Principal |
Cuba :: 13/09/2018

Cuba, 1993: Más de 2 millones de asambleas para decidir qué hacer

Barrios al Poder

1993. Un país en estado de coma, un momento crítico de crisis, una inflación muy grande, había que tomar medidas de forma urgente. En cualquier país capitalista el primer ministro habría presentado un paquete de medidas siguiendo las recomendaciones de los bancos y las grandes empresas, con restricciones y recortes a los servicios básicos. Sin embargo, en Cuba la Asamblea Nacional (lo que viene a ser el congreso de los diputados) decidió que no se iba a acordar ningún paquete de medidas, sino que iban a reunirse con la gente y que fuera la propia gente quien propusiera qué medidas tomar.

Desde mayo del 1993 hasta principios del 1994 tuvieron lugar más de 2 millones de asambleas por todo el país. Las asambleas se daban en los centros de trabajo, en centros de estudio, en los barrios, en todos los lugares. Los vecinos discutían en los Comités de Defensa de la Revolución, los militantes políticos en los núcleos del Partido Comunista de Cuba, las mujeres activistas en la Federación de Mujeres cubanas, etc…

Las propuestas las presentaban tanto la propia gente como los delegados gubernamentales. Y se discutían hasta que había consenso. Si era necesario llamar a un ministro para que aclare algún aspecto, se llamaba, y asistía. Todas esas opiniones se recogieron, se organizaron y se llevaron a Asamblea Nacional, donde se evaluaron cuáles de las miles de medidas que se habían propuesto se implementarían antes.

Hubo una medida que se propuso mucho y fue reestablecer en Cuba un sistema tributario, ya que en Cuba no había impuestos. Fue aprobada y se establecieron una serie de impuestos que hasta ese momento no existían. Hubo medidas de aumento de precios a la electricidad, cobrar la entrada a los espectáculos deportivos (hasta entonces eran gratuitos), la mayoría medidas económicas. Se asentó la idea de incentivar la inversión extranjera que no impusiera condiciones de ajustes (nada de Fondo Monetario Internacional), así como desarrollar el turismo. Era una forma de fortalecer el estado en lo económico y hacer frente así al nivel tan grande de inflación.

No se aprobó todo. Hubo gente en muchos lugares que propuso que había que cobrar los estudios universitarios, con un argumento que a priori sonaba lógico: un estudiante de universidad cuesta muy caro, a los padres no les cuesta nada que estudie, al muchacho no le cuesta estudiar y a lo mejor una carrera de 4 años la hace en 6 o en 7. Si pierde un año o dos, no a pasa nada. Estamos tirando el dinero porque a la gente no le cuesta y no lo valora. Para que la gente sepa el valor, vamos a cobrarle. Era un argumento lógico, pero la mayoría de la gente en las asambleas y los 614 diputados de la asamblea nacional, el máximo órgano del poder del estado, dijeron que no. No se le cobraría a la gente por estudiar porque en Cuba la enseñanza hasta la universidad es gratuita y así debía seguir siendo.

En definitiva, tomar esas medidas ayudó a mantener los pilares socialistas. Y a nivel político fue muy importante porque la gente misma propuso lo que había que hacer, discutió y vió que algunas cosas se aprobaron y otras que no se aprobaron (pero siempre por decisión de la mayoría) se explicaron por qué no se aprobaron. Y todo ello reafirmó la idea de que las cosas se consiguen entre todos o no se consiguen. Comenzaba una etapa de resistencia que no sería fácil, ni exenta de contradicciones, pero que permitiría al país salir del estado de coma. El coma es un estado vegetativo del que rara vez se sale sin secuelas y la recuperación es lenta. Pero había que sobrevivir, y para ello hace falta unidad y coraje.

En Cuba no cuajó la revuelta social con la que la mafia imperialista soñaba porque en la sociedad había un sentimiento general de remar en la misma dirección, una homogeneidad social. Aunque había durísimas dificultades, las dificultades eran similares para todos, las diferencias no eran notables, y había un sentimiento de resistencia colectiva. Un sentimiento de demostrar que podían mantenerse en pie a pesar de que no había campo socialista, un sentimiento anti-yanqui, antiimperialista. El "desorden" más significativo, instigado desde EEUU el 5 de agosto de 1994, duró poco más de un café. Un grupo de gente empezó a tirarle piedras a las tiendas junto al Malecón y a corear consignas, pero la policía al ver la virulencia de la protesta decidió no intervenir en un primer momento. No hubo ni carros lanza-agua, ni gases lacrimógenos ni robocops antidisturbios. Dejaron paso a un contigente de trabajadores y jóvenes que tuvo la determinación necesaria para enfrentar ese débil intento de desestabilización. En el lugar se apareció Fidel con su escolta desarmada, arropado por el pueblo, y en seguida los que tiraron piedras se escondieron, los que gritaron maldiciones se evaporaron, los pescadores en río revuelto se hundieron.

La Haine

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fL4S