El 24 de marzo de 2021, apareció un artículo de alto perfil que proclamaba "No habrá una nueva guerra fría" en Foreign Affairs (la publicación insignia del Council on Foreign Relations, el principal centro de estudios de la gran estrategia estadounidense). El autor, Thomas Christensen, profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Columbia y ex subsecretario de Estado adjunto para asuntos de Asia oriental y el Pacífico de la administración de George W. Bush, reconoció que "la administración Trump básicamente declaró una guerra fría a China». (1)
Sin embargo, Christensen indicó con optimismo que ninguna Nueva Guerra Fría se materializaría, ya que Washington con Joe Biden, presumiblemente, se debería alejar de las políticas extremas de Trump hacia China dada su «posición vital en la cadena de valor global». (2) ... Pekín no debía ser visto como una potencia agresiva en términos ideológicos o geopolíticos, sino que simplemente como una "potencia interesada en la competencia económica".
Sin embargo, lo que el análisis de Christensen excluyó fue la mención al sistema mundial imperialista, coronado por la hegemonía estadounidense, que ahora se ve amenazado por el aparentemente inexorable ascenso de China en la búsqueda de su propio proyecto soberano. (3)
A este respecto, la Nueva Guerra Fría contra China no es una anomalía, sino más bien es la inevitable respuesta de EEUU al ascenso de China y al fin del momento unipolar del que gozó Washington. Al igual que EEUU declaró la Guerra Fría contra la Unión Soviética y China en las décadas de 1940 y 1950 (como parte de una estrategia para asegurar su hegemonía global) hoy en día está declarando una Nueva Guerra Fría contra China, en aras de mantener su hegemonía imperial.
De hecho, días antes de que se publicara el artículo de Christensen la administración Biden dejó en claro que no solo tenía la intención de continuar esta Nueva Guerra Fría, sino de llevarla a niveles superiores.
Esto último se hizo evidente en las primeras conversaciones bilaterales de alto nivel entre EEUU y la República Popular de China, celebrada el 18 de marzo de 2021 en Anchorage. En la cumbre se sentaron frente a frente el secretario de Estado Antony Blinken, el asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan con el director de la Oficina de la Comisión Central de Relaciones Exteriores de China, Yang Jiechi, y el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi. (4)
En la semana anterior a la cumbre, Washington había preparado el escenario. A través de sus acciones había empezado a promover una Guerra Fría 2.0 híper-agresiva dirigida contra China, así, el 12 de marzo, Biden se reunió con los jefes de estado de Japón, India y Australia, que representaban una nueva alianza estratégico-militar liderada por EEUU, denominada Quad, un intento de construir un análogo asiático a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El llamado "Quad" emitió una declaración conjunta cuyo subtexto completo era una abierta y manifiesta enemistad hacia China. (5)
El mismo día, la Comisión Federal de Comunicaciones de EEUU incluyó en su lista negra a cinco empresas chinas, incluida Huawei. (6) Y, a última hora del 16 de marzo, menos de dos días antes de que comenzaran las conversaciones con China, Biden renovó las sanciones contra veinticuatro funcionarios del gobierno chino, en respuesta a la supuesta represión de la disidencia en Hong Kong. (7)
Anchorage: declaración de una nueva guerra fría
En una inusitada ruptura con el protocolo diplomático, Blinken inició las conversaciones bilaterales en Anchorage afirmando sin rodeos que él y el secretario de defensa de EEUU, Lloyd Austin, acababan de regresar de una reunión con sus homólogos en Japón y Corea: "dos aliados militares de EEUU que comparten las preocupaciones de Washington con respecto a China".
El objetivo de Washington, dijo, era «promover los intereses de EEUU y fortalecer el orden internacional basado en reglas». Luego provocó directamente a Beijing, refiriéndose a la "profunda preocupación con las acciones de China en Xinjiang, Hong Kong y Taiwán". También a los "ataques cibernéticos a los EEUU y a la coerción económica hacia nuestros aliados", porque "cada una de estas acciones amenaza el orden basado en reglas que mantiene la estabilidad global".
Sullivan se refirió deliberadamente a la reunión de Biden «con los líderes del Quad» y a las preocupaciones de esta alianza militar en el Indo-Pacífico, poniendo de esta manera en primer plano el pacto bélico, formando en Asia contra Beijing. Agregó que los aliados y socios de EEUU habían expresado «áreas de preocupación con respecto a la coerción económica y militar» por parte de China y que EEUU esta dispuesto a una una «dura competencia» con China, pero que también, insinuó, estaba preparado "para un conflicto a gran escala". (8)
Yang respondió insistiendo que China defende firmemente «el sistema internacional centrado en las Naciones Unidas y el orden internacional sustentado por el derecho internacional: "no lo que defienden un pequeño número de países como el llamado orden internacional basado en reglas, el pueblo chino, agregó, está unido en torno al Partido Comunista de China, y nuestros valores son los mismos valores comunes de toda la humanidad. Estos son: paz, desarrollo, equidad, justicia, libertad y democracia". Yang hizo hincapié en las diferentes concepciones de democracia entre China y EEUU. Además, contrastó la política exterior de Beijing con la de Washington, tanto históricamente como en el presente:
"No invadimos las naciones mediante el uso de la fuerza, tampoco derrocamos los gobiernos por diversos medios, o masacramos a las poblaciones de países que no piensan como nosotros ... EEUU ha ejercido jurisdicción y represión durante un largo tiempo sobrepasando su seguridad nacional mediante el uso de la fuerza o con la hegemonía financiera, y esto ha creado obstáculos crecientes para las actividades comerciales normales. EEUU también ha estado persuadiendo a algunos países para que lancen ataques contra China. ... Con respecto a Xinjiang, el Tíbet y Taiwán, recordó que estas regiones son parte inalienable del territorio de China: "nos oponemos firmemente a la interferencia de EEUU en los asuntos internos de China. Hemos expresado nuestra oposición a tal interferencia y tomaremos medidas firmes en respuesta".
