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Medio Oriente :: 07/07/2015

"En Siria estamos ante un ensayo de guerra mundial"

Ana Schinder / Santiago Mayor
Entrevista con Miguel Fernández Martínez, corresponsal de 'Prensa Latina' en Siria. La gente está al lado de su gobierno enfrentando esta guerra sucia, no es solo el ejército

En el marco de la crisis que atraviesa Siria desde 2011, agudizada con la irrupción de Estado Islámico que actualmente controla parte de su territorio, Notas entrevistó a Miguel Fernández Martínez, corresponsal de Prensa Latina en Damasco.

Desde los intentos de levantamiento contra el gobierno de Bashar Al-Assad en 2011 en el marco de las movilizaciones populares de la llamada “Primavera Árabe”, Siria ha caído desde ese entonces en una guerra civil que no parece ver una salida al equilibrio de fuerzas en el que se encuentran el gobierno central y las distintas fuerzas opositoras, financiadas cada una de ellas por diversos países de la región y el mundo.

Las disputas de poder al interior del fragmentado territorio sirio mantienen a su población presa de una guerra intrarregional que las sume en condiciones de emergencia humanitaria sin precedentes desde hace cuatro años.

En ese marco Fernández Martínez analiza los distintos factores que atraviesan el conflicto: el rol del gobierno, los grupos opositores, la población civil y los distintos Estados extranjeros que intervienen en la realidad siria.

- ¿Con qué legitimidad cuenta actualmente el gobierno de Bashar Al-Assad, particularmente en Damasco? ¿y en el resto del país? En este sentido ¿cómo es la relación de la población civil con el Gobierno?

– Me limitaría a responderte con otra pregunta: ¿Qué gobierno ilegítimo podría mantenerse en el poder durante cuatro años de guerra? Al-Assad resultó vencedor en las elecciones presidenciales de 2014, con el 88,7%, y donde participaron otros partidos políticos de oposición.

La gente está al lado de su gobierno enfrentando esta guerra sucia, no es solo el ejército quien combate a las bandas terroristas. Hay cientos de miles de milicianos populares luchando a favor del actual gobierno.

Si habláramos de un gobierno “ilegítimo”, ¿cómo se justificarían las reuniones entre gobierno-oposición que se están desarrollando en Moscú? ¿Por qué las autoridades de Damasco cuentan con el apoyo de muchos países -entre ellos potencias mundiales como Rusia, China, los países miembros del BRICS, el Movimiento de países No Alineados-?

La tesis de la ilegitimidad del gobierno de Bashar al-Assad es parte de la campaña mediática desplegada por la OTAN, Estados Unidos, Israel y las monarquías del Golfo Pérsico.

Damasco no es Siria. Es solo su capital. El país está formado por 14 provincias que responden al gobierno central. Yo pienso que hoy habría que mirar más hacia dónde Occidente quieren dividir el país.

- La oposición actualmente se encuentra dividida en tres grandes frentes: por un lado el secular Ejército Libre Sirio (ELS), apoyado por los países occidentales, el Frente Jabath Al-Nusra (Al Qaeda en Siria) y el Estado Islámico, que controla aproximadamente un tercio del territorio en el noroeste y que incluye a los campos petroleros de Deir Ez-Zor, ¿Representan estos grupos a todas las corrientes opositoras o hay otras organizaciones que se arrogan esa legitimidad? ¿Cuáles son actualmente las demandas principales de estos grupos?

– Hablar de oposición armada aquí es un verdadero eufemismo. Eso no existe. El ELS no tiene nada ni de secular ni de opositor. Fue un engendro armado, organizado y financiado por Francia como parte de la campaña desestabilizadora orquestada contra el gobierno de al-Assad.

Pero más que mi humilde opinión, hablan los resultados. Apenas existe, ya no tiene fuerza militar y mucho menos apoyo popular. La mayor parte de los miembros del ELS fueron a integrar las bandas de al-Nusra y Estado Islámico, y lo que resta de él, está bajo el doble fuego, por un lado del ejército nacional y por otro, de las bandas armadas yihadistas que buscan aniquilarlo.

El Frente al-Nusra y Estado Islámico son otra historia. Esa es la verdadera cara de este conflicto. Ambas organizaciones terroristas, son la punta de lanza de la mal llamada Primavera Árabe que inició en Túnez, y tuvo sangrientos escenarios en Yemen, Egipto y Libia y que ya todos sabemos que fue diseñada en Washington para tratar de romper el llamado eje de la resistencia árabe e intentar poner de rodillas al poderío de Irán.

En ese sentido estas son dos fuerzas nacidas del mismo engendro. Su origen está en al-Qaeda, y a pesar de enfrentarse entre sí actualmente, representan un pensamiento retrógrado y manipulador del fenómeno religioso en la región.

De las protestas “pacíficas” ya no queda nada. Nadie habla de aquel movimiento que exigía reformas al gobierno sirio -y que se realizaron-, porque la intención principal, desde el inicio de la crisis, era derrocar a al-Assad y fragmentar la unidad siria.

