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Estado español :: 16/03/2013

Lucha de clases, sin complejos, sin ambages

Raúl García Hémonnet
Ellos lo tienen claro, son ricos, quieren seguir siéndolo, y a ser posible, quieren serlo más. En ello centran absolutamente todos sus esfuerzos

Si algo tenemos que aprender los integrantes de la clase trabajadora de la clase dominante o burguesía es que esta última tiene muy claros sus objetivos y es muy consciente de su identidad como grupo social. Los objetivos de la burguesía o clase dominante son tan sencillos como estos: seguir acumulando riqueza y poner en funcionamiento los mecanismos necesarios (políticos, económicos, mediáticos y militares) para que esa acumulación de capital y, por consiguiente, el mantenimiento y el aumento de sus privilegios nunca se acabe. Su identidad es clara, son los poseedores del capital y aquellos que les facilitan seguir manteniendo esa posesión.

Para lograr el mantenimiento de ese ‘statu quo’, la burguesía o clase dominante lleva a cabo la guerra de clases, aunque cada día sus aparatos propagandísticos nos intenten convencer de que no existen las clases sociales y las diferencias entre las mismas. En España esa guerra de clases está probablemente en su punto más álgido. La reforma laboral del PP pero también la llevada a cabo por el PSOE es una de sus mayores ofensivas, no hay como hacer aumentar el número de parados para meter el miedo en el cuerpo a aquellos trabajadores que tienen que levantar la voz y los puños para defender sus menguantes derechos. El sistema lo tiene claro, nos hace elegir entre precariedad y paro, todo ello aderezado con el ingrediente que siempre funciona, el miedo.

Pero no solo la reforma laboral; la política fiscal regresiva es pura guerra de clases, así como la amnistía fiscal, las SICAV, los paraísos fiscales, el no dotar a la agencia tributaria de medios para que persiga y detenga el fraude fiscal, cometido en un 80% por las grandes empresas y las grandes fortunas.

También la privatización de lo público, especialmente la de la sanidad y la educación entra dentro de la estrategia de la guerra de clases. Se trata de una reducción de nuestros derechos que supone, automáticamente, un aumento de sus privilegios y, a su vez, de su riqueza. En el caso de la educación, lo que se pretende es dificultar lo más posible el acceso de los hijos e hijas de la clase obrera a los ciclos superiores de enseñanza y a las universidades. No hay nada más importante para la estabilidad de un orden favorable que mantener en la ignorancia a aquellos que lo sufren, especialmente impidiéndoles darse cuenta de su situación y condición de dominados.

Mención aparte merecen los esfuerzos que realiza la clase dominante a través del aparato mediático-propagandístico, la publicidad y las industrias culturales para intentar convencer, desgraciadamente con notable éxito, a la clase trabajadora de que la vida social es, exclusivamente, el triunfo de las individualidades, anulando el progreso colectivo.

Ellos lo tienen claro, son ricos, quieren seguir siéndolo, y a ser posible, quieren serlo más. En ello centran absolutamente todos sus esfuerzos y para ello se unen en un gran bloque.

¿Y nosotros? El objetivo histórico de la clase trabajadora es su completa emancipación de la clase dominante a través de la construcción del socialismo, ese y no otro. El socialismo se construye a través de la lucha de clases, de la misma manera que el capitalismo supone la lucha de clases de arriba hacia abajo, el socialismo es la lucha de clases de abajo hacia arriba. El bienestar ha muerto, por mucho que le pueda doler a tantos socialdemócratas bienpensantes, es el momento del todo o nada, el punto de inflexión entre la emancipación y la esclavitud. Para ello tenemos que tener bien claro que nos encontramos en una guerra y que la estamos perdiendo, al menos por ahora, eso es lo primero, ser conscientes de la situación de la ofensiva total del capital y sus aliados contra la clase trabajadora. Lo siguiente es saber que pertenecemos a esa clase trabajadora, y darnos cuenta que esa clase trabajadora es la mayoritaria acto seguido contraatacar con el único método posible, que es el mismo que utiliza la clase dominante contra nosotros, la lucha de clases, sin complejos, sin ambages, a través de la movilización constante y creciente en todos los sentidos y en todos los ámbitos de la vida social, con toda la fuerza que ese concepto encierra en esas tres palabras que siempre han llevado a los trabajadores a las mayores victorias de su historia.

 

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