Yang insistió en que Washington no tenía ninguna base moral para sermonear a Beijing sobre derechos humanos dado su propio historial, como lo han simbolizado las protestas del movimiento Black Lives Matter: «los EEUU no representan la opinión pública internacional, ni tampoco el mundo occidental». Con respecto a los "ciberataques", afirmó, "EEUU es el campeón en capacidad de lanzar ciberataques. Por tanto, no se puede culpar de este problema a otro país».
Por su parte Wang indicó:
"China insta a la parte estadounidense a que abandone por completo la práctica hegemónica de interferir en los asuntos internos de China ... Tomamos nota que un día antes de esta reunión, EEUU ha intensificado las sanciones contra China con el pretexto de Hong Kong. El pueblo chino está indignado por esta grave injerencia en nuestros asuntos internos... se supone que esta no es la forma que se deberías recibir a los invitados (estas conversaciones bilaterales tuvieron lugar en Alaska), y nos preguntamos si esta es una decisión tomada por EEUU para tratar de obtener alguna ventaja en el trato con China". (9)
Blinken replicó refiriéndose a los "problemas" planteados por los aliados y socios e hizo hincapié en la determinación de Washington de construir alianzas estratégicas contra China. Sullivan destacó la destreza tecnológica estadounidense con el aterrizaje, un par de semanas antes, de otro Rover en Marte y criticó duramente a la delegación china por sus «declaraciones largas y tortuosas». (10)
Yang respondió que se había «sentido obligado a hacer este tipo de discurso debido al tono estadounidense», porque "los diplomáticos estadounidenses han eligido hablar con China, desde una posición de fuerza en una acción cuidadosamente planificada".
Wang alertó por la velada referencia de Blinken a Japón y Corea del Sur no dejaba claro si esta actitud realmente provenía de esos países o simplemente era una proyección de la política estadounidense. (11)
«Para una prensa asombrada, observó Thomas Wright, del Brookings Institution, fue como estar presente en los albores de una nueva guerra fría». (12) De hecho, David Stilwell, ex subsecretario de Estado para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico bajo Trump, y Dan Negrea, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, escribieron diez días después en The National Interest: "Treinta años después de la desaparición de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, el mundo se encuentra en una nueva guerra fría centrada en China". (13)
Washington continuó en las siguientes semanas con sus agresivos ataques contra China:
22 de marzo: EEUU, junto con la Unión Europea, el Reino Unido y Canadá, sancionaron a cuatro funcionarios chinos por presuntas violaciones de derechos humanos en Xinjiang. (14)
24 de marzo: Los ministros de Relaciones Exteriores de los treinta estados de la OTAN declararon que estaban dispuestos a oponerse a las «amenazas autoritarias al orden internacional basado en reglas», en cooperación con sus aliados y asociaciones en Asia-Pacífico, señalando así a China como un enemigo.
25 de marzo: Una semana después de las conversaciones bilaterales, Biden en una conferencia de prensa declaró que "Xi [Jinping, el presidente de la República Popular de China], no tiene un núcleo democrático - Y se refirió a él como un» autócrata «. (15)
28 de marzo: La representante comercial de EEUU, Katherine Tai, anunció que EEUU no tenía intención de eliminar los aranceles que Trump había impuesto a los productos chinos, que afectan a la mayoría de las exportaciones de la nación asiática a EEUU. El objetivo, dijo, es conseguir que las corporaciones multinacionales desvinculen sus cadenas de valor de China. (16)
30 de marzo: Aunque carece de pruebas creíbles que respalden los cargos el gobierno de Biden acusó a China de "genocidio y crímenes de lesa humanidad", presentando esto formalmente en su informe anual de derechos humanos. (17)
8 de abril: Washington incluyó en la lista negra a siete empresas chinas de supercomputación. (18)
30 de abril: La administración Biden organizó una reunión pública entre representantes oficiales del Departamento de Estado de EEUU y sus homólogos de Taiwán. Esto rompe con el acuerdo con China, que se remonta a la década de 1970 --conocidos como los Tres Comunicados-- según el cual EEUU evitaría todo contacto oficial con Taiwán, que China considera parte de "una China, con dos sistemas de gobierno". (19)
5 de mayo: El Grupo de los siete países capitalistas centrales, compuesto por EEUU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá, se presentó como el garante global del «orden internacional basado en reglas», criticando fuertemente a China. (20)
7 de mayo: En una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU presidida por Wang Yi, Blinken criticó a China y Rusia por desobedecer el derecho internacional y, aunque no se refiere a China por su nombre, a la que ha acusado repetidamente de genocidio, declaró: "Afirmar la jurisdicción nacional «no le dé a ningún estado un cheque en blanco para esclavizar, torturar, desaparecer, limpiar étnicamente a su gente o violar los derechos humanos». (21)
26 de mayo: Biden ordenó a las agencias de inteligencia estadounidenses que investigaran la teoría de laboratorio de los orígenes del SARS-CoV-2 en China; (2) Kurt Campbell, coordinador de asuntos del Indo-Pacífico en el Consejo de Seguridad Nacional, zar de Asia de Biden, declaró que «el período que se describió como "compromiso" con China ha llegado a su fin». (22)
En sus primeros cien días, la administración Biden aumentó significativamente la presión militar sobre China. De enero a abril de 2021, la actividad militar estadounidense a lo largo de las fronteras de China crecieron en un 20 por ciento; se efectuaron y se efectúan incursiones de navíos de guerra, en aguas territoriales reclamadas por China, e irrupciones en su espacio aéreo.