Ahora Estados Unidos persiste en hablar de oposición moderada y financia los campamentos de entrenamientos en territorio turco y jordano. La triste realidad es que vemos quienes se entrenan para combatir en el interior de Siria son mercenarios procedentes del Caúcaso, egipcios, turcos, chechenos, kuirguisos, que solo buscan integrarse al grupo terrorista Estado Islámico.

- ¿Cómo es la relación entre la población civil y los diferentes grupos opositores que luchan en el terreno?

– Interesante pregunta. La inmensa mayoría de la población civil es utilizada como escudo humano en los lugares ocupados por los grupos terroristas, y aclaro, no repetiré grupos de oposición porque no pienso que representen a ningún partido opositor.

También hay un segmento poblacional que comulga con las ideas extremistas en las zonas ocupadas, pero nada comparable con los millones de seres humanos que están bajo control de los terroristas.

Según cifras de la ONU, casi cuatro millones de ciudadanos sirios han tenido que refugiarse en otros países, alrededor de seis millones están desplazados dentro del país y la cifra de muertos ronda las 230 mil personas.

En los poblados y ciudades ocupadas por los grupos extremistas se ha impuesto la ley de la sharia islámica, las mujeres han perdido sus derechos ciudadanos, los niños son adoctrinados desde pequeños para participar en la guerra y los crímenes y las matanzas superan cualquier idealización.

- ¿Influye en las condiciones de la población quién controla cada región? ¿Cuáles son las mayores problemáticas a las que se enfrentan los civiles en este momento?

– La población civil en las zonas controladas por el gobierno gozan de todos sus derechos ciudadanos, sus libertades religiosas y en la medida de las posibilidades, se mantiene la normalidad en los servicios. Las poblaciones más importantes del país, bajo control gubernamental, son protegidas por el ejército.

En las zonas ocupadas todo es diferente. Las etnias y grupos religiosos que no comulgan con el extremismo de los yihadistas, sufren las consecuencias.

Hay miles de historias de violencia contra alawitas, kurdos, drusos, ismaelíes o cristianos en zonas ocupadas por el Estado Islámico y al-Nusra, quienes exigen pagos de altos impuestos o aplican violentos castigos a las minorías.

- La situación actual en Siria pareciera haber llegado a un status quo de equilibrio de poder entre el gobierno y las diferentes fuerzas opositoras. ¿Se puede romper este equilibrio? O por el contrario, ¿es posible llegar a un acuerdo o solución pacífica del conflicto en el corto plazo?

– No veo tal equilibrio. Lo que sucede es que Arabia Saudita, Turquía, Qatar y Jordania se han convertido en cómplices de las potencias occidentales y mantienen el apoyo logístico a las bandas armadas extremistas que operan dentro del país. Estas bandas, por si solas, no hubieran resistido al ejército sirio y las milicias populares.

El propósito principal del gobierno sirio es tratar de buscar una solución política y pacifica a este conflicto. Dan fe de esto las últimas reuniones celebradas en Moscú entre gobierno y partidos de oposición y el apoyo ofrecido en Damasco a las gestiones de Staffan de Mistura, enviado especial de Naciones Unidas, así como el apego a las más recientes resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU.

¿Quiénes se oponen a esas soluciones políticas y pacíficas? La Coalición Nacional Opositora, con sede en Estambul y fuertes lazos con la Hermandad Musulmana, que sigue las pautas marcadas por el presidente turco Erdogan y las potencias occidentales, pero que no tienen ninguna representatividad dentro de Siria. Y por supuesto, los países que han alimentado este conflicto desde el principio: Turquía, Qatar, Arabia Saudita, Israel, Jordania, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido.

- ¿Cómo considera que influye la injerencia de distintos Estados, tanto a favor como en contra del gobierno sirio?

– Sin dudas estamos ante un ensayo de guerra mundial. Hoy se manejan cifras de desastres humanos que no se conocían desde la II Guerra Mundial. El afán de “arrodillar” a Irán, ha llevado a estos países a tratar de destruir la unidad nacional siria.

¿Por qué? Porque Siria tiene el ejército más grande y mejor entrenado de la región, después del iraní. A su vez, es uno de las importantes aliados y defensores de la causa palestina en el Medio Oriente, tiene un importante protagonismo en el Movimiento de Países No Alineados y por muchos años ha defendido la tesis de un panarabismo unificador entre todos los países del área.

Ha sido además, uno de los peores enemigos de las políticas expansionistas de Israel, pero lo más importantes, que por su posición geográfica, ha sido un elemento estabilizador de la paz en la zona, algo que Estados Unidos ha tratado de romper, en aras de su política ingerencista en el Medio Oriente.

- Por último. ¿Cómo se hace el trabajo periodístico en un país atravesado por un conflicto bélico? ¿Cómo garantiza su seguridad al mismo tiempo que busca transmitir información rigurosa y confiable?

– Con valor, honestidad y sentido de responsabilidad. Ahora mismo hay más de 1200 medios de comunicación en el mundo que responden a la maquinaria mediática diseñada por Europa y Estados Unidos para satanizar a este pueblo del Levante. La tarea de cualquier periodista honesto aquí es simple: contar la verdad.

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