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Euskal Herria :: 04/02/2018

Descerebrados

Mikel Arizaleta

En el 2017 escribió Celso Alcaina “Descerebrados”, y como en casi todo lo que escribe también esta vez me pareció atinado.
Celso Alcaina ha escrito el libro “ROMA VEDUTA. Monseñor se desnuda”, y como él confiesa, una autobiografía teñida de romanidad: sus estudios en Compostela, Comillas y Roma, sus contactos con los cardenales Ottaviani y Quiroga, su actividad como destacado funcionario en el Santo Oficio (lo que constituye el núcleo del libro de 336 páginas). A sus 32 años fue nombrado por el papa Pablo VI para trabajar en el Vaticano: durante 8 años en el corazón de la Curia, en el sancta sanctorum vaticano: analizando y peleando con dogmas, doctrinas, procesos, documentos papales, apariciones, revelaciones, dispensas, canonizaciones… Enjuicia su trabajo y el de su departamento y toma partido sobre su tarea. Es crítico, sagaz, valiente, interesante. Su libro merece leerse.


Poco antes de su artículo “Descerabrados” había leído en un libro, “Rejas ocultas”, comprado un domingo en la Plaza Nueva de Bilbao por 0´50€, la terrible y dura historia de la paquistaní Hameeda Lakho y sus hermanas. El libro, escrito a cuatro manos entre ella y la escritora Magda van der Rijst, está dedicado “a todos los hombres y mujeres que cargan con su infancia como un bulto pesado que les impide caminar. Ahora que ya ando –escribe Hameeda-, sé que el primer paso siempre es más difícil pero lo que nos espera al final del camino es nuestra propia dignidad por fin reconquistada”.


Y me acordé de los chavales, caminantes de vacío y soledad, vestidos desde pequeños de malas artes, chavales de Otxarkoaga con sangre en las manos desde los 14 años… La paquistaní Hameeda cuenta aquella su huida de la casa paterna? en Holanda: “En algún lugar robé una chaqueta, era imposible sobrevivir con el jersey fino que llevaba. Bebía agua de los aseos públicos, cogía la comida de los cubos de basura, dormía en los portales y merodeaba por las tiendas y por los bancos del centro de Amsterdam…”.


“Descerebrados”: también yo en las calles de Bilbao veo pidiendo a gente desesperada limosna para sus hijos mientras el Alcalde Aburto, el Diputado foral Rementería y el Lehendakari Urkullu y sus comparsas pregonan que Euskadi va bien. ¿Para quién? ¿Quién es el descerebrado en estas historias de mi ciudad? * “Recientemente, escribe el señor Celso Alcaina, los media publicaban la noticia: Un niño británico había nacido sin cerebro. Más exactamente, con solo el 2% de masa cerebral. Los médicos habían pronosticado su muerte en el parto. Como mucho, tendría una vida efímera cuantificada en pocos días. Noah tiene ahora cuatro años. Ya anda y habla. Su función cerebral alcanza el 70% de lo normal. Se espera que siga progresando.


El caso es excepcional, pero no único. La noticia periodística relata similares casos que podrían calificarse de prodigiosos. Entre ellos, varios universitarios y un brillante matemático. Los identificados como "descerebrados" desarrollaron o desarrollan actividad vital normal. Algunos no se enteraron de su anomalía hasta su adultez y sólo por casualidad.


La neuróloga infantil del hospital La Paz, Pilar Tirado, reconoce y analiza estos excepcionales casos. "Una pequeña cantidad de masa cerebral puede aprender y desarrollar funciones propias de otras partes del cerebro de las que carece. El sistema nervioso central tiene una gran plasticidad, mucha capacidad para reinventarse".


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Es de admirar y alabar que los carentes de cerebro se comporten humana y amablemente. El hecho nos lleva a consideraciones varias. La primera de todas se refiere a comportamientos raros o deshumanizados de aquellos que conservan todo su cerebro. Un cerebro que nació completo, intacto, puro, capacitado. Ya en vida, el ambiente familiar y social fraguará en él convicciones que llevan a la delincuencia y al desvarío. Detrás de la delincuencia hay dos factores: mensajes incorrectos y un cerebro que los graba.


Los mensajes en forma de malos ejemplos provienen de la familia y de la sociedad. La forma en la que se resuelven los conflictos familiares y personales hunden sus raíces en el cerebro de los niños y jóvenes. La sociedad, a comenzar por el grupo infantil, va moldeando el cerebro. Son las costumbres, la técnica, las leyes, las religiones. El cerebro absorbe todo y lo elabora. Lo guarda en el subconsciente. No sabe cómo va a actuar ante una situación inesperada. Pero la matriz está lista para responder automáticamente.