En marzo, Alemania desplegó un buque de guerra en el Mar de China Meridional, y Washington agradeció al «apoyo de Alemania a un orden internacional basado en reglas en el Indo-Pacífico». En abril, EEUU envió un grupo adicional de ataque de sus portaaviones para reforzar sus fuerzas en el Mar de China Meridional. Mientras tanto, Gran Bretaña está enviando el grupo de ataque del portaaviones Queen Elizabeth II al Mar de China Meridional. (23)
Visto en este contexto, la confrontación entre Washington y Beijing en Anchorage, en lugar de constituir, simplemente, un intercambio airado entre diplomáticos apasionados, debe verse como la manifestación de una nueva gran estrategia de EEUU con respecto a China.
La insistencia de Washington en lo que llama un «orden internacional basado en reglas», en contraste con la defensa de Pekín de un orden de Estados Soberanos basados en los principios de la ONU y respaldada por el derecho internacional (tradicionalmente conocido como el sistema de Westfalia), es más que una disputa sobre fraseología diplomática.
Más bien, es la puesta al día de la estrategia de EEUU que tiene como objetivo obligar a China a cumplir con el orden político-económico hegemónico impuesto por una alianza de las principales potencias capitalistas centrales, con el fin de «fijar» las actuales relaciones del poder imperial. (24)
Como ha indicado China, si el «orden basado en reglas» es «establecido por los EEUU, entonces no pueden llamarse reglas internacionales, sino más bien
«reglas hegemónicas «... Y si un puñado de otros países aliados de EEUU se suman a estas reglas, tampoco pueden llamarse reglas internacionales, sino más bien 'reglas de camarillas', que de hecho, van en contra el principio de democracia y seguramente "no serán aceptadas por la mayoría de los países del mundo". (25)
EEUU y las otras economías capitalistas, ubicadas la cúspide del sistema mundial (la tríada de EEUU / Canadá, Europa Occidental y Japón) están comprometidos a preservar no solo las instituciones hegemónicas forjadas en la era de la Guerra Fría - como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- sino también un sistema de alianzas militares dominadas por los estadounidenses , en lo que se conoce como el sistema post-Westfaliano o "el orden internacional liberal que surgió durante la era del «imperialismo desnudo» desde 1990 hasta el presente. Este hecho geopolítico fue posible por el vacío creado por la desaparición de la Unión Soviética del escenario mundial y el resultante «momento unipolar» de EEUU. (26)
Durante la era posterior a la Guerra Fría, EEUU y sus aliados llevaron a cabo una política de continuas «intervenciones humanitarias» en los asuntos de otros estados, lo que generó una era de guerra perpetua, comenzando con la expansión de EEUU (y la OTAN) en la Europa del Este, con el desmembramiento de Yugoslavia, así como con las intervenciones militares en Oriente Medio y África, en violación de la soberanía de una variedad de naciones y estados. (27)
Esta agresiva postura imperial ha sido legitimada por la «responsabilidad de proteger» y la promoción de supuestos "valores democráticos y humanitarios», determinados por EEUU y otras potencias capitalistas centrales. (28)
El objetivo estratégico de la Nueva Guerra Fría sobre China- desde el punto de vista de EEUU y sus aliados - no es tanto contener a China económica, política y militarmente, lo cual no es posible, sino encontrar formas de constreñirla, haciendo imposible que se produzcan cambios en el orden global.
La nueva gran estrategia imperial está diseñada para reestablecer a escala global (en la era termonuclear) la famosa «diplomacia de cañoneras» impuesta a la dinastía Qing, por las principales potencias imperiales, durante el llamado «Siglo de la Humillación de China", desde las Guerras del Opio hasta la Segunda Guerra Mundial y, que se materializó en 1860 con la destrucción británica del Palacio de Verano del emperador, hecho simbólico destinado a China (29).
En 1900, durante la llamada Rebelión de los Bóxers (Movimiento Yihetuan), las grandes potencias invadieron China, en la Alianza de Ocho Naciones (Gran Bretaña, EEUU, Francia, Alemania, Austria-Hungría, Italia, Japón y Rusia) cuyo objetivo fue forzar más tratados comerciales rotundamente desiguales. (30) La justificación dada en ese momento era que China necesitaba ajustarse a las "reglas" de comercio y a las reglas, dictadas por occidente. (31)
De manera análoga la actual gran estrategia imperial de EEUU, pretende constreñir económica, geopolítica y militarmente a China, en conjunto una amplia alianza de potencias imperiales.
En última instancia, el objetivo es provocar la destrucción del Partido Comunista de China (PCCh) y unir a China al orden imperial del capital monopolista-financiero global, reduciendo al país a la condición de una nación subalterna permanente. El principal medio para lograrlo sería nuevamente un sistema de tratados desiguales --el orden internacional basado en reglas-- impuesto por una coalición de grandes potencias, con EEUU a la cabeza. (32)
El principal mecanismo para derrotar a China fue detallado en 2017 por el analista de política exterior de Harvard, Graham Allison, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, en su libro Destined for War: ¿Can America Escape the Thucydides Trap?, un trabajo muy elogiado por Biden, por el exsecretario de Estado de EEUU Henry Kissinger, y por el exdirector de la CIA y excomandante del Comando Central de EEUU, David Petraeus.
