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Medio Oriente :: 27/02/2024

Oscurece antes del amanecer, pero el colonialismo de los colonos israelíes llega a su fin

Ilan Pappé
Sobre la necesidad de comprender que el genocidio de palestinos que estamos presenciando actualmente, por brutal que sea, es también la desaparición del llamado Estado judío

El profesor Ilan Pappe habló en el Día Anual de Conmemoración del Genocidio de la Comisión Islámica de DDHH (IDHC, por sus siglas en inglés) en Londres, Reino Unido, el 21 de enero de 2024.

La idea de que el sionismo es colonialismo de asentamiento no es nueva. En los años 60, los académicos palestinos vinculados al Centro de Investigación de la OLP de Beirut ya comprendieron que en Palestina no se enfrentaban a un proyecto colonial clásico. No catalogaban a Israel como una mera colonia como lo fueron las británicas o las americanas sino que lo analizaron como un fenómeno existente en otras partes del mundo y que se definió como colonialismo de asentamiento.

Es curioso que durante 20 o 30 años la noción de sionismo como colonialismo de asentamiento desapareciera del discurso político y académico. Reapareció cuando estudiosos de otras partes del mundo, sobre todo de Sudáfrica, Australia y América del Norte, coincidieron en que el sionismo es un fenómeno similar al movimiento de los europeos que crearon EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Esta idea nos ayuda a comprender mucho mejor la naturaleza del proyecto sionista en Palestina desde finales del siglo XIX hasta hoy, y nos da una perspectiva de lo que cabe esperar en el futuro.

Creo que esta idea particular emergida en los años 90, que relacionó tan inequívocamente las acciones de los colonos europeos -especialmente en lugares como América del Norte y Australia- con las acciones de los colonos que llegaron a Palestina a finales del siglo XIX, expuso las pretensiones de los colonos judíos que colonizaron Palestina y la naturaleza de la resistencia local palestina a la colonización. Los colonos supremacistas siguieron la lógica primordial adoptada por los movimientos coloniales de asentamiento, a saber: que para crear una comunidad colonial de asentamiento con éxito fuera de Europa hay que eliminar a los nativos del país que se ha colonizado. Lo que significa que la resistencia indígena a esta lógica era una lucha contra la eliminación y no sólo por la liberación. Esto es relevante cuando se reflexiona sobre la operación de Hamás y otras operaciones de resistencia palestinas desde 1948.

Los propios colonos, como fue el caso de muchos de los europeos que llegaron a América del Norte, Centroamérica o Australia, eran personas refugiadas y víctimas de la persecución. Algunos menos desafortunados sólo buscaban una vida mejor y más oportunidades. Pero la mayoría eran parias de Europa que querían crear una Europa en otro lugar, una nueva Europa en lugar de la Europa que no los quería. En la mayoría de los casos eligieron lugares donde ya vivían otras personas, los pueblos indígenas. Y por ello, el grupo más influyente era el de los líderes e ideólogos que proporcionaban justificaciones religiosas y culturales para colonizar tierras ajenas. A eso se añadía la necesidad de depender de un Imperio para emprender la colonización y mantenerla, aunque llegado el momento los colonos se rebelaran contra el imperio que les ayudó y exigieran y alcanzaran la independencia, para acabar renovando posteriormente su alianza con el imperio. La relación anglo-sionista que se convirtió en alianza anglo-israelí es un buen ejemplo.

La idea de que se puede expulsar por la fuerza a la gente que habita la tierra que uno ambiciona se comprende probablemente más -aunque no lo justifique- en el contexto de los siglos XVI, XVII y XVIII, porque iba ligada al respaldo absoluto al imperialismo y al colonialismo. Se alimentaba de la deshumanización común de los pueblos no occidentales, no europeos. Si se deshumaniza a la gente es más fácil eliminarla. Lo que hizo tan singular al sionismo en tanto que movimiento colonial de asentamiento es que apareció en la escena internacional cuando en todo el mundo la gente había comenzado a cuestionar el derecho a eliminar a los pueblos indígenas, a eliminar a los nativos. Así se entiende el empeño y la energía que los sionistas, y más tarde el Estado de Israel, invirtieron para encubrir el verdadero objetivo de un movimiento colonial de asentamiento como el sionismo, que era la eliminación de los nativos.

Pero hoy en Gaza están eliminando a la población nativa ante de nuestros ojos, así que, ¿cómo es que han renunciado a 75 años de intentar ocultar sus políticas de eliminación? Para entenderlo tenemos que tener en cuenta la transformación de la naturaleza del sionismo en Palestina a lo largo de los años.

