Las revolucionarias tenemos la responsabilidad de actuar con coherencia y encauzar la rebeldía hacia la victoria
Galego
Forte foi a polémica que se desatou após a última greve estudantil galega do passado 20 de fevereiro, e para quem ainda nom saiba dela, já lhe avanço que nom, que as causas nom fôrom a detençom e identificaçom arbitrária de centenas de jovens, nem a infiltraçom de agentes policiais à paisana dentro das manifestaçons para perseguir a combatividade estudantil e nem tam sequer a criminosa retirada por parte da polícia espanhola de bandeiras da pátria.
A polémica de que estamos a falar veu desatada pola implementaçom de formas de luita mais combativas que o formato de manifestaçom “pacífica” ao que estamos tristemente habituadas. E nom, essa polémica tampouco foi promovida e potenciada só por parte da imprensa burguesa, como caberia esperar, mas tivo como principais protagonistas àquelas/es que fam parte de projetos políticos que dim aspirar a liderar um processo de emancipaçom nacional e social da Galiza.
Desde as críticas por nom “adaptar-nos ao momento nem ao contexto” até as que continuam imóveis e repetitivas apelando à “manifestaçom pacífica”, fôrom diversas as fórmulas que pudemos ouvir ou ler, mas mui unánime a mensagem transmitida: a combatividade está fora de lugar, e de nom está-lo, este nom era o momento… e tampouco o contexto. Porém, afirmam, nom criminalizam o estudantado que pujo em prática esses métodos de intervençom, apenas o acusam de conformar umha minoria violenta, infantilista, cheia de testosterona e individualista que com a sua “fascinaçom” pola violência deslustrou um sucesso de convocatória de greve.
Ficando pois clara a inexistência de qualquer tentativa de “criminalizaçom” contra aqueles setores do estudantado mais combativo, cumpre que quem sim acreditamos na adequaçom das polémicas práticas ao contexto concreto da situaçom concreta, valoremos um par de importantes questons.
A primeira delas é a automática teima de considerar “minorias” a quem intervém dum modo distinto ao desejado e promovido por umha determinada organizaçom. O facto de que se considere inapropriado desenvolver dinámicas que se extralimitam timidamente por fora das estreitas margens que impom a burguesia, nom devera impedir a capacidade para reconhecer umha realidade que é facilmente constatável e que se assuma o coerente e responsável papel de nom agir como cúmplice da imprensa sistémica, ajudando a esta na sua tarefa de manipulaçom.
O certo é que temos a sorte de contar com amplo material gráfico e audiovisual que mostra às claras como nom podemos falar de minorias comparando a quantidade de jovens participantes das modalidades de protesto mais conseqüente com a totalidade do estudantado manifestante. E também se mostra às claras, como entre esses setores de estudantes, há umha elevada percentagem de mulheres que demonstram que a combatividade nom é consequência duns maiores níveis de testosterona e que a violência nom é biologicamente consubstancial ao homem.
E esta tergiversaçom dos factos engancha com a segunda questom que quigera abordar. Estamos de acordo em que é umha tarefa fundamental por parte das e dos que nos auto-proclamamos revolucionárias, fazer um correto diagnóstico da realidade que pretendemos transformar. Evidentemente as interpretaçons podem ser mui diversas, mas se nom tiramos os óculos de veludo que nos impedem ver a predisposiçom para a luita de importantes setores de juventude galega de extraçom popular, temos alta probabilidade de fazer umha interpretaçom errada. E nom só isso, senom que também teremos umha alta probabilidade de dar umha resposta incorreta às tendências observadas. E neste ponto sim considero um importante erro que forças políticas e entidades juvenis e estudantis enquadradas em projetos que se auto-definem emancipatórios, mostrem tanta preocupaçom em elaborar argumentaçom que deslegitime métodos de intervençom mais combativos dos habitualmente utilizados, e contribuam para servir de muro de contençom da crescente rebeldia juvenil.
E nom só rebeldia juvenil, mas rebeldia inicialmente bem focada, e que quem desde o trabalho de base, quem também assistimos a assembleias, colagens e repartos, e fazemos parte consciente e comprometidamente dum projeto revolucionário de emancipaçom nacional e social de género, devemos contribuir a dirigir certeiramente contra o nosso inimigo comum.
E remato aqui lembrando Lenine quando alertava dos problemas que supom que um partido revolucionário esteja atrasado em relaçom com o ascenso das massas, que se revele incapacitado e “pouco preparado para cumprir as gigantescas tarefas” tanto no plano teórico como no prático que nesses intres som tam necessárias para organizar o espontaneismo e encaminhá-lo à tomada do poder.
Nom podemos nem devemos, pois, esperar a que essa rebeldia fique diluída na inércia do espontaneismo, os e as revolucionárias temos a responsabilidade de agir com coerência na açom teórica-prática e tratar de dirigir dita rebeldia para a vitória.

