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Europa :: 03/11/2023

EEUU y la reorganización de la inteligencia ucraniana

Nahia Sanzo
La CIA creó en Ucrania una inteligencia militar a su servicio que ahora emplea a bandas ultra como Bratstvo, Kraken. "El GUR era nuestro bebé. Les dimos todo el equipo nuevo y formación"

El peso del SBU, la inteligencia civil ucraniana, ha sido evidente desde la primavera de 2014, cuando el régimen nacido del golpe de estado del 22 de febrero en el Maidán se reorganizaba para reprimir y contener las muestras de rechazo a lo ocurrido en Kiev. La presencia militar rusa en Crimea y la abrumadora mayoría favorable a Rusia hizo imposible la resistencia a la celebración del referéndum y la posterior adhesión a Rusia, realizada con tal rapidez y eficiencia que Ucrania no pudo sino observar anonadada cómo perdía una parte de su territorio.

En abril de ese año, para impedir más pérdidas ante la posibilidad de que Rusia quisiera someter a referéndum otras zonas rusófonas del país -algo que Rusia no intentó- animó al entonces ministro del Interior, Arsen Avakov, a realizar cambios e incluir entre sus tropas a algunos de los grupos más radicales del panorama ultranacionalista ucraniano. Avakov, en aquel momento al mando también del SBU, optó por incorporar a lo que posteriormente sería el núcleo del regimiento Azov, que junto al Servicio de Seguridad debían ser utilizadas a modo de fuerzas especiales para acabar con la incipiente rebelión de Donbass.

Pese a los cambios de administración y de organización, el SBU, que con la llegada de Zelensky pasó a depender directamente del presidente, continuó siendo una fuerza importante, especialmente a la hora de mantener la represión contra sectores ideológicamente opuestos al régimen en Ucrania y contra enemigos designados como blanco al otro lado del frente.

De esta forma, el SBU combinó las tácticas de colocar artefactos explosivos en las viviendas de periodistas, políticos o activistas locales a los que deseaba detener por motivos ideológicos pero contra los que no disponía de ninguna prueba incriminatoria, con asesinatos selectivos en los territorios de Donbass.

Ahora, por medio de la prensa occidental y con la confirmación de personas tan importantes como el exdirector del SBU Valentin Nalivaychenko, se conocen algunos detalles más. No solo ha quedado confirmada la autoría de asesinatos como los de Alexander Zajarchenko, Arsen Pavlov, Mijaíl Tolstij o incluso el mucho más reciente de Daria Dugina, sino que se sabe ya que esa táctica formaba parte de una reestructuración liderada por la CIA.

Aunque esa colaboración y dirección estadounidense en la refundación de las instituciones ucranianas no implica necesariamente participación directa en los asesinatos ni que el SBU haya actuado sólo por órdenes estadounidenses, la cercanía a Washington es relevante a la hora de transformar a Ucrania en una herramienta contra Rusia.

Como confirmaba la semana pasada un artículo publicado por The New York Times, EEUU consideró al SBU como una institución de herencia soviética e infiltrada por los servicios secretos rusos, por lo que procedió a su reforma. El artículo no incide en el papel de Arsen Avakov, ministro del Interior durante gran parte de los años de este proyecto, ni de sus colaboradores cercanos, personas como Anton Gerashenko, otro de los arquitectos de la entrada de la derecha más extrema en las estructuras oficiales y vinculado también al proyecto Mirotvorets, una lista de traidores amenazados por las autoridades y, sobre todo, por los sectores ultra.

Los medios occidentales están dispuestos a confirmar implícitamente que la guerra 'proxy' comenzó mucho antes de 2022 o que la presencia de EEUU en Ucrania era mucho más importante que lo que las administraciones de Washington han querido admitir en este tiempo, pero no los detalles que pudieran resultar incómodos. No se trata solo de la vinculación directa con lo más neonazi del núcleo de Azov o la creación de listas de acoso, sino del halo de corrupción que siempre ha rodeado a Avakov, encargado del Ministerio.

Aunque una parte importante del artículo de The New York Times se dedica a la inteligencia militar (GUR), la rivalidad entre el GUR y el SBU y el proceso paralelo que han realizado desde 2014 para convertirse en lo que son actualmente, tampoco Kiril Budanov y sus hazañas obtienen gran protagonismo. El GUR, inicialmente mucho más reducido en términos de personal que el SBU, ha obtenido, en el reparto del trabajo de sabotaje que se realiza desde el inicio de la guerra, tareas más militarizadas y operaciones rápidas aunque con un uso muy superior de efectivos.

El artículo del medio estadounidense no revela nada nuevo sobre la autoría del GUR de los ataques con drones en diferentes territorios rusos, el más espectacular de los cuales estalló sobre el Kremlin unos días antes de la celebración del 9 de mayo de 2022. El pasado verano, en un artículo publicado en The Times, Mike Galeotti se refería ya al ataque como “lanzado por los oficiales del GUR en territorio ruso o guiado por agentes con una línea de visión al objetivo. Estos parecen ser responsabilidad de Bratstvo, una unidad de élite de los Spetsnaz”. La trayectoria del GUR en esta guerra hacía indudable su autoría de ese ataque, al igual que de otras muchas redadas y actos que califica cínicamente de partisanos como la colocación de explosivos en vías ferroviarias para provocar el descarrilamiento de trenes.

