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EE.UU. :: 13/02/2024

Los ordenamientos y el neoliberalismo: Los ordenamientos monetarios (I)

Luis A. Montero Cabrera
En EEUU un emblemático refresco de cola antes se compraba por $ 0,05 y hoy puede costar hasta $ 1,25 en supermercado. ¡El dólar de 2024 vale unas 25 veces menos que el de 1960!

El presidente de los EEUU William McKinley firmó en 1900 la llamada “Ley del Patrón Oro” que definía el dólar estadounidense por un determinado peso en ese metal precioso. Esto obligaba al Departamento del Tesoro de ese país, que funge como banco central, a emitir impresos en papel moneda equivalentes y siempre respaldados por oro resguardado en sus arcas. Así se establecía una confianza en ese dinero que era solo dependiente de cuanto oro se podía tener para respaldarlo.

Eso también significaba que el gobierno de ese país estaba atado para cuantificar lo que imprimía en papel, lo que promovía que la gente confiara en él. El factor indispensable para que cualquier cosa sea dinero y para sus bancos es que TODOS los actores económicos CONFÍEN en ellos. También implicó un sistema de impuestos muy estricto y complejo, forzado por la ley, que llegó a ser incluso la única herramienta efectiva para algún control de la economía sumergida y de los que la conducían en el siglo XX.

Como toda acción central de un gobierno acerca de algo tan especial como es el dinero, esto tuvo muchos altos y bajos durante la primera mitad de ese siglo. El gran desastre de la 2da. Guerra Mundial dejó a todo el mundo en ruinas, pero la economía de los EEUU fue la que menos se afectó y muchos afirman que incluso salió fortalecida. Los acuerdos internacionales que al final de esa conflagración integraban el llamado sistema de Bretton Woods restablecieron el patrón oro para respaldar al dólar y convirtieron así esta moneda en referente de intercambio monetario universal.

Esto trajo inmensas ventajas de todo tipo para la economía local. Sin embargo, sus propios desbalances internos y las guerras en las que se involucraron los EEUU, particularmente la de Vietnam, hicieron a la larga imposible sostener un respaldo a precios fijos del dólar por el oro.

Entonces apareció el llamado “shock de Nixon” en 1971. Esto consistió en cambiar el oro como respaldo del dólar estadounidense por la propia economía del país. Si usted confiaba en que un dólar podía comprar cualquier cosa, le era indiferente si existía o no oro en las arcas de ese país para respaldarlo. Además, ese oro se podía comprar al precio del mercado, porque de facto quedaba así flotante.

Así ese gobierno se empoderó increíblemente porque no tenían ya que cuidar si había más o menos oro en sus reservas. Solo tenían que velar porque no se imprimieran muchos más billetes o se generaran muchos más valores virtuales que los que la propia economía pudiera respaldar sin devaluarse demasiado.

El control de la moneda y de buena parte de la economía pasó así a los créditos que otorgan los bancos para cualquier transacción de valor. Los intereses de referencia para los préstamos se establecen por el Departamento del Tesoro. Si este los pone más altos o más bajos hacen que el dólar sea más caro o más barato. Eso se convierte entonces en una herramienta para mantener la moneda con valores de cambio aceptables. Y así el capitalismo del denominado “libre mercado” mantiene un control más o menos estricto de la economía con un dinero que puede adquirir siempre el valor necesario para salvarlo.

Este “ordenamiento” condujo obviamente a una devaluación efectiva y más o menos paulatina del dólar desde los 70 del pasado siglo. Ello no afectó demasiado a la gente porque los salarios internos también aumentaron, aunque casi siempre en una proporción menor. Un emblemático refresco de cola antes se compraba, sin la botella, por $ 0.05 y hoy puede costar en las mismas condiciones hasta $ 1.25 en supermercado. ¡El dólar de 2024 vale unas 25 veces menos que el de 1960!

La gente sigue comprando ese refresco porque el precio siempre ha estado a la altura del poder adquisitivo y determinado por la oferta y la demanda, como casi todos los precios de este mundo. Otros patrones dan más, otros menos, devaluación para el dólar. Por cierto, la botella de vidrio se podía entonces reciclar por $ 0.02 y había quienes vivían de recolectarlas.

Tomemos como otra ilustración la crisis económica de México en los años 80 del pasado siglo. Se comenzó a manifestar numéricamente en 1982, cuando el gobierno mexicano se vio obligado a declarar la suspensión de pagos de su deuda externa, lo que desencadenó una serie de eventos que llevaron a la devaluación del peso. Esta aceleró en 1985 cuando se decidió abandonar el sistema de tipo de cambio fijo y permitir que el peso se evaluara libremente, o “flotara”, en los mercados internacionales. De unos 25 pesos por dólar en 1982 llegó a cotizarse a cerca de 3000 por dólar en 1986. Los efectos de la crisis fueron desastrosos para la economía.

Pero solo después de esta medida monetaria fue que el gobierno pudo implementar acciones para estabilizarla, porque con 3000 pesos cualquier instancia podía hacer lo que fuera necesario, tanto importar bienes y servicios como venderlos con la consiguiente creación de riqueza y su debida evaluación. Si hubieran mantenido el cambio artificial de 25 por dólar, pero inoperables, la economía se hubiera precipitado en espiral a tierra, con el hambre y las insurrecciones consecuentes.

Queda claro que los “ordenamientos monetarios” son un instrumento clave para gobernar la economía moderna. Pero lo más importante es que el dinero no es solo un signo de riqueza, como suele parecernos cuando no podemos comprar algo sin tener el suficiente para ello. Se trata de un ente cuya gestión permite gobernar cualquier economía moderna, sea para los intereses de una élite de poderosos capitalistas o los de un gobierno de todo el pueblo.

A las élites no se les tiene que recomendar que respeten las leyes del dinero. Las siguen al pie de la letra cuando tienen el poder y solo las modifican cuando es posible y les conviene. Siempre se cuida, por supuesto, de no afectar la capacidad liberatoria ilimitada y la confianza que le es intrínseca a esa universal herramienta económica.

Cubadebate

 

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