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Cuba :: 05/08/2021

Balance y enseñanzas de las protestas del 11J en Cuba

Luismi Uharte
Cumplir las expectativas laborales y vitales de la juventud cubana se ha convertido, desde hace bastante tiempo, en un problema de carácter estratégico

Las protestas que Cuba vivió el pasado 11 de julio, además de conmocionar al país y sorprender a la opinión pública internacional, se pueden interpretar como una señal más del nuevo tiempo histórico que poco a poco se va abriendo en la isla.

Los hechos y sus interpretaciones. En primer lugar, el hecho de que se produjeran protestas, de manera casi simultánea, en puntos extremos del país (San Antonio de los Baños en occidente y Palma Soriano en el oriente), a casi 900 kilómetros de distancia, evidencia que estas respondían a una planificación previa. Por tanto, no estamos ante un fenómeno de estallido social espontáneo. Mucho menos aún, si tenemos en cuenta la habilidad con la que se manejaron las redes sociales, para que las protestas se propagaran por diferentes provincias.

La dimensión que tomaron las protestas fue de tal intensidad que el gobierno cubano decidió afrontarlas de una forma similar a la respuesta que se dio en 1994, cuando Fidel Castro salió a la calle a enfrentar los disturbios durante la crisis de los balseros. En esta ocasión, el presidente Miguel Díaz Canel, emulando a Fidel, fue a poner el cuerpo en las calles de San Antonio de los Baños, origen de las protestas, además de hacer un llamamiento a las y los revolucionarios para salir a la calle a enfrentarse a la contrarrevolución.

Sin embargo, la alocución presidencial dio pistas para interpretar que las protestas iban más allá del evidente plan del imperialismo para desestabilizar el país, ya que el mandatario cubano, además de denunciar dicho plan, reconoció que en las movilizaciones también había “revolucionarios confundidos” y “habitantes con determinadas preocupaciones” sociales.

Diversos analistas del espectro ideológico revolucionario reconocen que la composición social e ideológica de los que se movilizaron el 11 de julio es muy diversa. De hecho, una parte sustancial de los que participaron en las protestas no responden directamente a las directrices de la contrarrevolución. Su salida a la calle estuvo relacionada con reclamos de mejoras sociales debido a la grave situación que vive el país. En cuanto a su composición, destacan dos tipos de perfiles: habitantes de barrios vulnerables y jóvenes.

Las razones. Los objetivos de los que diseñaron las protestas son obvios, por lo que nos interesa reflexionar en torno a las razones objetivas y subjetivas que hicieron posible que sectores sociales diversos se echaran a la calle. Los detonantes del 11J son múltiples y su combinación se convirtió en una especie de tormenta perfecta.

Por un lado, si a una economía frágil y bloqueada como la cubana, le agregas un año y medio de paralización de uno de sus sectores económicos más importantes, el turismo, los efectos son devastadores. El flujo turístico cayó un 75% en 2020. Esto sucede en un contexto de radicalización del bloqueo de EE.UU. en los últimos 4 años, producto del endurecimiento por parte de Trump, que Biden además no ha revertido. Un estrangulamiento que se traduce en nada menos que 243 nuevas sanciones.

Destaca, por encima de todo, las restricciones a las remesas familiares enviadas desde EE.UU. a Cuba, otro de los pilares actuales de la economía cubana, las cuales se han reducido drásticamente (una caída de un 55% en 2020). A su vez, la activación del título III de la ley Helms-Burton (de 1996), amenazando a empresas de otros países, ha espantado la inversión extranjera y ha logrado casi bloquear la llegada de combustible a la isla, provocando los fuertes apagones que se están sufriendo en los últimos meses.

Por otro lado, no hay que olvidar el cambio en la correlación de fuerzas en el ámbito geopolítico en América Latina, ya que importantes aliados económicos de la primera década del siglo XXI, o ya no lo son (Brasil), o están en grave crisis económica (Venezuela).

También en clave geopolítica, los ingresos provenientes de servicios médicos en el exterior se han visto notablemente reducidos. En cuanto a los impactos del COVID, aunque las cifras cubanas son mejores que las del resto de países del entorno, la presión hospitalaria se ha sentido con más fuerza en los últimos meses. Por último, una década después del inicio de las reformas económicas –aprobadas por consenso mayoritario-, la sensación general es que se ha avanzado muy poco. Además, paradójicamente, la última reforma (la unificación cambiaria de enero de 2021) ha provocado un fuerte incremento de precios de productos de primera necesidad.

