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Andalucía :: 25/09/2018

El “nuevo andalucismo” como problema político

Antonio Torres
En política, como en la vida misma, el postureo, el exceso constante por aparentar suele ocultar profundas carencias y falta de convicción

Periodistas, politólogos, sociólogos, gente de la cultura, y, por supuesto políticos, nos vienen hablando de un “nuevo andalucismo”, de un “nuevo sentir andaluz” cuyo nacimiento en el tiempo es incierto, aunque este verano el término ha sonado con bastante fuerza, y cuya génesis causal es múltiple. De momento, algunos ya utilizan el término “movimiento”, algo que, en nuestra opinión viene a confundir acontecimientos de masas, momentos multitudinarios, o un sentir colectivo y compartido con una estructuración orgánica que no existe y que, al menos en política, es condición necesaria. Esta confusión, propiciada por el 15M, no ayuda a comprender el fenómeno. Desde el 15 M, todo en el Estado español es “movimiento”.

¿Qué se dice sobre el llamado “nuevo andalucismo”? Para Miguel García Lema se trata de “una renovación del espacio político dentro del solar andaluz”. Y añade: “No es una impresión superficial, sino que viene respaldada por la aparición de colectivos de carácter cultural y político desde diversas perspectivas, así como artículos en prensa, que han ido introduciendo elementos de debate en torno al movimiento de reivindicación de lo andaluz. El debate no ha estado exento de polémica, como la desatada con Rosalía o con la serie de la Peste, pero está evidenciando la aparición de una sensibilidad con respecto a “lo andaluz” relativamente amplia y con presencia en diversos ámbitos No en vano son varios los factores que han influido en esta “eclosión desde el Sur”, destacando la desaparición del Partido Andalucista, las discusiones sobre apropiación cultural y el estatus de las hablas andaluzas, la celebración del 40 aniversario de las manifestaciones del 4 de Diciembre de 1977 o la propia crítica a cómo el PSOE se ha adueñado del patrimonio de la Autonomía Andaluza”. Completa esta exposición señalando la labor de más largo alcance del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), el éxito de los perfiles humorísticos y reivindicativos en redes sociales, la polémica en torno a la traducción al andaluz de El Principito, y por último el surgimiento en el terreno ya más puramente político –o más bien electoral- de Adelante Andalucía.

Prácticamente, casi en los mismos términos se expresaban en un artículo de Sato Díaz en Cuarto Poder personas tan diversas como el politólogo Cristian Gracia, la dirigente de Izquierda Andalucista y cabeza visible de la cultura andaluza, Pilar Távora, el escritor y jurista Antonio Manuel Rodríguez, el líder de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, o la líder de Podemos, Teresa Rodríguez. En resumen, en este artículo se hace referencia a la situación de subalternidad andaluza, algo en lo que insiste Cristian Gracia: “Andalucía es como ese patio de vacaciones al que viene la gente de Madrid, lo que nos aboca al sector servicios, si España es la playa de Europa, nosotros somos la playa de la playa, si esto pasara en otras partes del Estado, se podría generar un conflicto político”; al régimen del PSOE andaluz y en cómo éste ha sabido ocupar el espacio político del “andalucismo de izquierdas”; en la oportunidad para un “nuevo andalucismo” tras la disolución del Partido Andalucista que sepa confluir con las organizaciones estatales que reconozcan la “plurinacionalidad”; en la necesaria disputa con el PSOE del “andalucismo de izquierdas”; el peligro del españolismo desatado a consecuencia del proceso catalán; etc. Cierra el artículo Teresa Rodríguez con esta afirmación: “En un momento de disolución permanente de las identidades colectivas, cuando más solas nos quieren frente al desempleo juvenil, la precariedad y los recortes, más falta hace un nuevo andalucismo con el que conecten las nuevas generaciones para conjurar la soledad y la desesperanza”.

