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Nacionales E.Herria :: 04/07/2013

El final de los convenios. La ofensiva neoliberal continúa

Euskal Herriko Komunistak
Es difícil entender la actual falta de agitación político-social en Euskal Herria sin comprender la historia reciente de nuestro País

Hegemonía y bloque hegemónico parecen por primera vez, con el repliegue de la lucha armada, términos conquistables, algo a lo que la Izquierda Abertzale ha aspirado desde hace décadas

“Nuestro optimismo revolucionario siempre se ha fundado en esa visión crudamente pesimista de la realidad humana con la que inexorablemente hay que pasar cuentas.”

Antonio Gramsci. Los obreros de la FIAT, 8 de mayo de 1921

Dicen que la crisis pasará, por supuesto, eso sí, dejando a los trabajadores en peores condiciones de vida. Se acerca el inexorable cierre de la capacidad coercitiva de los convenios colectivos sobre la patronal, un golpe más en la desarticulación de cualquier sostén y defensa para la clase trabajadora y los sectores populares. Y junto a estas medidas, se muestra de una manera descarnada la fragilidad de los sindicatos, incapaces de frenar semejante maremoto neoliberal ahora centrado en la destrucción del tejido naval que todavía quedaba.

El esquema neoliberal domina las relaciones políticas, sociales, laborales y culturales en este nuevo milenio. Y es difícil entender la actual falta de agitación político-social en Euskal Herria sin comprender la historia reciente de nuestro País y las frustraciones individuales y colectivas que nos vienen rodeando sin aceptar que, “fuerza y consentimiento”, son las armas que el capitalismo ha impuesto en nuestra tierra tras décadas de ofensiva reformista auspiciadas por el Concierto y el Convenio económicos que al parecer, ahora, son tesoros que hay que proteger a toda costa, último refugio de la autonomía vasco-navarra.

El oasis vasco-navarro del estado del bienestar se evapora, el gran logro de la reforma española y de sus colaboradores regionalistas, se ha ido volando controladamente sin que los partidos como PNV y UPN, hayan sido capaces de defenderlo con acierto ni de oponer una visión de conjunto coherente. El paso de las diferentes versiones social-cristianas y socialdemócratas por instancias gubernamentales de distinta escala ha dejado un terreno arrasado por connivencias tácitas y expresas con la derecha neocon, los poderes fácticos y por renuncias ideológicas profundas en aras de un pragmatismo posibilista. Quizás porque su intereses de clase pasan ya por otros escenarios más allá de nuestras fronteras como bien expresa desde hace un tiempo el señor Urkullu.

Y mientras los sectores populares padecen cada vez más el peso de la presión de la crisis,la mal denominada “clase media”, desgajada del concepto histórico de clase trabajadora, se desclasaban olvidando sus orígenes al que parecen volver obligados por las circunstancias. Nunca ha tenido la personalidad de su cuna ni el empuje político de su manantial para dar forma y sentido a la lucha emancipadora por un futuro más libre. Se quedó estancada confortablemente en ideas liberales nominalistas (libertad, democracia) desactivando en la práctica sus contenidos fuertes. Su discurso adolecía de capacidad de propuesta y de acciones concretas. Siempre buscaba la conciliación dentro de una armonía idílica llamada democracia. Con consumir había carnaza suficiente. Su meta era emular la estética de la burguesía vasco-española, mimetizando en cada mirada la ideología de sus protectores y patrocinadores capitalistas. Su yo individual se elevó a cumbres insospechadas en detrimento de los lazos que le unían a sus verdaderas realidades de clase y culturales: los aitas trabajadores, las madres de doble empleo en el hogar y en la calle, el barrio donde vieron la luz, el pueblo de los aitonas… El éxito individual y el progreso material hipotecado o a plazos servían de pantalla para no hacerse preguntas en alto. Esta situación ideológica fue alentada y jaleada con entusiasmo por las advocaciones socialdemócratas más o menos de izquierda, posiciones que penetraron la inteligencia de los dirigentes más señeros del movimiento obrero. Muchas capas y fracciones de la clase trabajadora vasca se hicieron de la noche a la mañana “clase media”, arrancando de cuajo sus raíces populares históricas. No han entendido que la historia de nuestro pueblo nos ha demostrado que las reformas que en su día dieron lugar al estado de bienestar, cuyo comienzo coincide en el Estado español con las políticas expansivas económicas de los años 60, sólo fueron posibles porque la burguesía veía amenazados sus privilegios por el peligro de la revolución, combatiendo a ésta, con Estado de bienestar.

En este cuadro dibujado a grandes trazos, los restos que aún mantienen mínima presencia en lo político y lo social, más allá de las lindes socialdemócratas, tenemos dificultades extremas para abrir un espacio propio consistente que aglutine a los desafectos con los valedores del régimen de la democracia capitalista, lo que evidencia el lugar, aún minoritario que ocupa el comunismo revolucionario en el seno de nuestro MLNV.

Y aquí radica el peligro en el que se encuentra nuestra Izquierda Abertzale. Peligro por cuanto pueda ser superada por los acontecimientos venideros, perder protagonismo y centralidad para encuadrarse finalmente como una fuerza política en declive clásica más en el panorama político-social de Euskal Herria. Para evitar esto, reapareció, como a mediados de los años 80, la sombra de Gramsci -sus cenizas, escribió Pasolini- que resurge, aunque sea de forma fragmentaria. La hegemonía será el sustrato, los cimientos de la reorganización de lo colectivo, de un MLNV en transición. Hegemonía y bloque hegemónico parecen por primera vez, con el repliegue de la lucha armada, términos conquistables, algo a lo que la Izquierda Abertzale ha aspirado desde hace décadas y para ello se pone el acento en el frente institucional sin acompañarlo del más necesario que nunca frente de masas y sindical.

La nueva hegemonía que propone una parte importantísima de nuestro pueblo, de la clase trabajadora, vestido de multitud creativa, está indicando la necesidad de un cambio de modelo, otro marco general de relaciones.

Gramsci con un candil, quizá una vela, encerrado en la cárcel, escribe sin tregua notas dispersas. Su genio brillante y enfermo crece cada día, reaparece libre, indómito, ajeno a la tensión de la vida cotidiana.

EUSKAL HERRIKO KOMUNISTAK (EHK)

 

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