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EE.UU. :: 15/10/2021

'Justice Democrats': ¿El 'Tea Party' de la izquierda?

Dalia González Delgado
Digámosle “progresismo”, “izquierda estadounidense” o “socialdemocracia”. Lo importante es comprender el contenido de políticas centro-izquierdistas

Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez no son nombres extraños para los lectores habituales de Cubadebate. Pero si les digo Justice Democrats quizás sea menos conocido. En pocas palabras, se trata de una plataforma que está detrás de la elección al Congreso de EEUU de algunos candidatos considerados progresistas. ¿Quiénes son y qué impacto tiene ese fenómeno?

Las elecciones generales de 2016 fueron una película con un final inesperado. Pero Donald Trump no fue la única sorpresa. Bernie Sanders, senador independiente por el estado de Vermont y abiertamente declarado “socialista”, plantó cara a Hillary Clinton en las primarias demócratas. Y aunque perdió, emergió como un líder nacional con un nivel de apoyo sorprendente para alguien que defiende ideas que parecían poco populares entre los estadounidenses. Enfatizo el “parecían” porque la realidad demostró otra cosa.

Definir términos como progresismo o socialismo requieren de un amplio debate que desborda el espacio y los propósitos de este comentario. Pero es importante decir que en el caso de EEUU tienen un significado más parecido a lo que sería la socialdemocracia europea. Tanto en entrevistas como en discursos, Sanders ha explicado que su propuesta de “Socialismo Democrático” tiene entre sus ejes fundamentales: el acceso a un seguro médico universal porque la salud debe ser considerada un derecho humano, la posibilidad de empleo digno para todas las personas, reformas al sistema educacional con énfasis en la matrícula gratuita en las universidades públicas, y medidas que favorezcan un medio ambiente limpio.

En las primarias de 2016 ganó más votos que Hillary Clinton entre los menores de 30 años. En el estado de Iowa, por ejemplo, la diferencia fue de 84% vs.14%. Algunas encuestas incluso plantearon que Sanders tenía más posibilidades de salir victorioso en noviembre; quizás porque se trataba de una especie de “populismo de izquierda” frente al “populismo de derecha” que representaba Trump. Pero eso ya no lo sabremos. El punto es que logró movilizar amplios sectores de la población que no se diluyeron después de la derrota, sino que algunos se agruparon en diferentes organizaciones.

Una de las que surgió ese año fue Brand New Congress (algo así como El Nuevo Congreso), un comité de acción política formado fundamentalmente por voluntarios y simpatizantes de la campaña presidencial de Sanders. Tras la derrota electoral decidieron cambiar de estrategia y no centrarse solo en las presidenciales sino ayudar a elegir, desde la base, a nuevos representantes al Congreso.

En 2017, para promover sus objetivos, se asociaron con la recién creada Justice Democrats (algo así como Demócratas de la Justicia), una organización cuyo objetivo es transformar el Partido Demócrata reemplazando a miembros del establishment por figuras progresistas, mayormente representantes de las llamadas minorías: negros, mujeres, latinos, y sin carrera política previa.

En ese contexto también creció la membrecía de Democratic Socialists of America, una organización política de tendencia socialdemócrata –ellos usan el término “Socialismo Democrático”–. Aunque su origen es anterior, se articularon con la campaña de Bernie Sanders y pasaron de 6500 miembros en el otoño de 2014 a 8500 el día de las elecciones en 2016. Desde esa fecha hasta julio de 2017 se sumaron más de 13 000 personas, la mayoría entre las edades de 18 y 35 años. Según su página web en este momento cuentan con 92 000 afiliados.

La idea del “socialismo” –de la manera limitada en que ellos lo entienden-, ha ganado popularidad en EEUU especialmente entre los demócratas jóvenes. Eso ayuda a comprender también la agresividad de Trump y otros políticos contra países como Cuba o Venezuela. No olvidemos que su política exterior es también una política pública condicionada por factores internos.

Justice Democrats –en asociación con Brand New Congress y otros grupos– impulsó a varios candidatos en las elecciones de medio término de 2018. Entre los que ganaron y se convirtieron en figuras sobresalientes están Alexandria Ocasio-Cortez (Nueva York), quien tuvo que trabajar dos turnos en un restaurante para salvar la casa de su familia de la ejecución hipotecaria después la muerte de su padre; Ilhan Omar (Minnesota) y Rashida Tlaib (Michigan), las dos primeras mujeres musulmanas en el Congreso de EEUU; Ayanna Pressley (Massachusetts), la primera mujer negra en ser elegida al Congreso por su estado. No se trata de casos aislados o anecdóticos sino que son parte de un movimiento de bases.

Las reacciones tanto de los demócratas del establishment como del propio Trump no se hicieron esperar. Recordemos, por ejemplo, el llamado “Escuadrón”, nombre informal para el grupo integrado por Ocasio-Cortez, Omar, Tlaib y Pressley, que fueron noticia tanto por sus propuestas de políticas públicas como por ser objeto de los ataques de Trump, quien llegó a decirles que “regresaran a sus países de origen” si no les gustaba EEUU.

En las elecciones de 2020 Justice Democrats amplió sus victorias, puesto que no solo lograron reelegir a sus congresistas sino que respaldaron a otros candidatos que resultaron ganadores. Entre esos últimos destacan Jamaal Bowman (Nueva York) y Cori Bush (Misuri), una enfermera de Saint Louis convertida en activista cuando en su comunidad, en 2014, un agente de policía mató a tiros al joven afroamericano Michael Brown.

Todos ellos defienden el llamado Green New Deal –que promueve la transición a emergías limpias y renovables al tiempo que estimularía la creación de puestos de trabajo–, el aumento de los impuestos para los más ricos, la cancelación de la deuda estudiantil, la expansión de la seguridad social, el Mericare para todos, el control de armas, los derechos reproductivos, la protección para los inmigrantes indocumentados.

Uno de los focos de atención de Justice Democrats es la relación entre el dinero y la política, y, asimismo, entre los representantes y sus comunidades. Cuando en un sistema electoral las campañas cuestan millones de dólares, solo un grupo selecto de personas va a buscar la candidatura, y usualmente son los más adinerados o los que reciben mayores contribuciones de los grandes donantes, cuyos intereses defenderán una vez instalados en su puesto en el gobierno. Eso puede tener muchos nombres y ser incluso legal, pero no es más que una forma de corrupción en la política.

Por eso, una de las cosas que proponen los candidatos o políticos progresistas es romper ese ciclo de dependencia y cambiar el sistema de financiamiento de las campañas electorales. Apoyan el papel de las micro donaciones individuales y rechazan el dinero de las grandes corporaciones y los lobbies.

El progresismo se ha consolidado en los últimos años, con representación en el gobierno que va más allá de Justice Democrats. De hecho, el Caucus Progresista en el Congreso incluye actualmente un senador y 95 miembros de la Cámara de Representantes, por lo cual los demócratas del establishment  se han visto obligados a tomarlos en cuenta a la hora de discutir las legislaciones.

Digámosle “progresismo”, “izquierda estadounidense” o “socialdemocracia”; las etiquetas esquematizan y no siempre ayudan a entendernos en un mundo donde muchas veces impera la imagen vacía de significado. Lo importante es comprender el contenido y las propuestas de políticas. Movimientos como el Tea Party o la Alt-Right y plataformas como Justice Democrats nos recuerdan que el ecosistema político estadounidense es muy complejo, y son múltiples los actores a considerar para llegar a entender el funcionamiento de un país cuyas decisiones afectan las vidas de millones de personas en el mundo.

Cubadebate

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/eI50