Castellano
Fuerte ha sido la polémica desatada tras la última huelga estudiantil galega del pasado 20 de febrero, y para quien aún no sepa de ella, ya le avanzo que no, que las causas no fueron la detención e identificación arbitraria de cientos de jóvenes, ni la infiltración de agentes policiales de paisano dentro de las manifestaciones para perseguir la combatividad estudiantil y ni tan siquiera la criminal retirada por parte de la policía española de banderas de la patria.
La polémica de la que estamos hablando ha venido desatada por la implementación de formas de luchas más combativas que el formato de manifestación "pacífica" al que estamos tristemente habituadas. Y no, esa polémica tampocoo fue promovida y potenciada sólo por parte de la prensa burguesa, como cabría esperar, sino que tuvo como principalees protagonistas aquellas/os que forman parte de proyectos políticos que dicen aspirar a liderar un proceso de emancipación nacional y social de Galiza.
Desde las críticas por no "adaptarnos al momento ni al contexto" hasta las que continúan inmóviles y repetitivas apelando a la "manifestación pacífica", han sido diversas las fórmulas que hemos podido oir o leer, pero muy unánime el mensaje transmitido: la combatividad está fuera de lugar, y de no estarlo, este no era el momento... y tampoco el contexto. Sin embargo, afirman, no criminalizan al estudiantado que puso en práctica dichos métodos de intervención, apenas lo acusan de conformar una minoría violenta, infantilista, llena de testosterona e individualista que con su "fascinación" por la violencia corrompe el éxito de la convocatoria de la huelga.
Quedando, pues, clara, la inexistencia de cualquier tentativa de "criminalización" contra aquellos sectores del estudiantado más combativo, es necesario que quienes si creemos en la adecuación de las polémicas prácticas al contexto concreto de la situación concreta, valoremos un par de importantes cuestiones.
La primera de ellas es el automático empeño de considerar "minorías" a quien interviene de un modo distinto al deseado y promovido por una determinada organización. El hecho de que se considere inapropiado desarrollar dinámicas que se extralimitan tímidamente fuera de los estrechos márgenes que impone la burguesia, no debiera impedir la capacidad para reconocer una realidad que es fácilmente constatable y que se asuma el coherente y responsable papel de no actuar como conjunto cómplice de la imprenta sistémica, ayudando a esta en su tarea de manipulación.
Lo cierto es que tenemos la suerte de contar con amplio material gráfico y audiovisual que muestra a las claras como no podemos hablar de minorías comparando la cantidad de jóvenes participantes de las modalidades de protesta más consecuente con la totalidad del estudiantado manifestante, y también muestra a las claras como entre estos sectores de estudiantes, hay un elevado porcentaje de mujeres que demuestran que la combatividad no es consecuencia de unos mayores niveles de testosterona y que la violencia no es biológicamente consustancial al hombre.
Y esta tergiversación de los hechos engancha con la segunda cuestión que quisiera abordar. Estamos de acuerdo en que es una tarea fundamental por parte de las y de los que nos auto-proclamamos revolucionarias, hacer un correcto diagnóstico de la realidad que pretendemos transformar. Evidentemente las interprestaciones puden ser muy diversas, pero si no quitamos la cortina de humo que impide ver la predisposición para la lucha de importantes sectores de la juventud galega de extracción popular, tenemos alta probabilidad de hacer una interpretación errónea. Y no sólo eso, sino que también tendremos una alta probabilidad de dar una respuesta incorrecta a las tendencias observadas. Y en este punto si, considero un importante error que fuerzas políticas y entidades juveniles y estudiantiles encuadradas en proyectos que se auto-definen emancipatorios, muestren tanta preocupación en elaborar argumentación que deslegitime métodos de intervención más combativos de los habitualmente utilizados, y contribuyan para servir de muro de contención de la creciente rebeldía juvenil.
Y no sólo rebeldía juvenil, sino rebeldía inicialmente bien encauzada, y que quien desde el trabajo de base, quien también asistimos a asambleas, pegadas de carteles y repartos, y formamos parte consciente y comprometidamente de un proyecto revolucionario de emancipación nacional y social de género, debemos contribuir a dirigirnos certeramente contra nuestro enemigo común.
Y finalizo aquí recordando a Lenin cuando alertaba de los problemas que supone que un partido revolucionario quede retrasado en relación al ascenso de las masas, que se rebele incapacitado y "poco preparado" para cumplir las gigantescas tareas" tanto en el plano teórico como en el práctico que en estos momentos son tan necesarias para organizar espontáneamente y orientarlas a la toma del poder.
No podemos ni debemos, pues, esperar a que esa rebeldía quede diluida en la inercia de la espontaneidad, los y las revolucionarias tenemos la responsabilidad de actuar con coherencia en la acción teórica-práctica y tratar de orientar dicha rebeldía hacia la victoria.