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Estado español :: 29/01/2015

Sobre la Unión Europea

Iniciativa Comunista
La UE junto a otras instituciones imperialistas como la OTAN, el FMI o el BCE conforma un conglomerado de organismos al servicio de las clases dominantes.

La Unión Europea

El proyecto de Unión Europea arranca históricamente como un plan de las burguesías de países de Europa de reconstruir una economía competitiva frente al fin de la Segunda Guerra Mundial y, paralelamente en el tiempo, de constituir el llamado Estado del Bienestar como mecanismo frente a la U.R.S.S. y países socialistas europeos que habían creado el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) en 1949, a los que correspondía el 33% de la producción mundial.

A partir de 1985, con la aprobación del Acta Única Europea, que establece la libre circulación de capitales, mercancías y personas en las fronteras intracomunitarias, y el Tratado de Maastricht (1991), que fijan los criterios de convergencia para la moneda única, el actual Euro, y una política exterior y de seguridad común, se sientan las bases de la actual estructura de la UE, donde la política económica y monetaria es marcada por órganos comunitarios (Banco Central Europeo, etc.), lo que viene a significar la pérdida de control por los Estados miembros de una parte sustancial de soberanía económica, consagrando paulatinamente el principio neoliberal de libre mercado (fin de las barreras arancelarias intracomunitarias, privatizaciones, deslocalización, etc.).

A pesar de la resistencia de los pueblos frente a dicha pérdida de soberanía económica que tiene una correlativa afectación social, y que se traduce en el rechazo de Francia y Holanda al tratado llamado “Constitución Europea”, y el posterior referéndum desaprobatorio de una nueva versión de aquella, el llamado “tratado de Lisboa”, por parte de Irlanda, lo que ha generado una situación de crisis institucional, el proyecto de Unión Europea ha ido ahondando en los aspectos más negativos para las poblaciones trabajadoras de los principios liberales de la Unión. Como ejemplo de ello citar la Directiva Bolkenstein o, más recientemente, la Directiva de las 65 horas mensuales o la llamada “Directiva de la vergüenza”, que endurece las condiciones de estancia y permanencia de la población extracomunitaria.

Paralelamente, y en aras del principio del libre mercado, el desmantelamiento del Estado del Bienestar en los países centrales de la unión Europea, con su secuela de deslocalizaciones, privatización y recorte de los servicios públicos y del desempleo, precarización del mercado laboral, etc., han generado respuestas desiguales en distintos Estados, destacando por su importancia y combatividad las de Grecia y Portugal, que ponen de manifiesto la pauperización creciente de las condiciones de vida de las personas trabajadoras que viven en Europa, bajo el paraguas institucional del concepto de libertad que se asocia sin matices al libre mercado. 

Hemos de señalar que ante la aguda crisis y la respuesta popular a la misma, se está produciendo un auge y desarrollo de opciones fascistas como mecanismo más o menos disimulado de canalización del descontento popular hacia opciones favorables a los intereses del capital. Ejemplos de este fenómeno encontramos en Grecia, Bulgaria, Hungría y en el anunciado incremento del apoyo de dicha opción en Francia.

En este modelo de desarrollo, subordinado en lo político y en lo militar a la hegemonía de los Estados Unidos, hemos de manifestar el papel imperialista de la Unión Europea, ejerciendo a través de sus multinacionales para el expolio de los recursos de los países del llamado tercer mundo y por la participación política y militar en las aventuras imperialistas. En unos casos estas acciones están dirigidas por y a favor de los intereses norteamericanos (Yugoslavia, Afganistán, Irak, Líbano, Haití, Libia, Siria, etc.), y en otros directamente por potencias imperialistas europeas en defensa de sus propios intereses neocolonaliales, como es del caso de las actuaciones de Francia en el continente Africano (Mali, Costa de Marfil). Cabe también mencionar los recientes apoyos militares y económicos al gobierno golpista de Ucrania.

Nuestra posición frente a la Unión Europea, el Estado español y la UE

El Estado español se incorporaría definitivamente a la CEE en 1986, bajo el gobierno del PSOE. Acorde a la incorporación se acometerían en el Estado español una serie de privatizaciones y de reformas laborales acordes a las exigencias de la oligarquía europea. Esta adhesión abrió a la burguesía europea no solo el mercado español, si no el establecimiento de relaciones comerciales y el acceso a los mercados latinoamericanos, con los que el Estado español mantiene tradicionales acuerdos.

