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Nacionales E.Herria :: 20/06/2013

Nacionalismo revolucionario

Josemari Lorenzo Espinosa
El historiador Josemari Lorenzo Espinosa rescata una colaboración de Federico Krutwig para la revista Branka en abril de 1966

En la que el autor diseccionaba el punto de vista revolucionario del nacionalismo. Para Krutwig, el prisma nacionalista dota a la revolución de un contenido del que el comunismo no nacionalista carece. Para Krutwig, los componentes nacionales y revolucionarios en el nacionalismo revolucionario son inseparables.

Muy pronto se van a cumplir 50 años de la aparición de la revista Branka, editada en los años 60 en Bélgica por exiliados vascos. Entre las colaboraciones de su primer número, una de F. Krutwig (1), tuvo notable influencia en la época. Con el título “Nacionalismo revolucionario” (2), aplicaba al caso vasco “una nueva forma de la lucha del hombre por su libertad y, muy en especial, de la clases trabajadoras por su liberación social”. El autor establecía diferencias entre este “nacionalismo revolucionario” y el comunismo, aunque aseguraba que sus raíces estaban en Lenin y Bakunin. Decía que Lenin introdujo una nueva visión del nacionalismo, respecto a los fundadores del marxismo, que representaba un cambio esencial. Lenin consideraba que “la lucha de liberación nacional de todo pueblo es una parte integrante de la lucha de liberación de los oprimidos en general”. Según Krutwig, el desarrollo de esta teoría habría dado lugar al nacionalismo revolucionario, que “es la forma de lucha (..) adoptada por los pueblos sometidos al imperialismo”. En opinión del autor y, a pesar de las aportaciones leninistas al marxismo, “los pueblos que no están sometidos a la ocupación extranjera (…) no son capaces de comprender la gran fuerza revolucionaria y progresista que encierran los combates de los oprimidos contra el colonialismo”. De ahí que con la aparición del nacionalismo revolucionario, los comunistas estarían ya en condiciones de entender las justas aspiraciones nacionales de los trabajadores y estos de militar en los movimientos revolucionarios propios. Según Krutwig, “en el nacionalismo revolucionario los componentes nacionales y los revolucionarios forman un compuesto químico. Son inseparables”. Para este autor, el nacionalismo revolucionario era un salto dialéctico en la lucha revolucionaria de los trabajadores. Una nueva realidad y aunque, en parte semejante al nacionalismo burgués, su esencia y su praxis eran diferentes.

Este nacionalismo revolucionario, que se estaba experimentando en Latinoamérica, en Asia o en Africa, aplicado al caso vasco tuvo un verdadero impacto. Krutwig arremetía, en su artículo, contra los PCs español o francés. Este último criticado también por su actitud en Argelia, acusándoles de “traer un nuevo imperialismo a Euskadi, esta vez bajo el manto del proletariado”. Y, al mismo tiempo, abría la puerta a la participación de la pequeña y media burguesía vasca. Algo que, según reconocía, era impensable sin la ocupación extranjera. Es decir, se daba la posibilidad de colaboración proletarios-burgueses (lo que se llamaría Frente Nacional) solo por la aparición de intereses nacionales comunes. Krutwig veía una hermandad revolucionaria mas allá de los innegables enfrentamientos de clase. Ya que, “el revolucionario español lucha contra un enemigo interno dentro de su pueblo, mientras que en la lucha del pueblo vasco por alcanzar la revolución socialista, el enemigo reviste en primer lugar el carácter de expoliador extranjero”. De otro lado, en esta lucha, “si los proletarios españoles se ponen del lado del Estado opresor, serán nuestros enemigos”.

