La crisis actualiza un debate anterior al comunalismo inglés del siglo XVII que recuperaba tierras baldías de la nobleza bajo el lema de omnia sunt communia: todo es de todos. Müntzer lanzó esta consigna a comienzos del siglo XVI siguiendo una de las dos «almas enemigas» que corroen a las religiones precapitalistas como «medios de integración y protesta»[1]: la que guardaba la memoria herida de la propiedad comunal, mientras que las iglesias protestantes y el catolicismo seguían el «alma» de la propiedad privada que se imponía sobre la comunal conforme se afianzaban los Estados tributarios. Recordemos que hasta poco antes del capitalismo a muchos pueblos «Les era totalmente desconocida la propiedad privada del suelo». Muchos textos escritos en la Mesopotamia del -3000 giraban alrededor de la explotación del trabajo, como la Epopeya de Gilgamesh y El poema del muy sabio Atharasis que narra en forma mítica la lucha entre los igigi, cansados de la sobreexplotación agotadora, y los anunnaki, que vivían apropiándose de los bienes producidos por los campesinos igigi. Para acabar con las resistencias de los explotados igigi los anunnaki lanzaron el Diluvio Universal y crearon una nueva raza humana pasiva, explotable eternamente e incapaz de pensar en su autogestión e independencia de todo amo.