Entre 1984 y 1996 se realizaron más de 70 privatizaciones de empresas, entre las que se incluyen empresas como SEAT (1983), Endesa (1988) o Repsol (1989). Por su parte el gobierno realizaría cambios en la legislación laboral que facilitaba el despido de trabajadores/as. Pese a la histórica huelga general de 1988, se continuaría con los dictados de la burguesía española y europea. Estas privatizaciones continuarían durante los periodos posteriores liquidando el tejido industrial público.

En 2001, con la implantación del euro en el Estado español, asistimos a un aumento de la inflación respecto a la anterior moneda, la peseta. Un aumento de precios que no tuvo su repercusión en los sueldo de la clase trabajadora.

Con el comienzo de la crisis estructural y la posición del Estado español en la periferia de la UE ha hecho que descienda posiciones dentro del sistema imperialista mundial y de la UE sometiéndose a las decisiones impuestas por la burguesía franco–alemana.

La Unión Europea es un arma del imperialismo. La Unión Europea es un instrumento interestatal del capitalismo. Junto a otras instituciones imperialistas como la OTAN, el FMI o el BCE conforma un conglomerado de organismos al servicio de las clases dominantes. Varios son los hechos que nos permiten realizar esta apreciación:

La UE ataca a los intereses de la clase obrera y los sectores populares. La unificación de mercados, la eliminación de aranceles, la creación de un banco unificado y la moneda única, sirven a los intereses de la burguesía y sus monopolios. La aplicación de estas medidas ha supuesto para la clase obrera el tener que sufrir la política de privatizaciones, de reformas laborales y el aumento de los precios que ha acompañado a la instauración del euro. Desde su formación la UE ha tenido como objeto la adopción de medidas con el objetivo de beneficiar a la oligarquía económica. Desde el Tratado de Maastricht (1992), donde se especificaba la creación del Banco Central Europeo (BCE) y la instauración del euro. Pasando por La Estrategia de Lisboa, firmada en el 2000, que promueve la restricción de derechos laborales de los/as trabajadores/as y pensionistas para llegar a “la reducción del coste de trabajo”. También la Directiva Bolkenstein (2004), por la cual se encubre prácticas de deslocalización dentro de la UE, aprovechando el desarrollo desigual capitalista, de forma que a las empresas se les aplica la legislación del país de origen y no del país donde desarrollen su actividad. Por otra parte, es significativa la Directiva de las 65 horas (2008), directiva que permitía el aumento de la jornada laboral de 48 a 65 horas semanales, suponiendo un aumento brutal de la plusvalía absoluta.

La futura Estrategia de Europa 2020 continúa con esta línea. Esta estrategia pretende la superación de la crisis estructural mediante la aplicación de reformas que encubren la pretensión de aumentar aún más el grado de explotación de la clase trabajadora. 

En materia educativa, la UE ha jugado un papel muy importante en el proceso de elitización y transformación de la Universidad en detrimento de la clase trabajadora. El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que se ha iniciado con el denominado Plan Bolonia y que ha continuado con una serie de medidas, como la futura “Universidad 2015”, que pretenden adecuar la educación a los intereses de la clase dominante.

La UE también ha jugado un papel destacado en la represión de la clase trabajadora inmigrante, la llamada “directiva de la vergüenza” que endurece la condición de estancia y permanencia de la población extracomunitaria o la externalización de los controles migratorios hacia países donde hay una mayor represión (como Marruecos o Argelia).

En conclusión, la UE tiene como función fundamental el impulso de los monopolios europeos a base de aumentar la explotación hacia la clase obrera y los sectores populares. 