En las primeras fases del proyecto colonialista de asentamiento sionista sus dirigentes aplicaron políticas de eliminación asegurando, en un intento de cuadrar el círculo, que era posible construir una democracia y al mismo tiempo eliminar a la población nativa. Existía un férreo anhelo de pertenecer a la comunidad de naciones civilizadas y sus dirigentes dieron por sentado, sobre todo después del Holocausto, que las políticas eliminatorias no excluirían a Israel de esa pertenencia.

Para cuadrar este círculo, los dirigentes del régimen sionista insistieron en que sus operaciones de eliminación del pueblo palestino eran represalias o respuestas a las acciones palestinas. Pero muy pronto, cuando estos dirigentes decidieron pasar a operaciones eliminatorias más contundentes abandonaron el falso pretexto de la "represalia" y simplemente dejaron de justificar lo que hacían.

A este respecto, existe una correlación entre la forma en que se desarrolló la limpieza étnica en 1948 y las actuales operaciones israelíes en Gaza. En 1948 los dirigentes se justificaban por cada masacre cometida -como la infame masacre de Deir Yassine del 9 de abril de ese año- como si se tratara de una reacción a una acción palestina (podría haber sido tirar piedras al autobús o atacar un asentamiento judío) pero tenía que presentarse interna y externamente como algo que tuviera justificación, como autodefensa. De hecho, por eso el ejército israelí se llama Fuerzas de Defensa Israelíes. Pero al tratarse de un proyecto colonial de asentamiento no puede depender siempre de "represalias".

Las fuerzas sionistas comenzaron la limpieza étnica durante la Nakba en febrero de 1948; durante un mes todas las operaciones se presentaron como represalias por la oposición palestina al Plan de Partición de Naciones Unidas de noviembre de 1947. El 10 de marzo de 1948 los dirigentes sionistas dejaron de hablar de represalias y adoptaron un plan diseñado para limpiar étnicamente Palestina. Desde marzo de 1948 hasta finales de ese año, la limpieza étnica de Palestina que implicó la expulsión de la mitad de su población, la destrucción de la mitad de sus pueblos y la des-arabización de la mayoría de sus ciudades, se llevó a cabo como parte de un programa de limpieza étnica definido, sistemático y deliberado.

Del mismo modo, tras la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza en junio de 1967, cada vez que Israel quería transformar radicalmente la realidad o emprender una operación de limpieza étnica a gran escala, prescindía de la necesidad de justificarlo.

Hoy estamos asistiendo a un patrón similar. Al principio las acciones se presentaron como represalias por la operación 'Tufun al Aqsa', pero ahora se trata de la guerra denominada "Espada de guerra", cuyo objetivo es volver a situar a Gaza bajo el control directo de Israel previa limpieza étnica de su población mediante una campaña de genocidio.

La gran pregunta es, ¿por qué políticos, periodistas y académicos de Occidente han caído en la misma trampa que cayeron en 1948? ¿Cómo es posible que todavía se crean que Israel se está defendiendo en la Franja de Gaza, que está reaccionando a las acciones del 7 de octubre? O tal vez no hayan caído en la trampa. Quizá son conscientes de que lo que Israel está haciendo en Gaza es utilizar el 7 de octubre como pretexto.

En todo caso, la reclamación por parte de Israel de un pretexto cada vez que agrede al pueblo palestino le ha servido para mantener un escudo de inmunidad que le permite ejecutar sus políticas criminales sin miedo a reacción alguna de la comunidad internacional. El pretexto ha servido para acentuar la imagen de Israel como parte del mundo democrático y occidental y, por tanto, para quedar fuera de toda condena y sanción. Todo este discurso de autodefensa y represalias es determinante para el escudo de inmunidad del que goza Israel por parte de los gobiernos del Norte Global.

Pero como en 1948, también hoy Israel prescinde del pretexto a medida que prolonga su operación y es entonces cuando incluso a sus más importantes valedores les resulta difícil respaldar sus políticas. La magnitud de la destrucción, las matanzas generalizadas en Gaza, el genocidio, han alcanzado un grado tal que a los israelíes les resulta cada vez más difícil creerse que lo que están haciendo es realmente autodefensa o reacción. Así pues, puede que en el futuro cada vez a más gente le resulte difícil aceptar esta explicación israelí del genocidio en Gaza. Para la mayoría de la gente está claro que lo que se necesita es un contexto y no un pretexto. Histórica e ideológicamente, está muy claro que el 7 de octubre se utiliza como pretexto para completar lo que el movimiento sionista no pudo completar en 1948.