La mente no envejece. Los sentidos transmiten al cerebro matrices sin cesar. Es la conciencia la que clasifica y canaliza las categorías inconscientes. Si es preciso -siempre lo es – expulsará las malas matrices recibidas. ¡Ay, y si no lo hace! A este propósito, quiero referirme a los terroristas. No sólo a los islámicos, aunque estén de actualidad. Causa estupefacción que seres humanos, con madre, hermanos y amigos, puedan llevar a cabo acciones de barbarie indiscriminada. Madres que utilizan su cuerpo para transportar bombas que destrozarán vidas de otras madres y de otros seres humanos. Aparentemente, los terroristas son seres con cerebro perturbado. Cuesta encontrar explicación desde el lado de la razón. Aparentemente, matan por matar. Todavía peor, mueren por matar. Y, sin embargo, es preciso buscar una explicación. No son simples psicópatas. Ni todos los terrorismos son iguales. Sus motivaciones son diversas. No se trata de justificar. Sólo entender. No siempre los gobernantes o los pueblos están exentos de culpa. Impedir el terrorismo comporta la eliminación de palpables injusticias sociales y políticas.


Los cerebros de quienes deciden asesinar de forma indiscriminada, incluidos los suicidas, han sufrido un proceso de transformación que les lleva a relacionar su actuación con objetivos deseables, a veces de recompensa. Los más comunes son la heroicidad y el martirio. Patria o paraíso.


Lo común es que los terroristas dependan de una organización con fines claros. Los lobos solitarios emulan, comulgan con los objetivos de la organización. En el fondo, tratan de combatir una clara injusticia por la que vale la pena luchar hasta la muerte. Además, perciben que no existen otras formas de lucha válidas. Posiblemente, funciona la venganza, el ojo por ojo.
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La segunda consideración ante la realidad de los "descerebrados" me lleva al insondable misterio de la naturaleza humana. Me sobrecoge nuestra ignorancia. Por mucho que estudiemos y descubramos nunca lograremos atrapar la totalidad de los secretos de las fuerzas naturales. En diversos escritos clamé por una humilde sensatez ante hechos maravillosos que la Iglesia califica de "milagros". Curiosamente, siempre son curaciones. Constituyen el definitivo argumento para las canonizaciones. Comprometen a nuestro Dios en actos que dependen del curso natural. Éste es el pobre razonamiento eclesiástico: La curación no es explicable por la ciencia, luego fue operada por Dios.


Pero es que, además de miope, la divinización de hechos maravillosos o excepcionales comporta una visión errónea de Dios. En la hipótesis de una directa puntual intervención divina, estaríamos aceptando que Dios discrimina, elige, posterga. Dios estaría prefiriendo a un paciente al tiempo que abandonando a otros miles con idéntico sufrimiento y que han realizado idénticas preces.
Déjenme novelar. No sonrían. Se trata de algo muy serio.


Shelly, embarazada de doce semanas, acude al ginecólogo. Hechas las pruebas de rigor, Shelly es advertida del riesgo. El feto sufre una anomalía importante. El diagnóstico es confirmado tres semanas más tarde. Ahora ya es posible concretar. "Prepárese para lo peor – dijo el doctor – el nascituro tendrá un futuro horrible. Quedará discapacitado física y mentalmente. La espina bífida y la hidrocefalia le dejan sólo un 2% de función cerebral. Piense en el aborto".


Shelly es creyente. Años atrás había peregrinado a Fátima con su marido. Veneraba y admiraba a los dos pastorcitos videntes, Jacinta y Francisco. Shelly no estaba dispuesta a abortar. Todo aborto iba contra sus creencias y sentimientos. A partir de la visita al hospital, se aferró a su fe y se encomendó a los pastorcitos de Fátima. Cada día, cada noche, les rezaba plegarias que ella misma había compuesto. Al menos, - rezaba Shelly - que mi hijito viva algunos años. No pedía demasiado. Afrontó el parto con mucha entereza. Un parto normal. Noah comenzó a andar a los tres años en vez de al año. A esa edad balbuceó sus primeras palabras. Comienza a ser un niño normal, aunque sus padres y su médico saben que apenas tiene cerebro. Es un descerebrado.


Shelly comunicó lo ocurrido a su párroco católico en la pequeña ciudad de Selby. No había valorado las consecuencias del "milagro". El padre Kenion habló con su amigo, el obispo de Nottinghan. Bien pronto, el Vaticano envió un funcionario a la casa de Shelly. Recogió notas, hizo fotos, jugó con Noah. La Congregación para las Causas de los Santos incorporó el hecho "milagroso" a las actas de canonización de los ya beatos Jacinta y Francisco. Los médicos peritos de la Congregación dictaminaron que un descerebrado no puede realizar las funciones vitales que desarrolla Noah. Se trata de un "milagro". Es un prodigio obra de Dios por mediación de Jacinta y Francisco. Un fundamento sólido para canonizar a Francisco y Jacinta.


Concluyo con una pregunta. ¿Quiénes son los descerebrados?”

Mikel Arizaleta

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fJ9y