los parásitos en la metrópoli, residencia del caduco imperio, se discutían otros presagios: el ego de la opinión pública política y financiera, no lograba dar credibilidad a que en Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas pudieran levantarse en armas contra una “madre patria” carcomida en la propia usura y extravagancia. En fuerte contraste de intereses. Al norte, siguen cayendo los copos blancos como perdigones en la sien, todo queda inmovilizado, y el hambre llama a las puertas. El lobo se acerca temeroso, paso a paso, cada vez más cerca de las puertas donde dentro de las casas, en común con él, sufren la misma áspera desolación y climatología.

Entre tanto y tanto EE UU

Se impone en el panorama internacional como nueva potencia mundial, irrumpiendo además de con fuerza, con aires de guerra; evidente carta de presentación claramente definida: apropiarse de las últimas colonias del decadente imperio español cuya cicatería, de los políticos de turno, colaboró con ellos de forma incondicional además de la corrupción de la Corona, de comerciantes pudientes y militares, prolongándose dicho derrumbe, hasta el “desastre marroquí” de 1921.

Su destino colonial estaba escrito sin remisión, ninguna nación europea acudió a su llamada de auxilio, en correspondencia con la neutralidad mantenida durante las guerras del siglo XIX. . . El invierno del año de los ochos se había cebado con más hambre que nunca sobre el norte del mapa diseño de la mentada, Isabel la Católica, poder que sigue imperando en la mentalidad del nuevo político de nuestros días. Por otro lado, en el sur fronterizo con la hermana Portugal, el terror explotador y esclavista británico, se había apoderado de las vidas de miles de seres procedentes de distintos puntos cardinales del sangriento mapa de conquistas; batallas alimentadas por el único amor que el feudal entiende: la avaricia sobre la vida de los menos que nada al amparo del felino sol que se va imponiendo sobre la escena. Encendió luces sobre los copos del norte y sobre la sangre que el británico vertió sobre Riotinto, dueño de medio país, la otra mitad, en manos de los marionetas terratenientes de la época.

4 de febrero de 1888, en Huelva, ondeaba la bandera británica

Y, “La Compañía gobernaba España”. Este consorcio de empresas británicas era el mayor del mundo. Su poder estaba por encima de gobiernos, sedes episcopales, pueblos, ejércitos. . . ejercían el total control porque tenían el poder del dinero. Y con dinero se compra todo. Compraron a un gobierno en bancarrota, y a robar a espuertas, así fue como el británico se hizo “comprando” las mejores minas del mundo de cobre, algo de plata y oro. Y en Huelva instalaron un imperio que marcó a la población en el sur hasta la actualidad de nuestros días y más noches, sin que existiera ni un solito dios o estrella que les tosiera: guardia civil, ejército español, ejercito de mercenarios privado, alcaldes, diputados, ministros, periodistas y más, todos a sus órdenes.

Y el pueblo muriéndose de hambre, y de enfermedades provocadas por “La Compañía”. Miles de trabajadores trabajaban en régimen de esclavitud, venidos del campo y de zonas muy alejadas de Huelva, de Portugal, Galiza, Cantabria, Castilla, Catalunya. . . Sí, miles fueron los que salían del sol para meterse en las tinieblas de las minas. Fue entonces cuando los asesinos del consorcio de esclavos británico, descubrió que era mejor para sus bolsillos, picar la tierra hasta llegar a las profundidades y quemar el material al aíre libre generando la muerte en la población. Lo siguen haciéndolo en África, Asia, América Latina. . .

En las minas de Riotinto trabajaban miles de personas

Hombres, mujeres, ancianos, y niños, muchos niños que no llegaban a los 12 años. Las mujeres tiraban con esfuerzo sobrehumano, de las espuertas llenas de mineral, y a los niños los utilizaban para meterlos en los recodos que los mayores no podían entrar. En el “Hospital de La Compañía” había siempre cientos de niños que morían como ratas de las epidemias que contraían en la mina. Igualmente el hospital se completaba con cientos de mujeres y hombres, donde les esperaba una muerte cruel y dolorosa. Las causas principales de mortandad en la cuenca eran las epidemias, enfermedades respiratorias, infecciones y tuberculosis. En un año morían unos 200 hombres, unas 100 mujeres, y unos 300 niñ@s. Los ingleses vivían en su colonia apartados por un gran muro que los aislaba del gas de la muerte. Ese si que era un muro de la vergüenza, un muro criminal, viviendo de sarao en sarao -de fiesta en fiesta- devorando poco a poco el arte intrínseco que nace con el pueblo. Doblegándolo, lo desfiguraba haciéndolo complaciente y sumiso, los trabajadores caían en un destino cruel, sin fuerzas ni recursos ante tamaño imperio. Pronto empezaron las protestas, el decir, BASTA YA!

Y, un buen día. . .

Llegó un nuevo trabajador que si sabía leer y escribir.

