La represión, los disturbios y los incendios de automóviles se extendien por todo el país. Solo en Estocolmo fueron detenidas 19 personas. Arrecian ataques de neonazis
En el área de Estocolmo al menos 18 personas fueron detenidas por "alteración del orden público" alrededor de la estación de metro Mälarhöjdens a medianoche. A las 21 horas del viernes fue detenido en Tumba un sospechoso de incendiar un contenedor de reciclaje.
Sin embargo, en el mismo barrio de Tumba entre 50 y 60 neonazis se reunieron para atacar a los grupos de jóvenes inmigrantes, en una acción que se repitió varias veces en distintos barrios durante estas noches. Pero como expresó el mismo portavoz de la policía, "nadie ha sido detenido porque no han cometido ningún delito."
El grupo nenonazi que organiza a los "vigilantes" escribe en su página de Facebook que hay un "gran número de SUECOS" en el sur de Estocolmo y "grupos más pequeños en otros barrios, que se encuentran en las calles para ayudar a mantener la ley y el orden" contra las bandadas de "cerdos", en referencia a los inmigrantes.
También hubo durante la noche varias llamadas de alarma falsas sobre incendios de vehículos. El motivo podría ser que la gente quiere dispersar los recursos represivos, que se concentran en determinadas zonas de reunión de jóvenes inmigrantes. Por otro lado, dado que la gente descubrió que los bomberos hacen de chivatos de la policía y comenzó a atacarlos, ahora esperan para llegar al lugar de un incendio hasta que la policía se asegure de que no hay jóvenes en los alrededores.
En los suburbios pobres de Estocolmo hubo incendios de contenedores, en un gimnasio y en la estación de tren en Tumba. A las 0:50, alarma por tres coches quemados en Tensta. También hubo incendios de coches en Skarpnack, Årsta, Hammarbyhöjden, Norsborg y Marsta. Un gran número de personas se congrega en el lugar de los incendios, pero a pesar de los pedidos y a diferencia de los suecos, no ayuda ni a bomberos ni a policía.
Según el periódico 'Aftonbladet', Husby [el barrio donde empezaron los disturbios] encarna los cambios que se han producido en Suecia a raíz de la política de la Alianza [la coalición gubernamental de cuatro partidos de derecha]. La desigualdad y las injusticias crecientes terminan por generar conflictos. Esto no debería sorprender a nadie. La empatía de la que hace gala Reinfedt no es más que una operación de comunicación que no se traduce en la política gubernamental.
Para las próximas elecciones [en septiembre de 2014], el primer ministro ha anunciado que bajará los impuestos y que no habrá ninguna medida que contemple reducir la diferencia entre los ingresos. Husby únicamente es la consecuencia final de una sociedad que va camino de desmoronarse, en la que los grupos financieros imponen su ley, en la que baja la confianza en las autoridades y en la que los pobres, y sobre todo los inmigrantes, llevan la peor parte.
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Disturbios en la periferia pobre de Estocolmo por tercera noche consecutiva
La noche del martes los disturbios han vuelto a incendiar el noroeste de Estocolmo. Por tercer día consecutivo, los suburbios de la capital sueca, donde más se siente el disimulado racismo de los suecos, se han convertido en campos de batalla, entre coches quemados y enfrentamientos a pedradas con la policía.
La llama que prendió el domingo en el distrito de Husby —un barrio de 12.000 habitantes en el que el 85% es inmigrante de primera o segunda generación, una de las zonas más afectadas por el neoliberalismo que llegó con el asesinato de Olof Palme— después del asesinato de un inmigrante de 69 años tiroteado por la policía sigue encendida. Y no solo parece complicada de extinguir, sino que se ha extendido a otras zonas cercanas como Kista, Rinkeby, Jakobsberg e incluso a Norrsborg, al sudoeste de la capital.
Todos estos escenarios tienen algo en común: una mayoría de población inmigrante o de origen extranjero, pobre, con altos índices de desocupación y desplazada culturalmente. El balance de los desórdenes es de al menos ocho detenidos y más de un centenar de coches quemados en tres días. Un alboroto fuera de lugar en la tranquila y políticamente correcta Suecia.
El domingo, en Husby, grupos de jóvenes quemaron cerca de 100 coches. También prendieron fuego a un garaje, lo que obligó a desalojar un edificio entero de apartamentos y, cuando llegó la policía, respondieron a los gases y balas de goma de los represores lanzándoles piedras. En la noche del lunes, otros once vehículos fueron quemados y los enfrentamientos con las fuerzas del orden continuaron, y seis jóvenes de entre 15 y 19 años fueron detenidos.
Al parecer, la chispa que desató el incendio fue la muerte de un vecino de Husby de 69 años, tiroteado por la policía el pasado lunes 14 en su apartamento sin motivo aparente. Aunque la versión policial dice que lo asesinaron "después de haber amenazado a los agentes con un machete".
Tras esas dos madrugadas calientes, los desórdenes se extendieron a otros distritos en la noche del martes. Alrededor de 30 coches más ardieron, se destrozaron los escaparates de bancos y tiendas de lujo. Los enfrentamientos con la policía y los servicios de emergencia, que hacen de chivatos de los represores, se recrudecieron y otras tres personas fueron arrestadas.
Horas antes, el primer ministro conservador, Fredrik Reinfeldt, había salido a la palestra para pedir calma y condenar las acciones violentas. “Hay grupos de jóvenes que piensan que pueden y que deberían cambiar la sociedad por la fuerza. Seamos claros: eso no está bien. No podemos dejarnos gobernar por la violencia”, dice el ultraderechista que envía tropas a Afganistán.
Pero la comparación es demasiado evidente como para obviarla. “Temo que esto vaya a peor. Será como en Francia”, decía Oscar, un joven de Kista de 23 años, al Aftonbladet. En 2005, el asesinato de dos menores, electrocutados cuando huían de una persecución policial ilegal, desató una oleada de disturbios en barrios periféricos de toda Francia que duraron 19 días y se saldaron con miles de millones en daños y cientos de detenidos. El joven de Kista se queja de que llevan años sufriendo “acoso policial, desempleo y aislamiento”, y también alude a la muerte del hombre de 69 años a manos de la policía. “La próxima vez podría ser mi padre, o mi hermano”, señala.
Fotos de El País