Desde ese día, familiares, amigos y vecinos reclaman justicia y esclarecimiento por los hechos. El pasado jueves 11 de marzo se realizó la primera marcha que concentró a más de 500 personas. Fotos: Colectivo Fotográfico En la vuelta
El grito de justicia volvió a resonar. Las esquinas dejaban de ser las mismas. Esas esquinas que suelen juntar a los vecinos, a los amigos. Aquel espacio elegido por pibes como los masacrados en Ingeniero Budge allá por el 86. Lugares por los que también Luciano Arruga solía parar, saludar amigos, compartir algo, pequeño, cotidiano, de ellos. Y esquinas también por las que transitan patrulleros, observan, indagan, miran las caras, detectan, identifican. Y luego, buscan, detienen, desaparecen, matan.
Matías Pena también era un pibe de barrio. Lanús lo conocía tanto como tantas veces él estuvo presente para auxiliar a alguien, para charlar con algún amigo, para compartir el partido, para estar en silencio. "En el momento más insólito él siempre quería saber cómo hacer determinada tarea", recuerda uno de los amigos. "Una vez estábamos poniendo un toldo a casi cuatro metros de altura y a Mati no se lo ocurrió mejor idea que preguntarme sobre cómo hacer no se que cosa. Él era así. Quería ser el primero. Estar ahí para ayudar a quien sea", continúa el relato, emocionado, sin creerlo aún, sin caer tal vez. Habla indignado, convencido, como todos, de que a Matías lo mató la policía.