En palabras de Graham Allison:
"Las fuerzas estadounidenses podrían entrenar y apoyar de manera encubierta a los insurgentes separatistas, porque ya existen fisuras en el estado chino. El Tíbet es un territorio esencialmente ocupado. Xinjiang, una región tradicionalmente islámica en el oeste de China, también alberga un activo movimiento separatista uigur, responsable de librar una insurgencia de bajo nivel contra Beijing. Y los taiwaneses que observan la mano dura de Beijing en Hong Kong difícilmente necesitan que se les aliente para oponerse a la reunificación con un gobierno chino cada vez más autoritario. ¿Podría el apoyo de EEUU a estos separatistas llevar a Pekín a conflictos con grupos islamistas radicales en Asia Central y Oriente Medio? Si es así, ¿podrían convertirse en atolladeros, como lo fue intervención soviética en Afganistán, donde los muyahidines «luchadores por la libertad» apoyados por EEUU desangraron a la Unión Soviética?"
"Un esfuerzo sutil pero concentrado para acentuar las contradicciones en el núcleo de la ideología comunista china ... podría, con el tiempo, socavar el régimen y alentar los movimientos independentistas en Taiwán, Xinjiang, Tíbet y Hong Kong. Al dividir a China en casa y mantener a Beijing envuelto en el mantenimiento de la estabilidad interna, EEUU podría evitar, o al menos retrasar, el desafío de China al dominio estadounidense". (33)
Todo lo escrito por G. Allison es ahora la nueva política de la Guerra Fría. (34) Al atacar a China con acusaciones de «genocidio» y «crímenes de lesa humanidad» EEUU está justificando su Nueva Guerra Fría contra China, incluida una guerra híbrida muy real, que combina las sanciones políticas, económicas, financieras, tecnológicas, cibernéticas, con los medios militares abiertos y encubiertos más tradicionales. (35)
El «orden basado en reglas» y la nueva gran estrategia imperial de EEUU
Con una fuerte influencia en la administración de Joe Biden, el principal teórico del orden internacional basado en reglas es G. John Ikenberry, un profesor asuntos internacionales en la Universidad de Princeton y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, (36) En un famoso ensayo de 2004 sobre «Liberalismo e imperio». sin negar que el pasado y en el presente de EEUU se ha caracterizado por la dominación imperial (incluso citando a historiadores de izquierda como William Appleman Williams, Gabriel Kolko y Joyce Kolko) el teórico G. John Ikenberry se opone abiertamente a aquellos círculos de Washington que creen que EEUU debe comportarse abiertamente como un Imperio. (37)
Una estrategia hegemónica más efectiva, argumenta Ikenberry, es utilizar el momento unipolar para establecer un orden internacional "basado en reglas" que asegure la dominación global de EEUU y de Occidente como un hecho consumado, incluso frente a una eventual disminución del poder estadounidense. (38)
Cuando el ascenso histórico de China se hizo cada vez más evidente, Ikenberry insistió en artículo para Foreign Affairs (El ascenso de China y el futuro de Occidente, 2008) en que el «sistema capitalista globalizado y el orden internacional liberal occidental solo puede ser preservada si la hegemonía directa de EEUU cede a un orden basado en reglas impuestas por el peso colectivo de EEUU junto con sus principales aliados". (39)
De esta manera, un "orden hegemónico liberal liderado por EEUU podría asegurarse indefinidamente". (40) Como señalara Hillary Clinton, es esencial evitar que surga un «mundo multipolar» construyendo en su lugar un «mundo de múltiples socios», dicho, en otros términos, un conjunto de alianzas y asociaciones lideradas por EEUU que garantizarían el dominio continuo de Washington en el siglo XXI. (41)
Esta concepción de un orden basado en reglas como medio de organizar una contrarrevolución global ha encontrado un fuerte apoyo bipartidista en el Parlamento y en el Pentágono. Para el secretario de defensa de Trump, James N. Mattis: "el mayor regalo que nos dejó la generación anterior fue un orden internacional basado en reglas. Mattis afirma que este orden tiene piezas claves "la OTAN, los mercados de capitales y los acuerdos comerciales de los que EEUU es signatario". Un sistema que todas luces no representan el derecho internacional, ni a las Naciones Unidas, sino más bien al espacio estratégico de acuerdos dominado por EEUU. (42)
Por lo tanto, en el centro de toda la concepción de un orden internacional basado en reglas, según Ikenberry, está la superación de la ONU porque esta organización "esta orientada a considerar la igualdad soberana entre estados y un mundo policéntrico" que, "incluye a China y Rusia como miembros permanentes del Consejo de Seguridad".
En cambio, el orden internacional basado en reglas está destinado a codificar los cambios introducidos en la década de 1990, estableciendo el «carácter contingente de la soberanía», de modo que las grandes potencias tienen el «derecho, incluso la obligación moral, de intervenir en determinados estados para prevenir las violaciones de los derechos humanos".
"Las intervenciones de la OTAN en los Balcanes y la guerra contra Serbia, escribe Allison, "fueron acciones definitorias de este tipo". (43) La doctrina del imperialismo humanitario basada en el "derecho a proteger" se ha convertido así en clave para la definición del orden internacional basado en reglas.