La UE ataca a la soberanía de los pueblos. Desde la formación de la Comunidad Económica Europea y especialmente con la instauración de la moneda única, el euro, la soberanía de los pueblos se ha visto notablemente mermada. Las decisiones económicas y políticas se toman directamente en Bruselas y en el BCE, centro de decisiones de la burguesía europea y más particularmente de la burguesía franco-alemana. Actualmente, las políticas económicas y agrarias se toman a nivel europeo bajo la denominación de “políticas comunitarias”. Políticas comunitarias que han hecho perecer sectores industriales y agrícolas enteros, como por ejemplo la decisión sobre el cierre de la minería “no competitiva” para 2018, que ha condenado y condenará a miles de trabajadores europeos al paro, especialmente en el Estado español. La eliminación de aranceles y el establecimiento de un mercado común donde existen países con diferentes grados de desarrollo, conduce inevitablemente a una mayor división del trabajo entre los Estados miembros de la UE. Pese a la política de subvenciones de la UE, como las establecidas en la Política Agraria Común (PAC) para la agricultura, con el objetivo de paliar estos desequilibrios la realidad es que sectores enteros de un país no puedan competir con los de otros países con costes muchos más bajos. Produciéndose una pérdida de la soberanía económica.

La instauración del euro ha hecho que muchas de las atribuciones propias de los Bancos Nacionales pasen a ser derechos exclusivos del Banco Central Europeo. Lo que se traduce en que los Estados pierden competencias respecto al control de su moneda. Y no solo eso, si no que bajo la prerrogativa de mantener bajo control la inflación del euro, el BCE impone medidas a los diferentes Estados. 

Durante la crisis estructural del capitalismo, se ha podido observar una mayor injerencia de la UE y otras instituciones aliadas (BCE o FMI) en los asuntos internos de los diferentes Estados. Llegando a la imposición de medidas económicas e incluso de gobiernos, como fueron los casos de Italia y Grecia. 

La UE es una institución imperialista y militarista. La Unión Europea está profundamente alineada con la OTAN, manteniéndose firme en la línea de actuación de un marcado carácter imperialista y neocolonial en la defensa de los intereses de la burguesía europea. Bajo la Política Común de Seguridad y de Defensa (PCSD) se establecen las políticas, instituciones y mecanismos interestatales, militares y policiales, del imperialismo europeo. Desde la inmediata posguerra de la IIa Guerra Mundial el “proyecto europeo” tuvo una clara vertiente militar. Paralelamente a la CECA se estableció la Comunidad Europea de Defensa (1952), organismo que jugó un papel muy importante en el rearme y militarización de la RFA, violando lo establecido en los Acuerdos de Potsdam. Junto al Tratado de Maastricht en 1992, se abrieron las primeras cooperaciones militares europeas, jugando un papel muy importante en la intervención militar en las Guerras de Yugoslavia. Es durante estas guerras cuando se empiezan a crear los primeros cuerpos militares comunes, el Eurofor y el Eurocuerpo.

La guerra de Afganistán (2001) y posteriormente la Guerra de Irak (2003), conflictos con intervención militar de Estados europeos, contribuyeron al establecimiento de la Estrategia Europea de Seguridad (2003), que establecían las líneas maestras de intervención internacional e interna con el objetivo de salvaguardar los intereses de la oligarquía europea.

Con el inicio de la crisis estructural, las agresiones e intervenciones de la UE han ido en aumento. El envío de buques a las costas de Somalia, donde existen amplios intereses de la flota pesquera europea o las intervenciones militares en Libia (2011), República Centroafricana (2012) y Malí (2013). Y más recientemente, las condenas e involucración en Siria y Ucrania, demuestran el carácter voraz y agresivo de la UE que opta por la intervención velada o abiertamente militar para abrir nuevos mercados y obtener unos mayores beneficios.

La UE no conforma un bloque imperialista homogéneo. Dentro de la Unión Europea existen diferentes potencias capitalistas que ocupan una posición desigual dentro de los eslabones de la cadena imperialista. Existen en el seno de Europa contradicciones intercapitalistas que en determinados momentos se agudizan y en otros se atenúan. Las principales potencias imperialistas que se encuentran en la UE son Alemania, Francia y el Reino Unido, aunque este último al no aceptar el euro está más desligado de las estructuras de la UE. La desigualdad y las contradicciones en el seno de la UE son inevitables. La capacidad de producción, la existencia de materias primas, los salarios o el nivel de importaciones y exportaciones son diferentes en cada Estado. Estas diferencias se manifiestan en su déficit económico, su deuda pública y en su capacidad financiera, que se recrudecen a un más en el marco de la crisis estructural del capitalismo, aumentando la desigualdad entre los Estados y por tanto agudizando las contradicciones entre las potencias centrales y los países periféricos de la UE. Pese a ello, la burguesía es hostil hacia la clase obrera, independientemente de la posición geográfica y de la posición que ocupe el Estado en el sistema imperialista. 