Por último, Jesús Jurado en un artículo en Ctxt sobre la polémica alrededor de la cantante Rosalía, lo enmarca dentro de un incipiente y difuso “nuevo andalucismo”: “Quienes sean adictos a Twitter recordarán que la de Rosalía no fue la única polémica en enero de 2018. Fue inmediatamente seguida de otra mucha mayor sobre el uso del acento andaluz en La Peste, la superproducción histórica de Movistar+, que llevó a tuitear hasta a la presidenta andaluza, Susana Díaz. De igual modo recordarán que a mediados del pasado mayo no sólo discutimos sobre Malamente sino también sobre la carta de Kichi a Monedero en la que el alcalde gaditano explicaba al profesor, entre otras cosas, que a los andaluces “nos molesta como una ardentía que imiten nuestro acento, que toqueteen nuestro arte con descuido, con malaje”. El último episodio, del mes de julio, coincidió también con otro menor aunque acalorado debate sobre Al Ándalus y la Edad Media andaluza. ¿Tienen algo que ver? ¿Son meras coincidencias temporales o expresan una corriente de fondo, un cierto estado de las cosas? Mi intuición, después de debatir largo y tendido con varios amigos por mejores medios que el intercambio de tweets, es que están íntimamente ligadas y son síntomas de un mismo fenómeno: la emergencia, todavía incipiente y difusa, de un nuevo andalucismo”.

Existe un resurgir del sentimiento andaluz, de valoración de lo andaluz, quizá centrado en un segmento de población muy concreta, en una juventud formada, la mayoría de ellos y ellas universitarios, que han visto profundamente frustradas sus esperanzas vitales con el estallido de la crisis. Una juventud que en estos años ha emigrado, una juventud licenciada en chiringuitos y McDonald’s, titulada en precariedad laboral y vital, hijos e hijas de una clase obrera que se sacrificó por tratar de dar un futuro mejor a su descendencia, esa misma clase obrera andaluza que participó den las manifestaciones del 4 de Diciembre de 1977, que votó “sí” el 28 de Febrero de 1980 y que a partir de los años 1981 y 1982, por obra de los grandes “partidos de clase” y sus sindicatos, se resignó, salvo destacas y muy honrosas excepciones, ante el régimen andaluz, nacido de la Constitución (post)franquista española de 1978.

En principio, desde la izquierda soberanista y revolucionaria andaluza tenemos que dar la bienvenida a ese resurgimiento porque nos abre la puerta para ampliar y amplificar el discurso, para interactuar con quienes no se interactuaba antes, y para, digamos, muscularse y dar la pelea por un movimiento popular y democrático andaluz de liberación. Que al menos un sector de nuestro pueblo tome conciencia de nuestra situación de subdesarrollo y dependencia, se revuelva contra los intentos de apropiación cultural, ponga en valor su manera de hablar y la quiera dignificar escribiéndola, que nuestro viejo Al Andalus suscite interés y admiración, desechándose las viejas teorías nacionalistas españolas que encierran esa parte de nuestra Historia en una dinámica de Conquista-Reconquista de un cuerpo extraño “islamoárabe”; o que se quiera destacar el papel de la mujer en la Historia andaluza y en el actual momento andaluz, puede poner las bases para un verdadero movimiento político popular, democrático, de izquierdas, anti régimen, feminista, internacionalista y antiimperialista. Pero, esa tarea es esencialmente POLÍTICA, así, en mayúsculas. Es aquí donde empieza el problema, o más bien el cortocircuito.