Esta noción del carácter contingente de la soberanía fue aclarada por Richard Haass (ex subsecretario de Estado en la presidencia de George W. Bush y actual jefe del Consejo de Relaciones Exteriores) quien explicó que el cambio a concepciones más limitadas de soberanía reflejaba una nueva visión hegemónica: "la soberanía no es un cheque en blanco, escribe, más bien, el estatus soberano depende del cumplimiento por cada Estado de ciertas obligaciones fundamentales, tanto para con sus propios ciudadanos como con la comunidad internacional. Cuando un régimen no cumple con esas responsabilidades o abusa de sus prerrogativas, corre el riesgo de perder sus privilegios soberanos, incluida, en casos extremos, su inmunidad frente a una intervención armada». (44)
Y cuando se trata de una intervención armada, Haass argumenta sin ambages: "EEUU es el sheriff del orden internacional, mientras que el resto de la tríada sólo es una compañía». (45) Y esto, aunque EEUU se ha quejado de una agresión china, por que la nación asiática tiene una única base militar en Djibouti (África) mientras Washington como "sheriff global" tiene cerca de mil bases militares en todo el mundo y... muchas de ellas rodean a China. (46)
La doctrina de un orden internacional basado en reglas se ha utilizado para justificar tanto las continuas intervenciones militares de EEUU y de la OTAN como los golpes de estado patrocinados por Washington en nombre de la promoción de la democracia y derechos humanos. (47)
En su último trabajo Ikenberry reconoce y define esta concepción: "El internacionalismo liberal ha estado implicado en intervenciones militares casi constantes durante la era del dominio global estadounidense" y con el neoliberalismo, "se ha establecido una plataforma de reglas e instituciones para las transacciones capitalistas". (48)
La República Popular China: una superpotencia soberana emergente
Al comentar la Revolución de Taiping (1850-1864) en China, Karl Marx y Frederick Engels señalaron que esos acontecimientos eran el nacimiento del «socialismo chino», pero que los reaccionario europeos "no tardaran en mandar sus ejércitos" (49).
Seis años después de escribir ese artículo, el ejército británico y francés atacaron a China en la Segunda Guerra del Opio, y aprovecharon el desorden creado por la Revolución de Taiping para extender la imposición de tratados desiguales con China. Producto de este conflicto - iniciado por los británicos en la Primera Guerra del Opio en 1839 - China se vio obligada a ceder Hong Kong a Gran Bretaña en 1842. (50)
Las guerras del opio, que introdujeron los británicos en China, dieron inicio al llamado Siglo de la Humillación, que terminó con la victoria de la Revolución China en 1949 y la fundación de la República Popular China. (51) Los chinos consideran que un discurso Mao Zedong puso la rúbrica para terminar definitivamente con el período de la humillación: «El pueblo chino se ha levantado», dijo el 21 de septiembre de 1949, en la Primera Plenaria de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino.
En esa ocasión, Mao declaró:
"El pueblo chino, que comprende una cuarta parte de la humanidad, se ha puesto de pie. China siempre han sido una nación grande, valiente y trabajadora; sólo en los tiempos modernos se ha quedado atrás. Esto se debió enteramente a la opresión y explotación por parte del imperialismo extranjero y los gobiernos reaccionarios internos. Durante más de un siglo, nuestros antepasados ??nunca dejaron de librar luchas inquebrantables contra los opresores nacionales y extranjeros, incluida la Revolución de 1911 dirigida por el Dr. Sun Yat-sen, el gran precursor de la revolución china ... Hemos cerrado filas y derrotado a los enemigos extranjeros a través de la Guerra Popular de Liberación y, ahora proclamamos la fundación de la República Popular China... La nuestra ya no será una nación sujeta a insultos y humillaciones. Nos hemos levantado. (52)
Hoy, la República Popular de China sigue centrada, a lo que considera una lucha de un siglo, que culminará en 2049, para superar lo que Mao llamó una «historia de insultos y humillaciones» que se remonta a las Guerras del Opio. (53) Al hacerlo, ha iniciado un curso conocido como «El sueño de China», enunciado por Xi en noviembre de 2012, que hoy refleja el camino del desarrollo posrevolucionario chino.
"Solo defendiendo el socialismo con características chinas", ha declarado Xi, "podremos unir y liderar al Partido, a toda la nación y a la gente de todos los grupos étnicos en la realización de una sociedad moderadamente próspera para el centenario del PCCh en 2021 y en convertir a China en un país socialista próspero, democrático, culturalmente avanzado y armonioso para el centenario de la República Popular China en 2049". (54)
A estos objetivos ha agregado una visión a más largo plazo: crear una civilización ecológica y una sociedad China con la ecología vista como «la forma más inclusiva de bienestar público»(55). El primer objetivo del centenario, el de 2021, está ya cumplido. Pero aún queda por alcanzar el objetivo del segundo centenario. El centenario de la República Popular China, 2049, marcará a través de la «modernización socialista» un «rejuvenecimiento nacional», que ha triunfado a la opresión extranjera e interna que produjo la gran divergencia entre China y Occidente. (56)
Impulsada por este proyecto histórico soberano, China ha seguido siendo el enemigo del imperialismo con una fuerte e inquebrantable decisión de defender del sistema de soberanía estatal establecida de Westfalia. China no solo defiende la llamada Paz de Westfalia y la Carta de la ONU, también respalda los objetivos antimperialistas de la Tercera Conferencia Mundial de Bandung (de 1995) que se fundamentó en el principio de autodeterminación de las naciones de VI Lenin. Esta famosa e importante Conferencia del llamado "tercer mundo" reafirmó la igualdad de derechos de los países en desarrollo y la importancia de un mundo policéntrico. (57)
Por su lado, Xi en 2017 articuló su postura antiimperialista en estos términos:
"Desde los principios de igualdad y soberanía establecidos en la Paz de Westfalia hace más de 360 ??años hasta el humanitarismo internacional afirmado en la Convención de Ginebra, hace más de 150 años; desde los cuatro propósitos y siete principios consagrados en la Carta de la ONU hace más de 70 años hasta los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica defendidos por la Conferencia de Bandung hace más de 60 años, muchos nuevos principios han surgido en la evolución de las relaciones internacionales y han sido ampliamente aceptados. Estos principios deberían guiarnos en la construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad.
