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Venezuela :: 01/08/2017

Venezuela: Rondón volvió a pelear

Guillermo Cieza
El presidente Maduro, como Chávez, eligió otra vez convocar al pueblo, pero no para que salga a masacrar guarimberos, sino para que se expresara electoralmente

Empecemos por decir quien fue Rondón. El día 25 de julio de 1819 se desarrollaba la batalla del Pantano de Vargas, donde las tropas conducidas por Simon Bolívar parecían condenadas a una derrota inminente a manos del ejército realista. Y ocurrió que cuando Bolívar le dijo al coronel Rondón, un negro llanero, de que todo estaba perdido, este le contestó “Porque dice eso general, si todavía no ha peleado Rondón”. Y al grito de “Que los valientes me sigan”, reunió a 11 lanceros que se largaron a la carga, alentados por Bolívar que solo atino a ordenar ”Coronel Rondón, salve Ud. a la Patria”. La carga casi suicida de los lanceros de Rondón definió el combate a favor de las fuerzas patriotas. Dice la leyenda que cada día 24, Bolívar decía “Mañana es San Rondón”. Y desde aquel día cuando el pueblo venezolano protagoniza una gesta heroica se apellida Rondón.

Ayer, 30 de julio de 2017, volvió a ser “San Rondón”.

En otro contexto histórico, porque el ejercito de enfrente, el Imperio español y la Santa Alianza de los reyes y la iglesia europea, contra quienes se peleaba en el siglo XIX, ha sido reemplazado por el Imperio yanqui. La Santa Alianza de las burguesías y los gobiernos neoliberales de Europa y de América, más un ejército de medios de prensa y redes sociales que actúan como la mas afilada arma de guerra no convencional.

Pero con los mismos protagonistas y disyuntivas. Aunque para explicar esto hay que empezar por el principio de la revolución bolivariana.

Reinaldo Iturriza dice que la chavismo nació del cruce de caminos de los dos acontecimientos más importantes de la historia venezolana del siglo XX, que fueron el Caracazo y la rebelión militar de 1992, encabezada por Chávez. El primero determinó que el pueblo venezolano le dijera basta al ajuste neoliberal y el segundo alumbró un liderazgo y una vanguardia dispuesta a luchar por ocupar el Estado.

Voy a ocuparme de dos conceptos que he mencionado. En primer lugar “vanguardia”. No resulta difícil reconocer que después de la derrota de los movimientos insurgentes en América Latina, con excepción de la Revolución cubana, la palabra vanguardia estaba bastante cascoteada.

Pero la revolución bolivariana volvió a demostrar que no solo es necesaria una vanguardia, sino que sin esa vanguardia no hubiera sido posible iniciar esta revolución. Esa vanguardia fue al principio casi exclusivamente militar. Chávez comentó amargamente que de todos los dirigentes civiles de izquierda que se comprometieron a participar en la rebelión del 4 de febrero de 1992, solo apareció Alí Rodríguez Araque. Hubo otros civiles que participaron, que eran cuadros medios o activistas de base. Derrotada la rebelión y con Chávez en la cárcel, se fue a sumando un pequeño contingente de civiles. Sus nombres mas conocidos son el sindicalista y chofer de transportes Nicolás Maduro, el dirigente estudiantil Elías Jaua y la abogada Cilia Flores. Sobre ese pequeño núcleo se conformó el panal del chavismo. Ellos ganaron la primera elección e iniciaron la revolución bolivariana.

El problema de las vanguardias no es que existan sino que envejecen, y casi siempre envejecen con poco decoro. En el caso de Venezuela no hay mas que releer “Las Memorias del Arañero”, de Chávez, para advertir que la casi totalidad de los gobernadores fueron compañeros de armas de Chávez y se jugaron la vida en la rebelión del 92, pero con el correr de los años se apoltronaron y se aburguesaron. Desde la percepción popular la mayoría de esos gobernadores “rebajaban a Chávez”, y no es casualidad que la oposición ha venido insistiendo en hacer elecciones para la renovación de esos mandatos.