Por ello es imposible establecer unas políticas financieras comunes que beneficien a todos los Estados por igual. Las diferentes medidas económicas han beneficiado y benefician a los monopolios alemanes, franceses y británicos. El Estado español está en una posición periférica, junto a países como Italia, Grecia o Portugal, frente a las potencias centrales de la UE. Sufriendo las imposiciones de la burguesía franco-alemana.

Muchas de estas diferencias se plasman en choques o pugnas en diversas materias. Por ejemplo, durante la Invasión de Irak de 2003, diversos países optaron por no participar en dicha campaña, como Francia o Alemania. No se debe a un carácter más pacifista o progresista de estos países, si no a los intereses de su burguesía y su relación con los EEUU en esta materia.

Salir de la UE y del Euro

En definitiva, la Unión Europea constituye un organismo intrínsecamente capitalista. Cualquier idea de reformarla o de constituir una “Europa de los pueblos” choca frontalmente con la realidad de su construcción, su constitución y su función. Las contradicciones fundamentales del capitalismo1 son contrarias a la construcción de una Europa armónica donde exista una igualdad entre los pueblos. Estas ideas reformistas abanderadas por el Partido de la Izquierda Europea (PIE) lejos de atacar a la UE refuerzan sus posiciones alentando la quimera de una UE de “nuevo tipo”. Establece la coartada que la burguesía europea necesita para continuar con su expansión y su explotación sobre la clase obrera.

En el proceso europeo la socialdemocracia ha jugado un papel muy importante en la justificación de la UE, achacando los males de su deriva a la gestión “neoliberal”. Es cierto que el capital, según el momento histórico y las circunstancias, ha realizado ofensivas, o por lo contrario, han realizado concesiones. Pero perder de vista el carácter puramente reaccionario de la UE como instrumento de los monopolios europeos es caer en un idealismo respecto a su función.

El Parlamento Europeo constituye una máscara del poder burgués y del imperialismo, principalmente el alemán y el francés. Es imposible realizar en el parlamento europeo cualquier reforma como instrumento para descomponer el poder burgués, ni como instrumento para vigorizar la revolución. En las últimas elecciones al parlamento europeo (2009) hubo a nivel europeo una abstención del 57%. En el caso concreto del Estado español esta fue del 55,10%, esto muestra el grado de desconexión de las masas populares ante el parlamento europeo. A esto hay que añadir los llamativos datos del Este de Europa donde existen países que cuentan con tasas de abstención que superan el 70 y hasta el 80%. Un parlamento opaco con unas funciones desconocidas para la mayoría de la población y que apenas tiene repercusión.

El Parlamento Europeo ni siquiera es un órgano con tales funciones políticas, el poder político de la UE se ejerce desde instituciones no democráticas detentadas por los líderes de los monopolios transnacionales del continente. El Parlamento Europeo no es más que una sala de citas donde se les oferta a los grandes monopolistas la posibilidad de entrar en contacto con la burguesía nacional de cada país miembro.

Teniendo en cuenta estas afirmaciones desde Iniciativa Comunista apostamos por:

• La salida inmediata de la Unión Europea y del euro, así como de las instituciones y organismos aliados (BCE, FMI y la OTAN).

• El aumento de la concienciación de la clase obrera y los sectores populares respecto a la al carácter reaccionario, capitalista e imperialista de la Unión Europea.

• Destapar y caracterizar a los elementos oportunistas y reformistas que refuerzan el proyecto europeo mediante la quimera de su reforma. Un reforma que no solo es inviable, al ser el Estado español un Estado imperialista de segundo orden y en pleno periodo de crisis estructural, sino que, además, pretende ser conseguida a costa de la mayor y mejor explotación de la clase obrera de los países y Estados oprimidos por el imperialismo. Es decir, de la mayor y mejor explotación de la mayoría de la clase obrera a nivel mundial y el mejor expolio de sus recursos.

Iniciativa Comunista, extracto de los Documentos del IV Congreso

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/eO6K