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Nacionales E.Herria :: 01/05/2018

1 de Mayo, Euskal Herria. La guerra no ha terminado

Borroka Garaia
Solo el estado socialista vasco independiente puede poner la base mínima para que la clase trabajadora vasca solucione sus propios problemas

El 1 de mayo de 1886, el que dio origen a esta movilización internacional anual, hoy sería condenado o rechazado por buena parte de la izquierda que incluso lo celebra, claro que no para toda y tampoco para este servidor. De hecho, los sucesos de la revuelta de Haymarket en Chicago fueron en lo que se inspiró, varios años más tarde, la naciente clase obrera vasca que acababa de surgir en las orillas del Nerbion para dar cuenta de su primera iniciativa, cuando, sin apenas organización sindical alguna, convoca a la Huelga General con el mismo lema y revindicaciones de la revuelta de Haymarket y en fecha también de 1 de Mayo. Estas primeras protestas acabaron con razzias de la guardia civil y el ejército español por toda Bizkaia, que a tiros y a caballería no pudieron impedir que se dieran fuego a los barracones de los trabajadores y se dinamitaran las instalaciones mineras de los capataces. Había surgido el movimiento obrero vasco y su celebración del 1 de Mayo que se extendería por toda Euskal Herria, así hasta hoy.

Como todos los años mañana llega la fecha del 1 de Mayo. Claro que no todos los años son iguales aunque a veces lo parezca. En Euskal Herria, en los últimos años se han ido operando una serie de cambios, algunos malos y evidentes, como la regresión integral en todos los ámbitos para la clase trabajadora vasca debido a la ofensiva capitalista al calor de la denominada crisis comandada en nuestra tierra por dos estados centralistas junto a la UE y ante la sumisión, pasividad o colaboración activa de sus instituciones, que son todas y no solo el congreso de Madrid. Pero también se han operado otros cambios, en sentido positivo, algunos quizás no tan evidentes a simple vista. Hace apenas unos años no había absolutamente nadie que hablara de una tal “clase trabajadora vasca” o “pueblo trabajador vasco”, salvo de vez en cuando los sindicatos porque no les quedaba otro remedio. Hoy en día, son numerosos los colectivos, agrupaciones y personas de muy diverso tipo y signo que han integrado o retomado tal concepto material de nuestra realidad sin el cual no se explican los nudos existentes y por lo tanto se hace imposible la forma de desatarlos. Pese a que aún persista la teoría derechista o reformista del ciudadanismo, especialmente en el ambiente mediático, académico e institucionalista, ésta ha ido perdiendo fuerza asimiladora en la propia clase, lo cual es un indicativo de que la conciencia de clase se ha elevado en nuestro país, aunque la traducción de ello apenas ha echado a andar y a desplegar todo su potencial y capacidades.

Hemos visto movilizaciones nutridas de pensionistas o del movimiento feminista, está siendo muy sintomática la renovada extensión del movimiento de okupación que pese a todas las trabas y ataques no ha hecho más que crecer y multiplicarse por toda la geografía vasca tanto en forma de gaztetxe o de casa okupada con nuevas expresiones de poder juvenil, popular, obrero, feminista y estudiantil. Lo cual al mismo tiempo también es indicativo de una nueva generación del movimiento juvenil que pese a contar con más dificultades que antaño no parece estar dispuesta a dar su brazo a torcer. Una nueva generación que también está retomando la formación política y teórica que al igual que la conciencia de clase fue perdiéndose o deteriorándose con el tiempo.
En esta nueva fase de transición del movimiento revolucionario, popular y sindical hacia la nueva ofensiva no solo existen las barreras del capital y los estados, sino del progresismo institucional que se ve incapaz de transcender sus propios auto-engaños. Vaya la más rotunda condena a todas las instituciones comandadas por la derecha autonomista que en este año han desplegado la más ruin de las represiones frente a la okupación y al ayuntamiento de Iruñea, que en vísperas del 1 de Mayo realiza un ataque frontal contra la lucha de clases y el movimiento juvenil de este país con sus maniobras para marginalizar y criminalizar a los gaztetxes de Alde Zaharra y Errotxapea mientras los hostigan policialmente con la intención de vaciarlos de vida con la excusa del cumplimiento de la ordenanza municipal, pretenden cerrar espacios para que vuelvan a quedarse muertos . Abandonados.

Está por repensarse de arriba a abajo una práctica de lucha institucional, que sea verdaderamente subsidiaria del movimiento real y que ponga a la lucha nacional y de clases en el lugar que le corresponde y no sea un agujero negro de la asimilación de la clase trabajadora vasca y de la conciliación de clases en el ciudadanismo vacuo estratégicamente ligado a un interés de clase distinto al de la clase trabajadora.

También el sindicalismo vasco no puede permanecer por más tiempo en el resistencialismo neto y de no abrirse verdaderamente a la creación de poder popular y a la construcción de nuevos paradigmas en alianza con la clase trabajadora esté asalariada o no, no podrá salir del bucle socialdemócrata donde su efectividad está casi anulada por la propia dinámica interna del capital. Solo ha habido un sindicato en los últimos tiempos que ha puesto los puntos sobre las ies ante el conglomerado político capitalista de la “burguesía local” y además tiene razón en cuanto a ello. Y aquí también ocurre que el progresismo institucionalista en vez de preguntarse sobre su dependencia fatal a la derecha autonómica sigue preguntándose, y ya van décadas, sobre imposibles. Lo cual llegados al 2018 quizás tenga otras implicaciones más allá del auto-engaño.

En cualquier caso, la clase trabajadora vasca no necesita un estado, pues ningún estado ni república va a solucionar sus problemas. Solo el estado socialista vasco independiente puede poner la base mínima para que la clase trabajadora vasca solucione sus propios problemas frente a los estados español, francés y la UE, con los que no hay ni autodeterminación, ni independencia ni socialismo ni nada que se le parezca, y como no, frente a la burguesía local. Por eso es necesaria la conciencia nacional de clase y por eso el pueblo trabajador vasco es la única madre a reconocer, el 1 de Mayo o cualquier otro día.

Se supone que nadie espera ya la revolución vasca pero las condiciones objetivas para una reactivación del proceso revolucionario vasco están dadas. Y aun durante esta fase de repliegue transitorio se pueden empezar a apreciar en el movimiento popular, estudiantil, juvenil, internacionalista y feminista e incluso hasta en los viejos y viejas los primeros trazos de las semillas que pueden provocar un vuelco a la situación y que estos no van a correr por ningún carril actual existente fruto de la fase de repliegue reformista ni por viejos trazados, sino por una articulación del poder nacional, popular y obrero, por una articulación de la ayuda mutua del pueblo trabajador vasco, por una nueva articulación de la confrontación contra los estados y el capital. En la medida que se sepan leer los viejos y nuevos bloqueos y se de rienda suelta al pueblo trabajador vasco de cara a la ruptura con los estados y a la ruptura con la burguesía vasca, los diferentes procesos de normalización del autonomismo, el capital y los estados se pueden ver truncados. La guerra no ha terminado.

 

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