A poco que echemos un vistazo a todos esos artículos que han proliferado este verano sobre el “nuevo andalucismo”, nos daremos cuenta de que surge un referente político más o menos explícito: Adelante Andalucía. En el discurso político del “nuevo andalucismo” que nos describen hay un momento épico: las primarias de Podemos Andalucía, en las que Teresa Rodríguez se impuso a la candidata pablista, Isabel Franco, con un mensaje en el que se defendía un Podemos de Andalucía “autónomo”, “centrado en Andalucía”, con capacidad para decidir su línea política sin injerencias, etc., frente a una candidata pablista que más allá de una pretensión de “reconectar” Podemos Andalucía con Madrid -y con Vistalegre II, es decir, con el liderazgo de Iglesias- y de agitar el fantasma de una apropiación de Podemos por parte de la corriente Anticapitalista fue incapaz de ofrecer nada que su contrincante no estuviera ofreciendo ya, al menos a nivel discursivo, porque los hechos y sus interpretaciones han seguido una senda bien diferente. La épica se completa con una confluencia con una IU “renovada” que, supuestamente, no tiene nada que ver con la IU que pactó y gobernó con el PSOE andaluz de 2012 a 2015, y con los restos más escorados a la izquierda del naufragio del PA, Primavera Andaluza e Izquierda Andalucista.

Sin embargo, más allá de discursos, de victorias épicas, de actores políticos que supuestamente se han renovado de la noche a la mañana y de otros que esperan con más voluntad y buena intención que acierto “volver a ser lo que fueron”, ¿qué tenemos políticamente?, ¿algo nuevo “bajo el sol de nuestra tierra”?

Lo primero que tuvimos fue un Manifiesto repleto hasta lo empalagoso de una belleza en la expresión, pero que políticamente venía a expresar poco, posteriormente se publicó un borrador de programa que vendría a ser enmendado en los llamados “patios”. Entre medias, se filtró a la prensa, y previa a la convocatoria de primarias conjuntas, las listas por cada territorio ya pactadas, lo cual ha suscitado el lógico enfado en muchos sectores de la confluencia, concretamente en personas tan reconocidas y prominentes como por ejemplo, Sebastián Martín Recio, de Izquierda Unida, que recientemente en redes sociales expresaba su enfado por tener que elegir unas listas ya decididas previamente. Nada nuevo “bajo el sol de nuestra tierra”. En esas listas, los andalucistas y otros actores con menos peso quedaron relegados.

Sin embargo, más allá de primarias y “patios” revueltos, la cuestión medular es si Adelante Andalucía puede suponer una avance para que ese “nuevo andalucismo” encuentre una expresión política, es decir, para que sirva para una transformación social, económica y cultural del pueblo andaluz y la clase obrera andaluza en particular. Consideramos que ese nuevo sentir andaluz, esa voluntad de poner en valor a Andalucía y a lo andaluz solo puede ser posible desde la organización del pueblo trabajador andaluz, el poder popular, y desde la ruptura con el marco político actualmente existente que perpetua nuestra situación de marginación, subdesarrollo y dependencia, y que mantiene el desprecio sistemático y atávico a lo andaluz (andaluzofobia). En Adelante Andalucía ni encontramos una propuesta de organización y poder popular andaluz, más allá de lógicas plebiscitarias, ni una propuesta de ruptura democrática ni el con el régimen español (post) franquista ni con su consecuencia: el régimen del PSOE andaluz. Cualquier propuesta política que desde marco estatutario existente plantee un poder popular andaluz, está planteando una ilusión, un espejismo, en definitiva, una vuelta al “viejo andalucismo”. Se podría hablar largo y tendido sobre lo que permite o no el Estatuto actual de “Autonomía” o cómo en virtud del mismo se podría financiar tanto gasto público como están prometiendo; al respecto, hay que recordar que excepto Ciudadanos, todos los grupos políticos con representación en el Parlamento andaluz –lo que incluye a Podemos e IU-, acordaron una mejora de la financiación que, en realidad, no supone mi un cambio de las reglas de juego ni asegura nuestra capacidad de decisión y la blinde frente a las tentativas injerencistas del Gobierno español de turno.

Sin soberanía nacional, sin instituciones soberanas en manos del pueblo trabajador andaluz, sin poder político para defender nuestro tejido productivo y planificar la economía, sin poder político para defendernos de las imposiciones de Bruselas y romper con unas instituciones que nos subordinan y nos sitúan según los intereses de las grandes corporaciones, nada, absolutamente nada de lo que se diga con en los “patios”, aunque sea con las mejor de las intenciones y a gritos para que se enteren todos los vecinos y vecinas, va a valer absolutamente nada.