Todas estas variables combinadas y acumuladas en el tiempo han provocado un desgaste social cada vez mayor, en una cotidianidad marcada por el desabastecimiento de alimentos, por las largas colas para acceder a productos básicos y para tomar el transporte público y, por los cortes de luz que han ido incrementándose. En este escenario, como bien apuntaba Rafael Hernández, lo extraño era que no se hubieran producido protestas mucho antes.

Balance. En clave político-militar, el intento de generar un escenario de desestabilización creciente por parte del imperialismo estadounidense ha fracasado momentáneamente. El Estado cubano ha demostrado músculo suficiente para responder con rapidez y eficacia.

A su vez, la mayoría de la población ha valorado positivamente las nuevas medidas anunciadas: la entrada de alimentos, medicinas y productos de aseo sin carga aduanera y, la promesa de incrementar los salarios públicos y ampliar la cartilla de abastecimiento de alimentos básicos a personas que residen fuera de sus territorios (fundamentalmente todos aquellos migrantes del oriente que pueblan los barrios vulnerables de la periferia habanera).

En términos mediáticos, por el contrario, se ha evidenciado la extrema debilidad del gobierno cubano, sobre todo en la batalla en las redes sociales. El relato opositor se convirtió en hegemónico, en una espiral de fake news donde las imágenes de represión y movilizaciones masivas de otros países (Egipto, Euskal Herria…) se utilizaban para retratar lo que estaba aconteciendo en la isla. El sistema de medios estatales, cada vez más frágil en su capacidad de persuasión, se vio rebasado por el ataque mediático.

Retos y enseñanzas. De lo ocurrido se pueden extraer una serie de enseñanzas para identificar con claridad los retos más importantes que tiene la Revolución Cubana a corto plazo. En primer lugar, teniendo en cuenta la percepción social mayoritaria respecto a la lentitud de los cambios para redefinir el modelo económico, se torna urgente una aceleración de dichos cambios. En segundo lugar, la viabilidad de dichas transformaciones está vinculada, en gran medida, a una apuesta más firme por estrechar los lazos con sus aliados económicos estratégicos actuales (China, Rusia…) y con sus potenciales europeos. En tercer lugar, siendo conscientes de que la política de asfixia de Washington no va a variar a corto plazo, dichos cambios tendrán que impulsarse en un contexto de bloqueo muy duro.

Pero sin duda, el gran reto por antonomasia y el más complejo va a ser la incorporación, en el nuevo proyecto de país, de aquellos sectores que en los últimos tiempos se sienten fuera del actual proyecto: por un lado, el sector de la población que habita en los territorios más vulnerables; por otro lado, las generaciones más jóvenes.

Existe por tanto un reto de carácter clasista, territorial y étnico, ya que son los barrios más vulnerables y las regiones más periféricas, habitadas mayoritariamente por población negra y mulata, las que demandan una mayor inversión social. La paradoja en este caso es que las reformas económicas aplicadas y exigidas por amplias capas de la población, han generado paralelamente una mayor desigualdad y una estratificación del consumo que deben enfrentarse con urgencia.

La incorporación de las generaciones más jóvenes se presenta también como un reto tan difícil como vital para el futuro del país. El reciente debate que Silvio Rodríguez tuvo con dos jóvenes fue muy clarificador cuando el viejo trovador dijo: “para mí lo más doloroso fue escuchar que ellos, como generación, ya no se sentían parte del proceso cubano, sino otra cosa”.

Cumplir las expectativas laborales y vitales de la juventud cubana se ha convertido, desde hace bastante tiempo, en un problema de carácter estratégico. En un contexto en el que la sangría migratoria de los que se van, buscando un futuro mejor, se combina con la frustración y el descontento de los que se quedan (y que son potenciales migrantes), ofrecer una alternativa atractiva a la juventud es una tarea de primer orden.

La épica de la resistencia, que durante décadas ha garantizado la supervivencia de la Revolución Cubana frente al asedio de la mayor potencia mundial y que ha convertido a Cuba en un ejemplo admirable de soberanía y antimperialismo, se va agotando conforme las nuevas generaciones van incrementando su peso demográfico. Los discursos tradicionales no logran la complicidad con el joven de a pie. Puede ser injusto, pero es la cruda realidad. La idea-fuerza que Raúl Castro lanzó hace más de una década, la de un socialismo “próspero y sostenible”, incluso puede seguir siendo válida, si logra hacer convincente y tangible el horizonte de prosperidad.

Grupo de investigación ‘Parte Hartuz’ (área de estudios de América Latina).

 

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