Sin embargo, esa vanguardia, que recibió un golpe terrible con el fallecimiento de Chávez, se ha ido reconstruyendo por arriba y por abajo. Por arriba se la ve recomponerse en el gabinete de Maduro y por abajo por mas de un millón de chavistas que son el núcleo duro organizado en los Consejos Comunales, las Comunas, las organizaciones de trabajadores y los movimientos sociales, que son mayoritariamente mujeres. El hecho de que propio presidente sea parte de esa vanguardia en reconstrucción explica la obsesión de la derecha por desalojarlo del gobierno.

El otro concepto que volvió a ponerse sobre la mesa con la revolución bolivariana fue el de ocupar el poder del Estado. El cuestionamiento a la caída de los regímenes del llamado “socialismo real” promovió la idea de que se puede hacer una revolución sin ocupar el Estado. Pensar en una revolución sin ocupar el Estado es pensar un mundo a la medida de nuestros deseos, sin burguesías agresivas y sin imperios. Remite al pensamiento de los niños de tres años. Justamente uno de los problemas más grandes que tenía la revolución bolivariana, era que la derecha había recuperado dos estamentos importantes del Estado como son la Asamblea Nacional y la Fiscalía general, y allí se apoya el Imperio para generalizar la ofensiva.

He puesto el acento en las ideas de vanguardia y de ocupación del Estado, porque me parece que son centrales en el análisis para ocuparnos de la práctica de Rondón, del pueblo chavista.

En la revolución bolivariana hubo un momento bisagra que fue el golpe de Estado de 2002. Los hechos son conocidos. La derecha recuperó el poder por 48 horas y fue desalojada por una movilización espontánea del pueblo, que devolvió a Chávez a Miraflores.

Ese hecho fue impactante para el propio Chávez que hizo un diagnóstico preciso de lo ocurrido. En un momento en que no solo el gobierno, sino toda la institucionalidad chavista estaba derrotada, apareció Rondón para poner las cosas en su lugar. Rondón no peleaba por el estómago, en los primeros años de gobierno el chavismo había escuchado y visibilizado al pueblo pero no había producido sustanciales mejoras económicas. Rondón peleaba por el sueño de un país diferente, donde los de abajo fueran protagonistas.

Chávez, que a veces describía la realidad en términos militares, advirtió rápidamente que ocupando el Estado había ocupado una primera colina, pero ocurría no solamente que el objetivo estaba más lejos, sino que esa postura ganada que le servía para defenderse, no le daba una posición ventajosa para avanzar

 Y actuó en consecuencia. En 2005 al sueño de Rondón lo llamó Socialismo del siglo XXI. Advirtiendo que si los pocos bolívares con que contaba el gobierno pasaban por la estructura de Ministerios más de la mitad se iba a quedar por el camino, se le ocurrió 'baypassear' al Estado. Creó las Misiones Sociales, y las puntas de lanza fueron los médicos cubanos que se vincularon directamente con las comunidades desde la Misión Barrio Adentro. Después hizo lo mismo con el Ministerio de Educación. Se crearon las Misiones Robinson, Rivas y Sucre, para llegar a las comunidades más humildes con la educación primaria, secundaria y universitaria. También existieron las apuestas productivas; se expropiaron 4 millones de hectáreas, se estatizaron empresas estratégicas de acero, aluminio y cemento y se invirtieron millones de bolívares en la Misión Vuelvan Caras para promover emprendimientos productivos.

Pero en esa apuesta los resultados inmediatos no fueron favorables, y allí no podemos culpar exclusivamente a la burocracia o a la bolibuguesía. No es fácil para un pueblo que ha desarrollado una cultura de trabajo en servicios e intermediación en las ciudades, volver al campo o autogestionar actividades productivas. En las industrias no basta con que se vaya el patrón para que los trabajadores asuman el control de la fábrica con una orientación socialista. Hace falta tiempo, formación político-ideológica y técnico-productiva. El diagnóstico no es mío, me lo dijo Rondón.

Chávez advirtió los límites, al menos cuantitativos, de su vanguardia y los trató de resolver en términos militares. En distintas avanzadas mandó cien mil jóvenes de barrios humildes a Cuba a recibir cursos de tres meses de formación política y creó el Frente Francisco Miranda, un gigantesco parche militante, para hacerse cargo de las tareas más urgentes de la revolución.