La igualdad soberana ha sido la norma más importante que gobierna las relaciones entre los estados durante los últimos siglos y, el principio cardinal observado por las Naciones Unidas y sus agencias e instituciones. La esencia de la igualdad soberana es que se debe respetar la soberanía y la dignidad de todas las naciones, sean grandes o pequeñas, fuertes o débiles, ricas o pobres; sus asuntos internos no admiten injerencias y tienen derecho a elegir independientemente su sistema social y su camino de desarrollo" (58).
La postura antiimperialista de China está estrechamente ligada a su reciente camino de desarrollo. Su extraordinario avance - cuadruplicando su economía desde finales de la década de 1970 y eliminando la pobreza absoluta - ha dependido no solo de su creciente integración en la economía mundial, sino también, y no menos importante, de las limitaciones que ha impuesto al carácter capitalista de esa integración (59).
En este sentido, es decisivo una serie de elementos de orientación socialista que distinguen al sistema chino: (1) propiedad social de la tierra, que en el campo todavía es administrada colectivamente por las comunidades aldeanas; (2) el control estatal del dinero y las finanzas; (3) la propiedad estatal de sectores claves de la industria, incluidos los bancos, lo que permite altas tasas de inversión; y (4) un sistema de planificación, complementario a la economía de mercado, dirigido mediante planes quinquenales.
En esta fase histórica para el Partido Comunista, las concepciones marxistas y dialécticas son fundamentales cumplir del proyecto soberano de China con "la creación de una democracia socialista, moderna y desarrollada. Un elemento central de su política es una "línea política de masas y una teoría y práctica revolucionaria para construir una democracia socialista" (60)
Estos atributos marcan a China como una sociedad posrevolucionaria que no es ni completamente capitalista ni completamente socialista, pero que sigue un camino de desarrollo que mantiene abierta la posibilidad de un movimiento continuo y permanente hacia el socialismo. (61)
El dinamismo interno de la economía china, su infraestructura altamente desarrollada y sus bajos costos laborales unitarios han atraído enormes inversiones por parte de corporaciones multinacionales, permitiendo que la nación se convierta en el nuevo taller del mundo en lo que ha sido denominada la Tercera Revolución Industrial, basada en la tecnología digital (62). Como consecuencia de la solidez de su sistema de planificación, China ha podido retener una porción mayor de la plusvalía - que la mayoría de los países en desarrollo - y ha creado asociaciones con multinacionales que le han permitido adquirir tecnologías avanzadas (63).
Si bien sigue siendo todavía un país relativamente pobre, con un ingreso per cápita que es una quinta parte del de EEUU, China ha logrado pasar a la vanguardia de lo que Klaus Schwab, (presidente del Foro Económico Mundial) ha llamado la Cuarta Revolución Industrial representada por las novísimas tecnologías que fusionan los mundos físico, digital y biológico (64).
Es la destreza tecnológica de China y sus controles financieros los que limitan el poder del orden imperial dominado por EEUU. Y, su afirmación geopolítica de una sola China, que incluye la recuperación de su territorio histórico, es uno de los factores que más perturba a los países capitalistas centrales. A EEUU y a sus principales aliados imperiales les gustaría ver a China estrechamente unida a lo que Thomas Friedman llamó la «camisa de fuerza de oro» del orden globalizado imperante; un sistema diseñado para imponer restricciones a las libertades políticas y económicas de las naciones y constreñir su desarrollo contra las reglas impuestas de facto por el poder del Imperio (65).
Parte del actual rejuvenecimiento histórico de China - tal como lo concibe hoy Beijing - está relacionada con la resurrección de la Ruta de la Seda, una antigua ruta comercial que se extendía desde China hasta Europa. En el otoño de 2013, Xi propuso un vasto proyecto que involucra la construcción de un cinturón económico que se extiende desde el sur y centro de Asia hasta Oriente Medio y Europa. Junto a este proyecto, en marcha, se construye la llamada Ruta de la Seda Marítima, que deberá conectar a China - con el sudeste asiático, Oriente Medio, África, Europa y América Latina - a través de los mares y océanos.
Como nación fundadora de la Iniciativa "One Belt and Road" China proporcionó el capital inicial, pero a continuación invitó a todos los países del mundo a sumarse al financiamiento y planificación de estas nuevas infraestructuras. Treinta y nueve países del África subsahariana, treinta y cuatro de Europa y Asia central, veinticinco en Asia oriental y el Pacífico, dieciocho en América Latina y el Caribe, diecisiete del Medio Oriente y África del Norte y seis del Sur ya se han sumado a la Iniciativa "One Belt, One Road".
En total, la Iniciativa de la Franja y la Ruta abarca a 139 países, es decir a cerca de dos tercios de la población mundial. Como señaló con mucho disgusto el Consejo de Relaciones Exteriores estadounidense: «Xi Jinping invita a los jefes de estado a China a la Iniciativa "One Belt, One Road" para crear la sensación que Beijing es una potencia económica a la par con EEUU" (66).