Ajustarse al marco político e institucional en Andalucía y no cuestionarlo también puede tener una consecuencia recurrente y ya sabida: ser la muleta “izquierda” del régimen PSOE andaluz.

Pero el cortocircuito es todavía peor cuando desde sectores de la izquierda soberanista apenas si se entra a disputar ese nuevo sentir andaluz, ya sea por sectarismo o por pura y simple incapacidad militante. Ni es momento de repliegues grupales ni de estar obsesivamente instalados en la auto referencialidad, ni, como otros han hecho ya, de saltar con “confluencias” frankensteins en el que lo friki, lo macabro y los oscuros intereses repentinamente se unen al calor de lo electoral. Insistimos, es momento de disputa, de ganar músculo obrero y popular en cada tajo, en cada barrio, en cada esquina, en cada bar, en cada parque o plaza; es momento de disputar espacios de poder y de contra hegemonizar; es momento de confrontar, pero también de seducir.

Frecuentemente en política, como en la vida misma, el postureo, el exceso constante por aparentar suele ocultar profundas carencias y falta de convicción. Es lo que le ocurre a Adelante Andalucía, un exceso de verdiblanco que en realidad oculta la falta de convicción histórica de los principales actores de la “confluencia”: de un PCE con una añeja incomprensión de los fenómenos nacionales, sobretodo del andaluz; y de Anticapitalistas, que en su pasado no tan remoto anterior a Podemos, siempre mostró una hostilidad más o menos disimulada hacía la reivindicación nacional andaluza. Pero para muestra un botón, y es que solo tenemos que atender a cómo ambos actores se comportaron hace un año, cuando el referéndum catalán y el desarrollo del movimiento popular republicano: equidistancias, miedos, y una absoluta falta de empatía hacia la represión, cuya consecuencia fue –y es- el alineamiento con el status quo realmente existente, con el régimen (post) franquista español del 78. Y que nadie se olvide, Adelante Andalucía tendrá que lidiar con direcciones estatales nada dadas al respeto y a la consideración por las decisiones tomadas en Andalucía, y mucho más, teniendo en cuenta la condición de “socio” que Unidos Podemos se ha adjudicado respecto al gobierno de Pedro Sánchez.

Sin embargo, esta crítica no ha de servir de base o de argumentario a sectarismos, o la izquierda soberanista genera un discurso y una praxis que consiga seducir a las bases que sostienen hoy esa “confluencia” o estará eternamente condenada a la marginalidad. Nada de desahogos, nada de terapias para sentirnos mejor, nada de autocomplacencia.

Si algo viene caracterizando a determinados líderes de Adelante Andalucía, incluso antes de su formación, son las lecturas presentistas del pasado, concretamente de la Transición andaluza. El presentismo tiene como función hacer lecturas del pasado acordes con los intereses del presente, así, el 4 de Diciembre pasó a ser “el 15 M de nuestros padres” y las pasadas primarias de Podemos Andalucía fue “el 28 de Febrero de Podemos”. En esas re lecturas, en ese nuevo relato, al andalucismo de la Transición le acompañó políticamente el PSA, o unos dirigentes del PSOE y del PCE que “supieron estar a la alturas de las circunstancias”, según los casos. Sin embargo es de justica que ese “nuevo andalucismo”, que ese nuevo sentir andaluz conozca que en esos años hubieron más actores políticos que no han sido reconocidos, militantes de organizaciones independentistas como el PSUA, el FLA, el FAL, o Liberación Andaluza; de soberanistas como el PAU-PTA o el PTA-LA surgidos del PTE en Andalucía; de militantes de organizaciones estatales como el MC-MCA, la LCR, o de diferentes escisiones anti eurocomunistas del PCE; de alguna manera, todas esas organizaciones asumieron ese sentir de aquel momento y con mejor o peor fortuna política intentaron darle una expresión política.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fL5n