“El mayor-general Kiril Budanov es un antiguo oficial de los Spetsnaz ucranianos que resultó herido tres veces luchando en Donbass. Zelensky parece haberle dado vía libre para causar problemas en Rusia, para atormentar al Kremlin y para hacer que los rusos corrientes teman que la guerra vaya a llegar a su puerta”, escribió Galeotti en su artículo sobre el uso de grupos ultra como Bratstvo o Kraken a modo de fuerzas especiales.

Los irrisorios desmentidos, la consistencia con la que se utilizan los mismos grupos en acciones similares, las palabras de los propios miembros de los batallones e incluso algunos reportajes de la prensa internacional han dejado claro que bajo el paraguas del GUR actúan todo tipo de grupos neofascistas entre los que se encuentran también los partisanos rusos, generalmente militantes de extrema derecha o incluso neonazis declarados, vestidos con uniformes ucranianos, utilizando vehículos y armamento entregado por EEUU y siguiendo las órdenes de Kirilo Budanov.

Frente a la afirmación de The New York Times de que “frente a la política de tierra quemada de Rusia”, tanto el SBU como el GUR actúan tratando de evitar dañar a la población civil, los graves daños en las aldeas de la frontera de la región de Belgorod y otras del Donbass, habitual blanco de su artillería y de las redadas, desmienten esa propaganda.

Es posible que una de las causas de las escasas bajas civiles provocadas por las operaciones de Budanov sea precisamente su fracaso o lo absurdo de sus misiones, algo que tampoco se menciona en los artículos occidentales. Budanov prefiere también resaltar la hazaña de desembarcar en Crimea en operaciones puramente propagandísticas con las que el GUR simplemente busca instalar una bandera ucraniana que posteriormente publica en las redes sociales.

El líder del GUR, un provocador nato, no se cansa de proclamar sus éxitos, ahora muy centrados en Crimea. Olvida, sin embargo, mencionar sus numerosos fracasos, como las varias operaciones prácticamente suicidas a las que envió a sus tropas para tratar de capturar la central nuclear de Energodar. En una de ellas, gran parte de la expedición ni siquiera logró desembarcar de sus barcas y sufrió grandes bajas.

Curiosamente, aunque Budanov, al contrario que el liderazgo del SBU, busca constantemente el protagonismo mediático y se jacta de sus hazañas, el artículo de The New York Times no incide especialmente en su actuación en la guerra. Eso sí, insiste en que ambos servicios de inteligencia niegan haber participado en el atentado contra el Nord Stream. Teniendo en cuenta que hace meses que EEUU es el principal sospechoso de ese hecho y que lo ocurrido parece haber sido preparado con la colaboración de un servicio secreto, es más que probable que, al menos, uno de ellos mienta. Interesante también es que el medio añada que Volodymyr Zelensky ha de dar su aprobación, tácita o no, a toda actuación del SBU o del GUR.

Eso implica que los asesinatos selectivos, la guerra encubierta en Rusia, la infiltración del GUR en las instituciones rusas -al menos de ello se jacta Budanov- o las operaciones en las que se utiliza a algunos de los grupos de la extrema derecha más ultra a modo de fuerzas especiales de Ucrania cuentan con el conocimiento y el apoyo de Volodymyr Zelensky. Esas acciones cuentan también con el apoyo de EEUU, al menos de sus servicios secretos, padres tanto del actual SBU como, especialmente, del GUR de Budanov.

Papel de la CIA

Considerada el GUR una institución nueva, con personal más joven que no había sido formado en la Unión Soviética, y más manejable, The New York Times da a la CIA un papel mucho más importante a la hora de conformar el actual GUR que el SBU. “«Calculamos que el GUR era una organización más pequeña y ágil donde podíamos tener más impacto», afirma un exfuncionario de inteligencia de EEUU que trabajó en Ucrania", según cita The New York Times.

«El GUR era nuestro pequeño bebé. Les dimos todo el equipo nuevo y formación» añade, dejando claro el peso de la inteligencia estadounidense en la creación de la actual institución dirigida por Kirilo Budanov. El artículo habla de la refundación del GUR desde el año 2015, aún en tiempos de Poroshenko, con una extensa transformación en la que el funcionario de inteligencia afirma que “poco menos que lo reconstruimos desde cero”.

La CIA creó en Ucrania una inteligencia militar a su servicio y que ahora emplea a unidades ultra como Bratstvo, Kraken o sujetos del Movimiento Imperial Ruso, calificado de terrorista por el Congreso de EEUU. Por si existía alguna duda sobre si EEUU está satisfecho con el resultado, The New York Times afirma que “uno de los principales arquitectos del esfuerzo, que sirvió como jefe de la oficina de la CIA en Kiev, dirige ahora el Cuerpo Especial de Ucrania en la sede de la CIA". Aunque esa cercanía no implica control absoluto de las operaciones, sí es síntoma de conocimiento y de conservar la decisión para la aprobación de la táctica y estrategia de la inteligencia ucraniana en la guerra.

slavyangrad.es / La Haine

 

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