El COVID en medio del conflicto
En la reunión de Anchorage, el secretario de estado Tony Blinken quiso elogiar los esfuerzos de la actual administración estadounidense para controlar de la pandemia de COVID-1967. Sin duda, su homólogo chino se estaba sonriendo tras su mascarilla. En mayo de 2021, EEUU registró más de seiscientas mil muertes por el COVID, una tasa de mortalidad de más de 1.800 muertes por millón. En contraste, China ha experimentado menos de cinco mil muertes, una tasa de 3 muertes por millón (68).
El gobierno chino años antes, y al más alto nivel, ya había alertado del peligro de la aparición de nuevas pandemias y, en consecuencia, estaba mucho mejor preparado. En 2017, Xi declaró ante la Asamblea General de la ONU: "Enfermedades pandémicas como la gripe aviar, el Ébola y el Zika han hecho sonar la alarma para la seguridad sanitaria internacional. La OMS [Organización Mundial de la Salud] debería desempeñar un papel de líder en el fortalecimiento del seguimiento de las epidemias y en el intercambio de información, con mejores prácticas y nuevas tecnologías. La comunidad internacional debe intensificar el apoyo y la asistencia a la salud pública en los países africanos y otros países en desarrollo" (69)
Frente a la aparición de un nuevo coronavirus (SARS-COV-2), en los primeros días el gobierno chino dio varios pasos en falso a nivel local, pero a continuación el estado chino atacó directamente a la epidemia con toda su fuerza, lo hizo en cooperación con la población, que se auto-movilizó bajo el modelo de "guerra popular revolucionaria", concepto que involucra la organización local. Esta movilización revolucionaria en respuesta a la epidemia tuvo un éxito rotundo, y mostró al mundo la solidez interna de su organización política y el enorme potencial del pueblo chino (70).
China ha declarado que sus vacunas COVID-19 constituyen un «bien público». Ya en abril de 2021, China había donado y exportado el 48 por ciento de sus vacunas de fabricación nacional, a ochenta países y ha donado vacunas a otras cuarenta naciones.
Mientras tanto, EEUU y Reino Unido ha compartido sus vacunas con cero países, al tiempo que insiste en mantener las patentes privadas para sus vacunas. Para el 1 de junio, China había compartido (exportaciones y donaciones) 323,3 millones de dosis, la Unión Europea había compartido 143,8 millones, en su mayoría con otros países desarrollados, y EEUU había compartido apenas 7,5 millones de dosis (71)
Washington ha acusado a China de «diplomacia de las vacunas» y ha sugerido que está rompiendo el orden basado en reglas para «superar a EEUU y sus aliados» en el mercado internacional de vacunas (72). China está produciendo alrededor de cinco mil millones de dosis al año, la mayoría de las cuales compartirá solidariamente, como un bien público, con el mundo en desarrollo (73).
La Tercera Revolución de China y la Contrarrevolución Global liderada por EEUU
En el informe del 18 de octubre de 2017 al Decimonoveno Congreso Nacional del PCCh, Xi afirmó que "la nación china, que desde que comenzaron los tiempos modernos había soportado tanto durante tanto tiempo [alusión a las Guerras del Opio y al Siglo de la Humillación], ha logrado una transformación tremenda. China se ha levantado, mejorado y ha fortalecido, llegando a abrazar una perspectiva de rejuvenecimiento»(74).
Para aquellos que conocen la historia de la República Popular China, está claro que Xi estaba hablando de todo el proceso revolucionario. Mao declaró que, con la Revolución, China se había levantado y, la era de Deng, es aludida como el inició del proceso de rejuvenecimiento nacional.
La Nueva Era, en el período del liderazgo de Xi, se ha dirigido a la construcción de un sistema chino fuerte, autosuficiente y sostenible, destinado a «construir una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos» para 2021, y «avanzar con toda la energía para haber construido un gran país socialista moderno en 2049". (75)
Cada etapa de la Revolución China ha significado un cambio importante en el proceso revolucionario, los períodos de Mao, Deng y Xi a veces se denominan muchas veces como Primera, Segunda y Tercera Revolución China. (76)
La «principal contradicción» en la Nueva Era (o Tercera Revolución), cuya superación es necesaria para que China alcance sus objetivos, según Xi, es la naturaleza «desequilibrada» o desigual y, por tanto, «inadecuada» del desarrollo chino, característica del modelo de crecimiento capitalista. Esta contradicción se manifiesta en la profundización de la desigualdad de clases, las divisiones entre las zonas rurales y urbanas, la promoción del desarrollo económico a expensas del desarrollo cultural y de una relación humana insostenible con el medio ambiente. (77)
Por tanto, los cambios motivados por los ideales socialistas hacia una mayor igualdad económica, autosuficiencia nacional, civilización ecológica, revitalización rural, desarrollo cultural y forja de un modelo de «circulación dual» (diseñado para reducir la dependencia de China de los mercados y la tecnología extranjeros) son decisivos para el surgimiento en China de una «gran sociedad socialista moderna». (78)
El liderazgo del PCCh ha definido a China como «el país en desarrollo más grande del mundo en una etapa primaria del socialismo», que debe cultivar solidariamente sus conexiones directas con el Sur Global, porque China "es parte del Sur Global". Su postura internacional oficial está dictada por los "cinco principios de coexistencia pacífica": (1) respeto mutuo por la soberanía e integridad territorial, (2) no agresión mutua, (3) no interferencia mutua en los asuntos internos de cada país, (4) igualdad y beneficio mutuo, y (5) convivencia pacífica. (79)
Aunque China, como potencia global emergente, ha sido acusada de "buscar revertir el orden internacional existente basado en reglas", impuesto, hay que decirlo, por los estados capitalistas centrales, esto no significa de ninguna manera "la anarquía" como lo afirmó Tony Blinken, el 18 de marzo en Anchorage. En respuesta la parte China ha adoptado una fuerte defensa del concepto de igualdad soberana, que necesariamente va contra de la estructura del sistema imperial existente. (80)
El camino a seguir por la Tercera Revolución de China no será, por supuesto, fácil, y lo que Xi ha llamado la «contradicción principal» en forma de desarrollo desigual es evidente por las intensas luchas que tienen lugar en la sociedad china y en su relación con el poder imperial.
