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Pensamiento :: 02/08/2017

La suspensión de las creencias (Caníbal cautivo II)

Carlo Frabetti - La Haine
“Cuando una persona sufre delirios, lo llamamos locura; cuando muchas personas sufren un delirio, lo llamamos religión”

Cuando leemos un libro o vemos una película, a menudo se produce el paradójico fenómeno conocido como “suspensión de la incredulidad” (suspensionofdisbelief): sabemos que la historia que nos están contando no es real, y acaso ni siquiera verosímil, pero nos sumergimos en ella y nos emociona como si fuera verídica. Y no solo reaccionamos así ante la ficción propiamente dicha, sino también ante mensajes claramente engañosos, como los publicitarios. Nadie en su sano juicio cree que la publicidad refleje las auténticas cualidades de los productos promocionados, y sin embargo nos predispone a consumirlos como si de verdad fueran tan maravillosos como los pintan. Y lo que es más grave, otro tanto ocurre con las noticias falsas, tergiversadas o tendenciosas con las que los grandes medios de comunicación nos bombardean sin cesar. No hace mucho, una joven amiga muy inteligente y perceptiva me decía: “Sé que la televisión miente sin parar; pero mientras la estoy viendo me creo lo que dice y tengo que hacer un esfuerzo de concentración para no olvidar lo falsa que es”.

Y esta suspensión de la incredulidad tiene su reverso y complemento en lo que podríamos denominar la “suspensión de las creencias”. Por ejemplo, los cristianos, como autoproclamados discípulos de Cristo, creen en la igualdad y la fraternidad universales, así como en el desprecio de los bienes materiales (“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”, dice el Evangelio); pero parecen “olvidarse” continuamente de estas creencias básicas para asumir sin reservas la lógica capitalista de la competencia insolidaria y el enriquecimiento personal. Y aunque los ateos no crean que Dios creara al hombre a su imagen y semejanza, muchos de ellos se comportan como si los humanos fuéramos los “reyes de la creación” y los demás animales estuvieran a nuestro servicio, como afirma la Biblia.

En nuestra “civilizada” relación con nuestros parientes no humanos, sorprende la aparente facilidad con que coexisten el supuesto “amor a los animales” con su explotación más despiadada y cruenta. La mayoría de las personas rechazan -o dicen rechazar- el denominado“maltrato animal”, pero comen carne a sabiendas de que el carnivorismo implica no solo el asesinato, sino también la tortura sistemática y prolongada de millones de animales cuya capacidad de sufrimiento es del todo similar a la nuestra. ¿Cómo se explica tal grado de disonancia cognitiva? Algunos creemos que, sencillamente, no tiene explicación dentro de los límites de la cordura (si es que ese término todavía tiene algún sentido en nuestra desquiciada sociedad).

“Cuando una persona sufre delirios, lo llamamos locura; cuando muchas personas sufren un delirio, lo llamamos religión”, como decía Robert Pirsig, el recientemente fallecidoautor de Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta. Y en sucesivos capítulos intentaré demostrar que el carnivorismo supone el mismo tipo de delirio colectivo que la religión; un delirio en el que los conceptos de alienación y fetichismo (tanto en su sentido convencional como en su interpretación marxista) desempeñan un papel fundamental.

(Continuará)

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fH8U