En 1948 el movimiento colonial de asentamiento del sionismo utilizó una serie de circunstancias históricas (a las que me he referido detalladamente en mi libro La limpieza étnica de Palestina) para expulsar a la mitad de la población de Palestina. Como ya he mencionado, en el proceso destruyeron la mitad de las aldeas palestinas, demolieron casi todas las ciudades y, aún así, la mitad de la población palestina permaneció en el interior de Palestina. Quienes se convirtieron en personas refugiadas fuera de sus fronteras siguieron resistiendo, incumpliéndose así la aspiración del colonialismo de asentamiento de eliminar al nativo. Desde 1948 hasta hoy, Israel ha utilizado e incrementado todo su poderío para consumar esa eliminación.

La eliminación total del nativo no implica sólo una operación militar para ocupar un lugar, masacrar a la gente o expulsarla. La eliminación hay que justificarla y convertirla en una inercia, y la forma de hacerlo es deshumanizar permanentemente a quienes se quiere eliminar. No se puede matar masivamente a la gente o 'genocidar' a otros seres humanos a menos que se les deshumanice. Por ello la deshumanización de los y las palestinas es un mensaje que se inocula explícita e implícitamente a los judíos israelíes a través de su sistema educativo, de su sistema de socialización en el ejército, por los medios de comunicación y en el discurso político. Para completar la eliminación es imprescindible transmitir y mantener este mensaje.

Estamos siendo testigos, pues, de un nuevo intento particularmente cruel de completar la eliminación. Y, sin embargo, no todo es inútil. De hecho, irónicamente, lo que expone esta particular destrucción inhumana de Gaza es el fracaso del proyecto colonial de asentamiento del sionismo. Puede sonar absurdo porque estoy describiendo un conflicto entre un pequeño movimiento de resistencia, el Movimiento de Liberación Palestino, y un poderoso Estado con una maquinaria militar y una infraestructura ideológica concentradas exclusivamente en la destrucción del pueblo autóctono de Palestina. El movimiento de liberación no tiene apoyos determinantes

mientras que el Estado al que se enfrenta cuenta con una poderosa alianza que le respalda -desde EEUU a las corporaciones multinacionales, las empresas de seguridad de la industria militar, los medios de comunicación masivos y la academia dominante-; estamos hablando de algo que resulta desesperado y descorazonador frente a la inmunidad internacional con la que cuentan las políticas de eliminación practicadas desde las primeras etapas del sionismo hasta hoy. Este parece probablemente el peor capítulo del proyecto de Israel al llevar su política de eliminación a una nueva cota con un impulso mucho más concentrado para asesinar a miles de personas en un corto período de tiempo y como nunca antes se atrevió a hacer.

Así que, ¿cómo puede ser al mismo tiempo un momento de esperanza? En primer lugar, pensando en un futuro a largo plazo, una entidad política como esta -un Estado-, que tiene que persistir en la deshumanización del pueblo palestino para justificar su eliminación descansa en bases muy precarias. Su debilidad estructural ya era evidente antes del 7 de octubre y se debe en parte a que si prescinde del proyecto de eliminación quedan muy pocas cosas que unan al grupo de personas que se definen a sí mismas como la nación judía de Israel.

Si se excluye la necesidad de luchar y eliminar al pueblo palestino, lo que queda son dos bandos judíos enfrentados, tal como vimos encarándose en las calles de Tel Aviv y Jerusalén hasta el 6 de octubre de 2023. Enormes manifestaciones de judíos laicos (los que se describen a sí mismos como judíos laicos -en su mayoría de origen europeo-) que creen que es posible crear un Estado democrático plural manteniendo al mismo tiempo la ocupación y el apartheid contra la población palestina del interior de Israel, enfrentados a un nuevo tipo de sionismo mesiánico desarrollado en los asentamientos judíos de Cisjordania -lo que llamé en otro lugar el 'estado de Judea'-, que se ha instalado de repente entre nosotros con la pretensión de que ahora pueden crear una especie de teocracia sionista sin consideración alguna por la democracia, y convencidos de que esa es la única perspectiva para un futuro Estado judío.