Se había curtido en largas luchas en Cuba contra los colonos españoles. Este hombre era, Maximiliano Tornet. Carismático anarquista que levantó ánimos y conciencias entre sus compañer@s. El problema principal que tenían los trabajadores eran las famosas teleras, conocidas popularmente como “los humos”. La calcinación al aíre libre del material extraído, una forma de fundición del mineral que causaba emanaciones sulfurosas a la atmósfera. La cantidad de cobre calcinado era tanta que los humos duraban meses. Cerca de veinte municipios del entorno se sentían afectados. Y, estalla la famosa protesta del 4 de febrero de 1888, liderada por sindicalistas mineros y campesinos.

Sobre los hechos históricos mentados, algunos escritores y periodistas, escribieron que fue la primera huelga ecologista de la historia, pero también fue de las primeras huelgas de mineros y campesinos. Comenzó el 1 de febrero de 1888, culminando el día 4, “por fuerza mayor”. Fueron acribillados y embestidos por bayonetas decenas, tal vez cientos de trabajadores, niñ@s, en la Plaza de la Constitución de Riotinto, frente al ayuntamiento dónde se entregaron sus reivindicaciones, que iban desde la prohibición de las calcinaciones hasta mejoras salariales y humanas.

Para el cumplimiento del crimen generalizado.

Llegó en persona un sanguinario, el gobernador civil de la provincia, a las órdenes de “La Compañia” con un regimiento de soldados armados hasta los dientes. Ulpiano Sánchez, se llamaba el teniente coronel, al mando de los soldados del regimiento de Pavía. Era el ejército regular Pavía de Sevilla, que a las órdenes de su mando, sin contemplaciones ni advertencias, hizo varias descargas de fusiles contra los huelguistas, rematándolos después a bayonetazos.

Manuel Mora, se llamaba el Alcalde de Riotinto, y a su vez, empleado de la Compañía bajo su influencia.

Hugo Mhateson, fue el presidente de la sociedad que compró las minas de Riotinto al gobierno de la I República en 1873, por casi 93 millones de pesetas, y, que según algunos mercenarios ‘economistas’, salvó de la quiebra al estado español (?).

William Rich, era el director de las minas de Riotinto en Febrero de 1888, que al parecer los sucesos le cogieron ‘desprevenido’, acababa de llegar hacía apenas una semana. El director interino hasta su llegada fue, J. Osborne.

Unos dijeron que más de 12.000 y otros que unos 16.000

La población huía aterrada en estampida, los militares no dejaron recoger a los muertos. Se dijo que fueron cargados en un tren y luego lanzados al fondo del mar. Nunca se supo el número real de asesinados a cargo de la británica, “Río Tinto Company Limited”, todo estaba comprado, atado, controlado. La masacre tuvo repercusión en prensa internacional. “El Socialista” la tituló:

Masacre y crimen en Riotinto, ¡Asesinos!.

Destacar la noticia vomitada por el diario´ La Provincia de Huelva, ocultando la verdad, a las órdenes de “La Compañía”. Este aberrante diario públicamente del lado del crimen, llegó a declarar que las calcinaciones contaminantes debían considerarse de utilidad pública <>

a José Nogales. El periodista, cuyas crónicas se opusieron a la versión oficial, y que trató de aclarar los hechos de manera insistente y firme: acabó en la cárcel.

Juan Talero era natural de Córdoba, diputado nacional por el partido progresista, que defendió ante el gobierno la postura de los pueblos: falleció a los 28 años de edad, pocos meses después de la manifestación.

Juan Antonio López, abogado y secretario del juzgado de Zalamea, que según algunos testimonios, fue uno de los principales instigadores de la manifestación de agricultores.

Del líder obrero, Maximiliano Tornet, de origen catalá. El que si sabía leer y escribir, líder anarcosindicalista que llegó a las minas en 1883. Cuentan que se salvó de la masacre, y que continuó la lucha en Cuba junto a los mambises. Fue el principal líder de las movilizaciones obreras de Enero y Febrero de 1888 (único personaje que aparece con su nombre real en la película “El Corazón de la Tierra”, mala, muy mala película).

NOTA

(desde el corazón de la corrupción)

Señalar que la corrupción gubernamental no tuvo límites; un 2 de julio de 1988 por la mañana, la policía de Madrid acudió a una llamada de los vecinos del edificio de la calle Fuencarral 109. Al parecer, del piso segundo izquierda, salía humo y olía a quemado; en su interior se encontró el cuerpo de Luciana Borcino, viuda de Vázquez Varela, tendida en el suelo, a los pies de la cama, descalza, boca arriba y cubierta de trapos empapados en petróleo y quemados, que sólo pretendían disimular las puñaladas recibidas. En otra habitación, hallaron a Higinia Balaguer Ostalé, la criada, narcotizada, al igual que el perro bulldog que yacía a su lado. Al ser rea­nimada y ver al ama, rompió a llorar con desesperación. Así es como empezaba un caso que comprometía a cargos políticos y judiciales.