No sería exagerado decir que la Tercera Revolución de China ha sido recibida por EEUU, y por las otras potencias capitalistas centrales, con una combinación de incredulidad, conmoción e ira. Occidente no está acostumbrado a pensar histórica y dialécticamente, sus intelectuales se sostienen apuntalados por marcos de análisis formalistas y creen en el inevitable triunfo del capitalismo. Nuestra ideología dominante ha sido literalmente el «fin de la historia». (81)
El proyecto soberano chino eventualmente conducirá a un desafío crítico del orden capitalista e imperialista existente, y esta inmensa nación en lugar ser absorbido por el sistema reinante (como lo creía ingenuamente Washington) está abriendo las puertas a nuevo futuro para el Sur Global.
En febrero de 1018 Kurt M. Campbell, ex secretario de Estado adjunto para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico en la administración Obama, reconoció tardíamente que «el poder y la hegemonía de EEUU no logrará moldear a China a nuestro gusto » porque, "ese país es completamente ajeno al establishment estadounidense" ... Y, en estos días, ha sido aún más impactante para Occidente descubrir que la Nueva Era China comienza a parecerse en muchos más a la China revolucionaria de Mao que a la época de las reformas de Deng. (82)
La respuesta enfurecida de la élite estadounidense al compromiso inquebrantable de China con su propio proyecto soberano ha sido lanzar una Nueva Guerra Fría, que también incluye a sus aliados: Rusia e Irán. En los círculos de la clase dominante estadounidense están convencidos que se trata de una nueva guerra por la hegemonía
El intelectual del sistema Graham Allison (influente asesor de Biden) concibe esta guerra como un conflicto por la imposición imperial de tratados desiguales a China. Para sostener su tesis hace analisis a-histórico asociado con una supuesta perspectiva «realista» derivada de los escritos de Tucídides, el antiguo historiador griego de la guerra del Peloponeso, quien escribió en 411 a. C. «fue el surgimiento de Atenas y el miedo que esta nueva potencia lo que hizo inevitable la guerra con Esparta». (83)
Por el contrario, desde una perspectiva marxista, cualquier valoración de la transición hegemónica del mundo moderno debe estudiarse como el producto de la dinámica interna de la economía mundial capitalista, que se ha caracterizado a lo largo de su historia por tener un sistema imperialismo en su núcleo que controla su periferia y que origina guerras periódicas por la hegemonía imperial: esto, históricamente, es la única "respuesta" que el sistema capitalista es capaz de dar a la cuestión del poder mundial. (84)
Evidenciando esta lógica, la Nueva Guerra Fría contra China, iniciada por EEUU, busca unir a los principales estados capitalistas imperiales en una alianza global contra Beijing.
Esta estrategia imperial, reconoce que China es demasiado grande para ser conquistada, y demasiado grande para permitir que su economía fracase. Lo que se requiere, por lo tanto, según el Consenso de Washington, es una contrarrevolución dirigida a reimponer un nuevo conjunto de tratados desiguales con China y con la mayor parte del mundo en desarrollo.
El objetivo es constreñir a China. Por último, esta estrategia debe ser respaldada por la fuerza militar. Esto era lo que la secretaria de Estado de Bill Clinton, Madeleine Albright, llamó «multilateralismo asertivo». En este contexto para Hillary Clinton, (hablando en Chatham House el 6 de mayo de 2021) EEUU deber "recuperar los medios de producción" para garantizar que China se mantenga como un estado subalterno. (85)
Decir que estas condiciones ponen a la población mundial en una era de peligro casi sin precedentes sería quedarse corto. Ninguna Nueva Guerra Fría puede tener lugar sin una carrera armamentística y el peligro de guerra termonuclear. China, cuyas ojivas nucleares están por debajo de los 200, en comparación con las 1.400 ojivas nucleares desplegadas por EEUU, está buscando duplicar su número de ojivas para 2030.
EEUU, por su parte, se ha comprometido a gastar 500.000 millones de dólares, solo sus fuerzas nucleares durante la próxima década. 50 mil millones dólares al año que incluyen $ 100 mil millones a su llamado Programa Disuasivo Estratégico Terrestre, un sistema de misiles nucleares diseñado para reemplazar el envejecido sistema de Misiles Balísticos Intercontinentales, Minuteman III. (86)
El mundo sobrevivió a la primera Guerra Fría. No sabemos si sobrevivirá a esta Nueva Guerra Fría. La humanidad del siglo XXI se enfrenta ahora, en todos los ámbitos de su existencia, a una elección ineludible: «ruina o revolución». (87)
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NOTAS
* Sociólogo estadounidense, editor de la revista Monthly Review