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Andalucía :: 05/09/2014

Vientos mesetarios

Habié
Parece ser que hay vientos mesetarios que quieren arrastrar las ansias de libertad del Pueblo Andaluz. Se trata de vientos racheados que traen fina arena y nos impide ver

Como Miguel Hernández, me pregunto quién o quiénes ponen trabas a los andaluces de relámpagos y huracanes, quienes les ponen los yugos que les mantienen prisioneros en una jaula y evitan que los vientos del pueblo les lleven.

 

            Las llaves de esa jaula las tiene Doña Telma envueltas en un acartonado jubón, que a veces es rojigualdo y otras veces, si es fiesta de guardar, se torna blanquiverde. Durante la noche, es su mayordomo, quien con atoronjadas lisonjas engaña a quienes las demandan, diciéndoles que no hay jubones, que la pajarera está abierta y si no lo está, las llaves desde luego las tienen otros.

 

            Pero los andaluces, como dijo el poeta, fueron forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas, y como llueve sobre mojado, saben, a pesar del olvido promovido por guardeses y hacendados, que esas llaves se forjarán y se tornearán con lucha organizada y a ritmo de martinete.

             
            Parece ser que hay vientos mesetarios que quieren arrastrar las ansias de libertad del Pueblo Andaluz. Se trata de vientos racheados que traen fina arena y nos impide ver. Y cuando no hay viento, aparecen mayorales que nos marcan el camino, y nos guían por pedregales sin acequias donde beber, por servidumbres polvorientas marcadas por los pasos de otros que no llevan a dehesa alguna, sino a desarraigantes mataderos más allá del paso de Balat Humayd.

 

            Sus cabestros se esfuerzan por conducir a propios y extraños hacia corrales donde los andaluces no tienen conciencia,  no tienen habla, no tienen fuerzas ni ganas de escapar.   Por eso los mayorales pretenden llevarlos a un lejano lugar, atraídos por los mansos, procurando el pan de hoy y el hambre de mañana.


            Y es que no tiene sentido alguno, que para que el Pueblo Andaluz alcance su libertad, tenga que mendigarla a sus capataces, sea en Madrid, Bruselas o en la calle del Muro. Es en tierra andaluza donde toca bregar, y salvando nuestra tierra, estaremos salvando a los Pueblos y a la Humanidad. Sólo así podremos decir que podemos cambiar la realidad de nuestro entorno. Sólo así seremos internacionalistas: de Andalucía hacia el Mundo.


            ¿Qué proyecto político puede ser asumible por los andaluces, sino aquel que habilite al Pueblo a asumir su futuro político sin depender de intereses ajenos? ¿A qué clase de libertad vamos a aspirar, si no rompemos antes las ataduras que nos sujetan a la miseria ética y política en nuestra propia tierra?


            Cada vez que se marcha en Rota contra la base militar imperialista yanki no falta a la cita un puñado de trabajadores roteños que recuerda a los manifestantes que gracias a sus misiles ellos comen caliente, y que no les falte nunca. A pesar de ello, nunca faltamos a la cita para denunciar la ocupación de nuestra tierra por parte de asesinos a sueldo. Y que no faltemos nunca.


            La ocupación capitalista de tierras andaluzas no es algo circunstancial, anecdótico ni nuevo.  Los puertos marítimos están en manos de la oligarquía financiera e industrial. Sin embargo,  cada vez quedan menos cofradías de pescadores y almadrabas, ni se fomenta el desarrollo manufacturero de productos del mar.


Sin trabajo y con precariedad constante cualquier migaja resulta un manjar para el alienado andaluz, y la ferocidad que demuestra para defender su mendrugo de pan no se encauza hacia la lucha organizada, sino que se fomenta la alienación y se ensalza la barbarie. En lugar de exigir el fin de la oligarquía especuladora de ultramar mediante la fiscalización de casinos y demás lavanderías de dinero, se alienta al explotado a exigir la libertad del explotador para que le siga explotando.

 

            Siendo Andalucía una nación ocupada, ¿dónde queda entonces la acción política y sindical? ¿Cuál debe ser el discurso y la práctica política? ¿Acaso debemos permitir una armonización entre la barbarie capitalista y el sufrimiento del pueblo trabajador? ¿Es que no perdemos oportunidades de oro cuando deberíamos explicar las contradicciones del capitalismo a pie de frontera? ¿O es que quizá hablar de fronteras puede suponer una incongruencia cuando sólo se delimitan al sur, pero no al norte de Andalucía?



 

 

 

 

 

 

 

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