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Anti Patriarcado :: 07/11/2018

Carta abierta a Jaime Peris Riera, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Murcia

Lucy Sombra
Que opinar sobre una o mil sentencias judiciales se convierta en un privilegio y se traduzca en represión, es algo que muchas personas no estamos dispuestas a consentir

Te escribo en público y en abierto porque así te expresaste tú también, que no estabas en una reunión de amigotes de tardeo en la barra de un bar, ni en pantuflas en el salón de tu casa comentando un partido de la liga

Esto de que moleste la crítica y la opinión social me catapulta a realidades nada democráticas, a pretéritas nostalgias. ¡Qué estupor, Jaime, oírte decir: «A todos esos que van opinando les pegaba yo un tiro»!

Que opinar sobre una o mil sentencias judiciales se convierta en un privilegio y el resultado se traduzca en represión, es algo que, te aseguro Jaime, muchas personas no estamos dispuestas a consentir

Jaime Peris

Querido Jaime,

permíteme que empiece esta intempestiva misiva poniéndote en situación. El miércoles 9 de mayo la Universidad de Murcia (UMU) organizó un debate sobre la sentencia al grupo de La Manada (o La Piara, como más te guste) en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho.

Recordarás que había tantísima gente interesada y era tan grande la expectación (y la necesidad, Jaime, la necesidad) que nos tuvieron que reubicar en el edificio del Paraninfo porque el Salón de Grados se quedó pequeño para un tema de polémica tan dura, grande y gorda: los medios y las redes sociales y las calles de todo el país y hasta  la prensa internacional echaban humo. En los artículos se hablaba de misoginia y del legado machista presente en el sistema judicial y de cómo la opinión pública se lee como una amenaza al «imperio de la ley» y también de la violencia estructural, sistémica e institucional, y de la cada vez más palpable distancia entre el sistema judicial y lo que era percibido como justicia por la gente. ¿Te acuerdas, Jaime? El tema estaba por todas partes. Era EL TEMA. Y así empezaste tu intervención: molesto porque el tema estuviera POR TODAS PARTES. Pero me estoy adelantando, espera.

Yo supe de ese debate que organizaba la Facultad de Derecho precisamente por redes sociales y, aquí te lo confieso, Jaime, recibí la noticia con tremendo entusiasmo; ya era hora de que la universidad tratara un asunto social y político en un evento de puertas abiertas para todxs. (Disculpa el uso del lenguaje inclusivo, Jaime, seguramente te parecerá algo risible, absolutamente innecesario y de todo punto gilipollesco, pero es que me dan crisis de invisibilidad cuando uso la –o). El caso es que desde ese día, y muy especialmente tras tu intervención, tengo como un malestar, una angustia intermitente que me viene y se me va, me viene y se me va como si fuera un dolor de regla. Y siento que mi indisposición no va a acabar del todo hasta que no consiga exorcizarla y es por esto que te escribo. Es por esto que hoy, Jaime, he venido a menstruar. Metafóricamente, no te asustes.

Te escribo en público y en abierto porque así te expresaste tú también, que no estabas en una reunión de amigotes de tardeo en la barra de un bar, ni en pantuflas en el salón de tu casa comentando un partido de la liga (aunque bien podría parecerlo a juzgar por el exiguo fondo y las lamentables formas de tu intervención); estabas en una sala con capacidad para trescientas personas, como catedrático de Derecho Penal y participando en calidad de experto. Experto en qué es algo que me sigo preguntando y que me persigue como un terror de infancia. Empezaste tu intervención devenido improvisado monologuista con un chascarrillo que te aplaudieron, sospecho, todxs tus alumnxs; un sucedáneo de chiste-analogía que hiciste sobre que a nadie se le ocurre preguntarle a alguien en la parada del autobús que qué se debe hacer en una operación a corazón abierto, pero sin embargo tú estabas harto de ver cómo todo el mundo opinaba sobre el caso de La Manada en todas partes sin tener ni idea de lo que estaba hablando.

Imagino la sensación de escozor que tuviste que tener durante la etapa 15M, Jaime, toda esa urticaria de gente tan molesta en la calle ocupando los espacios y llenándolos de contenido político, reconociendo su propia voz sin intermediarios y poniendo sobre la mesa –entre otras cosas- la incompetencia de los glandes expertos de este país.

Esto de que moleste la crítica y la opinión social me catapulta a realidades nada democráticas, a pretéritas nostalgias. ¡Qué estupor, Jaime, oírte decir: « A todos esos que van opinando les pegaba yo un tiro»! Mientras algunxs lamentamos la pérdida de espacios públicos de debate y nos entusiasmamos con los foros que las nuevas tecnologías y la red millennial están propiciando, otrxs como tú desarrolláis gusto por las mordazas empeñándoos en descalificar y menospreciar todo cuestionamiento que venga del pensamiento crítico.

Luego también están lxs elevadxs expertxs que ven delito en un chiste, una viñeta, una pelea de bar, unos titiriteros, una camiseta, un rap o un tuit; expertxs que desfilan en el carnaval de una justicia acostumbrada a disfrazarse con todo ese atrezzo de toga y mallete. ¿La respuesta social a todos estos disparates travestidos de justicia por parte de lxs que no hemos estudiado Derecho es el silencio, dices? No entiendo la foto que me muestras sobre el Estado de Derecho. ¿No queda recogido en la Constitución que la justicia emana del pueblo?

