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Colombia :: 30/04/2005

La guerra, vía de acumulacion para la oligarquia colombiana

Insurrección
Editorial de la Revista Insurrección del Ejército de Liberacióbn Nacional

¿Cuál paz es la que anhelamos los colombianos y de cuál paz es que se está hablando? Es la pregunta que forzosamente tenemos que hacernos, en medio del conflicto y el mundo de confusiones, si queremos avanzar hacia la salida del túnel.

Los elementos esclarecedores son muchos, pero doloroso enumerarlos.

De los ciento noventa y cinco años transcurridos desde el grito de independencia de España, el 20 de julio de 1810, hemos pasado ciento quince enfrentados en un conflicto interno, nunca resuelto a pesar de los múltiples acuerdos de paz suscritos en distintas épocas.

Más de la mitad de la vida republicana la hemos pasado guerreando entre nosotros, a instancias de las contradicciones entre fracciones de la oligarquía. Dos centurias casi perdidas, sin trabajar por un proyecto de país, por consolidar nuestra identidad nacional y sin tener todavía definido el propósito nacional que unifique, despeje el futuro y asegure la paz entre los colombianos.

El conflicto se hizo crónico y sigue avanzando sin que se vea solución cercana. La vía de acumulación capitalista seguida por la oligarquía colombiana ha sido la guerra y sigue en ella porque le produce dividendos. Grandes capitales se amasaron y el poder se configuró a fuerza de tiros, robos, contrabando y tráfico de drogas, a costa de la vida, del despojo del trabajo y de los bienes de las mayorías nacionales. Estos hechos que se repiten, son los leños que mantienen encendida la hoguera del conflicto social y armado.

El conflicto existe porque existe injusticia social y exclusión política. Porque los dueños del poder, atornillados a él, se han negado históricamente a los cambios que el país necesita para que haya una justa distribución de la riqueza y esta redunde en el bienestar, en el florecimiento de la democracia real y haga posible que la paz se quede entre nosotros.

El gobierno actual trata de desfigurar la verdad, empecinado en satanizar la lucha de los movimientos políticos y sociales alternativos con el calificativo de "terroristas" - que Bush puso de moda - antes que buscar salidas, tergiversa la realidad para presentar la guerrilla sin ideología ni política y todos los días la inteligencia trabaja para intoxicar la opinión pública con operaciones sicológicas, al inventar novelones con resultados que no tiene.

Pero el panorama apocalíptico de la realidad colombiana es imposible de ocultar, así como laresponsabilidad de la oligarquía en la barbarieen estos ciento quince años del conflicto interno.

Más del 90% de los colombianos trabajamos para que menos del 10% de la oligarquía se enriquezca, como lo afirmó un informe del Banco Mundial hace un par de años. De las tierras económicamente activas el 0.5% de propietarios es dueño del 61.2 y de estos el 0.2% posee el 47%, mientras la inmensa mayoría de los campesinos no tienen dónde trabajar y los que tenían han sido expulsados, obligados a desplazarse y perder todo a fuerza de los fusiles y motosierras de las bandas narcoparamilitares, sentadas desde hace meses a la mesa con el gobierno en "Santa fe de Ralito".

Treinta millones de colombianos sobreviven con menos de dos dólares diarios y de éstos cerca de diez millones con menos de un dólar. El 63% de la población está por fuera del sistema de salud, millones de niños no pueden estudiar por falta de escuelas y dos millones y medio no pueden asistir a las clases porque tienen que trabajar para ayudar a la familia desde temprana edad.

La violencia oficial silencia las voces de protesta de los inconformes, de quienes se atreven a denunciar y luchar, a través de asesinatos selectivos, masacres, desapariciones y judicialización de inocentes soportadas con testigos falsos y "clonados". El Estado colombiano, que es de naturaleza terrorista, mantiene encubierta la estructura criminal que ejecuta los crímenes políticos y la refuerza con estructuras paramilitares que generalizan el terror en las comunidades con persecución y actos atroces.

Esto no es de ahora. En la década del cuarenta del siglo pasado arrancó el conflicto en que estamos actualmente. Jorge Eliécer Gaitán denunció, el 7 de febrero de 1948 en su histórica oración por la paz, el asesinato de miles de campesinos y pobladores por las balas oficiales y recriminó con valor al gobierno de ese entonces diciéndole "Os pedimos hechosde paz y civilización". Dos meses después, el 9 de abril, cayó asesinado por la oligarquía y el imperio para callar su voz y enterrar al líder, esperanza de las multitudes desheredadas.

El derrame de sangre no paró sino que se ha intensificado, ensañándose en sindicalistas, campesinos, indígenas, afrocolombianos, mujeres, estudiantes, académicos, religiosos y defensores de derechos humanos. Todos los días se suman cientos de nuevos asesinados, desaparecidos y encarcelados, víctimas de la estrategia dirigida a destruir el tejido social y descabezar los movimientos políticos y sociales contrarios al régimen, para que no lo incomoden.

Esta realidad dolorosa camina sin esperanzas por todas las calles y caminos de la Patria.

Obsesionado y sin respeto por la verdad, el Presidente Uribe persiste en enmascarar el conflicto, afirmando que son acciones "terroristas" las que existen, tratando de arrojar una cortina de humo sobre las causas y los responsables del genocidio. Con ese absurdo discurso pretende confundir y manipular la opinión pública, convocando a esta para que se ponga del lado dela guerra injusta que adelanta en provecho de trasnacionales ávidas de la riqueza del país, de la oligarquía que se quiere enriquecer más y de los "nuevos ricos" de la droga que están reclamando la tajada de poder que consideran han ganado, en la alianza que tienen.

Los responsables del conflicto le echan leña a la hoguera todos los días y quieren apagarla como siempre lo han hecho, con la guerra y una caricatura de paz, para seguir acumulando riquezas otros años más.

El gobierno actual es el que mejor representa y defiende los intereses de aquella trilogía perversa que lo apoya sin límites y le aplaude la estrategia que tapona los caminos hacia una paz que pueda afectar los intereses de los grandes capitalistas y terratenientes. Por eso le apuestan sin reservas a la guerra injusta.

La solución política al conflicto colombiano se vuelve imposible con el formato del gobierno de Uribe Vélez, que impone condiciones para hablar y define unilateralmente los marcos de solución, haciendo de la paz una caricatura y de los acuerdos posibles una traición a los intereses populares.

Para que haya una solución política se requieren otras condiciones, abordar las causas y responsabilidades del conflicto, tejer soluciones a los grandes problemas y lograr un consenso que unifique a los colombianos para construir el nuevo país, con base en la justicia social, el desarrollo con bienestar, la democracia participativa real y el interés nacional, convertidos éstos en propósitos de todo el pueblo.

El ELN tiene voluntad y sigue dispuesto a contribuir a la solución política al conflicto interno, a la paz pensada en función del país y de las mayorías nacionales y no en función de beneficios exclusivos para nuestra Organización y menos para apuntalar intereses de politiqueros. Esa es nuestra posición de siempre y no la hemos variado en ningún momento. No le estamos mintiendo al país, ni le fallamos, esto podemos asegurarlo.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/yU6