El Gobierno liberal de Práxedes Mateo Sagasta, acababa de aprobar en el marco de la reforma del Código Penal, la acción popular, defendida por Francisco Silvela, con la que se permitía a los ciudadanos buscar la justicia como fin social. Todos los indicios racionales vistos desde el presente, implicaban a José Vázquez Varela, hijo de la víctima conocido como el pollo Varela, si bien éste tenía coartada “estaba detenido en la Cárcel Modelo por el robo de una capa” (?). Pero. . .

¿Quién con una mínima influencia aunque más no fuera intelectual, no sabía que de esa cárcel dirigida por José Millán Astray (padre del fundador de la Legión, y protegido del político galego, Eugenio Motero Ríos, del Tribunal Supremo), los presos entraban y salían a sus anchas? Durante el juicio, en el que actuó como abogado de la defensa el ex presidente de la Primera República, Nicolás Salmerón:

La opinión se dividió entre los que culpaban al hijo de la finada, y los que culpaban a la criada. Finalmente, como es de suponer en un sistema corroído por la corrupción y entretelas de intereses. . . la pobre mujer, fue condenada a muerte por garrote vil. Veinte mil personas presenciaron su ejecución, la última pública de la llamada “España de reconquistas”. Entre el variopinto público se encontraba la escritora galega nacida en a Coruña, de origen aristocrático, autora de una extensa obra. ‘La cuestión palpitante’, la acreditó como una de l@s principales impulsora del naturalismo: Emilia Pardo Bazán, fundadora de la publicación ‘La biblioteca de la mujer’. Asiste a congresos, donde denuncia la desigualdad educativa entre hombre y mujer. Muy interesante adentrarse en la geografía personal y extensa literaria de esta aventajada, o adelantada intelectual, dentro de la “España” oscurantista. Así mismo se encontraban en el lugar de la ejecución, otros reconocidos como el escritor vasco, Pío Baroja, y el vasco por vía materna-cararión, Benito Pérez Galdós, que escribiría un libro sobre el caso titulado: “El Crimen de la Calle Fuencarral”.

NOTA

(desde el corazón del crimen)

Hasta 1954, las minas, permanecieron en manos de la RTC. Los trabajadores preconizaron otras huelgas, y hubo más asesinatos como respuesta, más muertes por hambre. Los niños seguían enfermando por la contaminación, y falta de alimentos. Nunca se hizo un recuento de las víctimas, ni de hombres, ni mujeres, ni niños. Los enterraron en fosas comunes, a la mayoría en escombreras, pozos abandonados, y en el fondo del mar.

Con el fin de facilitar la comprensión de los hechos es conveniente hacer una breve referencia a la situación política que se vivía:

Después de la restauración de la monarquía, en la persona de Alfonso XII, conocido popularmente como ‘el rey putero’. Y, una vez que fallece joven en 1885, queda como regente su segunda esposa Mª Cristina de Habsburgo (nacida en Austria) ya que su hijo, el futuro Alfonso XIII, contaba con 3 años de edad.

El sistema político que se practicaba era el bipartidismo, ideado por Cánovas para la restauración, en la que los líderes de los dos partidos principales se turnaban en el poder, igualito que ahora. En el momento que nos ocupa le correspondía gobernar al partido liberal, siendo presidente del gobierno Práxedes Mateo Sagasta, tomando como ministro de la gobernación a José Luis Albareda. Mal año para los trabajadores el año de los ochos. El frío de las balas del sur, se unió al frío de la nieve en el norte peninsular. Mal siglo para los imperialistas españoles derrotados en Cuba y Filipinas. Otro imperio sanguinario asomaba sus cañones al mundo.

PD.

Por último, y en la misma onda unas palabras acerca de la raíz, sobre la historia en la carretera de la muerte. En recuerdo del 76 aniversario de la huida por la carretera de Almería. Y, un testimonio palpitante para los escenarios:

‘Los fusiles de la madre Carrar’

Obra de Bertolt Brecht, que plasma el éxodo que provocó el fascismo español con la disposición incuestionable de la Europa nazi, y el colaboracionismo incondicional de las “democracias europeas” en el poder. Provocaron en el sur peninsular, posteriormente en toda la península, la caída de Málaga.

Fue un 6 de febrero de 1937.

Las tropas del fascista general Gonzalo Queipo de Llano, entran en Málaga. Alrededor de 100. 000 republicanos huyen hacia Almería por la ruta de la costa. La llamada ‘desbandá’ , recordó el superviviente Salvador Guzmán (lo acontecido aquel febrero de 1937): << es lo más cercano a un infierno que he visto>>.

l.. .

¡Qué puñalada trapera , ‘el papelín’ oficial!

Que llena de saliva la boca del parásito a la vez que le ensalza el látigo. Que ofrenda de permisos vende-patrias les autodefinen a su vez como “patriotas”. Qué ironías de la vida, cuánto ruin engloba la

España-imperial.

Maité Campillo (actriz y directora de teatro)

 

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