Ambas visiones solo comparten una cosa en común: a ambos bandos no les importa el pueblo palestino, ambos creen que la supervivencia de Israel depende de que se mantenga su política de eliminación de los palestinos. Pero eso es insostenible. Se va a desintegrar por implosión desde dentro porque en el siglo XXI un Estado y una sociedad no se pueden mantener unidos sobre la base de que su sentimiento compartido de pertenencia es formar parte de un proyecto de eliminación genocida. Puede que funcione para algunos pero no para todos.

Antes del 7 de octubre ya vimos indicios al respecto: israelíes que tienen oportunidades en otras partes del mundo gracias a su doble nacionalidad, a sus profesiones y a su capacidad financiera, se plantean seriamente trasladar su dinero y a sí mismos fuera del Estado de Israel. Lo que irá quedando será una sociedad económicamente débil dirigida por esa fusión de sionismo mesiánico, racismo y políticas eliminatorias hacia los y las palestinas. Sí, puede que al principio el equilibrio de poder beneficie al lado de la eliminación y no al de sus víctimas, pero el equilibrio de poder no es sólo local sino regional e internacional, y cuanto más opresivas sean las políticas eliminatorias -y es terrible decirlo pero así es- menos podrán enmascararse como "respuestas" o "represalias" y más se verán como una brutal política de genocidio. Por lo tanto, es menos probable que la inmunidad de la que goza hoy Israel se mantenga en el futuro.

Creo honestamente que lo que estamos viviendo en este tiempo tan oscuro -y es un tiempo oscuro porque la eliminación de los palestinos y palestinas ha alcanzado otro nivel- no tiene precedentes. En términos del discurso de Israel y de la intensidad y el propósito de sus políticas eliminatorias, no ha existido un periodo así en la historia; se trata de una nueva fase de brutalidad contra el pueblo palestino. Ni siquiera la Nakba, que fue una catástrofe inimaginable, puede compararse con lo que estamos viendo ahora y con lo que vamos a ver en los próximos meses. En mi opinión, estamos en los cuatro primeros meses de un periodo de dos años que será testigo de los peores horrores que Israel pueda infligir al pueblo palestino.

Pero incluso en este tiempo oscuro debemos comprender que los proyectos coloniales de asentamiento que se desintegran siempre utilizan los peores medios para intentar sobrevivir. Así ocurrió en Sudáfrica y en Vietnam del Sur. No estoy hablando como activista político: lo digo como estudioso de Israel y Palestina y confiando en mis capacidades académicas. Basándome en un sereno análisis de experto, afirmo que estamos asistiendo al final del proyecto sionista, no cabe duda.

Este proyecto histórico ha llegado a su fin y será un fin violento: este tipo de proyectos suelen derrumbarse violentamente, y por lo tanto se trata de un momento muy peligroso para sus víctimas, que son siempre las y los palestinos junto con los judíos, porque también los judíos son víctimas del sionismo. Por lo tanto, el proceso de colapso no es sólo un momento de esperanza, es también el amanecer que surgirá después de la oscuridad, y es la luz al final del túnel.

No obstante, de un colapso así emerge súbitamente un vacío; es como un muro que se va erosionando lentamente por las grietas que se abren en su interior y que se derrumba en un breve instante. Hay que prepararse para cuando se derrumbe, para la desaparición de un Estado o la desintegración de un proyecto colonial de asentamiento. Vimos lo que ocurrió en el mundo árabe, cuando el caos del vacío no se llenó con ningún proyecto constructivo y alternativo; en tal caso el caos continúa.

Una cosa está clara: quien piense en la alternativa al Estado sionista no debe buscar en Europa u Occidente modelos que reemplacen al Estado que colapsa. Hay modelos mucho mejores que son locales y que forman parte del legado del pasado reciente y del más lejano del Mashreq (el Mediterráneo oriental) y del mundo árabe en su conjunto. El largo periodo otomano cuenta con modelos y legados que pueden ayudarnos a aprovechar ideas del pasado para mirar hacia el futuro.

Esos modelos pueden contribuir a construir un tipo de sociedad muy diferente, una que respete las identidades colectivas y los derechos individuales, y que construya desde cero un nuevo modelo que se beneficie del aprendizaje de los errores de la descolonialización en muchas partes del mundo, como en el mundo árabe y en África. De ser así, es de esperar que se cree una entidad política diferente que tendrá un enorme impacto positivo en todo el mundo árabe.

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* Ilan Pappé, israelí, es catedrático de Historia y director del Centro Europeo de Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter. IHRC. Traducción para viento sur: Loles Oliván Hijós.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/eY4d