Entre los enemigos del pueblo vasco, Krutwig citaba especialmente a los “vascos de apellido”: “Esteban Bilbao, Areilza, Lequerica, Careaga y tantos agentes del imperialismo”, diciendo que la patria de esta gente es España. También al norte eran señalados: los Ibarnegaray, Ibarrondo, Elizabide etc, que ocupaban posiciones en partidos franceses. “De ahí que la lucha de liberaciòn nacional vasca tiene que llevarse a cabo, contra todo lo que significa la entelequia España….”. Para Krugwit hay que interpretar el momento histórico y aplicar en cada caso la solución revolucionaria concreta. Y aunque aporta citas de Lenin, de Mao, y otros, quiere huir del mimetismo y pedir la aplicación del socialismo adecuado, en cada caso concreto. Para ello rechaza la experiencia y aportaciones del PC español y francés, que ignoran los textos leninistas en favor de la autodeterminación y no saben interpretar las necesidades concretas de los pueblos oprimidos del Estado. Y recurre a los ejemplos de liberación de partidos comunistas de China, Vietnam, Cuba o Corea, concluyendo que la liberación nacional no puede hacerse sin liberación social.

Al autor no se le escapan los problemas de un Frente nacional, con la burguesía. “La burguesía vasca jelkide, afirma, tiende a la colaboración con la burguesía española” y también “el jelkide por naturaleza es burgués”. Aunque para Krutwig, en el nacionalismo revolucionario “la condición primordial es la de ser nacionalista”. En este apartado, Krutwig dedicaba amplio espacio a las citas de Mao. Entre ellas aportaba una clave: “En una nación en lucha contra un enemigo extranjero, la lucha de clases toma la forma de lucha nacional, y bajo esta forma se manifiesta la unidad”. A pesar de no olvidar que la contradicción principal es la que enfrenta a la clase explotadora (burguesía) y al proletariado, dice Krutwig que muchos ejemplos de liberación colonial muestran que hay una variable a esta. Y entonces el problema de los “izquierdistas puros”, es que se convierten en “españolistas reaccionarios”. Para Krutwig esto prueba “una ignorancia completa de las condiciones concretas de la lucha revolucionaria en Vasconia. Esta gente, a veces, por rechazar el aburguesamiento del PNV, lo que hacía era echar la criatura con el agua sucia por la fregadera”.

En apoyo de esta tesis cita de nuevo a Mao: “En caso de una guerra de agresión (…) las diferentes clases pueden unirse provisionalmente para llevar una guerra nacional contra el imperialismo”. Indudablemente el caso es mucho menos dramático hoy, en el caso vasco, en el que la ocupación no se presenta siempre con la misma crudeza que en los casos chino, vietnamita, argelino etc. O en la Euskadi de 1936. Pero para esto, Mao también tenía una advertencia: “Cuando el imperialismo no recurre a la guerra, puede utilizar otros medios: polìticos, económicos y culturales como formas mas moderadas de opresión”. Entonces, “la clase dominante del pais semicolonial puede capitular ante el imperialismo: se forma entonces entre ellos una alianza opresora para las masas populares”.

No olvida Krutwig el papel fundamental que adquiere la lengua propia, en los procesos de liberacion nacional. Dedica numerosos párrafos y expone ideas contra la opresión cultural o linguística. Y proponía, a partir de las tesis del vietnamita Troung Chinh, la creación de los conocidos frentes (que luego trataría de adoptar ETA) entre los cuales el cultural se ocuparía de la promoción del euskera y de crear contradicciones con el jelkidismo, que además de burgués sería castellanizante. Este y otros escritos de Krutwig sobre el nacionalismo revolucionario, o sobre la historia vasca, aportaron luz y marcaron el pensamiento de toda una generación en una época de represión cultural sin precedentes. Pero no han perdido toda su vigencia. Para quien tenga a su alcance este texto, recomendamos su relectura. Y en todo caso, dejamos en el aire la posible actualidad de estas, entonces teorías revolucionarias, que casi cumplen cincuenta años. Y que en algunos casos pueden necesitar arreglos, pero en otros mantienen su lucidez inicial.

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(1) Federico Krutwig (1921-1998) euskaltzale y militante vasco. Uno de los mas influyentes miembros de ETA, en el periodo de la V Asamblea.

(2) “Nacionalismo Revolucionario” Branka, nº 1-abril 1966 Ed. ediciones vascas (1979)

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/dU16