El caso de `la manada´

Que opinar sobre una o mil sentencias judiciales se convierta en un privilegio y el resultado se traduzca en represión, es algo que, te aseguro Jaime, muchas personas no estamos dispuestas a consentir.

Lxs médicxs son lxs que operan en los quirófanos y lxs expertxs juristas son los que opinan sobre la justicia, ¿es eso?

¿Has pensado de dónde parte y a dónde lleva ese razonamiento? Es clasista, Jaime, es elitista y conservador, es retrógrado. Demuestra una gran ignorancia sobre la dimensión social de la justicia, cercena directamente la libertad de expresión y te convierte en Aquel Que Reparte Los Carnets Para Opinar.

Esta visión rancia y academicista sobre cómo se articula la protesta social ante los sinsentidos de la supuesta justicia sólo se explica si estás lejos de los movimientos sociales, lejos de la realidad de las cárceles y los CIES, lejos de los montajes policiales, lejos de la Ley Mordaza, lejos de la pulsión de la calle, lejos de las demandas de la sociedad, lejos del conflicto, lejos de las contradicciones y las mentiras de un sistema judicial que, más a menudo de lo que sale en la tele o en los periódicos, se nos revela fallido y corrupto. El foro para hablar, opinar, denunciar, criticar y movilizarnos, Jaime, será el que nos demos y no el que nos queráis migajear.

Me recuerda, salvando las distancias pero entendiendo el paralelismo, a cuando empezó la crisis; salieron expertxs de debajo de las piedras a decir que si no eras economista, no ibas a entender nada porque la cosa era complicadísima, dificilísima de entender, vaya. Y mira si lo fue, Jaime, mira si no estaba resumido en la maravillosa frase que se podía escuchar desde el asiento trasero del coche de cualquier taxista (nada sospechosxs de ser expertxs economistas) aquello de: «Nos han robao, nos han robao a manos llenas». ¿Difícil, eh?

El  androcentrismo del que habla Amparo Moreno Sardá en su obra «El arquetipo viril» (1986) se parece bastante en cuanto a su planteamiento a eso que defiendes tú. Desde una perspectiva historicista, Amparo disecciona cómo se configuran o construyen los sujetos y la validez de los discursos analizando cómo se ha ido estableciendo qué es significativo y qué es insignificante.

Del mismo modo que el feminismo lleva años dilucidando discursos encaminados a superar la dicotomía hecha abismo que parecía insalvable entre la esfera pública y la privada, tú pretendes seguir excavando una brecha que refuerce el estereotipo de la vida académica/experta como voz dominante y nos elimine como parte protagonista de la historia.

Te apartas las voces contenidas en el discurso político feminista (académico o no) como si fueran una mosca, y te escondes detrás del sustantivo «jurista» para validar o legitimar una opinión, un análisis, un discurso, un argumento, una crítica o hasta un cabreo. Descalificas al sujeto político y lo quieres invisibilizado y destruido en su derecho a réplica ante la repugnante violencia ejercida contra las mujeres. Y todo eso lo haces, Jaime, porque serás catedrático de tus cosas, pero no tienes ni idea de política. Y La Manada es política. Esa desaprobación y censura sistemáticos están en la misma línea ideológica de tu deleznable colega el magistrado Ricardo González (al que tendremos que presuponerle una vida sexual más que preocupante si ve ambiente de jolgorio y regocijo en una violación) que tuvo la vergüenza de hacernos un violaciónsplaining (a nosotras, las grandes expertas en violación) al interpretar un acto de violencia brutal como un circo de justificación de culpables y cuestionamiento a la víctima. Además, la autoridad profesional y académica del jurista, Jaime, se me antoja un tanto dudosa cuando hay cuatro profesionales de alto nivel y cada unx propone una visión distinta (como ocurrió en la charla); parece ser que la justicia, incluso también desde un punto de vista estrictamente técnico, no es una ciencia exacta e incontrovertible, sino que antes bien se nos revela bastante subjetiva, opinable e interpretable.

«No eres jurista, no entiendes lo que ha pasado con la sentencia de La Manada», «No eres expertx, no puedes opinar» son afirmaciones hechas mantra paternalista que infantilizan y subnormalizan la voz política, castran al sujeto político separándolo de la realidad sobre la que tiene el legítimo derecho de actuar si se siente agredido. No es necesario meterse en un aula para entender lo que es la justicia ni para aprenderla ni para saber diferenciar lo legal de lo legítimo. Esto es algo que, a la arrogancia academicista de lxs expertxs despolitizadxs, entiendo os debe joder. En cuanto a los «Hay que dejar actuar a la justicia», «Hay que respetar las decisiones judiciales» son argumentos ad nauseam, que solamente alguien posicionado en la zona VIP del tablero social podría esgrimir.

He de irme ya, Jaime, si me he dejado algo que me vuelve como una arcada, no descarto volver a escribirte; espero que no te importe y si te importa, me alegro.La indiferencia es sin duda alguna uno de los peores venenos de los que se alimenta nuestro fracaso como sociedad. Indiferencia nunca, callar jamás.

Recibe un saludo que está lejos de ser cordial de una infiel servidora,

Lucy Sombra

https://www.eldiario.es/murcia/disidencias-genero/Carta-Jaime-Derecho-Universidad-Murcia_6_833326666.html

 

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