El último Chávez mejoró su comprensión de los problemas a enfrentar y precisó las respuestas. Y entonces empezó a hablar del viejo Estado, que por ahora había que gestionar pero estaba destinado a desaparecer, y el nuevo Estado, el que había que construir. En el 2009, le puso nombres a su reflexión. Habló de Comunas, de Estado Comunal, de Socialismo Comunal

Pero ocurrió que muchos gestores transitorios del viejo Estado se molestaron con la idea de que fueran descartables, que el parche se volvió tapón y que los fracasos ocasionales de Rondón se tornaron en excusas para decir que todavía no era el tiempo de la Comunas.

Cuando la Revolución empezó a padecer el peor de los males, el desencanto, Chávez, ya enfermo, cargó al hombro con la última campaña electoral, que empezó perdiendo y ganó por paliza.

En octubre de 2012, en su primera intervención en el Consejo de Ministros del nuevo gobierno y la que seria su última reunión con ellos en Venezuela enfrentó directamente a los que en nombre de la “necesaria tutela para un pueblo que no estaba preparado” frenaban la organización comunal y convocándolo a Rondón alertó que si se trataba de avanzar hacia el socialismo era “Comuna o Nada”. Se conoce a esa reunión como Golpe de Timón.

Esa convocatoria, más la decisión de designar como sucesor a su mejor hijo, Nicolás Maduro, más el Plan de la Patria, que fijaba una hoja de ruta para la transición al Socialismo, fueron la última herencia de Chávez.

Ocurrió que después de la muerte de Chávez , su hijo heredero Nicolás Maduro salió en busca de Rondón con los Gobiernos de calle y desde el Ministerio de las Comunas, en poco más de un año se legalizaron 1700 Comunas. No se inventaron, simplemente se les sacó el tapón que les impedía emerger.

Pero no duró mucho el envión del Golpe de Timón. Los que se sintieron amenazados por el crecimiento de la nueva institucionalidad cerraron filas y empezaron a bloquear las puertas por donde pasaba Rondón. En el discurso oficial, Rondón, quien desde el Caracazo y el 13 de abril [derrota del Golpe de 2002] le había puesto los límites a la derecha, empezó a ser reemplazado por un señor militar que se presentaba en su programa de TV con un inmenso garrote. La respuesta a la soberbia no se hizo esperar. En diciembre de 2015, la derecha gano las elecciones a la asamblea Nacional, con un alto porcentaje de abstención del chavismo.

Después de ganada la Asamblea Nacional, la derecha no consiguió el objetivo de un inmediato despido de Maduro, pero empezó a hacerse fuerte con la guerra económica y la primera respuesta del señor con el garrote fue que era el Estado y la institucionalidad chavista quien iba a garantizar la victoria. Para el mes de marzo de 2016, El Estado, el Partido y toda la institucionalidad chavista, perdía la guerra económica por escándalo. La escasez de alimentos y medicamentos que golpeaba al pueblo venezolano se combinaba con una feroz sequía que perjudicaba la agricultura, pero además afectaba a la producción de energía eléctrica.

En ese momento crucial Maduro volvió a convocar a Rondón y nacen los CLAP. El gobierno resolvió a principios de abril que los alimentos disponibles para aliviar a la población mas humildes no serán vendidos por medio de los grandes centros de abastecimiento dirigidos por el Ministerio de Alimentación, los Mercales, sino directamente por los Consejos Comunales, las organizaciones de base, por medio de los Comités Locales de Abastecimiento, los CLAP. El cálculo del presidente Maduro fue muy parecido al que hizo Chávez cuando creó las primeras Misiones. El pueblo organizado garantizaría mucho más que las estructuras ministeriales que se repartan sin corrupción los escasos alimentos disponibles.

Con los CLAPs que empezaron a reproducirse se pudo transitar el peor momento de la crisis que fue el mes de mayo de 2016 y millones de venezolanos en condiciones muy difíciles, encontraron un punto de apoyo para resistir a la incitación permanente de la derecha en todas las colas, al saqueo.

En ese mismo mes de abril el Presidente creo el Ministerio de Industrias básicas y puso en el cargo a Juan Arias, un veterano luchador vinculado a las mejores tradiciones obreras, que inmediatamente se vinculó a las empresas nacionalizadas, empezó a conectarlas entre si y a crear puntos de apoyo para que los trabajadores pudieran democratizar la dirección de las empresas y enfrentar a las mafias.

