Principal |
Andalucía :: 22/11/2018

El día de la resistencia del Pueblo Gitano Andaluz

Pastora Filigrana García
Dar a conocer la historia, hacer entender las formas de vida que se resisten al modelo de producción capitalista

“A veinte y dos días del mes de noviembre de este año (1462) llegaron a la ciudad de Jaén dos condes de la pequeña Egipto, que se llamaban el uno don Tomás y el otro don Martín, con hasta cien personas entre hombres, mujeres y niños, sus naturales y vasallos. Y como llegaron a la ciudad de Jaén, el señor condestable los recibió muy honorablemente y los mandó aposentar y hacer grandes honras. Y quince o veinte días que estuvieron con él, continuamente les mandó dar todas las cosas que les hizo falta, a ellos y a toda su gente, de pan, vino, carne, aves, pescados, frutas, paja y cebada abundantemente”.

Así cuenta la historia oficial que fue como llegaron los primeros gitanos a Andalucía. Aparece en los Hechos del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo, gobernador de Jaén. Seguramente llegaron antes, pero esta es la primera vez que se recogió por escrito. Cuentan los historiadores oficiales que la palabra ‘gitano’ procede de ‘egipciano’, aunque nadie ha sabido situar ese “pequeño Egipto” del que hablan. Desde principios de la década de 1990, las asociaciones gitanas andaluzas vienen celebrando el día 22 de noviembre como el día de los gitanos andaluces en conmemoración de esta fecha. En 1996 la Junta de Andalucía lo reconoció como día oficial. Al igual que desde el día 8 de abril de 1971 se viene celebrando el Día Internacional del Pueblo Gitano.

Desde aquel 22 de noviembre de 1462 hasta hoy han pasado muchas cosas. La idílica acogida narrada en los hechos del Contestable de Jaén tuvo un cruento giro a partir de 1499. Los Reyes Católicos, dentro de su proyecto de estado-nación, dictaron las primeras pragmáticas para perseguir al pueblo gitano. El objetivo principal era la extinción de la cultura de estas gentes.

“Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos… que vivan por oficios conocidos… o tomen vivienda de señores a quien sirvan… Si fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores, juntos… que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos, y por la segunda vez que les corten las orejas, y estén en la cadena y los tomen a desterrar”. Esta medida persecutoria formaba parte de la estrategia de homogenización étnica y cultural que se llevó a cabo en todo el territorio de la hoy España. Sefardíes o moriscos fueron víctimas de estas mismas persecuciones, si cabe con menor suerte aún que los gitanos.

Pero si nos referimos únicamente en una estrategia de homogenización-cultural para construir el estado-nación blanco y católico que hasta hoy es España no tendríamos en cuenta toda su dimensión. Lo que realmente comienza es una transición hacia un régimen económico capitalista que no podía albergar en su interior formas de vida que cuestionaban un modelo único de producción y consumo. Véase que lo que se pretende es ante todo, que tomen oficio conocido, se asienten es las tierras de algún señor y no anden juntos. O sea, que vendan su fuerza de trabajo y disuelvan sus comunidades y formas de cooperación que les permitían acceder a los recursos sin necesidad del chantaje de la renta a cambio de trabajo.

La tarea no fue fácil para los represores, pues la resistencia del pueblo gitano a acatar la autoridad y someterse a las formas de producción establecidas supuso que se dictaran más de doscientas leyes que tenían como objetivo, en primer lugar, la aniquilación física y, a partir del S.VXIII, la asimilación cultural por imposición. Las últimas leyes represivas contra los gitanos se abolieron 1986, ya bien entrada la democracia. En concreto el reglamento para el servicio del Cuerpo de la Guardia Civil donde se establecía mayor vigilancia a las personas gitanas.

Los resultados de aquella resistencia a someterse al modelo productivo imperante y la consecuente represión que conllevo es el origen de las grandes privaciones materiales que padecen hoy una parte importante del pueblo gitano. Datos como que un 11% de las familias gitanas habitan en infraviviendas o la existencia de un 36% de desempleo a nivel del estatal son el precio de la histórica resistencia que motivaron los castigos.

Si bien es cierto que la situación de la población gitana andaluza puede ser más aventajada en cuanto a reconocimiento que la del resto de Europa y del Estado español, no deja de ser estructural el racismo y los padecimientos materiales que se padecen, agudizados en un territorio empobrecido y colonizado económicamente como es Andalucía.

La aportación de la cultura gitana a la cultura andaluza es innegable y, en muchos aspectos, costaría trazar la línea de donde termina lo gitano y comienza lo andaluz. Este fenómeno es único en el mundo pues la exclusión social de la comunidad gitana es la norma mayoritaria en todos los territorios. Las causas de este fenómeno están por establecer, pero me atrevo a aventurar que parte de la resistencia del pueblo gitano al modelo productivo encuentra lazos de afinidad con la cultura andaluza.

No obstante, no todo es idilio entre lo andaluz y lo gitano pues muchos de los rasgos identitarios gitanos han pasado a la cultura andaluza con puros fines comerciales. La gravedad de esta dinámica llega a su máximo nivel cuando desde el S.XIX esta apropiación cultural la lleva a cabo el estado Español utilizando los rasgos identitarios gitano-andaluces para la comercialización de la marca España. Una apropiación cultural que ha ido acompañada históricamente de la represión y la exclusión de lo gitano-andaluz.

Hoy, 22 de noviembre, es un día reconocido por la institución y no faltan voces críticas sobre la falacia que suponen estos reconocimientos simbólicos mientras las condiciones materiales de una gran parte del pueblo gitano siguen siendo de carencias. “Menos izar banderas gitanas, y más lucha contra los asentamientos chabolistas”, dicen. Sin restar lo oportuna que pueden tener estas alertas, estas caen en un falso debate entre lo simbólico y lo material. En primer lugar porque la mayoría de las personas y organizaciones que izan hoy la bandera gitana tiene una comprometida lucha contra las desigualdades que sufre el pueblo gitano. Y en segundo lugar, porque estas desigualdades materiales están construidas sobre relatos a nivel simbólico que hace recaer las culpas de esta situación de desventajas a la propia idiosincrasias de los gitanos “que no se quieren integrar”; o bien, directamente, justifican la situación por un orden natural que coloca a unos por debajo de otros en la línea de la ideología fascista.

Esos relatos de justificación de los padecimientos y su mantenimiento en los imaginarios es lo que llamamos racismo institucionalizado. Así pues, para revertir las injusticias materiales es necesario desmontar a la par estos discursos racistas que culpan a los gitanos de su pobreza. Salvo que mañana mismo tomemos los medios de producción y garanticemos el acceso a los bienes básicos para una vida digna para la población mundial, las conquistas materiales necesitarán sin remedio ir acompañadas de las luchas simbólicas para el propio reconocimiento y para desmontar las justificaciones de las desigualdades.

Dar a conocer la historia, hacer entender que las formas de vida que se resisten al modelo de producción capitalista son perseguidas y exterminadas, poner en valor la dignidad de esta resistencia, conquistar condiciones materiales dignas… y también izar banderas, para que se nos vea. Este es el plan.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fM1B