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Estado español :: 20/06/2014

Comunicado de Purna y Puyalón ante los últimos movimientos del Régimen

Purna / Puyalón de Cuchas
Proponemos la República Aragonesa como cauce fundamental que permita desarrollar las demandas democráticas del pueblo aragonés

El proceso sucesorio representa una reestructuración del propio régimen heredado de la falsa Transición del 78. En un contexto de grave descomposición, las prisas por montar una sucesión pactada se han acelerado hasta el punto de iniciar un proceso vertiginoso de pequeñas modificaciones sistémicas. Por un lado los dos grandes partidos PP y PSOE, que son el pilar fundamental del Régimen, pierden legitimidad a marchas forzadas al ritmo que avanza la crisis social. Especialmente relevante es el deterioro del PSOE, cuya posible caída hace tambalear toda la estabilidad y legitimidad política del régimen. Dada la actual correlación de fuerzas los poderes fácticos del Estado han convenido en dar lugar a una nueva sucesión pactada que insufle de nuevo legitimidad al sistema, antes de que el panorama político y social se muestre todavía más inestable. Para ello han montado una sucesión exprés, coincidiendo con el inicio del verano y del poder mitigador para la movilización de las clases populares como el que tiene la celebración del Mundial de Fútbol. Al igual que en 2011, cuando se aprobó en pleno agosto la reforma del Artículo 135 de la Constitución, que primaba el pago de la deuda antes que los servicios básicos, en esta ocasión el Estado español vuelve a mostrar su rostro más antidemocrático tomando las decisiones más importantes sin consultar al pueblo y en el periodo que más difícilmente éste puede expresarse.

Purna y Puyalón, organizaciones pertenecientes a la Izquierda Independentista, exigimos en primer lugar al Gobierno de Aragón y al conjunto de las Cortes aragonesas que no reconozcan como soberano al heredero Felipe de Borbón. Si estas instituciones, que se autoproclaman representantes legítimas del pueblo aragonés, son realmente democráticas, entonces no podrán pasar por alto que desde el Estado español se imponga un nuevo Jefe de Estado sin que los y las aragonesas puedan hablar y decidir si quieren o no un nuevo monarca. Los órganos de representación de la ciudadanía aragonesa no pueden aceptar ningún Jefe de Estado ni gobernante que previamente los y las aragonesas no hayan votado. Si lo hacen se evidenciará, una vez más, lo que durante años venimos denunciando, y es que las instituciones de la Comunidad Autónoma Aragonesa no son más que la prolongación del control colonialista español; y que de ningún modo representa las aspiraciones e intereses del pueblo aragonés sino, por el contrario, los que tiene la oligarquía central en nuestra tierra y la permisividad cómplice de los caciques locales con los poderes fácticos del Estado.

El pueblo trabajador aragonés está siendo excluido de una toma política de decisiones que le afectan directamente. Como viene siendo habitual, la falta total de democracia se evidencia en la imposibilidad que se les deja a los diferentes pueblos del Estado para poder decidir acerca de su propio futuro, sea en su relación con el resto de pueblos o en la forma misma que tiene el Estado. La autonomía es un simulacro democrático de un régimen en el que de ningún modo se nos deja decidir, como pueblo, sobre cuestiones realmente trascendentales.

El conjunto del pueblo aragonés debemos caminar hacia la puesta en marcha de un proceso constituyente que nos lleve a rebasar los marcos del ya gastado Régimen del 78 y el fantasma de la autonomía. Para una salida verdaderamente democrática a esta crisis sistémica es necesario que sean los diferentes pueblos del Estado los que se encarguen de liderar la transformación social a través del ejercicio de su derecho a decidir. Es imprescindible que se abran distintos procesos constituyentes a través de los cuales cada pueblo pueda elegir democráticamente su propio futuro, su forma de gobierno y su relación con el resto de pueblos. Es necesario un Referendum que consulte sobre el modelo de Estado pero no puede quedarse en una mera elección entre Monarquía o República. Ha de derivar necesariamente en la apertura de esos procesos constituyentes que lleven la democracia real a los pueblos, para cambiar profundamente la forma de organización política y económica por la que nos regimos.

Proponemos la República Aragonesa como cauce fundamental que permita desarrollar las demandas democráticas del pueblo aragonés. No reconocemos la monarquía española y consideramos ilegítima una sucesión que se pretende apuntalar mediante las prisas y las distracciones veraniegas, con el simple objetivo de evitar preguntar a la ciudadanía de los diferentes pueblos del Estado. Creemos con gran acierto que el conjunto del pueblo aragonés no está de acuerdo con que el Modelo de Estado y un asunto tan importante como su Jefatura no le sea consultado. Por ello convenimos en que éste es el momento idóneo para que en nuestro pueblo se impulse un proceso constituyente que desemboque en la República Aragonesa. Un camino que, creemos, está destinado a acabar con el Régimen del 78 y que está llamado a devolver la democracia y la soberanía usurpada a nuestro pueblo. Queremos una República Aragonesa por pura higiene democrática, porque es el instrumento más valioso a través del cual poder ejercer nuestro derecho a decidir en absolutamente todos los campos que a los y las aragonesas nos importan. Si se acepta el pueblo aragonés como sujeto político no se puede negar la necesidad que tiene éste de crear su propia república, porque es desde el propio territorio el único lugar desde el que se puede ejercer la democracia. El proceso constituyente en Aragón solo puede pasar por una República Aragonesa, con la que poder decidir no solo el Modelo y Jefatura de Estado o nuestra relación con el resto de pueblos sino también qué hacer con la deuda ilegítima que los gobernantes usurpadores nos han hecho acumular. Para poder elegir un modelo de justicia económica y social para Aragón, de vertebración de nuestras comarcas y nuestro territorio; para decidir sobre nuestros propios recursos y poder desarrollarnos como pueblo. Un nuevo sistema sustentando en el poder popular de todos y todas las aragonesas con el que poder elegir nuestro propio marco de relaciones laborales y sociales.

La República Aragonesa nos permite superar el teatro esperpéntico de la autonomía, nos convierte a los y a las aragonesas en un pueblo digno y nos saca de la marginalidad y la exclusión política. Con la República ya no seremos más ciudadanos de segunda, sino protagonistas de nuestro propio futuro, eligiendo en cada momento lo que queremos llegar a ser. Para ello lucharemos con determinación contra el monarca español, tenga éste el nombre que tenga; por la conquista de nuestros derechos democráticos y de nuestra soberanía.

¡Viva la República Aragonesa!

 

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