En setiembre de 2016 la oposición convocó a la toma de Miraflores y organizó una movilización considerable, entre treinta y cuarenta mil personas. El chavismo aceptó el desafío y duplicó en la calle a los manifestantes de la oposición.

Hacia fines de 2016 la oposición caracterizó que continuaba ganando la guerra económica, pero empezó a apurarse frente a la evidencia de un gobierno apoyado en Rondón había empezado a encontrar respuestas para sobrevivir y salir adelante.

Pasadas las fiestas y los carnavales, donde menguan los enfrentamientos políticos, la derecha inició otro escalada de la guerra y recurrió otra vez a las guarimbas. Más de cien días de trancas, atentados terroristas y más de cien muertos.

Y allí otra vez el dilema era si el enfrentamiento a la derecha debía asentarse en el Estado o había que volverlo a llamar a Rondón.

El llamado a la Constituyente era una de las salidas posibles en uno de los momentos más difíciles de la crisis. Había otra salida, que era decretar el Estado de Emergencia y apelar a lo que todos los gobiernos hacen en caso de conmoción interna: la represión abierta de los que alteran la institucionalidad, en este caso los vándalos de la derecha. Medida, esta última, que seguramente hubiera creado simpatía en sectores duros de las fuerzas de seguridad, del ejército y del propio pueblo chavista. Imagínense que opinaba el señor del garrote.

El presidente Maduro eligió otra vez convocar a Rondón, pero no para que salga a masacrar a los guarimberos, sino para que pacíficamente se expresara electoralmente. La apuesta parecía descabellada. ¿Porqué un pueblo asediado por la derecha, y sometido a innumerables padecimientos económicos iba a concurrir a votar por cambios constitucionales? Esas dudas, promovidas por la derecha y a las que adhirieron algunos izquierdistas asustados, otra vez lo subestimaron a Rondón.

Se olvidaron que no piensa solamente con el bolsillo y el estómago. Pensaron que frente a la receta de “Gasolina y fuego”, que promovían los fascistas, el negro (y la negra) se iban asustar. Pero el negro y la negra saben bastante de eso, ya lo conocen desde el tiempo de la Inquisición, desde cuando quemaban a las curanderas y a las brujas, desde cuando quemaban a los negros cimarrones. Y no se asustan.

En la fraudulenta Consulta Popular convocada por la MUD el 16 de julio, difícilmente la oposición haya conseguido que voten tres millones de personas. Declararon mas de siete millones, pero esto es incomprobable (no había fiscales independientes y ellos mismos quemaron las planillas). Ese mismo día se hizo un simulacro electoral promovido por la CNE, y se estimó que votaron no menos de cuatro millones de chavistas.

Con ese escenario, la elección de la Constituyente se mostró indetenible. La oposición, que se jugaba perder los dos espacios institucionales que disponía: La Asamblea y la Fiscalía General, empezó a desesperarse y a incrementar la violencia. Propuso un paro de 24 horas y fue un fracaso, después otro de 48 horas y el país pareció no enterarse. El último intento fue trancar las calles y cerrar los caminos para que la gente no pudiera ir a votar. Volvieron a amedrentar y asesinar, pero para desesperación de la oligarquía y sus custodios armados, otra vez se le escaparon los negros. Esta vez para votar. Fueron más de ocho millones de votos valientes que se rebelaron a la amenaza, a las trancas, al terror que paraliza.

Para una visión miope que existe entre algunos sectores del chavismo, los alcances de la Constituyente se limitarían a solucionar los desajustes en el viejo Estado y dar posibilidades de mejores condiciones para transitar hasta la elección presidencial de 2018. Pero Rondón no vuela tan bajo. Le ha visto la cara al fascismo y volvió a ponerse en marcha. Para defender al presidente Maduro y la revolución bolivariana, porque sabe que en esta batalla y las que vienen, les va su propia vida, pero sobre todo -y eso lo entendía muy bien Chávez- porque Rondón sigue soñando con ese otro país posible, digno, soberano y socialista que amanece desafiante, cuya supervivencia se pone en juego cada día y que, desde hace 17 años, recorre el mundo como un fantasma que ilusiona a los oprimidos y horroriza a los poderosos.

La Haine

 

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