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Pensamiento :: 09/11/2023

Enrique Dussel: ejemplo de humanidad

Marcos Roitman Rosenmann
Dio vuelta a la historia. La puso patas arriba, cuestionó que el origen de la democracia se encontrase en la cultura greco-romana y rompió con el helenocentrismo

Se ha ido un grande entre los grandes. Pensador comprometido, asumió responsabilidades. Se enfrentó al peronismo reinstalado bajo la batuta del hombre fuerte que manejaba los hilos del poder, el ministro de Bienestar Social José López Rega. El 2 de octubre de 1973 la triple A hizo explosionar una bomba en su casa, llevándolo al exilio. Su destino fue México, donde realizó la mayor parte de su obra como profesor de ética y filosofía de la UNAM, y ya en el siglo XXI, asumiendo como rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Incansable batallador, el atentado que casi le cuesta la vida a él y su familia no fue suficiente para acallar su voz. Al contrario, le dio fuerza y reafirmó sus convicciones en la lucha por la emancipación política de los pueblos y así también del ser humano.

Su vida intelectual giró en torno a dos desafíos. La búsqueda de una ética para la liberación y una política emancipadora. Su visión de un mundo, dirá en Política de la liberación. Historia mundial y Crítica, se conecta y entronca con el espacio político de los pobres, de las víctimas, las del sur del planeta, los oprimidos, los excluidos, los nuevos movimientos populares, los pueblos ancestrales colonizados por la modernidad, por el capitalismo que globaliza, subrayando que es el lugar desde el cual tendremos que ir efectuando la crítica de todo el sistema de categorías de la filosofía política burguesa.

Para ello dio vuelta a la historia. La puso patas arriba, repensó discursos y propuso una visión crítica y global de la cultura occidental, cuestionó que el origen de la democracia se encontrase en la cultura greco-romana y rompió con el helenocentrismo. Fue lejos y reivindicó su origen en las culturas semitas establecidas en Mesopotamia, Medio Oriente, milenios antes de Cristo. Estudió las culturas asiáticas, africanas y prestó atención a la historia de los pueblos originarios conquistados de Nuestra América.

Si queremos encontrar a Enrique Dussel, deberá ser entre estos parámetros. De ahí su propuesta de forjar un pensamiento capaz de romper la violencia del sistema mundo dando la voz a sus víctimas, silenciadas o invisibilizadas. Así se teje su propuesta del pensamiento poscolonial. Una alternativa capaz de explicar la paradoja de la exclusión de las grandes mayorías en la globalización, cuyos efectos son la destrucción ecológica afincada en el proceso de valorización de un capitalismo predador y su corolario: la extinción de la vida en el planeta con la muerte de la especie homo sapiens.

Profundizó en la obra de Fanon, dialogó con Pablo González Casanova, Darcy Ribeiro, Franz Hinkelammert, los teóricos de la dependencia, y cuestionó las visiones de una conquista y colonización bajo la idea de progreso. Reivindicó la historia de Nuestra América. Supo unir su saber a las luchas de los pueblos originarios y puso especial atención a la revolución cubana. Tuvo palabras para defender la revolución bolivariana. Fue un semita, de ahí su propuesta de una cultura fundada en la transmodernidad, en el reconocimiento de un saber anterior al pensamiento grecorromano como fuente de un poder ético y forjador de lo humano.

Fue un convencido de la necesidad de estudiar a fondo la modernidad capitalista y su racionalidad política. No se trataba de un saber erudito, de un conocimiento academicista. No pretendía ser considerado un especialista en Marx. Dussel buscó en Marx una respuesta a sus interrogantes. Para Dussel, Marx proporcionaba herramientas, argumentos y facilitaba la comprensión del capitalismo realmente existente. Sus reflexiones sobre Marx no tienen parangón en el ámbito de la epistemología.

Encuadrar el pensamiento de Enrique Dussel en una sola disciplina supondría cercenar su propuesta. Dussel no se puso límites a la hora de buscar respuestas a una pregunta que le acompañó durante toda su vida. Una y otra vez volvió sobre ella, la reformuló desde todos los ángulos posibles. Para darle mayor consistencia, se apoyó en la historia, en la economía, la sociología, la teología, la ciencia política, la antropología, las ciencias de la materia o la vida. Nada le fue ajeno.

Manejaba con soltura el griego y el latín, alemán, inglés, hebreo o el francés, no menos que el castellano. Su rigor le obligaba a referenciar sus fuentes. Necesitaba de precisar los conceptos. Comprometido con su tiempo histórico, no le faltó tiempo para la militancia política, siempre acudió al llamado de las organizaciones populares.

Cercano y afable, Dussel no puede ser encasillado en un partido. Su saber no pertenece a una organización. Entregó su vida a la lucha, a una militancia más allá de unas siglas. Su compromiso estuvo al lado de las madres de la Plaza de Mayo, de los oprimidos y explotados, de los pueblos originarios, de los zapatistas, del pueblo cubano, chileno o boliviano.

Su pregunta ¿Cómo construir una política emancipadora, anclada en una ética de la liberación?, sigue en pie. Su legado obliga a seguir perseverando. Las nuevas generaciones, aquellas a las cuales Dussel se acercó como maestro y compañero de viaje, encontrarán en sus escritos argumentos suficientes para no desfallecer en tiempos de traición y desafección ética.

La Jornada

 

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