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Europa :: 26/03/2024

Derechos políticos y participación electoral en la Federación Rusa

Nahia Sanzo
Tanto las elecciones como el atentado terrorista del viernes, que causó la muerte a más de un centenar de personas, han puesto de manifiesto la relación de la población de Donbass con Moscú

Las muestras de solidaridad con Rusia fueron inmediatas en Donetsk y Lugansk tras los sangrientos sucesos ocurridos en las afueras de Moscú, algo previsible teniendo en cuenta los vínculos entre regiones. Sin embargo, ha pasado desapercibido para Occidente (los medios se han encargado de ello) la participación de la población de Donbass en las elecciones presidenciales rusas, un detalle incómodo para el relato oficial ucraniano.

Kiev y sus socios basan su relato de guerra justa en el hecho de que Rusia violó, por tierra, mar y aire, las fronteras ucranianas con su entrada en la guerra el 24 de febrero de 2022. Esa situación, simplificada hasta el extremo sin tener en cuenta siquiera que la anexión de Crimea hace diez años se produjo con el amplio favor de la población, justifica para Ucrania y el bloque occidental la necesidad de guerra hasta lo que el asesor de la Oficina del Presidente, Mijailo Podoliak, califica de "final lógico", la completa derrota rusa.

Ese escenario implica la continuación de la batalla hasta la expulsión de las tropas rusas de todo el territorio de Ucrania según sus fronteras de 1991. Ante lo improbable de ese escenario, ya que Crimea es la principal línea roja rusa en esta guerra, se ha planteado a ciertos niveles en Occidente la posibilidad de la recuperación de todo el territorio a excepción de la península de mar Negro. Cualquiera de los dos escenarios habría de producirse contra la opinión de la población de Donbass, cuya voz es irrelevante para Ucrania y Occidente actualmente, como lo ha sido ya en los últimos diez años.

Las elecciones presidenciales, ampliamente condenadas por Kiev y sus socios por la celebración de comicios en los territorios reconocidos por Occidente como parte de Ucrania, han dejado imágenes que contrastan el discurso oficial, especialmente en el caso de Donbass, que ha participado por primera vez en unos comicios rusos. Al contrario que Crimea, donde la población pudo ya votar en el territorio en anteriores procesos electorales, se trataba de la primera ocasión en la que la población de Donetsk y Lugansk disponía de urnas en las que, no solo expresar su opinión con su voto, sino ejercer unos derechos políticos que Ucrania le ha negado durante años.

Es en ese contexto en el que hay que leer las muestras de alegría que pudieron verse en la población que acudió a votar en Donbass y que es la fuente real de la preocupación de Kiev, más molesta por esa participación que por la celebración de elecciones en sí.

Ante esas muestras de alegría, exaltación o incluso euforia mostradas por población de Donbass en su participación electoral, Ucrania disponía de dos opciones: calificar esas imágenes de propaganda rusa o simplemente ignorarlas. Esa ha sido la opción elegida por Kiev y sus socios para no tener que justificar por qué personas residentes en Donetsk o Lugansk, zonas castigadas por lo más duro de la actual guerra y por una década de estado de ni guerra ni paz, acudían, con una sonrisa a ratificar con su voto su apoyo a Vladimir Putin.

El hecho de que tanto Kiev como sus socios occidentales hayan actuado de la misma forma indica una estrategia planificada en la que las elecciones rusas eran simplemente un acto político que condenar y en el que no se precisaba de ninguna explicación añadida.

La realidad, siempre más matizada que el simplista análisis de esta guerra, es más compleja y rompe con el discurso de unidad del pueblo ucraniano que ha sido otra de las bases del discurso oficial ucraniano. Incluso calificando la participación en las elecciones como un acto de propaganda realizando bajo presión de unas dictatoriales autoridades rusas, la elección por criticar la forma en que se han producido los comicios implicaba un mínimo reconocimiento que Ucrania ha querido evitar.

Ignorar los hechos evita así preguntas incómodas y, sobre todo, respuestas incoherentes. Kiev ha querido así condenar la celebración de elecciones, ignorar sus resultados y negar toda legitimidad de la participación de personas que han obtenido la ciudadanía rusa en un proceso político en el que tenían derecho a participar.

La lógica electoral de Donbass está directamente ligada a lo ocurrido en la última década, en la que la región pasó de una serie de protestas de relativamente escasa importancia a una rebelión política primero y militar después en la que la población se vio obligada a posicionarse con Kiev o contra ella. El irregular cambio de Gobierno, las consecuencias en forma de temor a pérdida de más territorios tras la adhesión de Crimea a Rusia y la elección de la vía militar para acabar con un movimiento que aún era fundamentalmente civil forzaron la situación y no quedó lugar para la neutralidad.

Con el decreto de inicio de la operación antiterrorista, primer eufemismo de esta guerra que ha destruido Donbass durante una década, Ucrania renunció a la vía diplomática que habría podido concederle cierto crédito con una parte de la población de Donetsk y Lugansk. Ese rechazo al diálogo con unas regiones que habían percibido correctamente el peligro de la agenda ultranacionalista del nuevo Gobierno, que pretendía imponer sobre ellas una forma de entender el Estado y la identidad ucraniana con la que no se sentían representadas, fue definitivo.

Así pudo comprobarse durante el proceso de Minsk, en el que la principal preocupación de Kiev fue precisamente que no hubiera el más mínimo reconocimiento a una realidad política diferente. Eso explica el intento de Ucrania y sus socios europeos por transformar el estatus especial que los acuerdos de Minsk preveían para Donbass y que debía ser incorporado a la Constitución en una descentralización administrativa que no implicaba derechos políticos.

Ese, y no la ambición territorial de Rusia, es el principal motivo del fracaso del proceso de paz que debió poner punto final a la guerra de agresión que Ucrania inició en abril de 2014 y que nunca quiso terminar. Ese rechazo a dar la más mínima voz a la población de Donbass es también el motivo por el que hay que considerar legítimas las muestras de alegría de los y las residentes que decidieron la pasada semana ejercer el derecho al voto que les condecía haber adquirido la nacionalidad rusa.

No hay que olvidar tampoco que los pasos dados por la Federación Rusa en términos de facilitar el acceso a la ciudadanía se dieron de forma lenta, progresiva y permitiendo a Ucrania revertir la situación por medio del cumplimiento de los acuerdos Minsk. La medida inicial, que a la postre resultó ser únicamente la primera de muchas que finalmente dieron lugar al reconocimiento ruso de la soberanía de la RPD y la RPL el 22 de febrero de 2022, se debió precisamente al abandono administrativo de Ucrania.

Ante esa situación, Rusia comenzó a aceptar los documentos expedidos por las Repúblicas Populares, un paso necesario para los que se produjeron más adelante, pero que entonces se planteó como temporal. Ese reconocimiento expiraría en el momento en el que la situación quedara normalizada por medio del cumplimiento de los acuerdos de Minsk, que habría acabado con la excepcionalidad administrativa, habría garantizado a Donbass una serie de derechos políticos y habría devuelto el territorio a control ucraniano. Con su negativa a cumplir los acuerdos firmados, Ucrania abrió la puerta a que ese reconocimiento temporal se convirtiera en definitivo y fuera solo el primero de una serie de pasos que finalmente hayan llevado a la concesión de la ciudadanía rusa a toda la población, integrada -con sus fronteras actuales- en términos políticos en la Federación Rusa.

La participación de la población de Donbass en las elecciones rusas, y especialmente la alegría de la población que quiso mostrarla al ejercer sus derechos políticos en favor del país que les ha devuelto la voz que les fue arrebatada, se debe fundamentalmente a la actuación ucraniana de la última década y hay que buscar sus orígenes, no en el 22 de febrero de 2022, sino en febrero y abril de 2014 y en el proceso de Minsk.

slavyangrad.es

 

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